A continuación se puso a enseñar; y les decía: <<¿No esta escrito: Mi casa ha de llamarse casa de oración para todos los pueblos?>>.
La actuación de Jesús (vv. 15b-16) va seguida de una enseñanza que explica su comportamiento.
La enseñanza que transmite Mc es extraordinariamente breve. De hecho, como lo indica la construcción se puso a enseñar y les decía, su duración ha sido mayor de lo que refleja el evangelista, pero Mc quiere poner de relieve solamente lo más importante de ella.
El texto no señala de forma explícita quiénes son los destinatarios de la enseñanza de Jesús, por lo que podría pensarse que va dirigida a todos los que se encontraban en el templo, es decir, al pueblo en general. Sin embargo, la pregunta retórica con que comienza la enseñanza (¿No está escrito...?) es del género que Jesús usa solamente con oyentes instruidos, conocedores de la Escritura. Por eso, es más lógico suponer que las palabras transcritas por Mc se dirigen directamente a las autoridades del templo, que son las responsables de lo que ocurre en él, y sólo de forma indirecta al resto de los presentes.
En su enseñanza, Jesús cita en primer término, en forma interrogativa, un texto de Isaías que describe el designio de Dios sobre el templo: "ser casa de oración para todos los pueblos" (Is 56,7c). Aunque el contexto de la cita profética restringe ese horizonte universalista a los prosélitos del judaísmo, es decir, a aquellos que sirven al Señor, observan el sábado y son fieles a la alianza (Is 56,6-7a.b.), Jesús, sin embargo, al citar sólo el v. 7c, lo amplía a los paganos en general, viendo en el texto profético la expresión de la misión universal que el templo estaba llamado a desempeñar. Destaca así Jesús la finalidad primordial del templo: ser un lugar donde hombres de todas las razas y naciones pudieran encontrarse con el verdadero Dios y relacionarse personalmente y directamente con él. Todo lo demás debía estar en función de esa finalidad. Si lo principal no se cumple, el resto carece de sentido.
Ahora bien, para atraer a los paganos al conocimiento del único Dios, Israel debía haber constituido una sociedad justa, según el espíritu de su Ley; pero, como lo demuestra el templo mismo, se ha vuelto una sociedad explotadora que no es modelo para nadie. Por culpa de sus dirigentes, Israel ha traicionado su misión. El templo, que encarna a la nación, en vez de ser un foco de atracción para todos los pueblos, se ha convertido, como a continuación denunciará Jesús (v. 17b), en "una cueva de bandidos". La vocación universalista de Israel se ha visto frustrada.
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