domingo, 14 de abril de 2024

Mc 11,18

 Lo oyeron los sumos sacerdotes y los letrados y buscaban cómo acabar con él; es que le tenían miedo, porque toda la multitud estaba impresionada de su enseñanza.

La enseñanza de Jesús hace reaccionar de inmediato a dos de los grupos que componían el Sanedrín: los sumos sacerdotes y los letrados, señal de que se han sentido directamente aludidos por la denuncia pública de Jesús (v. 17). El primer grupo, formado por la aristocracia sacerdotal o alto clero, constituía la suprema autoridad del templo; el segundo, integrado por los doctores o especialistas de la Ley, estaba encargado de la interpretación de la misma. Son precisamente los dos grupos que se mencionan en el tercer anuncio de la Pasión (10,33s) como los responsables de la condena a muerte de Jesús y de su entrega a los paganos para que lo ejecuten.

Los sumos sacerdotes eran los que más se beneficiaban con el comercio del templo; los letrados los que, con su interpretación de la Ley, justificaban los abusos que se cometían en él. Ambos grupos, ante la actuación de Jesús (vv. 15b-16) y su denuncia pública (v. 17), dan por descontado que hay que eliminarlo. Consideran lo que hace y lo que dice tan peligroso para sus intereses que buscan sólo la manera de darle muerte. No piden explicaciones a Jesús ni intentan dialogar con él y, mucho menos, están dispuestos a reconocer su culpabilidad y a enmendar su conducta. El poder no dialoga ni rectifica, sólo reprime o elimina.

La reacción de los sumos sacerdotes y letrados recuerda la de los fariseos y herodianos que en Galilea se pusieron a maquinar contra Jesús para acabar con él (3,6). El hecho de que ahora no se hable de planes para matarlo, sino únicamente del modo cómo hacerlo, muestra hasta que punto aquel alborotador provinciano se ha vuelto un peligro para las autoridades religioso-políticas de la capital. Ya en dos ocasiones letrados llegados de Jerusalén han denigrado a Jesús, presentándolo como enemigo de Dios (3,23s) o entablando una controversia con él acerca del respeto a la tradición (7,1-13). Las autoridades centrales, por tanto, estaban al corriente de su enseñanza y actividad. Pero Galilea quedaba fuera de su control político. Ahora que Jesús se encuentra en Jerusalén, lugar donde ejercen directamente su autoridad y disponen de la policía del templo, pueden llevar a cabo su propósito criminal. La actuación de Jesús en el templo es la gota que colma el vaso.

La enseñanza de Jesús en el templo y la reacción de los dirigentes ante ella recuerdan también lo narrado en Jr 26, donde los sacerdotes y los falsos profetas intentan por todos los medios dar muerte al profeta por haber reprochado al pueblo su mala conducta y anunciarle que, si no se enmienda, el templo será destruido. En Mc, los que se proponen dar muerte a Jesús son los sumos sacerdotes y los letrados, como en el caso de Jeremías eran los sacerdotes y los falos profetas.

Según Mc, la razón por la que los dirigentes quieren matar a Jesús es el miedo que le tienen. Pero ese miedo tiene a su vez una causa: la acogida favorable que la enseñanza de Jesús ha encontrado en la gente. La multitud congregada en el templo no se ha sentido ofendida por esa enseñanza; al contrario, está unánimemente (toda) impresionada de forma positiva por ella. Ha comprendido la verdad de lo que enseña Jesús y está de su parte. La posición y el dominio de los dirigentes se ven seriamente amenazados. El influjo que Jesús ejerce sobre el pueblo supone para ellos un peligro. Como los dirigentes piensan sólo en categorías de poder, temen que Jesús, que los ha denunciado públicamente, incite a la multitud contra ellos y encabece una revuelta para deponerlos. Pero el que denuncia la corrupción del templo e insinúa su fin no pretende hacerse con el control de éste, ni imponerse por la fuerza a sus adversarios. En la actuación de Jesús no hay el menor atisbo de una actitud zelota ni de una táctica de violencia. Como se ha notado, los discípulos no han tomado parte en la acción de Jesús; éstos han aparecido solamente como acompañantes en el camino de ida a Jerusalén (11,15a). Ni siquiera se señala su presencia en el templo.

La reacción positiva de la multitud, tal como la describe Mc, está en paralelo con la de los fieles de la sinagoga de Cafarnaún al comienzo del ministerio público de Jesús (1,22). En uno y otro caso se señala la impresión favorable que causa la enseñanza de Jesús en la gente (los asistentes a la sinagoga, por un lado; la multitud congregada en el templo, por otro) y el peligro que esa buena acogida supone para los dirigentes. En Cafarnaún es la autoridad de los letrados la que se ve cuestionada; aquí la de los sumos sacerdotes y los letrados. Es posible que Mc haya querido poner en paralelo las dos reacciones para que el lector no espere demasiado de esta acogida favorable de la multitud. Los fieles de la sinagoga acabaron rechazando a Jesús (6,1b-6); la multitud terminará pidiendo que lo crucifiquen (15,6-15).

LA BIBLIA

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