Jesús les replicó: <<Os voy a preguntar una sola cuestión; contestádmela y entonces os diré con qué autoridad actúo así. El bautismo aquel de Juan, ¿era cosa de Dios o cosa humana? Contestadme>>.
Ante la actitud inquisitorial de los dirigentes y su pretensión de juzgar con autoridad divina sobre la legalidad o no de cualquier actuación, Jesús va a proponerles una pregunta que descubra sus verdaderas intenciones y saque a la luz sus intereses reales. El hecho de que Mc no introduzca sus palabras con el verbo "contestar" o "responder" (en gr. apokrinomai), que se encuentra dos veces en la contrapregunta de Jesús (v. 29: contestádmela; v. 30: Contestadme), sino que utilice el simple "decir" (en gr. eipen, aoristo), indica que Jesús se dirige a sus oponentes en tono brusco, en consonancia con la brusquedad con que éstos se han dirigido a él, y es señal de que no está dispuesto a dejarse intimidar por ellos (les replicó). Los dirigentes le han hecho dos preguntas; él, para desenmascarar su mala fe, les hace una sola, que va a centrar el problema, aunque sospecha que no van a contestarla (contestádmela = "si me la contestáis").
En su réplica, retoma Jesús las palabras que los dirigentes han usado en su primera pregunta: v. 28a: os diré con qué autoridad actúo así. Con eso llama Mc la atención del lector sobre el punto central del episodio: la autoridad de Jesús. Éste no se deja intimidar; se muestra dispuesto a responder sobre la autoridad que le asiste en su actuación, si ellos, a su vez, le contestan a la pregunta que él les hace (contestádmela y entonces os diré...). Que responda a lo que le han preguntado depende ahora de la decisión de ellos. Pero, además, les exige la respuesta (Contestadme), manifestando implícitamente que posee una autoridad superior a la de los dirigentes. Es él quien lleva ahora la iniciativa.
Al proponerles que se pronuncien sobre si el bautismo de Juan era cosa de Dios o cosa humana, Jesús los está poniendo ante el mismo dilema que estaba implícito en la segunda pregunta de ellos: si su autoridad proviene o no de Dios (v. 28b). Ha comprendido perfectamente que sus inquisidores quieren llevarlo al terreno jurídico, en el que él, por carecer de títulos oficiales que respalden su actuación, estaría perdido. Por eso, con el dilema que les plantea, los sitúa en otro terreno: el profético o carismático. Si los dirigentes reconocieran que Juan, que carecía de títulos oficiales, era un enviado de Dios, podrían también aceptar que la autoridad que tiene Jesús proviene de Dios.
Los dirigentes querían juzgar sobre el origen de la autoridad de Jesús, pero él les dice que no pueden hacerlo sin decidir antes cuál era el del bautismo de Juan. De hecho, el comienzo de la frase: el bautismo aquel de Juan, enfoca la cuestión de la autoridad de Jesús desde una nueva perspectiva, la de la autoridad divina frente a la autoridad humana. Por otra parte, el relieve dado en el texto griego a las palabras del cielo, colocadas antes del verbo (lit. "¿del cielo era o de los hombres"?) insinúa cuál es la respuesta correcta al dilema que les plantea.
Es decir, la opinión que se tenga sobre Jesús depende de la que se hubiera tenido sobre Juan Bautista, que no poseía credenciales jurídicas. Jesús menciona "el bautismo de Juan", pero no se refiere exclusivamente al rito, ya que éste no era más que la expresión de la enmienda o cambio de vida que pedía el Bautista; el objeto de la cuestión es el mismo Juan y su ministerio. Juan anunció la llegada de Jesús como "el más fuerte que él" (1,8), y la enmienda predicada por él (1,4) fue asumida por Jesús como condición para el reinado de Dios (1,15). Quien no hubiese hecho caso del mensaje de Juan no podía aceptar a Jesús.
De hecho, nadie puede juzgar ni comprender el mesianismo de Jesús si no ha entrado en la vía de la enmienda predicada por Juan (1,4), es decir, si previamente no ha roto con la injusticia. Los dirigentes son precisamente aquellos a los que Jesús ha tachado de "bandidos", los que practican la injusticia y la explotación del pueblo valiéndose de la institución religiosa que dirigen (11,17); y está claro que ellos, los administradores de la "cueva de bandidos" en la que han convertido el templo, habían hecho caso omiso de la exhortación de Juan a la enmienda. De ahí, el aprieto en el que los pone Jesús con su pregunta.
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