viernes, 12 de abril de 2024

Mc 11,9-10

 Tanto los que iban delante como los que seguían gritaban: <<¡Sálvanos! ¡Bendito el que llega en nombre del Señor! ¡Bendito el reinado que llega, el de nuestro padre David! ¡Sálvanos desde lo alto!>>

Al empezar la subida a Jerusalén, Jesús iba en cabeza (10,32a). Ahora son otros los que ocupan ese lugar (los que iban delante); le quitan la iniciativa a Jesús y pretenden marcarle la ruta; han suplantado el liderazgo de Jesús, se han hecho protagonistas. Los que seguían ya no van por el camino marcado por Jesús, como al principio de la subida a Jerusalén; ahora tienen que amoldarse al itinerario que señalan los que van en cabeza.

Al empezar la subida, los que seguían a Jesús, que llevaba la delantera, sentían miedo (10,32b), sabiendo que el camino de Jerusalén implicaba graves riesgos; por contraste, estos que siguen han perdido el miedo, unen su aclamación a la de los que preceden, se suman a su entusiasmo y a su esperanza de triunfo. Aunque van con Jesús, no lo siguen; se dejan guiar por los que se han puesto en cabeza.

Los que van delante y los que van tras ellos gritaban (gr. ekrazon), verbo que Mc ha usado anteriormente con referencia a espíritus inmundos (3,11; 5,5-7; 9,24.26) y al ciego de Jericó (10,47), lo que sitúa las aclamaciones que siguen en una línea contraria al proyecto mesiánico de Jesús.

La primera aclamación responde a la idea mesiánica del pueblo: comienza con una oración a Dios, interpretada por lo que sigue. Piden a Dios la salvación (¡Hosanna! = "¡Sálvanos!") por medio de un Mesías enviado por él. El grito ¡Bendito el que llega...!, tomado del Sal 118,25-26, se aplicaba a un general triunfante; aquí aclama la esperanza mesiánica que ven en Jesús.

La nueva aclamación: ¡Bendito el reinado que llega, el de nuestro padre David!, interpreta la anterior y expresa la idea que los manifestantes se hacen del mesías: éste tiene por padre a David, el rey guerrero y victorioso; él es, por tanto, el modelo que el Mesías ha de reproducir; será como un nuevo David. Para estos manifestantes, con el Mesías llega <<el reinado de David>>, opuesto <<al reinado de Dios>>, anunciado por Jesús (1,15). El primero será el reinado de un dominador que cambie todo por la fuerza y aplaste cualquier resistencia; el segundo es un reinado que libera, potencia y transforma al hombre. Como figura del padre (nuestro padre David), David implica la dependencia y la falta de libertad.

El grito del ciego Bartimeo: "Hijo de David" (10,48), se recoge, pues, aquí con otra formulación. Como aquel apelativo, esta aclamación es contraria a la realidad y al propósito de Jesús.

¡Sálvanos desde el cielo!: piden que el reinado del nuevo David, que ellos identifican con Jesús, sea apoyado por Dios. La frase refleja un falso concepto de Dios, el de un soberano que apoya y legitima el poder dominador y la estructura social que éste genera.

Jesús había expresado la necesidad del cambio de vida para preparar el reinado de Dios (1,15). Para el de David no hace falta más que sumisión y fuerza coactiva. Un líder así se impone, no invita a seguirlo, como hizo Jesús (8,34: "Si uno quiere venirse conmigo..."), que respeta la libertad del hombre.

La escena refleja claramente dos concepciones opuestas de la misión de Jesús: la de los que le rinden homenaje como Mesías pacífico (mantos y ramaje en el camino) y como él están dispuestos a entregar su vida por la liberación de la humanidad, y la de los que lo aclaman como un nuevo David, es decir, como un Mesías nacionalista y guerrero, dominador de las naciones. El uso abundante del presente histórico a lo largo de la perícopa (vv.1bis.2.4.7bis) es indicio de que Marcos puede estar reflejando la situación existente en su propia época.

LA BIBLIA

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