Les contestó Jesús: ¿No es por eso por lo que estáis equivocaos, por no conocer la Escritura ni la fuerza de Dios?
Jesús reprocha a los saduceos su error en forma interrogativa (¿No es por eso...?), pero su pregunta es muy dura. Con ella echa en cara a los dirigentes del templo y de la nación que están equivocados por dos razones: porque ignoran la Escritura (lo que Dios dice) y porque no conocen la fuerza de Dios, el dador de vida (lo que Dios hace). Ni penetran el sentido de la Escritura ni tienen experiencia de la acción de Dios, es decir, de la vida que Dios comunica al hombre.
La denuncia es tremenda: las autoridades religiosas supremas, los que se llaman representantes de Dios, los que administran el templo y controlan el culto, no conocen a Dios ni en su palabra ni en su acción.
Después del duro reproche, Jesús va a responder a la cuestión que le plantean los saduceos de dos maneras: afirma primero el hecho de la resurrección y aclara cuál es el estado de los resucitados (v. 25); luego, mediante un texto bíblico, confirma la realidad de la vida después de la muerte (vv. 26-27). Sigue en su respuesta el orden inverso (quiástico) a las dos razones, expuestas por él, como causas del error de los saduceos.
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