Y acerca de que los muertos resurgen, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: <<Yo soy el Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob>>? No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados.
Segunda cuestión, relacionada con la primera. Jesús va a mostrarles ahora que tampoco conocen la Escritura. Resulta llamativo el cambio de terminología: en esta ocasión Jesús no habla de "resucitar de entre los muertos" (v. 25; cf. v. 23), sino de "los muertos que resurgen [a la vida] o se levantan [de la muerte]. Ante la posibilidad de que su declaración anterior (v. 25) fuera interpretada por sus interlocutores como referida únicamente al caso expuesto por ellos (es decir, a la resurrección de los siete hermanos y de la mujer que va casándose con cada uno de ellos a medida que mueren), esta vez, para evitar cualquier equívoco sobre el alcance de sus palabras, habla del resurgir a la vida de los muertos en general. Si, antes, con "de entre los muertos" indicaba el estado o situación del que se sale con la resurrección, ahora, señala que son los muertos mismos los que, por la acción de Dios, emergen de ese estado (resurgen).
Para probar que los muertos resurgen, es decir, que tienen vida después de la muerte, apela Jesús al libro de Moisés, esto es, al Pentateuco, la Escritura por excelencia para los saduceos y que ellos han utilizado para intentar demostrar lo absurdo de la creencia en la resurrección (vv. 19-23). Del libro de Moisés cita Jesús una declaración de Dios mismo, que avala su argumentación: "Yo soy el Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob" (Éx 3,6.15s).
En el contexto de Éx 3,6, Dios se presenta como el Dios de los patriarcas, anteriores a la Ley; el Dios de la promesa y la bendición. Pero, al hacerlo como garantía de la obra de liberación que va a emprender con el pueblo esclavizado en Egipto, implica que él fue el protector y salvador de los patriarcas. Ahora bien, si éstos, al morir, hubieran desaparecido para siempre, la liberación del pueblo, como la vida de los patriarcas, no tendría porvenir, estaría destinada al fracaso. En cambio, "si ser el Dios de los patriarcas significa asegurarles salvación y protección, esto implica que la muerte no ha tenido sobre ellos la última palabra, y que los proyectos de Dios pueden cumplirse con éxito. Ese Dios de los patriarcas no es, por tanto, un Dios de muertos, sino de vivos, y su aparición a Moisés muestra su fidelidad a la promesa.
El razonamiento de Jesús es claro: identifica el "resurgir" de los muertos (en presente: resurgen, aplicable a todos) con la vida que Abrahán, Isaac y Jacob tienen con Dios. Supone que, cuando Dios habló a Moisés, los patriarcas seguían vivos, e identifica esa vida con la resurrección (resurgen). Para Jesús, resucitar equivale a no interrumpir la vida; no anuncia una resurrección corporal ulterior.
La resurrección no es, pues, la vuelta al cuerpo físico, que, en el caso de los patriarcas, estaba sepultado en la cueva de Macpelá (Gn 49,29-32; 50,13), sino la permanencia de la vida más allá de la muerte, en la esfera de Dios. En las dos afirmaciones de Jesús (vv. 25 y 26-27) se muestra que la resurrección es inmediata. Es decir, el Dios fiel no deja que perezcan los que él ha amado. El Dios de Jesús es el Dios de la vida, porque su fuerza es fuerza de vida.
Jesús termina su respuesta retomando su afirmación anterior sobre el error de los saduceos (v. 24: estáis equivocados) y llevándola hasta el extremo (Estáis muy equivocados). De hecho, el Dios en que creen los saduceos no existe. Ahora bien, siendo ellos los jefes del templo, éste se ha convertido en el lugar donde se da culto a un Dios inexistente. El templo es una mentira, porque venera a un Dios ficticio. La jerarquía del templo carece de la vida de Dios; está "muerta" y transmite muerte.
Mc no señala reacción alguna de los saduceos ante la respuesta de Jesús. Evidentemente la argumentación de Jesús no les ha hecho cambiar lo más mínimo sus ideas.
Hay que tener en cuenta que los términos empleados en este pasaje para designar el triunfo de la vida sobre la muerte: "resurrección" (gr. anastasis), "resucitar" (gr. anistêmi), "resurgir / levantarse" (gr. egeirô), son metafóricos y, como tales, equívocos. Describen el cambio de postura corporal. La postura del muerto es yacente, horizontal, y para indicar la vuelta a la vida se usa la metáfora de "resurgir", "levantarse", "resucitar", que implica la vuelta a la postura vertical propia del que está vivo. Pero no hay que ver en estos términos la descripción de un fenómeno real, solamente la afirmación de que hay vida después de la muerte. El aspecto positivo de esta metáfora está en que, con ella, se afirma la identidad del sujeto en una y otra vida. Sus aspectos negativos son que, por una parte, parece indicar que la muerte implica una interrupción de la vida y, por otra, que la condición del resucitado es la misma que antes de morir ("resucitar" = "revivir").
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Puede establecerse una comparación entre el episodio en que se define el pecado fariseo (10,5: la contumacia) y éste en que se define el de los saduceos (12,18: el materialismo).
En el caso de los fariseos, Jesús se remite a la primera creación (10,6s) para invalidar una prescripción de Moisés para esta vida. En el caso de los saduceos, hace alusión a una nueva creación (12,25: como ángeles) para deshacer un error sobre las consecuencias que puede tener en la otra vida una prescripción de Moisés. Los saduceos han presentado el matrimonio como medio para tener hijos. En ese sentido está excluido de la vida futura.
Por el primer caso, se ve que la norma para la relación entre hombre y mujer es el proyecto creador; por el segundo, que las prescripciones de la Ley tienen validez sólo para esta vida. Dios es el principio de todo, de la primera y de la segunda creación. Moisés tuvo un papel transitorio, que no puede oponerse al designio de Dios (10,9).
Mc usa el tema matrimonial para ambos casos, y en los dos se establece la perfecta igualdad entre el hombre y la mujer. En esta vida, porque su unión hace de ambos "un solo ser" (10,8). En la futura, porque uno y otra son "como ángeles".
Puede preguntarse si el ideal de unión por amor entre hombre y mujer, propuesto por Jesús para esta vida, tendrá continuidad en la otra. Aunque Jesús no aborda esta cuestión, es legítimo suponer que la unión íntima que se realiza aquí en la tierra entre dos seres humanos, se realizará con todos en la vida futura. No mediante la unión sexual, sino mediante la perfecta comunión que produce el amor sin límite.
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