domingo, 12 de mayo de 2024

Mc 12,32-33

 El letrado le dijo: <<¡Muy bien, Maestro! Es verdad lo que has dicho, que es uno solo y que  no hay otro fuera de él; y que el amarlo con todo el corazón y con todo el entendimiento y con toda la fuerza y el amar al prójimo como a sí mismo está por encima de todos los holocaustos y sacrificios>>.

El letrado se había acercado a Jesús al ver la pertinencia de su respuesta a los saduceos (v. 28: bien) y vuelve a expresar su aprobación por la respuesta que Jesús le ha dado a él (v. 32: Muy bien). Este hombre, docto en la Escritura (vv. 28.32: letrado), sabe leerla y comprenderla, y reconoce que las palabras de Jesús son el compendio de la antigua revelación. Ahora, viendo que ha confirmado su propia opinión, lo llama Maestro. Desde el punto de vista doctrinal, se pone decididamente al lado de Jesús.

En su respuesta, el letrado corrobora lo dicho por Jesús (Es verdad lo que has dicho) y reitera sus palabras, aunque omitiendo la introducción: Escucha, Israel, y no mencionando a Dios, por respeto hacia él. No pretende exhortar a Israel, quiere sólo reafirmar y glosar lo dicho por Jesús. De hecho, añade a la declaración de que Dios es uno (que es uno solo) la frase no hay otro fuera de él, uniendo Dt 6,4 y Dt 4,35, y subrayando fuertemente la unicidad de Dios; es la formulación negativa de la hecha por Jesús: es el único Señor (v. 29). Como en Dt 6,5, usa una división tripartita (corazón... entendimiento... fuerza), pero, en lugar de alma y mente, como ha dicho Jesús, dice sólo entendimiento; pone así el acento sobre el conocimiento, no sobre la vida (alma).

Hay que notar, sin embargo, otra diferencia entre la formulación del mandamiento primero que hace Jesús y la que expresa el letrado. La de Jesús, siguiendo a Dt 6,5, está personalizada (nuestro Dios... tu corazón... tu alma... tu inteligencia... tu fuerza); la del letrado, no. Usa un fórmula infinitiva impersonal (el amarlo), en lugar de personal (amarás). De hecho, no responde como afectado por el ¡Escucha, Israel! de Jesús, no se siente interpelado por él. No dice: "nuestro Dios", "nuestro corazón, etc.", que sería la respuesta personal de un israelita; suprime los posesivos. Lo mismo hace con el segundo mandamiento: en lugar de "como a nosotros mismos", lo pone en tercera persona (como a sí mismo). La pregunta que dirigió a Jesús (v. 28) era, pues, teórica, de escuela, no vital.

La relativización hecha antes genéricamente por Jesús: Mayor que éstos no hay ningún otro mandamiento, el letrado la refiere, concretándola, a los holocaustos y sacrificios. Estos ritos, que pretendían asegurar la relación del israelita con Dios, quedan subordinados al amor a Dios y al prójimo, que son los que verdaderamente unen con él.

Deprecia así la praxis ritualista de la religión en favor de su componente interior, el amor a Dios, y de la relación con el prójimo. Pone la religión personal y espontánea por encima de los ritos estereotipados. El culto religioso según la Ley pierde importancia. El letrado invierte así la escala de valores existente, según la cual el objeto primordial de la vida del hombre era dar culto a Dios; como Jesús, se alinea con los profetas en detrimento de los sacerdotes. En sus palabras de reconocimiento de que el amor a Dios y al prójimo supera todo acto de culto (está por encima de todos los holocaustos y sacrificios) resuenan una serie de textos del AT, de inspiración profética.

En el templo, donde están Jesús y el letrado, se pretende dar culto a Dios mientras se oprime y explota al pueblo; se ignora el amor al prójimo y, con ello, se falsea el amor a Dios.

LA BIBLIA

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