sábado, 18 de mayo de 2024

Mc 12,37b

 La multitud, que era grande, lo escuchaba con gusto.

La descalificación que hace Jesús de la enseñanza de los letrados encuentra un eco favorable en la gran multitud que lo escucha. Desde el principio (1,22; cf. 11,18), la gente prefiere la doctrina de Jesús a la de los letrados. La frase lo escuchaba con gusto es, sin embargo, paralela a la que usó Mc con relación a Herodes (6,20). Éste escuchaba con gusto a Juan Bautista, pero acabó dándole muerte. También la multitud que ahora disfruta escuchando a Jesús acabará poniéndose al lado de sus enemigos para darle muerte (15,11-13). A la larga, el nacionalismo y la violencia tendrán más atractivo para ella que la propuesta de Jesús.

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En esta perícopa pueden considerarse dos aspectos: el de la forma y el del fondo.

En cuanto a la forma, es de notar que Jesús, que ha respondido categóricamente a las preguntas de sus adversarios (12,17.24-27) y a la del letrado (12,29), ahora, hablando a la multitud, no expone la conclusión de su argumento de forma asertiva, como propia ("Por tanto, si David lo llama Señor, no puede ser hijo/sucesor suyo"); usa, en cambio, la forma interrogativa (¿De dónde sale...?). Es decir, no impone su autoridad al pueblo, sino que lo incita a pensar; son sus oyentes los que han de completar el razonamiento y sacar su conclusión; no deben cambiar de opinión por autoridad externa, ni siquiera por la de Jesús, sino por propio convencimiento, viendo la solidez de la argumentación que Jesús les propone.

Este modo de actuar de Jesús enlaza con el dicho de 3,27: "Nadie puede meterse en la casa del fuerte y saquear sus bienes si primero no ata al fuerte". "El fuerte" representa la institución judía; Jesús elimina su influjo y el de su doctrina sobre el pueblo, mostrando que son contrarios al designio de Dios. Lleva así a cada uno a la convicción personal, con lo que el individuo queda libre y puede abandonar espontáneamente el sistema ideológico del judaísmo; éste, que actúa imponiendo su autoridad, queda desarmado ("atar al fuerte", cf. 3,27 Lect.).

En cuanto al fondo, puede preguntarse por qué Jesús que, en ocasiones anteriores, ha debatido con los letrados sobre el origen de su autoridad (3,22-30) y sobre la pureza ritual (7,1-13), que ha impugnado su doctrina sobre la llegada de Elías como precursor del Mesías (9,11-13.14), elige ahora la cuestión del Mesías para desacreditar la doctrina que enseñan. Esta elección está en relación con la mención del reinado/reino de Dios que acaba de hacer (12,34) y a la que el letrado no ha respondido. Como expuso Jesús con ocasión del discurso en parábolas (4,11), el secreto del reinado de Dios es su universalidad, expresión del amor de Dios por la humanidad entera. Esta concepción de Dios, que desbanca todas las ideas religiosas anteriores, es la gran novedad que Jesús revela y el punto central de su mensaje. Ahora bien, lo más opuesto a esta concepción es la doctrina del Mesías nacionalista y xenófobo, que limita la salvación a Israel. Es la gran deformación de la realidad de Dios y permite el desprecio o el odio al resto del género humano, justificando la violencia y el dominio de los demás pueblos.

De hecho, con el Mesías "hijo de David", el reinado de Dios se traduciría en un reino visible, el de Israel, y sería universal sólo por conquista. Para Jesús, en cambio, el reinado de Dios engloba a toda la humanidad y su universalidad se realiza con la hermandad de todos los pueblos.

LA BIBLIA

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