<<¿Qué hará el dueño de la viña? Irá a acabar con esos labradores y dará la viña a otros>>.
Tras la parábola viene la explicación. Con una pregunta, formulada en futuro (¿Qué hará...?), Jesús invita a los representantes del Sanedrín a juzgar el comportamiento de los arrendatarios y a calcular sus consecuencias. Su invitación a que ellos mismos emitan un veredicto evoca la de Is 5,3: "Pues ahora, habitantes de Jerusalén, hombres de Judá, por favor, sed jueces entre mi viña y yo". La palabra el dueño, que aparece en la pregunta y que se refiere al "hombre" del principio de la parábola (v. 1), traduce el griego Kyrios, "Señor", título propio de Dios, y se opone a la pretensión de los labradores de adueñarse definitivamente de la viña. Si éstos pensaban que, matando al heredero, se apoderarían de ella, están completamente equivocados: la viña sigue teniendo un "dueño" (Dios) que está por encima de ellos y les hará pagar su crimen.
Jesús no espera la respuesta; él mismo saca las consecuencias: Irá a acabar con esos labradores. Nótese que, en esta ocasión, Mc no emplea el verbo "matar" (gr. apkteinô), usado varias veces en la parábola (vv. 5bis. 7.8), sino el verbo "acabar con", "destruir" (gr. apollymi), que indica el aniquilamiento total. Como en Is 5,5-6, el resultado será la completa destrucción de los malvados. El crimen de aquellos labradores tiene el efecto diametralmente contrario al pretendido por ellos; no sólo no logran con él adueñarse de la viña, sino que los conducirá a su absoluta perdición. Es decir, los dirigentes judíos y el pueblo (los labradores), al matar al Hijo (Jesús), se labran su propia ruina. Su contumacia los lleva a la destrucción de Israel como nación y de sus instituciones. Pero esto no supondrá el fin del proyecto divino (la viña) que, arrancando de Israel, miraba a la humanidad entera. Dios intervendrá para salvar su vipa-proyecto y se la dará a otros. El horizonte del texto se abre a los paganos (a otros).
Por causa de la infidelidad de los dirigentes y el pueblo, plasmada en la parábola en el comportamiento de los viñadores, Israel, pese a la elección y la alianza divinas, no desembocará en el reino de Dios. La responsabilidad principal de este desenlace la tienen los dirigentes, que han deformado y corrompido las instituciones y la sociedad judía, arrastrando consigo al pueblo en su rechazo a las exigencias divinas. Por eso, el proyecto de Dios (su reinado sobre los hombres) pasa a otras manos. Va a cesar el papel de Israel como pueblo elegido; otros pueblos lo asumirán y serán los encargados de ir haciendo realidad el reinado de Dios en la historia.
El profeta Jeremías había anunciado ya la sustitución de la antigua alianza por una nueva (cf. Jr 31,31-34) y algunos textos del AT apuntaban a la extensión universal de la alianza con Dios (cf. Gén 9,8-17; Is 56,7). El cambio de alianza, que no tenía por qué haberse realizado de manera traumática, de hecho, no se hace de forma pacífica, sino violenta. La oposición y el rechazo a Dios de Israel y, sobre todo, de sus dirigentes, que se comportan como unos bandidos (11,17), han llevado a esta situación.
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