<<Porque aquellos días serán una angustia tal como no la habido desde el principio de la humanidad que Dios creó hasta ahora, ni la habrá nunca más>>.
El dicho de Jesús es una predicción explícita (serán), en paralelo con la predicción inicial de la destrucción del templo (13,2), que expresaba el final de la "devastación" (v. 14).
La angustia es el sentimiento subjetivo provocado por la devastación. Denota aquí el sufrimiento de los habitantes de Judea y de la capital. Es la aflicción por la pérdida de todo, incluida la vida.
Hay una evidente alusión a Dn 12,1: "Será aquél el día de una aflicción cual no la ha habido desde que comenzaron a existir hasta el día aquel". Mc hace una relectura del profeta, pero con una extensión hacia el futuro: ni la habrá nunca más.
El texto supone que han sido muchas las calamidades ocurridas desde que comenzó la humanidad (desde el principio de la humanidad) hasta el presente del texto (hasta ahora) y que no han de faltar en la historia sucesiva. Pero pondera la gravedad de ésta: el desastre no ha tenido ni tendrá nunca igual, se trata de una cima de destrucción; será una divisoria en la historia humana, la que marca "el principio de los dolores" (13,8).
Ahora bien, no basta el hecho de la devastación para explicar la gravedad única del acontecimiento. Muchos otros pueblos han sido arrasados, empezando por los que conquistó Israel al entrar en la tierra prometida. Ha de haber una razón más profunda. De hecho, la angustia provocada por la devastación no concierne sólo a los bienes y la vida individual; la ruina manifiesta que el pueblo elegido ha dejado de serlo (12,9: "acabará con esos labradores y dará la viña a otros").
Es decir: la suprema gravedad de la angustia no se debe sólo a su crueldad, sino sobre todo al valor de lo que se destruye: a que una historia de salvación termina en la ruina; las promesas proféticas no van a cumplirse e Israel va a dejar de existir como nación. Se derrumba un pasado, una historia que habría debido ser una esperanza para la humanidad entera. Fracasa el plan de salvación universal que Dios pretendía por medio de ese pueblo.
No es la primera vez en su historia que una gran aflicción afecta a Israel, pero en otras ocasiones iba acompañada de oráculos de salvación. Ahora no se pronuncian tales oráculos ni se anuncia señal alguna que prometa el auxilio divino. Esto se debe a que la infidelidad de Israel ha sido definitiva (cf. 12,6-9, el asesinato del Hijo y su consecuencia). De esta gravedad suma y total se sigue su ruina. La historia, sin embargo, continuará.
Dos veces aparece en el discurso la palabra "principio": "el principio de la humanidad" (v. 19) y "el principio de los dolores" (13,8). Es decir, en paralelo con el principio de la humanidad va a haber otro, que dará comienzo a un nuevo período histórico y que se identifica con la calamidad máxima anunciada por la presencia del "execrable devastador". Si el primer "principio" denota la creación en cuanto inicio de la humanidad el segundo, en paralelo con él, señala el principio de un mundo y hombre nuevos, cuya gestación está figurada por los "dolores del parto" y cuya culminación será el "parto" mismo. Mientras la aparición inicial del hombre se concebía como una acción divina puntual, la del hombre nuevo conlleva un proceso de duración indeterminada para llegar a ser realidad.
La expresión "el principio de la humanidad" lleva añadida una cláusula: "que Dios creó", que no se encuentra en el AT. Está en paralelo formal con la que aparecerá en el v. 20: "[los elegidos] que él eligió". La segunda muestra la fidelidad del Dios de Israel a sus elegidos; la primera, en paralelo con ella, la fidelidad de Dios al hombre, su criatura. Es decir, las calamidades del pasado y el desastre que se avecina no desmienten esa fidelidad / amor. Dios queda exento de toda responsabilidad; son los hombres los que, desatendiendo su llamada, provocan el mal.
Nótese como Mc matiza las denominaciones divinas: el creador de la humanidad entera, es "Dios", nombre universal; el que elige a Israel es "[el] Señor (Yahvé)" (v. 20), el Dios de Israel. Dios es, pues, fiel al hombre al que dio existencia y vida y manifiesta su fidelidad oponiéndose a que se destruya; en particular, es fiel al pueblo que se eligió, según la alianza que hizo con él. Esa fidelidad va a manifestarse también en esta circunstancia extrema. La elección se hizo dentro del marco de la creación; la fidelidad a Israel es una expresión particular de la fidelidad al hombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario