sábado, 1 de junio de 2024

Mc 13,3a

 Mientras estaba sentado en el Monte de los Olivos, enfrente del templo...

La partícula inicial "y" (gr. kai), no traducida, establece un vínculo con la escena anterior. Por otra parte, cambia el lugar donde está Jesús (13,1: "mientras se alejaba del templo"; 13,3: en el Monte de los Olivos), lo que supone un intervalo de tiempo entre ambas escenas.

Se menciona en primer lugar la posición de Jesús (sentado), que en este evangelio, no indica la posición propia del maestro; denota solamente la permanencia de una situación. Aparte 4,1 ("sentado en medio del mar"), el verbo se ha encontrado, referido de algún modo a Jesús, en la cita del Sal 110,1 (12,36), predicción atribuida a David y aplicada al Mesías (implícitamente a Jesús), donde se vaticina su entronización en la condición divina ("Siéntate a mi derecha") connotando su permanencia en ella. Lo mismo en 14,62 ("el Hijo del hombre") y, por extensión, en 16,5 (el joven en el sepulcro).

La relación entre estos textos insinúa que, en este pasaje, "estar sentado" alude a la exaltación de Jesús ya efectuada, lo que situaría la escena y el discurso que sigue en un tiempo posterior a su muerte.

Esta probabilidad se hace certeza al considerar el significado de la localización en el monte, que en este evangelio denota la esfera divina en contacto con la historia humana (cf. 3,13; 9,2), aunque la precisión de los Olivos restringe el contacto a la historia de Israel. Este significado del monte crea un paralelo entre este pasaje y los de 12,36 y 14,62 antes citados. En ellos, el Mesías / el Hijo del hombre aparecía sentado en la esfera divina ("a la derecha de Dios"), desde donde se ejercía una actividad que toca la esfera humana (12,36: "poner a sus enemigos bajo sus pies") o bien tenía lugar una manifestación perceptible de ella (14,62: "veréis... llegar"). Paralelamente ahora aparece Jesús "sentado" en el monte, desde donde su palabra alcanza la esfera humana. Por lo demás, los tres pasajes se encuentran en contexto judío (12,36: letrados; 14,62: sanedritas; 13,3: precisión "de los Olivos").

En el mismo sentido, como se ha visto en el comentario a 11,1, el Monte de los Olivos señala en este evangelio la meta última de Jesús más allá de su muerte en Jerusalén (11,1 Lect.). Mc hace, pues, del "estar sentado en el monte" una figura del estado de Jesús exaltado, que en términos del AT se expresa como "estar sentado a la derecha de Dios". Denota, pues, el estado glorioso definitivo de Jesús, después de su pasión y muerte (11,1; 14,25). Por otra parte, el estado de exaltación que se atribuye a Jesús explica que ni la muerte ni la resurrección -hechos del pasado- se mencionen en todo el discurso.

Jesús sigue enfrentado con el templo explotador e infiel a su misión (enfrente del templo, cf. 11,2; 12,41; Zac 14,4). Este enfrentamiento, que se manifestó durante su vida terrena (12,41: "enfrente del Tesoro") continúa en su vida gloriosa. Jesús y el templo son irreconciliables. Cada uno encarna un programa: en el caso de Jesús, el programa liberador de Dios; en el del templo, el de aquellos que frustran el designio divino.

El monte y el templo establecen cada uno un eje tierra-cielo, un punto de encuentro del plano humano con el divino. En el caso del templo, no es más que apariencia, pues su realidad es ser una "cueva de bandidos" (11,17). Su pretensión es falsa y engañosa. En el caso del monte, donde está Jesús glorificado, el punto de encuentro es verdadero, pues su realidad es la presencia divina en contacto con la historia de Israel.

La oposición entre Jesús en el monte de los Olivos y el templo muestra que las instituciones judías han caducado. El contacto con Dios con la nación judía sólo puede hacerse fuera de ellas.

El simbolismo atribuido por Mc al Monte de los Olivos puede tener su origen en el texto de Zac 14,4, único lugar del AT adonde se menciona este monte: "Se plantarán sus pies (los de Yahvé) en el Monte de los Olivos, el que está enfrente de Jerusalén por el Oriente. La proximidad de los textos de Mc y Zac queda patente por la mención del monte y por uso de la partícula "enfrente"; pero Mc modifica el sentido del texto profético. En Zacarías, Yahvé se presenta en el monte en actitud hostil hacia Jerusalén; es el <<día de Yahvé>>. En Mc, Jesús toma el puesto de Yahvé, pero no está de pie, como él, dispuesto a la batalla; el destino de la ciudad y de la nación ha quedado decidido con la muerte de Jesús. Su ruina es segura.

Otro texto que puede ponerse en relación con este pasaje es el de Ez 11,23: "la gloria del Señor se elevó de en medio de la ciudad y se detuvo en el monte (Targum: + "de los Olivos") que está enfrente de la ciudad". Donde en la profecía se manifiesta "la gloria" (presencia activa de Dios perceptible por los hombres), en Mc se encuentra la persona de Jesús exaltado.

La actitud expectante de Jesús puede relacionarse con el dicho de 12,9: "(El señor de la viña) irá a acabar con aquellos labradores". El agente de la destrucción no es el Hijo rechazado y muerto (12,7-8), sino el dueño/Padre. Paralelamente, en 12, 36, la cita del Sal 110,1 vaticina que es Yahvé quien va a someter a los enemigos del Mesías, anunciando también la consecuencia del rechazo de Jesús por parte de las autoridades de Israel. Se confirma que "estar sentado en el monte" es una figura equivalente a "estar sentado a la derecha de Dios" que va a actuar en la historia (12,36).

La mención del Monte de los Olivos anuncia así el desenlace de la confrontación entre Dios y el judaísmo. "El día de Yahvé" significará la destrucción del templo, de la ciudad y de la nación. Con esto, Mc ofrece una interpretación teológica del desastre anunciado en 13,2.

LA BIBLIA

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