<<Dinos cuándo van a ocurrir esas cosas y cuál va a ser la señal, cuando esto esté tocando todo a su fin>>.
Empiezan con una frase imperativa (Dinos), sin usar fórmula alguna de cortesía (cf. 10,35) ni tratamiento (13,1: "Maestro"). Hablan como si tuvieran derecho a obtener una respuesta. La ausencia de tratamiento "Maestro" deja en la sombra su condición de discípulos y, de hecho, no piden enseñanza; solamente expresan una exigencia. Este comportamiento delata urgencia y deseo vehemente de obtener determinada información; para el resto, creen que no necesitan aprender de Jesús.
El primer miembro de la pregunta inquiere acerca del momento (cuándo) en que va a tener lugar la destrucción del templo predicha por Jesús. Al utilizar la fórmula plural (esas cosas), interpretan el suceso como un hecho complejo, es decir, como una serie de acontecimientos que habrían de culminar en la destrucción anunciada.
El grupo pide esa información para ellos mismos (Dinos); no incluye entre los destinatarios a los demás seguidores. La destrucción del templo, que afecta directamente a la nación judía, preocupa singularmente a los seguidores que proceden del judaísmo.
El tiempo transcurrido entre la predicción de Jesús, hecha en su vida mortal (13,2), y la escena presente muestra que aquella predicción ha permanecido grabada en la memoria de los discípulos. La pregunta aparece así como expresión del recuerdo de ella, permanente en el grupo. Sin embargo, el sentido de urgencia que imprimen a su pregunta hace pensar que Mc alude en la escena a una circunstancia histórica particular que provoca el recurso a Jesús.
El tenor de la frase (Dinos cuándo van a ocurrir esas cosas) muestra que los discípulos creen conocer todas las circunstancias del acontecimiento predicho por Jesús y la línea de acción que han de seguir cuando vaya a tener lugar. El anuncio de la destrucción ha sido aceptado sin la menor muestra de extrañeza; de ahí el ámbito restringido de la pregunta: sólo interesa, y en alto grado, saber el cuándo del suceso.
El segundo miembro de la pregunta introduce un elemento nuevo, inexistente en la predicción de Jesús y contradictorio con ella. En efecto, los discípulos dan por supuesta la futura percepción de una determinada "señal".
El término "señal" ha aparecido en 8,11.12, cuando los fariseos tentaron a Jesús exigiéndole "una señal procedente del cielo". La escena tuvo lugar después del segundo episodio de los panes, en el que éstos se repartieron a los paganos (8,1-10), anunciando un éxodo liberador para éstos, en paralelo con el que Jesús había anunciado en favor de Israel (6,35-46). Los fariseos, ardientes defensores del privilegio exclusivo de Israel, exigían una señal que asegurase la liberación de éste y su victoria sobre los paganos. Querían que Jesús asumiera el papel de nuevo Moisés, que con una señal de poder librase a Israel del dominio pagano y estableciera su supremacía sobre las demás naciones. La rotunda negativa de Jesús significó que no aceptaba tal papel ni habría tal victoria de la nación judía. Conforma al carácter universal del reinado de Dios, la liberación debe extenderse a toda la humanidad.
Paralelamente, la "señal" por la que preguntan los discípulos significa una intervención divina liberadora (cf. Dn 9,24; 12,1-7) por medio del Mesías en favor de Israel, señal que se manifestaría en el último momento antes que el desastre llegue a su término (cuando esto esté tocando todo a su fin). Al suponer la existencia de esta señal, la pregunta de los discípulos niega el desastre total predicho por Jesús. Se descubre así que el segundo miembro de la pregunta completa el sentido del primero: la destrucción será prenda de restauración.
La expectación de la señal muestra que los discípulos no han asimilado los dichos ni comprendido el significado de las acciones de Jesús: la higuera seca de raíz (11,12-14.20-21), el texto de Jeremías (11,17), la parábola de los viñadores (12,1-9) y, finalmente, la predicción de 13,2. De hecho, no han roto con la ideología del judaísmo; aun después de la resurrección conservan su ideal de gloria nacional (8,33: "la idea de los hombres") y están dispuestos a la acción para conseguir ese objetivo.
Puede preguntarse de dónde han tomado los discípulos la idea de la señal salvadora, opuesta a la predicción de Jesús (13,2). Baste notar que la frase de la pregunta, cuando esto esté tocando todo a su fin, alude a Dn 12,7: "todo esto llegará a su fin". Es, por tanto, la profecía de Daniel la que da pie a los discípulos para cambiar el sentido de la predicción.
En efecto, en el profeta se anunciaba la calamidad, que incluía la ruina de la ciudad y del templo (8,13; 9,27; 11,31; 12,11) por obra de un invasor extranjero (9,26). Pero, al mismo tiempo, se predecía la salvación al cabo de setenta semanas (Dn 9,24). Era precisamente la gran aflicción la que había de señalar el fin de las setenta semanas y anunciar la salvación del pueblo (12,1b; cf. 2,44; 7,22.27: "el reino de los santos del Altísimo").
El verbo "llegar a su fin" (gr. synteleisthai), que se encuentra tanto en Dn como en la pregunta de los discípulos, incluye el concepto de "fin". Ha solido interpretarse del fin del mundo o de la historia, pensando que los discípulos ven en la destrucción de Jerusalén y el templo el anuncio de una catástrofe final. Sin embargo, estudios más recientes sobre la tradición judía han mostrado con toda claridad que, en la época del evangelio, el "fin" (gr. telos o synteleia) denotaba la instauración del reino mesiánico. Los discípulos no preguntan, por tanto, por una señal que anuncie el fin del mundo, sino por una intervención divina liberadora que impida la ruina final de la nación y dé comienzo el reino del Mesías, restaurando la gloria de Israel.
Unen así los discípulos la conocida profecía de Daniel sobre el reino de "los santos del Altísimo" (Dn 7,22.27) y el cumplimiento de esa esperanza por obra de un Mesías nacionalista. De este modo, el segundo miembro de la pregunta adquiere un doble sentido: el de destrucción o ruina y el de restauración y triunfo de Israel como nación. Así, el suceso, de negativo, pasa a ser positivo. La ruina casi total de Israel se convierte en certeza de un nuevo esplendor.d
En resumen: Suponiendo la predicción de Jesús sobre la destrucción del templo, la pregunta incluye tres elementos:
a) petición de información acerca de la fecha de los acontecimientos (cuándo);
b) un presupuesto, que la ruina no sería total, sino que el proceso sería interrumpido por una señal divina salvadora (cuál va a ser la señal), en relación con el Mesías;
c) otro presupuesto, base del anterior: que la ruina preludiaría la llegada del "fin" (gr. telos, synteleisthai), es decir, la inauguración del reino mesiánico definitivo y de la supremacía de Israel sobre los demás pueblos.
Los datos adquiridos muestran que, aun después de la muerte-resurrección de Jesús, los "cuatro-Once" siguen sin comprender la calidad de su mesianismo. La actitud que adoptó Pedro ante la predicción de Jesús sobre el destino del Hijo del hombre (8,31), rechazando aquel programa (8,33: "empezó a conminarle"), juzgado por él como el fracaso del Mesías, continúa implícitamente, pero de un modo nuevo: como la muerte de Jesús ha mostrado que no pretendía constituirse en rey davídico durante su vida terrena, ellos han transferido su expectativa de triunfo a una intervención divina en favor de Israel por medio de Jesús, el Mesías exaltado. Con esto crean la expectación de una venida triunfante de Jesús en el marco de la ideología nacionalista a la que no renuncian. Continúan con la idea del triunfo terreno, trasladada ahora a la nueva realidad de Jesús.
La errónea interpretación que hicieron de la transfiguración Pedro, Santiago y Juan (9,5-6 Lect.) domina las mentes de todos y piensan que es ahora cuando Jesús glorioso va a poner su potencia al servicio de la causa de Israel.
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