...llegó una mujer llevando un frasco de perfume de nardo auténtico, de mucho precio; quebró el frasco y se lo derramó en la cabeza.
No hay que perder de vista en la escena que sigue la circunstancia en que tiene lugar. Las predicciones de Jesús sobre su muerte están a punto de verificarse: alrededor de las fiestas de Pascua, va a ser detenido por las autoridades judías, que se proponen quitarle la vida.
La mujer "llega" de fuera, es decir, no pertenece a la casa ni al círculo de Simón. No se la identifica de ninguna manera; no se menciona su nombre, familia ni origen. Aparece, por tanto, como una figura representativa. El único dato que la define es la posesión del frasco de perfume (llevando [lit. "teniendo"] un frasco de perfume).
El perfume es, en primer lugar, símbolo de vida, pues se opone al hedor de la muerte. Al derramarlo sobre Jesús, la mujer interpreta la muerte cercana de éste, indicada por su postura yacente (v. 3a: "recostado"), no como un fracaso, sino como el triunfo de la vida.
Pero, además, en el Cantar de los Cantares, el perfume aparece también, junto con la mirra y otros aromas, como símbolo del amor conyugal. El hecho de llevar el perfume sitúa a la mujer en el papel de esposa. Ésta se acerca a Jesús, que se ha designado a si mismo como "el novio/esposo" (cf. 2,19.20), para ofrecerle su amor ("derramar el perfume sobre él").
El perfume es de nardo, el más preciado entre todos, señal de la calidad del amor que la mujer le ofrece; es auténtico, lo que en el lenguaje figurado equivale a la fidelidad o permanencia de ese amor; de mucho precio, es decir, un amor tan valioso que es difícil de conseguir, son pocos lo que logran alcanzarlo.
A continuación describe Mc la acción de la mujer. No le basta con destapar el frasco para dejar caer algunas gotas de perfume sobre la cabeza de Jesús; le quiebra el cuello (quebró el frasco), para derramarlo todo sin escatimar nada, es decir, para ofrecerte todo su amor. Como el esposo en Cant. 1,3 (LXX): "perfume derramado es tu nombre (= tu persona)", ella misma se hace también perfume derramado, amor ofrecido; el frasco que se rompe es símbolo de la persona que, como Jesús, se entrega por entero.
Derramar el perfume sobre Jesús yacente significa afirmar su vida aun en la muerte. La mujer expresa así su fe en la resurrección, en la victoria de la vida, que se verificará en Jesús.
Por otra parte, derramar todo el perfume-amor simboliza la plenitud de su adhesión y la disposición a la entrega total, al seguimiento hasta el fin (8,34s). Para la mujer, la muerte de Jesús, prefigurada por su postura (recostado), es la expresión máxima de su amor, al que ella responde con un amor semejante. Es decir, la adhesión de la mujer a Jesús consiste en un amor incondicional que la lleva a unirse a él en su entrega por el bien de la humanidad. El frasco queda inservible; a nadie más podrá ofrecerse perfume de él. Señal de que, para la mujer, no existe otro amor que el que ella tributa a Jesús como respuesta al de éste.
El perfume-amor se derrama sobre la cabeza de Jesús. Este gesto recuerda los de los profetas al consagrar un rey. La mujer reconoce y confirma la realeza de Jesús, que va a ser proclamada en la cruz (15,26). Acepta a Jesús muerto y resucitado como a su Rey-Mesías y le rinde homenaje.
La mujer-esposa es así figura de la comunidad ideal de Jesús, fundada en la fe en la resurrección y en la adhesión inquebrantable a él, es decir, en el amor incondicional del seguidor que brota del reconocimiento del amor de Jesús, y en el compromiso hasta el fin de continuar su obra.
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