<<Lo que recibió, lo ha llevado a la práctica: de antemano ha perfumado mi cuerpo para la sepultura>>.
En su sentido literal ("lo que tuvo, hizo", gr. ho eskhen epoiesen), la frase de Jesús parece enigmática. Su significado, sin embargo, no es oscuro. La mujer tenía algo (referencia al frasco: lit. "teniendo un frasco de perfume", v. 3), que era símbolo del amor que define a su persona, y ha hecho algo (lit. "hizo") de modo definitivo, esto es, ha quebrado el frasco y ha derramado su perfume sobre Jesús. Siendo el amor fiel el perfume que poseía, ha traducido ese amor en obra. En este momento en que la muerte de Jesús está cercana, ha mostrado su fe en la victoria de la vida, su identificación con Jesús y su disposición a dar la vida con él.
Sin embargo, el tiempo verbal (lit. "lo que tuvo", no "lo que tenía") precisa el significado del gerundio (v. 3: "llevando", lit. "teniendo"), pues indica su momento inicial. Lo que llevaba la mujer lo había obtenido o recibido antes. Siendo el amor hasta el fin, ha de tener su origen en la comunicación del Espíritu de Jesús. De ahí la traducción: lo que recibió.
La acción de la mujer no pretendía preparar el cuerpo de Jesús para la sepultura, ni consta que el perfume de nardo se emplease en los ritos funerarios. Sin embargo, Jesús interpreta el hecho en función de su propia muerte (para la sepultura). Esto quiere decir que el homenaje que la mujer le ha tributado, su fe en la resurrección y la entrega de sí misma con un amor hasta el fin, es lo que va a perpetuar su presencia y su actividad (ha perfumado mi cuerpo) en la comunidad y en el mundo. Esto es lo que hace eficaz la entrega de Jesús: que sus seguidores, conscientes de que su muerte no ha sido un final, estén dispuestos a continuar su obra; es el único homenaje digno de su entrega. Esta es la sepultura que él desea, la que va acompañada de la fe en la vida, de la adhesión y el compromiso de los suyos; no quiere más honras fúnebres. Así su muerte no habrá sido en vano.
La mujer se ha adelantado a ofrecer el perfume. Su gesto ha anticipado la actitud que Jesús espera de los suyos en el momento de su sepultura. Afirmar que Jesús vive, mostrarle el amor y la adhesión cuando él no esté, y comprometerse a continuar su obra, serán las pruebas de la fe en su resurrección, anunciada por él en cada predicción de su pasión y muerte (8,31; 9,31; 10,34); ellas darán realidad a su presencia y eficacia a su mensaje.
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