miércoles, 3 de julio de 2024

Mc 14,18

 Mientras estaban recostados, comiendo, dijo Jesús: <<Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar, uno que está comiendo conmigo>>.

En una comida festiva, la postura para comer era recostados, la propia de hombres libres (2,15; 6,39; 8,6; 10,3), y era típica de la cena pascual, que rememoraba y actualizaba la liberación de la esclavitud de Egipto. Sin embargo, aunque la pascua judía celebraba la antigua liberación, estaba vacía de contenido, porque el régimen judío era opresor. Esta pascua se había vuelto un mero recuerdo del pasado; la de Jesús va a ser una nueva realidad.

Tanto este episodio como el siguiente (14,22-26: la eucaristía) se desarrollan durante la misma cena. La repetición en uno y otro del verbo "comer" (vv. 18bis y 22a) pone de manifiesto que la comida había comenzado antes de la bendición y fracción del pan que realiza Jesús (14,22), y que, en la cena pascual, marca la división entre las primeras viandas y el plato principal. Mc alude así a las dos partes principales de la comida pascual. No se menciona, sin embargo, ninguno de los alimentos propios de la cena de Pascua, ni siquiera el cordero, de cuya inmolación en el templo tampoco se ha hablado. El evangelista deja ver así que Jesús no pretende celebrar la pascua judía sino que celebra anticipadamente la suya. Él va a ser el cordero de la nueva Pascua, y morirá a la hora en que los corderos se inmolaban en el templo (cf. 15,34-37).

En el tríptico formado por los preparativos de la cena (14,12-16), el anuncio de la traición (14,17-21) y la eucaristía (14,22-26), sólo en la parte central (v. 18) aparece el nombre de Jesús, quien ex abrupto hace una declaración solemne (Os aseguro...), anunciando la traición de que va a ser objeto (uno de vosotros me va a entregar). El traidor es uno de los comensales presentes (uno que está comiendo conmigo); Jesús es el anfitrión y lo ha invitado a su mesa, como signo de amistad e intimidad. En Oriente, el hecho de comer juntos creaba un vínculo casi sagrado de amistad; la acción del traidor lo rompe. Las palabras de Jesús recuerdan el Sal 41,10: "Mi amigo, del que yo me fiaba y que compartía mi pan, es el primero en traicionarme. Mc subraya así la gravedad de la traición, pero sin seguir a la letra el texto del salmo. De hecho, omite la mención del pan, pues, dado el simbolismo de este alimento (doctrina), comer del pan de Jesús, además de aludir a la eucaristía que sigue (14,22-26), significaría haber escuchado su enseñanza (3,20; 6,31 Lects.). Jesús indica solamente la relación de confianza y familiaridad que existe entre el traidor y él, expresada en el hecho de comer juntos, lo que hace más odiosa la traición.

Ni siquiera ahora se desdice Jesús de su llamada primera (3,13); su amor es fiel y permanente. No levanta de la mesa al traidor, impidiéndole que siga profanando la amistad, ni rompe la relación con él. Al desvelar, antes de que suceda, la traición de que va a ser objeto, deja al traidor todavía tiempo para rectificar.

Jesús anuncia la traición, pero sin descubrir la identidad del traidor ni menciona su nombre. Lo único que le define, además de su condición de traidor (me va a entregar), es su pertenencia al grupo que está recostado a la mesa con Jesús (uno de vosotros) y su comensalidad con él (uno que está comiendo conmigo). Aunque el lector sabe que se trata de Judas Iscariote (3,19; 14,10), el traidor queda ahora anónimo. Aparece así como un prototipo, como un personaje representativo, De hecho, por una parte, Judas no es más que el primer eslabón de una cadena de entregas: él entrega a Jesús a las autoridades judías (14,10-11.43-46), éstas a Pilato (15,1), quien, a su vez, lo entrega a los soldados para que lo crucifiquen (15,15). Por otra parte, su traición anticipa el abandono y la huida de los discípulos (14,50), las negaciones de Pedro (14,66-72) y el rechazo ante Pilato de la multitud, que era favorable a Jesús (11,18b; 12,12.37b; 14,1-2) y que instigada por los sumos sacerdotes, acabará pidiendo su muerte (15,6-14). Es decir, el traidor engloba a todos los que, de una forma u otra, van a estar implicados en el trágico desenlace de la vida de Jesús.,

El traidor es el instrumento de los dirigentes (14,10-11), que van a ser los verdaderos responsables de la muerte de Jesús. Ésta no sucede, por tanto, por decreto divino, sino por la infidelidad de un pueblo que, por culpa de sus dirigentes, se ha vuelto contra su Dios y mata a su Enviado (12,7-8). Al mismo tiempo, Mc resalta la voluntariedad de la muerte de Jesús, quien, aun conociendo la traición, no actúa contra el traidor ni incita a los demás discípulos en contra suya. Aunque consciente de que su vida está en manos de Judas, Jesús no apela a la violencia. Sabe quién es el traidor, pero no revela su  nombre ni hace nada por impedir sus planes. Está palpando la incompatibilidad de los discípulos con su persona y mensaje, patente en el caso de Judas, y la acepta. Respeta el juego de la libertad humana hasta el final.

LA BIBLIA

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