Dejando ver su desasosiego, le preguntaban uno tras otro: <<¿Acaso soy yo?>>.
La frase se introduce sin partícula alguna (asíndeton), acentuando la tensión. El anuncio de Jesús inquieta a los discípulos. No discuten su afirmación, y ésta les produce desasosiego. No se habían planteado siquiera la posibilidad de que uno de ellos traicionara a Jesús y les intranquiliza no saber quien es. No tienen indicio alguno que les permita identificar al traidor, porque éste no se ha destacado en el grupo por su deslealtad hacia Jesús; es uno más de ellos.
La pregunta que uno tras otro hacen a Jesús (¿Acaso soy yo?), espera de él una respuesta negativa. Cada uno quiere ver confirmado que no es el traidor, lo que delata la inseguridad de todos; ninguno está seguro de su propia lealtad. Si su adhesión a Jesús fuera firme e inquebrantable, nunca habrían hecho esta pregunta; la obvia hubiera sido: "¿Quién es?", para salir de la incertidumbre e impedir que la traición se consume. No reaccionan así, se quedan pasivos; no hacen nada para remediar la situación. No piensan en el peligro que pueda correr Jesús, lo único que les preocupa a cada uno es no ser tachado de traidor. Todos quieren tranquilizar su conciencia y esperan que Jesús con su respuesta disipe las dudas que pueda haber sobre cada uno de ellos.
Se ve que el traidor representa el caso extremo de la actitud del grupo y de su distanciamiento de Jesús, quien acepta ser entregado sin poner los medios para evitarlo. Por lo demás, todos están dispuestos a abandonarlo si defrauda sus expectativas, y de hecho lo harán (cf. 14,50).
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