Repuso él: <<Es uno de los Doce, uno que está mojando en la misma fuente que yo>>.
Jesús no responde a la pregunta de los discípulos, pero acentúa que el que lo entrega es uno de los Doce y uno que, en apariencia, está tan cerca de él que comparte su misma comida (está mojando en la misma fuente que yo), es decir, simbólicamente, su misma vida.
Estas palabras de Jesús no solo recalcan lo que ha dicho antes (v. 18), sino que añaden un rasgo trágico: el traidor es uno de los Doce. Este dato, enunciado de forma impersonal (no dice: "es uno de vosotros doce", pone de relieve no tanto la persona del traidor como el círculo al que pertenece; da igual que sea uno u otro, lo esencial es que es miembro del grupo que él convocó llevado por su amor a Israel (3,13: "convocó a los que él quería"). La frase señala la inmensa decepción de Jesús, al pensar que entre los más cercanos a él pueda encontrarse quien lo entregue a la muerte. La segunda parte del dicho (uno que está mojando...) subraya la vileza del traidor, que simula amistad e intimidad mientras tiene el propósito de traicionarlo.
Jesús constata el fracaso de su proyecto sobre el Israel mesiánico (los Doce). Por un lado, el Israel al que llamó "para que estuviera con él" (3,14a), está tan lejos de él que uno de sus miembros va a entregarlo a sus enemigos; por otro, el Israel al que iba a "enviar a predicar" (3,14b), poniéndolo al servicio de la humanidad entera, se ha recluido en su nacionalismo y no aspira más que a la gloria de la nación judía. Ambas finalidades, el ser y la misión del nuevo Israel, han fracasado. Por la traición de uno, que, llevando a su colmo la cerrazón de los demás, se pasa al enemigo, el Israel mesiánico se deshace y deja de existir. De hecho, el término "los Doce" no volverá a aparecer en el evangelio más que una vez, caracterizando de nuevo a Judas cuando entrega a Jesús (14,43: "uno de los Doce").
Mc establece así el máximo contraste entre la traición de uno de los Doce y el homenaje a Jesús por parte de la mujer del frasco de perfume (14,3-9). El discípulo va a entregar a Jesús a la muerte; la mujer afirma la vida de Jesús aun después de la muerte y se propone seguir su camino hasta el fin. El traidor es el prototipo de cuantos, aun llamándose discípulos de Jesús, son infieles a él y a su mensaje; la mujer, del seguidor fiel.
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