Les dijo Jesús: <<Todos vais a fallar, como está escrito: "Heriré al pastor y las ovejas se dispersarán">>.
No se menciona el camino ni hay verbo alguno de movimiento. El Éxodo iniciado al término de la Cena (14,26: "salieron para el Monte de los Olivos") queda para el futuro. Sólo en el episodio siguiente (14,32) se indicará el nuevo punto de llegada (Getsemaní). Comienza así la secuencia narrativa, interpretada anticipadamente en las perícopas anteriores por medio de símbolos, que explicaban el sentido de lo que va a suceder.
Jesús, que conoce los ideales mesiánicos de sus discípulos, sabe que no van a resistir la prueba de su entrega y se lo avisa. Se dirige a todos ellos y a todos les predice la misma deserción (Todos vais a fallar). Aparece la contradicción con lo descrito en la Cena: allí todos bebieron de la copa, aceptando y compartiendo la entrega de Jesús hasta el final (14,23); ahora, en cambio, según la predicción de Jesús, todos van a sucumbir. De hecho, la segunda parte de la Cena expresaba una escena ideal; aquella aceptación de un compromiso como el de Jesús ("bebieron de ella [la copa] todos") tendrá realidad solamente después de la muerte de éste.
Jesús les predice que van a fallar todos en la circunstancia que se avecina. El verbo "fallar/escandalizarse" ha sido usado por primera vez en Mc en la explicación de la parábola del sembrador (4,17); allí el fallo se debía a la acogida superficial del mensaje de Jesús ("no echa raíces en ellos"), que se manifiesta en la reacción negativa ante la dificultad o la persecución. Los discípulos han recibido el mensaje, pero no lo han hecho suyo. Por eso, Jesús no ve en ellos la madurez necesaria para afrontar una coyuntura tan difícil. Lo mismo que en la Cena tomó la iniciativa para anunciar la traición de uno (14,18), aquí la toma para anunciar la defección de todos.
La falta de madurez de los discípulos se debe a que no han desechado las ambiciones, personales y nacionales, anexas a los ideales del judaísmo. Esto se hizo patente en su discusión, durante el camino a través de Galilea, de quién de ellos "era el más grande" (9,34), y en su indignación con los hermanos Zebedeos que pretendían los primeros puestos en el reino del Mesías (10,41). A pesar de los reiterados anuncios de Jesús sobre el destino que le aguarda (8,31; 9,31; 10,33-34), nunca han querido enfrentarse con la posibilidad de su muerte (9,9-10.32; 10,32).
Jesús ilustra su predicción con un texto de Zacarías: "Hiere al pastor, que se dispersen las ovejas" (13,7c), pero modificándolo respecto del profeta: "Heriré al pastor y las ovejas se dispersarán".
"Heriré al pastor" es frase que, en Zacarías, se refiere a la suerte que le espera al guía del pueblo; aquí alude a la muerte de Jesús. Pero en el texto del profeta es la espada la que hiere al pastor ("¡Álzate, espada,...! Hiere al pastor..."), mientras que Mc, al usar la primera persona (heriré) y omitir la mención de la espada, no identifica claramente al sujeto de la acción. Podría pensarse que se le atribuye a Dios, en cuyo caso seguirá el modo de hablar del AT, que muchas veces responsabiliza a Dios de lo que es efecto de la lógica de la historia. Pero Mc opta por la ambigüedad para dar a entender que Dios no es ajeno a los acontecimientos que se avecinan, aunque la responsabilidad de los mismos recaiga sobre los enemigos de Jesús (cf. 14,1-2.10-11); la actuación de éstos no responde a una orden divina.
En el texto de Mc, las ovejas son los discípulos y el pastor es Jesús, el Mesías (cf. 6,34; Ez 34,23). Lo que va a suceder con Jesús repercutirá en ellos (se dispersarán). La dispersión que aleja a los discípulos y los disgrega refleja su rechazo al destino de Jesús. No ven en su muerte la expresión suprema del amor, sino el fracaso.
Como en otras ocasiones, el empleo del presente histórico en la predicción de Jesús (les dijo, lit. "les dice") hace ver que, todavía en tiempo de Marcos, los discípulos siguen mentalmente separados de Jesús y aferrados a los ideales del judaísmo.
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