jueves, 11 de julio de 2024

Mc 14,34

 Les dijo: <<Me muero de tristeza. Quedaos aquí y manteneos despiertos>>.

Jesús revela a los tres discípulos su estado de ánimo usando palabras del salterio: Me muero de tristeza (lit.: "tristísima está mi alma, hasta la muerte", Sal 42/41,6.12; 43/42,5). El salmista emitía esta queja al encontrarse en una soledad absoluta, rodeado de gente pagana que lo hostigaba y se burlaba de él, porque su Dios no lo socorría ni lo defendía de su hostilidad.

La tristeza de Jesús se debe en primer lugar a su soledad. Por un lado, ha sido traicionado por uno de su círculo íntimo y no encuentra respuesta en el resto del grupo; por otro, su horizonte se nubla ante el abandono por parte de Dios, que no lo libra de la muerte. En contra de su actitud profunda, se rebela una reacción instintiva que no puede dominar.

Pero, además, su muerte va a provocar la pregunta que hacían los paganos al salmista: <<¿Dónde está tu Dios?>> (Sal 42/41, 4.11). Jesús, que se apoya en Dios, está perseguido por gente que adora a otro dios, el dinero (11,17), y, encontrándose a punto de sufrir la muerte, éstos pueden echarle en cara que su Dios no existe, porque no sale en su defensa. De hecho, si el que se llama Mesías e Hijo de Dios muere, condenado, los hombres van a rechazar como falso a ese Dios al que él apela y que no interviene en su favor. De este modo, el fracaso de Jesús será el descrédito de Dios, que aparecerá como un dios impotente, incapaz de salvar, objeto de burla; quedará en ridículo ante la historia, y toda la labor de Jesús acabará en nada.

Es el escándalo de que Dios no intervenga en defensa del justo perseguido, de que abandone su propia causa y los hombres puedan dudar incluso de su existencia. La muerte de Jesús va a probar a los ojos del mundo que Dios no está con él, que la causa que defiende es falsa. Es una muerte que, aparentemente, no sirve para nada; si acaso, para el deshonor de Dios; todos se reirán de él y de lo que representa. Van a triunfar los enemigos de Dios, los opresores del hombre.

En esta situación de ánimo, Jesús les pide a los tres discípulos que permanezcan cerca (quedaos aquí) de un Mesías indefenso, abatido y con signos de derrota, no de gloria. Les dice que se mantengan despiertos. Esta es la formulación en Mc del mandamiento de Jesús (13,34.35a.37), que implica el seguimiento hasta el fin. El estado de vigilia que Jesús pide a los discípulos expresaría la solidaridad de éstos en su prueba, el "estar con él" (cf. 3,14) hasta en la situación-límite, cuando afronta el fracaso aparente de su muerte próxima, que es el resultado de su actividad en favor de los hombres.

Pedro, Santiago y Juan están presenciando el momento supremo de la vida de Jesús (v. 41: la hora). Pero también para los seguidores llegará la hora de dar prueba de la verdad de su compromiso (13,9.11). "Mantenerse despiertos" equivale a aceptar con y como Jesús el desenlace inevitable (8,31.35) de la dedicación al bien de la humanidad. Significa para el seguidor de Jesús hacer suya la disposición de afrontar incluso una muerte sin gloria con tal de contribuir a la realización del designio de Dios sobre el ser humano: la plenitud de vida. 

LA BIBLIA

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