miércoles, 7 de agosto de 2024

Mc 15,11

 Pero los sumos sacerdotes instigaron a la multitud a pedir que les soltara mejor a Barrabás.

En el pasado, los sumos sacerdotes han tenido un cuidado extremo de no alienarse al pueblo; para no enfrentarse con él, renunciaron a tomar medidas contra Jesús en el templo (11,18; 12,12); para no perder popularidad, evitaron declararse contra Juan Bautista (11,31-33) y, por la misma razón, no querían detener a Jesús en medio de las festividades (14,2). Ahora evitan de nuevo el choque con la multitud, que veía con buenos ojos a Jesús; en vez de eso, usando de su ascendiente sobre ella, la manipulan hasta que logran ponerla en contra de él.

De hecho, la multitud no llevaba una idea preconcebida sobre el beneficiario del indulto, sólo quería que se cumpliese la costumbre. Son los sumos sacerdotes quienes le proponen un candidato. Ante el peligro que supone para ellos la libertad de Jesús, el poder religioso se afana por convencer a la multitud de que prefiera a Barrabás, el violento asesino, que podía ser presentado como un luchador contra la opresión romana. Le presentan como un bien lo que en realidad sirve a sus propios fines. Aprovechan el deseo de libertad del pueblo para engañarlo.

Siguiendo la instigación de sus dirigentes, la multitud opta por eliminar a Jesús, el Mesías liberador, condenándose de este modo a la esclavitud; mata la esperanza de Israel. No es consciente de lo que hace; los sacerdotes, en cambio, sí lo son. Los representantes oficiales de Dios consiguen que el pueblo desprecie la salvación que Dios les ofrece y que así renuncie a su propio bien. Una vez que se han ganado a la multitud, la dejan actuar; saben que lo hará conforme a los intereses de ellos.

Los motivos que pueden aducir los sumos sacerdotes para convencer a la multitud son las falsas acusaciones que han aparecido en el juicio y que reaparecerán en boca de la gente cuando Jesús esté crucificado (15,29): la de la destrucción del santuario, que incluye la del templo, y la construcción de otro en tres días (14,58). Esto haría impresión en la multitud, porque a sus ojos el templo era la morada de Dios; con su esplendor, encarnaba el orgullo nacional; era el testimonio palpable de la gloria del pueblo y la síntesis de los valores de Israel frente a las naciones.

Tenían también un argumento económico: Jerusalén vivía del templo. Muchos artesanos se dedicaban a fabricar utensilios usados para el culto; otros trabajaban en las reparaciones necesarias. El templo era al mismo tiempo una colosal fuente de ingresos para la ciudad: sostenía el mercado de ganado para los sacrificios y el suministro de alojamiento y comida para los peregrinos, que tenían que acudir obligatoriamente a Jerusalén en las tres fiestas principales del año. Representaba la seguridad y la tradición -la continuidad con el pasado-, era el núcleo que estructuraba al pueblo y daba de comer a muchos. Pues bien, Jesús proponía que todo aquello desapareciera, se proponía organizar una sociedad diferente y mejor, pero que nadie conocía y podía ser una ilusión. A pesar de la simpatía de la gente por Jesús y su acuerdo con sus críticas y denuncias, llegada la hora de la decisión, opta por lo conocido. Aun siendo consciente de la injusticia del sistema, prefiere la seguridad a la justicia. La multitud, al optar por Barrabás, un asesino, elige la injusticia y la violencia; ambas actúan contra ella misma, pero no se arriesga a dejar lo tradicional, lo de siempre.

El hecho de que Mc no explicite la petición de la multitud de que Pilato libere a Barrabás muestra que el pueblo es sólo una marioneta en manos de los sumos sacerdotes. Nótese la repetida mención de éstos (vv. 10.11). La petición inexpresa deja resonar el propósito de los sumos sacerdotes. El pueblo carece de criterio; está dominado y dirigido por el poder religioso.

El pronombre final les [soltará] (v. 11) engloba a los sumos sacerdotes y a la multitud. Los primeros han presentado como bien del pueblo lo que en realidad redunda en provecho de ello. Tienen así las manos libres para seguir dominando. La multitud no tiene conciencia de lo que hace; el círculo de poder, sí.

LA BIBLIA

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