miércoles, 7 de agosto de 2024

Mc 15,13

 Ellos esta vez gritaron: <<¡Crucifícalo!>>

El grito de muerte de esta escena está en oposición a los gritos de aclamación cuando Jesús iba a entrar en Jerusalén, que Pilato les ha recordado. Entonces, el clamor fue prolongado (11,9: "gritaban"); ahora, con un solo grito (gritaron), piden para Jesús la pena capital más infamante que se conocía, la que se imponía a los esclavos en rebelión, así como a los agitadores políticos y a sus secuaces (los <<bandidos>>). Tal ha sido el propósito de los sumos sacerdotes y del Consejo desde el principio, pero no era de esperar de la multitud. Ésta se comporta con Jesús como la que mandaron los dirigentes para detenerlo como si fuer aun bandido o agitador (14,48).

No solamente ha elegido a Barrabás, sino que considera a Jesús su peor enemigo. Hasta ese punto ha llegado la persuasión de los sumos sacerdotes. La multitud cree, sin duda, que destruir el templo es acabar con la nación, borrar el glorioso pasado de Israel, abolir sus privilegios, reducirlo a la condición de los pueblos paganos.

Este cambio de la multitud es posible porque, aunque simpatizaba con Jesús, no renunciaba a los valores del sistema. Se había acercado a Jesús como a un líder capaz de enfrentarse con el sistema y que denunciaba la opresión que ejerce. Pero no hicieron una opción auténtica por la justicia. Riqueza, prestigio y poder, raíces de la injusticia, son los valores del sistema, y ésos los comparte la multitud. Tenían que romper con ellos para estar con Jesús. Por eso, han estimado válidos los argumentos de los sumos sacerdotes y Jesús se ha convertido en su enemigo.

LA BIBLIA

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