y se repartieron su ropa, echándola a suertes para ver qué se llevaba cada uno.
Comienzan las citas o alusiones al Sal 22/21, invocación a Dios de un justo perseguido, que va a inspirar varias escenas del relato. El evangelista toma modelos del AT para interpretar lo que acontece con Jesús, a quien presenta como el prototipo del justo perseguido, del hombre inocente al que sus enemigos acosan.
Eran soldados quienes, después de crucificar a un reo, tenían derecho a quedarse con su ropa, pero Mc relaciona el hecho con un texto de la Escritura, es decir, con un texto judío. Cita implícita y libremente el Sal 22/21 (LXX), 19: "se repartieron mi ropa entre ellos y sobre mi manto echaron suertes", suprimiendo la segunda mención de la vestimenta que aparece en el texto del salmo.
Teniendo en cuenta los datos anteriores del evangelio, el reparto de los vestidos puede tener un sentido más profundo. En el episodio de la mujer con flujos, el manto o la ropa de Jesús ha simbolizado su persona, su corporalidad, en cuanto comunica la fuerza de vida, el Espíritu (5,27-30 Lect.). En el Calvario, esa ropa es la herencia del crucificado; al repartirla, se reparte, por tanto, la fuerza de su Espíritu.
Como anteriormente (v. 22: "lo llevaron"; v. 23: "le ofrecieron"; v. 24a: "lo crucificaron"), la ambigüedad en este texto del agente y del destinatario de la acción (se repartieron) universaliza el reparto de la ropa a judíos y paganos: el Espíritu se ofrece a todos los pueblos. Prevé así Mc la formación de comunidades cristianas mixtas en el mundo entero (13,10; 14,9), donde estará Jesús presente por el Espíritu.
Puede también encontrarse en este reparto una alusión a Ez 47,21-22 (LXX), pasaje que, refiriéndose a la tierra prometida, presenta los mismos verbos que aparecen en este versículo: <<Repartid esta tierra entre ellos, entre las tribus de Israel; echadla a suerte para vosotros y para los prosélitos que habitan en medio de vosotros...>>. Conforme a este texto, las comunidades cristianas esparcidas por el mundo constituirán la nueva tierra prometida, creada por el Espíritu, cuya presencia marcará su extensión y sus límites.
Usa Mc de nuevo el presente histórico (lit. "se reparten"), transfiriendo también el sentido de esta escena a lo que sucede en su época. Insinúa así que la fuerza de vida de Jesús está disponible en todo tiempo para que los hombres la hagan suya. La salvación se ofrece a todos, tanto judíos como paganos; el amor de Dios no conoce fronteras de espacio ni de tiempo.
Se descubre aquí una relación con la eucaristía. El reparto de la ropa, que representa la corporalidad de Jesús, corresponde a su primera acción en la Cena: "Tomad, esto es mi cuerpo" (14,24). Jesús se da no solamente a los discípulos presentes en aquella noche, sino a toda la humanidad. Por su parte, la fórmula del pan revela que el reparto de la ropa, que podría interpretarse como un despojo, es en realidad un don voluntario de Jesús, con el que expresa la calidad de su amor.
La frase final: para ver qué se llevaba cada uno, más allá de su sentido literal, señala que el Espíritu de que está revestido Jesús (= su ropa) está disponible para todos y que cada uno participará de él en la medida de su apertura al Espíritu y del alcance de su compromiso; entre los seguidores de Jesús ninguno tiene el monopolio del Espíritu ni éste es patrimonio de unos pocos privilegiados.
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