Los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.
De las tres categorías del Consejo, lo acusan solamente los sumos sacerdotes, los que detentan el poder religioso y político, los representantes del sistema teocrático, cuya autoridad la fuerza a sus argumentos. Son ellos, además, por su control del templo y los beneficios que sacaban de él, los directamente amenazados por la pretensión mesiánica de Jesús. Indirectamente, sin embargo, Jesús pone en cuestión también el poder romano.
Los sumos sacerdotes aducen muchos cargos contra Jesús, como en el tribunal judío muchos testimoniaban en falso contra él (14,56). La multiplicidad de cargos delata, por una parte, la insuficiencia de los motivos y, por otra, el deseo de obtener a toda costa la sentencia de muerte.
No especifica Mc los cargos, pero están, sin duda, relacionados con la pregunta de Pilato: acusan a Jesús de muchos modos de ser un subversivo que quiere hacerse con el poder; pretenden reforzar la acusación principal, para impresionar al que tiene que dar sentencia.
Por otra parte, el verbo "acusar" (gr. katêgoreô) ha aparecido en Mc solamente en el episodio del hombre del brazo atrofiado (3,2). La coincidencia puede indicar que, detrás de las acusaciones a Jesús, se esconde el mismo motivo que entonces: la actuación liberadora de Jesús con el pueblo sometido a la Ley y a sus representantes, sumisión que lo paraliza e impide su desarrollo humano. Tal sería el fundamento último de la hostilidad de los sumos sacerdotes contra Jesús: que éste pone en peligro todo sus sistema, basado en la Ley y en la pretensión de ser ellos los únicos representantes de Dios.
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