Pilato lo interrogó de nuevo: <<¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan>>. Pero Jesús no respondió nada más, por lo que Pilato estaba extrañado.
Al ver que Jesús no se defiende de las muchas acusaciones, interviene de nuevo Pilato. Su pregunta delata la extrañeza de que el acusado no haga esfuerzos para defenderse y de que, al parecer, no le importe morir.
La pregunta de Pilato está en paralelo con la del sumo sacerdote ante el silencio de Jesús (14,60). Aquélla intentaba obtener de Jesús una declaración que diese pie a su sentencia de muerte; Pilato, por el contrario, estimula a Jesús a defenderse con el fin de evitar la condena. Para incitarlo a responder, le llama la atención (Mira) sobre las numerosas acusaciones que presentan sus adversarios. Aparecen las actitudes contrarias de los dos responsables, los sumos sacerdotes y Pilato; los primeros son enemigos decididos de Jesús; el segundo, más bien tiende deseo de ayudarle.
Jesús no responde a ninguno de los dos. Al sumo sacerdote no le había echado en cara su animosidad; a Pilato no le fuerza con argumentos o pruebas que demuestren la falsedad de los cargos. El gobernador tiene la prueba de su inocencia, pues, por una parte, le ha preguntado si era el rey de los judíos y no ha dado importancia a su pretensión y, por otra, en el pasado, la entrada en Jerusalén no dio lugar a ningún alboroto. El silencio de Jesús alude de nuevo a Is 53,7: "Como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca" (cf. 14,61).
Hay también posturas previas que no cambiarían por una declaración: los sumos sacerdotes están dispuestos, como sea, a procurar la muerte de Jesús y, para Pilato, éste no es más que una pieza en su juego político. No representa una amenaza para su gobierno, pero intervienen otros factores. Jesús deja que cada uno de sus jueces se enfrente con su conciencia.
Se hace patente la actitud de Jesús, quien, tras su opción en Getsemaní (14,36b), ha aceptado plenamente su destino. Hasta que esté solo en la cruz no pronunciará palabra, y entonces será para dirigirse a su Dios (15,34).
Pilato se sorprende (estaba extrañado) de que, a pesar de su insistencia, Jesús persista en su silencio. Lo ordinario en los juicios era que el acusado se pusiera a gritar defendiéndose y tratando de salvar su vida. Jesús, en cambio, calla, mostrando que para él la vida física no es el valor supremo (8,35). Por otra parte, sus jueces, tanto judíos como paganos, son incapaces de comprender que esté dispuesto a perder la vida por no renunciar a su actividad en favor de los hombres.
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