miércoles, 14 de agosto de 2024

Mc 16,5

 Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, envuelto en una vestidura blanca, y se quedaron completamente desconcertadas.

Las mujeres no dudan; al ver el sepulcro abierto, entran en él; es el lugar de la muerte y es allí donde esperan encontrar el cuerpo sin vida de Jesús, pero será allí precisamente donde se les va a anunciar el triunfo de la vida sobre la muerte.

Nunca se dice que el sepulcro sea el de Jesús; el texto lo supone, pero no lo indica expresamente. Es el sepulcro genérico, el de todos; el símbolo de la muerte física del hombre. Al penetrar en él entran, sin saberlo, en contacto con el mundo nuevo; han pasado la frontera marcada por la muerte de Jesús, y están pisando el umbral de la nueva creación. Así como el sepulcro es el de todos, así la victoria de Jesús sobre la muerte es don de vida para todos.

El verbo "observar", usado en el versículo anterior (v. 4; cf. 14,40.47), que denotaba la incapacidad de las mujeres para comprender el sentido profundo de lo que contemplaban, se cambia ahora por el verbo "ver" (vieron, gr. eidon), que, como en el caso del centurión (15,39), denota una experiencia. Ahora las mujeres "ven", "descubren", "experimentan".

Dentro del sepulcro, en lugar de un cadáver, "ven" una figura humana, descrita por Mc con tres rasgos:

a) Es un joven, como el que huyó desnudo en Getsemaní (14,51); es decir, alguien en la flor de la edad, figura de la vida en su máximo esplendor.

b) Sentado a la derecha, un rasgo que espontáneamente trae a la memoria las palabras, referidas al Hijo del hombre, con las que Jesús manifestaba su condición divina ante el tribunal judío: "Veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha de la Fuerza" (14,62), alusión a Sal 110,1 en el que Dios se dirige al Mesías, diciéndole: <<Siéntate a mi derecha>> (cf. 12,36).

c) Envuelto en una vestidura blanca, el color de la gloria divina, que aluden tanto al "blanco deslumbrador" de la transfiguración (9,3) como, de nuevo, al joven que en Getsemaní dejó la sábana en que iba "envuelto", símbolo de su vida mortal, en manos de los que intentaban prenderlo (14,51s). El que huyó desnudo se encuentra ahora revestido de la vida inmortal, propia de Dios.

Estos rasgos hacen del joven figura de Jesús mismo en su estado glorioso, dando a entender que aquel que entregó su vida en la cruz sigue vivo y goza de la plena condición divina.

La escena se desarrolla con gran sobriedad. De hecho, ni el joven se da a conocer a las mujeres ni éstas manifiestan conocerlo a él. El encuentro se realiza sin la menor efusión, ni siquiera un saludo. El episodio del joven de Getsemaní (14,51-52) ofrecía por adelantado el desenlace de la pasión de Jesús. Aquí la misma presencia del joven ofrece, sin necesidad de palabras, la interpretación del sepulcro abierto: las mujeres, al entrar en él y "ver" al joven, tienen la experiencia de que Jesús está vivo y glorificado.

Es sorprendente, sin embargo, que, ante esta experiencia, la reacción de las mujeres no sea de alegría, sino únicamente de total desconcierto (se quedaron completamente desconcertadas). No expresan ningún otro sentimiento, ni de palabra ni de gesto. Cuando estaban convencidas de que todo había terminado para Jesús y para su obra, cuando iban a rendir al Mesías fracasado los últimos honores, sin renunciar por ello a sus ideales mesiánicos, de pronto se percatan de que estaban completamente equivocadas. Ellas, que han sido testigos de la muerte y sepultura de Jesús, pueden percibir ahora que aquella muerte no ha terminado con su vida.

Constatan así que la derrota de Jesús no ha sido tal, pero ven que su victoria nada tiene que ver con la restauración de Israel que ellas esperaban de él y con la que siguen soñando. Es la victoria definitiva sobre la muerte que corona el camino de entrega y de servicio de Jesús; del amor sobre el odio, de la libertad sobre la esclavitud, de la verdad sobre la mentira, de la misericordia y el perdón sobre la venganza y el rencor, del derecho del oprimido y de la justicia del débil sobre las pretensiones de los poderosos... Y esto las deja completamente desconcertadas.

LA BIBLIA

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