Yendo de paso vio a Leví de Alfeo sentado al mostrador de los impuestos...
La semejanza de este episodio con el de la llamada de las dos parejas de hermanos (1,16-21a) salta a la vista. Prueba de ello son la frase <<yendo de paso vio>> (1,16.20), la invitación de Jesús al seguimiento (cf. 1,17) y la respuesta positiva a dicha invitación (cf. 1,18.20).
Como en aquel episodio, se describe un encuentro causal, esta vez con un hombre llamado Leví, un funcionario ocupado en su trabajo. Sin introducción alguna ni pregunta sobre su persona o actitud, Jesús lo invita a seguirlo.
Tanto el nombre, <<Leví>>, como el patronímico, <<de Alfeo>> (cf. 3,18: <<Santiago de Alfeo>>) muestran que se trata de un judío. Su profesión es recaudador de impuestos o tasas. El hecho de hallarse <<sentado al mostrador>> indica que era un empleado subalterno (cf. Lc 19,2: <<Zaqueo, jefe de recaudadores>>) de los que cobraban los derechos de entrada o peaje de mercancías o esclavos en los límites de una provincia, distrito o ciudad, o incluso en puertos, puentes, etc.
Los recaudadores subalternos eran frecuentemente judíos y, en Galilea, estaban al servicio de la administración real; su nacionalidad judía los hacía doblemente odiosos a sus compatriotas, quienes los consideraban instrumentos de los romanos. De hecho, Herodes Antipas era rey/tetrarca de Galilea ratificado por el emperador romano y vasallo suyo.
La profesión de recaudador era considerada deshonesta, pues se les tenía por ávidos de dinero, interesados y explotadores, renegados religiosa y políticamente. Por eso estaba prohibido aceptar limosnas de ellos e incluso cambiar dinero en sus despachos, dado que, en la opinión común, su dinero provenía del robo. No se cuidaban ni poco ni mucho de la Ley religiosa y, por otra parte, tenían trato frecuente con paganos, considerados <<pecadores e impuros>>.
Por todo eso, los observantes de la Ley los tachaban de <<pecadores>> y <<descreídos>>; como a los paganos, los creían rechazados por Dios y evitaban cuidadosamente su compañía y su contacto. Los maestros de la Ley colocaban a los recaudadores en el rango de los ladrones, usureros, jugadores de oficio, pastores y esclavos. Carecían de derechos civiles y no se les admitía como testigos en los procesos. No sólo ellos personalmente, también sus familias eran tratadas como impuras.
Se discutía incluso hasta qué punto una casa quedaba impura cuando un recaudador entraba en ella. Por el hecho de su profesión estaban excomulgados, y tenían que abandonarla para ser readmitidos en la sinagoga. La gente no les mostraba simpatía, porque veía en ellos la pesada mano del Estado y la voluntad de enriquecerse a costa del pueblo.
Según ciertos maestros de la Ley, era imposible para ellos el arrepentimiento; según otros, poco menos que imposible. Era muy dudoso, por tanto, que pudieran salvarse.
Desde el punto de vista religioso, el recaudador era, pues, un increyente, socialmente, un despreciado, tanto por la gente ordinaria como por los círculos de exaltados, que lo tenían por instrumento de la clase dominante y lo consideraban políticamente sospechoso. Si era de origen judío, quedaba automáticamente excluido de Israel y de la alianza.
La elección del nombre de Leví (en Mc y Lc; en Mt recibe el nombre de Mateo) para encarnar la figura del judío excluido tiene sin duda un significado teológico, basado en textos del AT. En efecto, cuando Dios ordenó hacer el censo de los israelitas (Nm 1,1-46), dijo a Moisés: <<No incluyas a los levitas en el censo y registro de los israelitas>> (Nm 1,49); hablando con Aarón sobre la tribu de Leví, le dice Dios: <<Tú no recibirás heredad en su tierra ni tendrás una parte en medio de ellos: Yo soy tu parte y tu heredad>>; <<no recibirán heredad en medio de los israelitas>> (Nm 18,20.24); y en el segundo censo en vista del reparto de la tierra se dice: <<[Los levitas] no fueron registrados como los demás israelitas porque no habían de repartirse la heredad con ellos>> (Nm 26,62).
La alusión a esta tribu separada del resto y que no tiene lugar propio en la tierra prometida puede explicar la diferencia con el caso de los pescadores, cuya llamada por parejas de hermanos aludía a Ez 47,13ss y era figura del reparto igual de la tierra (el reino de Dios) entre todos los israelitas, en cuanto miembros del pueblo. El hecho de que a los <<pecadores>> y, en el horizonte, a los paganos no se les llame por parejas significa que no están incluidos en ese reparto de la tierra, porque no pertenecen al pueblo de Israel ni van a integrarse en él. Como en la figura del paralítico, cada uno participa del reino de Dios directamente, por su adhesión a Jesús.
Aparece así la intención teológica de Mc: Leví representa a los excluidos del Israel oficial, que no van a formar parte del Israel mesiánico, representado por la lista de los Doce (3,13-19). La figura de Leví es así la primicia de los que están fuera de Israel, judíos o paganos, quienes formarán el segundo grupo de la comunidad de Jesús. La identidad de patronímico con uno de los Doce (3,18: <<Santiago de Alfeo>>) pretende probablemente señalar la hermandad de los dos grupos.
El episodio es, por tanto, paradigmático: lo mismo que la llamada de los pescadores era figura de la de Israel, la de Leví lo es de la de los excluidos de Israel, equiparados de hecho a los paganos, y preludia la incorporación al Reino de hombres de todos los pueblos.
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