Comieron todos y se saciaron, y recogieron de trozos doce cestos llenos, también de los peces. Eran los que comieron cinco mil hombres adultos.
Como la multitud ve que los que ellos consideraban jefes se hacen sus servidores se da cuenta de que Jesús no es el nuevo Moisés y que no viene a restaurar el antiguo Israel. Es el momento de la conversión: comprenden y aceptan el mensaje de la libertad y de la igualdad y el del amor-solidaridad, expresado en el servicio y en el pan (<<comieron todos>>). Dentro del carácter ideal del episodio, Mc indica que el mensaje de Jesús es aceptado cuando sus seguidores no se presentan ejerciendo dominio, sino prestando servicio.
El alimento que Dios da no excluye a ninguno (<<todos>>) y cubre plenamente la necesidad humana (<<hasta saciarse>>). El pan compartido sin reservas produce la abundancia. El egoísmo, la insolidaridad, genera la insuficiencia y la escasez.
El episodio alude claramente a 2/4Re 4,38-44, donde se narra que el profeta Eliseo dio de comer con veinte panes a un grupo de cien hombres, que eran profetas. A pesar de la escasez de este alimento, comieron y sobró. Mc presenta la figura de Jesús como muy superior a la de Eliseo.
Sin embargo, la saciedad señalada por Mc no ha de entenderse solamente como la satisfacción de la necesidad material; en el contexto del programa mesiánico tiene un sentido más profundo. El alimento, factor de vida física, es el símbolo de la vida en toda la extensión del concepto. La saciedad se convierte así en una expresión de la plenitud de vida que ofrece Jesús al hombre. Toda aspiración humana encuentra realización en su mensaje.
Esta multitud no puede lamentarse como Israel en el desierto: <<¡Cómo nos acordamos del pescado que comíamos de balde en Egipto!>> (Nm 11,5). La nueva comunidad humana no tiene nostalgia de la antigua sociedad. Jesús ha respondido con creces a la pregunta del pueblo descontento durante el antiguo éxodo (Sal 78/77,19): <<¿Podrá Dios ponernos la mesa en el desierto?>>. Vuelve a ejercer una función atribuida a Dios, dejando ver de nuevo su propia condición divina.
No se mencionan los discípulos. La multitud misma recoge las sobras de pan y pescado, es decir, no se guarda cada uno para sí lo que le ha sobrado, sino que lo pone en común, disponible para seguir compartiéndolo. Los trozos sobrantes no pertenecen a nadie en particular, son de todos; permiten un nuevo reparto. Con esto la multitud muestra haber comprendido el mensaje de la solidaridad y comprometerse a llevarlo a cabo sin egoísmo.
Recoger los trozos significa también que la multitud no quiere : desperdiciar nada del alimento-mensaje de Jesús, que ha aceptado plenamente4. Recoge con intención de continuidad: no es necesario el milagro diario del maná, por obra de Dios; tras el ejemplo de Jesús, bastará que los hombres continúen compartiendo: el pan, una vez compartido, es capaz de saciar y sobrar de nuevo. Los cestos están llenos, signo de la plenitud y abundancia (Éx 16,12-18: abundancia en el desierto).
El número doce de los cestos alude a las doce tribus de Israel: con este dato indica Mc que la solidaridad, el compartir el don de Dios, puede eliminar el hambre, garantizar la vida del pueblo entero y satisfacer todas sus aspiraciones. Israel no va a encontrar salida ni plenitud si no es en este mensaje de la libertad y la solidaridad entre iguales. El número de personas no cuenta, como tampoco la cantidad de alimento disponible. El compartir anula el problema de las cantidades. Es la alternativa del Mesías para Israel: compartir con amor procuraría la abundancia para todos y liberaría de la dependencia de la sociedad insolidaria, comenzando una sociedad diferente. Ésta implica un cambio en la relación humana: no de egoísmo, dominio, exclusivismo y desigualdad, sino de libertad, igualdad, solidaridad, ayuda, amor.
Toda la escena se desarrolla con absoluta naturalidad; es como si no hubiera ocurrido nada extraordinario. La multitud no expresa admiración: el que la gente comparta parece lo natural, lo propio del hombre. A medida que se va repartiendo y lo van aceptando, el pan abunda; en la medida en que se entrega, va sobrando. Cuando el egoísmo humano no crea una barrera, el amor de Dios se comunica a través del de los hombres. Todo se pone a disposición de todos. Es la expresión del amor mutuo.
El número cinco mil de los que comieron es múltiplo de cinco (número de los panes/Ley) y de cincuenta (número de los miembros de una comunidad de profetas: 1/3 Re 18,4.17; 2/4Re 2,7.15-17). Con esta doble correspondencia indica Mc que la Ley queda sustituida por el Espíritu.
Eliseo había dado de comer a una comunidad de profetas ya existente (2/4 Re 4,38); pero ahora se cumple el deseo de Moisés: <<¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el Espíritu del Señor!>> (Nm 11,29). El Espíritu de Moisés se comunicó a los jefes (Nm 11,25); Jesús comunica el Espíritu de Dios a todo el que responde a su llamada (1,8: <<él os bautizará con Espíritu Santo>>).
De este modo, con el número 5 000 (50 * 100) indica Mc que la multitud beneficiara del pan se ha convertido en una multiplicidad de comunidades proféticas. El Espíritu lo reciben los que han acogido el alimento-mensaje, los que se han abierto al amor: el Espíritu-amor ha entrado en ellos al aceptar y hacer suyo el pan-amor y comprometerse a irlo compartiendo.
Los que eran <<multitud>> se designan ahora como <<hombres adultos>> subrayando la individualidad y el desarrollo personal. Es el término usado en los textos del AT citados antes para designar a los miembros de las comunidades proféticas. Señala así Mc que el Espíritu lleva al ser humano a su plenitud. Al mismo tiempo indica que los <<hombres adultos>> han abandonado las categorías de la Ley en las que antes habían concebido la obra de Jesús: el Espíritu ha tomado el puesto de la Ley. La comunicación del Espíritu por la aceptación del mensaje ha vencido la desviación originada por la actividad de los Doce.
No hay comentarios:
Publicar un comentario