Subió con ellos en la barca y el viento cesó. Su estupor era enorme, porque no habían entendido cuando los panes; al contrario, su mente seguía obcecada.
Jesús les demuestra su identidad subiendo a la barca con ellos. Su cercanía no es sólo de palabra.
La frase <<y el viento cesó>> se ha encontrado antes en 4,39, cuando Jesús calmó el torbellino de viento causado en la primera travesía por la mala disposición de los discípulos. La diferencia está en que allí cesó el viento como efecto de una orden de Jesús. En esta travesía, en cambio, el viento cesa por el mero hecho de subir Jesús a la barca: el obstáculo para avanzar desaparece.
Es decir, la presencia de Jesús y sus palabras, que demuestran su realidad, invalidan los fundamentos de la postura de los discípulos y se quedan sin argumentos que oponer. La presencia de Jesús hace cesar la manifestación del mal espíritu (el viento), o sea, de la mentalidad judaizante que los mueve.
Sin embargo, lo sucedido no los lleva a comprender. La reacción que produce en ellos es la de un desmesurado estupor: Jesús actúa de un modo que se diría divino (andar sobre el mar), pero no pueden reconciliar este hecho con su propia mentalidad. Quedan desconcertados porque en el episodio de los panes no habían sabido interpretar las muestras de la condición divina de Jesús. La nueva manifestación de Jesús resulta inútil: no reconocen su condición y autoridad divina, y siguen aferrados a la supuesta autoridad divina de la tradición judía, que coincide con sus ambiciones e ideales nacionalistas.
Para ellos, Dios no puede cambiar lo que él mismo ha establecido, la Ley y la tradición, o lo que ha prometido, el Mesías segundo David. Dios está sujeto a la tradición. La realidad que palpan (Jesús en la barca) no les hace rectificar sus pobres categorías sobre Dios y el Mesías.
La obcecación de la mente está en paralelo con la de los fariseos de la sinagoga (3,5), aferrados a la Ley a costa del bien del hombre. También los discípulos tienen una ideología que, por una parte, pretende conservar en la nación judía las estructuras opresoras y, por otra, aspira a restaurar la gloria nacional, dominando a los demás pueblos.
Siguen profesando los ideales que mostraron en su actividad y que no han sido corregidos en el episodio de los panes, donde no escucharon la enseñanza de Jesús: al contrario que la multitud, no han visto que la Ley quedaba sustituida por el Espíritu, que lo antiguo queda sobreseído por lo nuevo. No han comprendido que Jesús es el Mesías, porque la actividad de éste no coincide con su idea de Mesías triunfador; no han percibido su condición divina. Su mente sigue obcecada por aferrarse al ideal nacionalista. El intento de Jesús ha fracasado.
En el episodio de los panes no habían reconocido el camino de la renovación y la salvación de Israel, la profundidad de la liberación, el plan divino propuesto por el Mesías, basado en la transformación del hombre y en la constitución de una sociedad solidaria.
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La manifestación de Jesús a los discípulos descrita por Mc en este episodio tiene enorme fuerza; así lo indica la acumulación de alusiones al AT que contiene el texto. El evangelista pretende mostrar que los discípulos debían haber comprendido la condición de Jesús como Hombre-Dios. Desde el punto de vista temático, aparece la congruencia de esas alusiones a la Escritura: dado que los discípulos están aferrados a la tradición de Israel, las pruebas de su condición divina que les ofrece Jesús están todas basadas en símbolos o textos del AT
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