Se lo llevaron, y él les preguntó: <<¿De quién son esta efigie y esta leyenda?>> Le contestaron: <<Del César>>.
El denario de que se habla en Mc era una moneda de plata muy difundida. El de la época de Jesús mostraba en la cara anterior el busto del emperador Tiberio, adornado con la corona de laurel que indicaba su calidad divina, y rodeado de la inscripción: <<Tiberio, César, hijo del divino Augusto>>. En la otra cara estaban las palabras Pontifex Maximus con la imagen de la madre del emperador, Livia, sentada en un trono divino, con largo cetro olímpico en la derecha y en la izquierda la rama de olivo que la caracterizaba como encarnación humana de la pax celeste. Esta monera era símbolo al mismo tiempo de poder y de culto. Representaba la unidad monetaria romana, prescrita como moneda de tributo para la totalidad del imperio, pero no se sabe si un denario era el importe del impuesto per capita.
Jesús examina el denario y les hace una pregunta que no pueden esquivar: ¿De quién son esta efigie y esta leyenda? Con ella cambia el enfoque de la cuestión: ésta ya no se centra en el impuesto, sino en la relación del pueblo judío, que usa el denario, con el emperador romano. De hecho, tienen que admitir que tanto la efigie como la leyenda indican que el denario pertenece al César (Le contestaron: "Del César"); es decir, que el dominio político, sin posibilidad de equívoco, está basado en la dependencia económica. Aceptar el dinero del César significa reconocer su soberanía y formar parte, de algún modo, del sistema económico del imperio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario