...esos que expolian los hogares de las viudas y simulan orar largamente.
Jesús ha descrito la vanidad de ciertos letrados y su deseo de preeminencia y reconocimiento público. Ahora pasa a una acusación directa, primero de codicia, luego de hipocresía.
En el ámbito privado, se aprovechan de la gente desamparada e indefensa, cuyo propósito eran las viudas (junto con los huérfanos). Probablemente aprovechaban sus conocimientos del derecho para explotarlas. No tienen hombre que las defienda. Los piadosos, los intachables, los que saben tanto, despojan de sus bienes a gente incapaz de defenderse. Viene a propósito el texto de Jr 7,5-7: "Si enmendáis vuestra conducta y vuestras acciones,... si no explotáis al emigrante, al huérfano y a la viuda... entonces habitaré con vosotros en este lugar".
Además, ostentan su piedad hacia Dios pronunciando en público largas oraciones. Es el último trazo del retrato. El primero ha sido en torno al "yo": la vanidad y el deseo de ser reconocidos como superiores (vv. 38-39); el segundo, respecto al prójimo: la injusticia que cometen con los débiles (v. 40a: las viudas); el último, respecto a Dios: simulan una estrecha unión con él.
Resumiendo lo anterior, se ve que Jesús, en su enseñanza, invita a la multitud a darse cuenta de lo que tienen ante los ojos. En la perícopa precedente había creado la duda sobre la validez de la doctrina de los letrados acerca del Mesías, esperando que la gente sacase su conclusión personal. Tampoco ahora propone teorías ni conclusiones propias, enuncia hechos comprobables. Invita a la objetividad, a examinar la conducta de ciertos letrados, que es notoria, y a enfrentarse con lo que ven y juzgarlo, haciendo su evaluación de los mismos. Es decir, que el pueblo, examinando los usos sociales admitidos, adquiera espíritu crítico y así se haga libre; que no se deje llevar de las apariencias ni acate autoridades impuestas, sino que estime las cosas y a las personas en su valor real.
La apariencia de virtud de ciertos letrados es falsa; en realidad está muy lejos de Dios (cf. 7,6s). Si el pueblo es capaz de ver los hechos, distinguirá entre la clase y los individuos que la componen; no se dejará guiar por maestros de la clase descrita. Jesús quiere liberar al pueblo de la trampa religiosa que lo mantiene esclavo.
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