martes, 4 de junio de 2024

Mc 13,12

 <<Un hermano entregará a su hermano a la muerte, y un padre a su hijo; se levantará en el juicio hijos contra padres y los harán morir>>,

Se explicita la entrega expuesta al principio. El uso del verbo "entregar" remite al juicio ante el tribunal judío ( v. 9). Los discípulos, que en su pregunta inicial a Jesús (13,4) aparecían como secuaces de la ideología del judaísmo, son repetidamente advertidos por Jesús de lo que encontrarán al romper con ella, siguiendo su ejemplo y enseñanza: el rechazo absoluto y violento por parte de sus connacionales.

Los agentes de la entrega o acusación aparecen relacionados de dos en dos, siempre como miembros de la misma familia y representando en ella los vínculos más estrechos:

hermano - hermano: partícipes de la misma vida;

padre - hijo: dador - receptor de vida;

hijos - padres: receptores - dadores de vida.

Existe, en los tres casos, un rasgo de "vida" común a los dos miembros, sea por común participación (hermanos), sea por comunicación o recepción (padre-hijo, hijos-padres). Sin embargo, la actividad del primer miembro de cada binomio es siempre una actividad de muerte. Se pretende en cada caso destruir una vida, que, en cierta manera, es la propia. El vínculo normal entre los miembros de la misma familia sería de cariño y solidaridad. Esto se ha cambiado por el odio.

Los ejemplos extremos que figuran en el texto significan que, a los ojos de la sociedad judía, los discípulos son reos de un crimen cuya gravedad es capaz de anular los más estrechos vínculos de familia.

Hay que tener en cuenta la fuerza de esos vínculos. En particular, el de los hijos con los padres era objeto de un mandamiento explícito: "Honrar / sustentar padre y madre" (Lv 20,9). Si este mandamiento de Dios imponía una conducta respecto a los padres, el hecho de procurar pública y legalmente su muerte supone un precepto también divino, pero de fuerza superior.

De hecho, el texto alude a Dt 13,7-12, donde se prescribe la muerte del hermano por el hermano, la del hijo por el padre, etc., en caso que incitasen a la idolatría. De esta alusión se deduce que, para la sociedad judía, la adhesión a Jesús se equiparaba a una apostasía o idolatría; la proclamación de su mensaje, una incitación a ella. Una y otra eran castigadas con la muerte. Mc sugiere que la violencia desatada por la ideología podía extenderse también a los padres.

La hostilidad entre los miembros de la familia alude también a Miq 7,6 (LXX): "El hijo deshonra a su padre, se rebela la nuera contra la suegra, y todos los de su casa serán enemigos del hombre". El profeta denuncia la corrupción social, que contamina y destruye incluso los vínculos de familia. Para Mc, la corrupción de la sociedad judía se debe a la ideología excluyente que profesa.

A la presión social que ejercía esa ideología sobre cada individuo, incluidos los discípulos, se refería Jesús en 8,38: "Si alguno se avergüenza de mí y de mis palabras ante esta generación idólatra (lit.; "adúltera") y descreída (lit.; "pecadora", como los paganos), también el Hijo del hombre se avergonzará de él, etc.". Los seguidores de Jesús han de afrontar el anatema social y religioso, consecuencia de su adhesión a él y a su mensaje.

La intensidad del odio provoca una violencia extraordinaria (muerte, harán morir). El judaísmo no tolera el mensaje universalista e igualitario de Jesús. La gloria de la nación es el valor supremo al que hay que dar una adhesión sin condiciones y en cuyo nombre se exige la muerte de los "traidores".

Se habla de hostilidad a muerte entre miembros de la familia, pero no se menciona a los discípulos. Naturalmente, no podía aplicarse a ellos cada uno de estos casos; son ejemplos extremos de las graves consecuencias que eventualmente tendrían que aceptar por haber dado la adhesión a Jesús.

LA BIBLIA

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