martes, 11 de junio de 2024

Mc 13,25

 ... <<las estrellas irán cayendo del cielo y las fuerzas que están en el cielo vacilarán>>.

Puede preguntarse si esta segunda serie de fenómenos es independiente o está simplemente yuxtapuesta a la primera o si, de alguna manera, es consecuencia del oscurecimiento anterior.

En todo caso, las estrellas y las fuerzas no representan simplemente dioses paganos; de lo contrario, su suerte sería la misma que la de los astros mayores, el oscurecimiento. Su caída ha de tener, por tanto, otro sentido.

Un texto del AT que puede iluminar sobre el sentido de "las estrellas" es la sátira contenida en Is 14,12-14 sobre el destino del rey de Babilonia: <<¿Cómo ha caído del cielo el lucero que surgía en la mañana? El que daba órdenes a todas las naciones se ha derrumbado por tierra. Tú decías en tu corazón: "Subiré al cielo, pondré mi trono por encima de los astros del cielo... subiré por encima de las nubes, seré semejante al Altísimo">>. En este texto, el rey de Babilonia es comparado a una estrella, el lucero matutino, y se habla precisamente de su caída. La estrella/lucero representa al rey que, envanecido de su poder, se ha arrogado rango divino.

Un paralelo entre astros y reyes se encuentra en Is 24,21 LXX: "El Señor extenderá su mano sobre el ornato (hebr.: los ejércitos) del cielo y sobre los reyes de la tierra; ... después de muchas generaciones serán visitados (juzgados). Porque el Señor reinará sobre Sión, etc.". El texto puede relacionarse con Dt 4,19, antes citado: los astros han sido divinizados, y esa divinización legitima la realeza en los pueblos paganos.

También Dn 8,10 LXX asocia la realeza pagana con las estrellas: "(el cuerno fuente = Antíoco) se exaltó hasta las estrellas del cielo; y se precipitó sobre la tierra parte de las estrellas y las pisotearon". Se trata, sin duda, de la caída de los reyes rivales de Antíoco, también paganos, comparados a estrellas.

La simbología tradicional autoriza, por tanto, a interpretar "las estrellas que van cayendo del cielo" como reyes o príncipes paganos o los regímenes que representan.

La forma perifrástica irán cayendo del cielo, en lugar del futuro simple "caerán", denota una serie de hechos puntuales sucesivos. Sobre el trasfondo del oscurecimiento de los astros mayores, la caída se describe, por tanto, como un fenómeno que irá teniendo lugar durante toda la época (en aquellos días) que sigue a la gran angustia (la destrucción de la nación judía). Por su paralelo con irán cayendo, también el futuro vacilarán, aplicado a las fuerzas, no describe un suceso único, sino sacudidas iteradas, situaciones repetidas de inestabilidad durante el mismo lapso de tiempo.

El singular "la fuerza", con artículo, aparece tres veces en Mc, siempre con el sentido de "fuerza de vida": 5,30, aplicado a Jesús; 12,24; "la fuerza de Dios", que da vida a los muertos; 14,62, donde Dios mismo es designado como "la Fuerza". Otras tres veces se encuentra el plural "las fuerzas", siempre con sentido peyorativo: 6,2, como fuerzas mágicas atribuidas a Jesús; 6,14 potencias del reino de la muerte que hacen del hombre (Juan Bautista) su instrumento; la tercera vez en nuestro texto. El lugar donde estas últimas se sitúan, las fuerzas que están en los cielos, las contraponen a "vuestro Padre que está en los cielos" (11,15). Dada la unicidad de Dios, la contraposición constituye un antagonismo: son entidades que han usurpado el lugar exclusivo del Padre. Representan fuerzas de muerte (Dios = fuerza de vida), es decir, poderes opresores que se arrogan rango divino y que verán cuestionado su rango y su dominio (vacilarán) a partir de la ruina de Jerusalén.

Es muy posible que, por paralelismo, "las estrellas" y "las fuerzas" sean dos modos de expresar las mismas realidades. La segunda denominación, más vaga, queda precisada por la primera.

Bajo la figura de la conmoción cósmica aparece, pues, el siguiente contenido: Los valores del paganismo se encarnan en los falsos dioses (sol y luna), y éstos fundamentan la divinización del poder (estrellas, fuerzas del cielo). El sistema ideológico-religioso perderá crédito (oscurecimiento de sol y luna), lo que provocará la caída progresiva de los regímenes sustentados por él.

Mc no explicita la causa de estos sucesos, pero la supone. De hecho, el tema del mundo pagano es común a la primera y la segunda parte. En la unidad I/B (13,9-13) está indicado por la predicación del evangelio a todas las naciones (13,10) y la mención de "gobernadores y reyes" (13,9). En la unidad II/B (13,24-27), por los astros-divinidades (v. 24b) y las estrellas/fuerzas-poderes (v. 25). La conexión entre las dos unidades hace ver que el eclipse de las divinidades paganas se debe precisamente a la predicación del mensaje por obra de los seguidores de Jesús. Suscitando el deseo de vida, los valores del evangelio van penetrando en la humanidad, y hacen intolerable la tiranía. La persecución a los propagadores del mensaje constituye una prueba de cargo contra los perseguidores (13,9: "como prueba contra ellos"), que pone de relieve la opresión que ejercen y la injusticia exacerbada de su conducta. Se revelan como enemigos del hombre: esto es lo que va provocando su caída.

Existe así un paralelo entre las dos etapas, la judía (la gran angustia) y la pagana (después de aquella angustia). Lo mismo que la nación e institución judías conocen su ruina por rechazar a Jesús hasta dar muerte al <<Hijo>> (12,6-8), haciendo culminar así su infidelidad a la alianza, también los regímenes paganos opresores caen por rechazar el mensaje de Jesús, predicado ahora por sus seguidores en el mundo entero (13,10), y perseguir y dar muerte a los que lo proclaman. Tanto el régimen judío como los regímenes paganos son represores de la vida y, a medida que los hombres van tomando conciencia de su condición de oprimidos y de la posibilidad de una vida más digna, las estructuras opresoras se hacen cada vez más inestables. Es la actitud de los sistemas hacia los valores propuestos por el mensaje de Jesús en favor del hombre la que va decidiendo el curso de la historia.

En el lenguaje de los profetas, la caída de los opresores, simbolizada por la catástrofe cósmica, se describiría como una intervención de Dios en la historia. Serían juicios de Dios. Sin embargo, al igual que en la unidad anterior (13,14-23), el texto de esta unidad no ofrece ningún apoyo para la idea de un juicio divino. El evangelista atribuía la destrucción de Jerusalén y del templo a la inevitabilidad histórica creada por la infidelidad de Israel; en esta segunda unidad, donde se considera la historia posterior a la gran angustia, atribuye la caída de los regímenes paganos a la puesta en evidencia de su injusticia. Aparece así la continuidad de las dos etapas, judía y pagana, de la acción salvadora en la humanidad, ambas abarcadas por el período "en aquellos días" (13,17.19.24).

Los profetas no describían las catástrofes o juicios de Dios como finales, sino como parciales a lo largo de la historia; resaltaba cada vez la sentencia de Dios contra la injusticia, manifestando de esa forma su designio sobre la humanidad. Tampoco Mc trata en este pasaje de un juicio final ni del fin de la historia, sino de los "dolores" o "angustias" que irán sobreviniendo e irán produciendo la maduración de la humanidad, en la perspectiva del "parto" o "fin". La destrucción de Jerusalén fue el prototipo, por ser la institución judía el paradigma de la infidelidad, al traicionar la alianza y la elección de Israel.

LA BIBLIA

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