El sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras, dijo: <<¿Qué falta nos hace ya testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece a vosotros?. Todos sin excepción sentenciaron que era reo de muerte.
Reacción del sumo sacerdote: rasga sus vestiduras, gesto de duelo. Declara que ya no necesitan testigos, porque los jueces mismos lo han sido de las palabras de Jesús. Y él mismo interpreta estas palabras como blasfemia.
Con la declaración de Jesús han logrado más de lo que esperaban; de ahí la frase triunfante del sumo sacerdote (¿Qué falta nos hacen ya testigos?): no sólo tienen ya fundamento para acusarlo ante Pilato (la pretensión mesiánica), sino también para justificar su sentencia ante el pueblo (la blasfemia).
Como había sucedido en el episodio del paralítico (2,6 Lect.), para ellos, Jesús blasfema al afirmar la condición divina del Hijo del hombre, lo que equivale a usurpar lo exclusivo de Dios, a atentar contra su unicidad. Pero, al mismo tiempo, puesto que el Hijo del hombre es la cima y el representante de toda la humanidad, su condición divina implica que el ser humano se convierte en un absoluto. El bien del hombre es lo bueno; su mal, lo malo. No hay más ley.
El sumo sacerdote pregunta a la asamblea: ¿Qué os parece a vosotros? Al subrayar a los destinatarios (a vosotros) crea un contexto desfavorable para Jesús. El "vosotros" designa a los miembros del Consejo, los que desde el principio se proponían darle muerte (v. 55) y de los que algunos han presentado testimonios falsos. En la declaración de Jesús sólo buscarán un modo de justificar su intención de matarlo. Les basta una apariencia de justicia.
De ahí que la unanimidad en la sentencia sea total e inmediata; no hay votos en contra ni abstenciones. Todas las facciones del Consejo se muestran de acuerdo en que es reo de muerte. Se cumple la predicción de Jesús en el tercer anuncio de la muerte-resurrección (10,33: "lo condenarán a muerte").
La decisión tipifica el odio de los opresores alhombre libre y realizado. Como tal, Jesús pone en peligro toda clase de poder, y ninguno de los presentes puede tolerar su talente ni su persona. Los dirigentes no pueden admitir que el ser humano reciba de Dios tan suprema dignidad, porque eso echa por tierra todo su privilegio y su dominio. No creen en el amor de Dios.
Es una lucha a muerte: esta concepción del hombre sacude los cimientos del sistema injusto; éste se venga matando al Hombre. Con la condena a muerte, se manifiesta su violencia. Usa la represión, llegando al asesinato; es su única respuesta. Pero, mientras pretende quitar la vida física a Jesús, se da a sí mismo la muerte definitiva como reo del insulto o blasfemia contra el Espíritu, la ofensa perenne, imperdonable (3,28-29 Lect.), la que consiste en decir que Dios quiere al hombre esclavo. Para los representantes de la institución judía, Jesús es un criminal, porque derriba sus principios básicos; pero, a los ojos de Dios, los criminales son ellos. Jesús no habla.
En la frase introductoria a la intervención del sumo sacerdote, Mc usa el presente histórico (lit.: "rasgando sus vestiduras, dice"). Antes había usado el mismo presente al introducir la pregunta a Jesús sobre su mesianismo (v. 61b: lit. "y le dice": ¿Tú eres el Mesías...?). En este último pasaje insinuaba Mc la duda permanente de los dirigentes judíos de su tiempo sobre el mesianismo de Jesús; en el pasaje actual indica, que, reprimiendo la duda, se obstinan en la total oposición a Jesús y en el propósito de acabar con su mensaje. El deseo de conservar su posición de dominio y privilegio prevalece sobre la búsqueda de la verdad.
EXCURSUS: Las dos llegadas del Hijo del hombre
En este evangelio, Jesús menciona tres veces la llegada gloriosa del Hijo del hombre. En primer lugar, en 8,38, donde está en relación con ciertos seguidores suyos; la segunda vez, en 13,26 donde se anuncia que será visible para los regímenes paganos opresores; la tercera y última vez, en 14,62, el texto que comentamos, donde afirma que sus espectadores según los miembros del tribunal que lo juzga. Las dos primeras llegadas se identifican, como se ha expuesto en los pasajes correspondientes (cf. 8,38; 13,26 Lects.). Queda por ver la relación entre la descrita en el discurso escatológico (13,26) y la que anuncia Jesús ante sus jueces (14,62).
El texto de 14,62 presenta paralelos textuales con el de 13,26: en ambos se habla de la llegada del Hijo del hombre, de la fuerza y de las nubes, aunque con ligeras diferencias. En 13,26 se dice: "entre nubes"; en 14,62: "entre las nubes del cielo", expresión más cercana a la usada en Dn 7,13.
La temática de las dos escenas está asimismo en paralelo: la realeza del Hijo del hombre, expresada en 13,26 de modo accesible a cualquier clase de oyente: "con gran potencia y gloria", aparece también en 14,62, aunque con una formulación del AT: "sentado a la derecha [de la Fuerza" (Sal 110,1). La visión de la llegada del Hijo del hombre por parte de los poderes paganos (13,26) sigue a la caída de éstos; de modo semejante, como lo implican los textos de la Escritura a los que alude el dicho de Jesús (14,62), la llegada anunciada para las autoridades judías sigue a la ruina de su sistema y al fin de las instituciones representadas por ellas.
Pero, a pesar de estos paralelos, la llegada mencionada en 14,62 no se identifica con la de 13,26; hay entre ellas diferencias sustanciales. La primera se basa en quiénes van a ver la llegada del Hijo del hombre: en 14,62 son, al menos en primer término, los miembros del tribunal que juzga a Jesús ("veréis"); en esta ocasión, pues, la llegada del Hijo del hombre no se relaciona con la humanidad entera, sino con el círculo de poder que lo condena y, por extensión, con la sociedad que ellos representan. En 13,26 serán, en cambio, los poderes opresores paganos, de los que son figura las estrellas y las potencias del cielo que caen y vacilan, quienes perciban la llegada triunfal del Hijo del hombre ("verán"), incluyendo también a las sociedades que ellos dominan. La segunda diferencia es el dato cronológico, que señala una sucesión entre una y otra (13,24: "después de aquella angustia"). Otra diferencia notable entre los dos pasajes es la ausencia en 14,62 de "ángeles" y seguidores de Jesús, al contrario que en 13,27. La llegada de 14,62 no tiene testigos que pertenezcan al círculo de Jesús ni guarda relación alguna con los seguidores de éste.
Se registran, pues, en Mc dos llegadas del Hijo del hombre: la primera, inicial, está en conexión con la condena a muerte de Jesús y la caída del poder opresor judío (destrucción de Jerusalén y de la nación judía; cf. 13,8: "el principio de los dolores"; 13,19: "la gran angustia"). La segunda (13,24: "después de aquella angustia"), que se irá repitiendo a lo largo de la historia, sucede a la conmoción cósmica, figura de la caída sucesiva de los regímenes paganos opresores, y tiene por objeto "reunir a sus elegidos", es decir, reivindicar a los seguidores de Jesús que vayan sufriendo persecución y muerte por la proclamación de la buena noticia a las naciones (13,26; cf. 13,10). En ella también, se hará patente el fracaso de los seguidores que no han tenido valor para alinearse decididamente con Jesús y su mensaje (8,38). En Mc 14,62, cuando llega el Hijo del hombre entre las nubes, ha acabado el régimen inhumano en Israel; en 13,26, cada llegada del Hijo del hombre supone el fin de un imperio opresor sobre la humanidad.
De hecho, en 14,62 se anuncia la reivindicación del Mesías-Hijo del hombre y del proyecto de hombre que él encarna, ante el tribunal que lo condena a una muerte injusta; muestra que Dios no avala al sistema judío, sino al Hombre condenado por éste. En 13,27 se afirma ante los poderes opresores paganos la reivindicación de los seguidores de Jesús que han entregado su vida por el bien de los hombres y su integración en la humanidad definitiva; de ahí que se explicite la existencia de esa humanidad en unión con Jesús, asociando "los ángeles" al Hijo del hombre. Todo sistema opresor va a pasar: únicamente lo humano, lo que favorece la dignidad y plenitud del hombre, tendrá permanencia y continuidad en la historia.
La caída de los regímenes paganos y la ruina de la nación e institución judías tienen el mismo motivo. Esta última, régimen opresor presuntamente legitimado por el verdadero Dios, cae por rechazar el mensaje de Jesús y dar muerte al "Hijo" (12,6-8), haciendo culminar con ello su infidelidad a la alianza. Los regímenes paganos opresores, legitimados por los falsos dioses, caen por rechazar también ellos el mensaje de Jesús, el de la libertad y plenitud humanas, ahora predicado en el mundo entero (13,10; 14,9), y dar muerte a los que lo proclaman. En uno y otro caso, son poderes antihumanos que se oponen al proyecto divino sobre el hombre, y es la actitud ante Jesús y su mensaje la que va decidiendo el curso de la historia. A pesar del aspecto doloroso de los acontecimientos, se trata en último término de un proceso de liberación y maduración de la humanidad, de nuevas oportunidades para su desarrollo.
Estos textos no tienen carácter apocalíptico. La llegada del Hijo del hombre que en ellos se menciona no marca el fin de la historia ni la ejecución en ese momento de un juicio universal; el juicio va teniendo lugar en la historia misma, y el criterio que juzga al individuo, sistema o sociedad, es si está en pro o en contra de la realización del hombre, si la favorece o la impide.
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