Salieron huyendo del sepulcro, del temblor y el espanto que les entró, y no dijeron nada a nadie, del miedo que tenían.
Cuando uno esperaba ver a las mujeres cumplir fielmente el encargo recibido del joven, se encuentra con un comportamiento muy diferente. La reacción de las mujeres es doble: salen huyendo del sepulcro y no dicen nada a nadie. Como doble es también la razón que se ofrece de cada uno de estos comportamientos: por un lado, el temblor y el espanto que les entró; por otro, el miedo que tenían. En cada caso, la explicación viene introducida en el texto griego por la conjunción gar ("porque").
Ante el encargo del joven, las mujeres huyen espantadas del sepulcro, donde han visto que la victoria del Mesías se ha realizado a través de la muerte y no mediante el poder y la dominación. No se sabe adónde van, lo único que les urge es alejarse del sepulcro (salieron huyendo). Se comportan igual que los discípulos ante el arresto de Jesús (14,50). Mientras veían en Jesús la víctima de la injusticia, iban a honrar su memoria y a reafirmarse en sus ideales. Cuando comprenden el modo como se ha realizado la salvación definitiva, sienten temblor y espanto. Ya no tiene sentido la restauración de Israel, que, para ellas, había sido hasta entonces la única salvación que concebían: se les cae por tierra todo el ideal de su vida. Ahora lo que ven por delante es el nuevo principio de una labor sin gloria humana. Iban a poner el punto final y ven que todo está por hacer, pero de otra manera; que hay que comprometerse hasta el fin como Jesús y estar dispuestos a entregar la vida como él.
Ante este panorama, experimentan una angustia semejante a la de Jesús en Getsemaní (14,33) y sucumben a ella. Su terror eclipsa el anuncio de la resurrección que acaban de oír y que no ha causado en ellas alegría alguna. En vez de reaccionar ante él con admiración o asombro (gr. ekstasis), como tras la resurrección de la hija de Jairo (5,42), lo hacen con temblor y espanto (gr. tromos kai ekstasis). Han ido al sepulcro con una amor (aromas) "razonable", pero no con la entrega de la persona, con el amor hasta el fin. Por el encargo del joven, han comprendido que se les pide romper con todos los ideales de triunfo terreno, en especial con las expectativas nacionalistas judías, y estar dispuestas a enfrentarse a los poderosos de este mundo, llevando el testimonio de Jesús a todos los pueblos y afrontando incluso el riesgo de perder la vida. Y esto les produce horror y miedo; no son capaces de aceptarlo.
Al principio de la perícopa (v. 2) notaba Mc que ya había salido el sol. La frase recogía la de 4,6, a propósito de la semilla que cae en terreno rocoso: "cuando salió el sol, se abrasó y, por no tener raíz, se secó" explicada en 4,16-17: "son los que cuando escuchan el mensaje en seguida lo acogen con alegría, pero no tienen raíces en ellos, son inconstantes; en consecuencia cuando surge un aprieto o persecución por el mensaje, en seguida fallan". El sol, que es fuente de vida, resulta funesto para los que no tienen una profunda adhesión a Jesús ni han hecho suyo su mensaje. Ante las dificultades que comporta el compromiso y la perspectiva de la persecución, fallan, no darán fruto. La experiencia de Jesús que han tenido en su vida y la de Jesús vivo después de muerto, queda estéril.
Aparece claramente que bajo la figura de las mujeres Mc está describiendo la actitud de los discípulos. No han superado el trauma de la entrega voluntaria de Jesús y siguen aferrados a sus expectativas de gloria terrena.
El miedo de los discípulos (4,41; 6,50; 9,6.32; 10,32 [seguidores]) está siempre en relación con la realidad de Jesús y de su obra. El texto más cercano a este pasaje es el de 9,32: allí los discípulos no preguntaron a Jesús por miedo a comprender; aquí, cuando han comprendido, por miedo a la exigencia. No aceptan la copa que Jesús ha bebido.
Los tres presentes históricos que Mc inserta en la perícopa confirman esta visión. El primero, "van al sepulcro" (v. 2), actualiza la situación del grupo de discípulos: siguen en la oscuridad ("muy de madrugada"), aún no han captado la realidad de la resurrección ("ya ha salido el sol") y lo que ésta comporta. El segundo, "observan que la losa estaba corrida" (v. 4), reprocha a los discípulos su visión de la muerte de Jesús como el final de todo. El tercero, "les dice", en boca del joven (v. 6), les pone ante los ojos el triunfo del Crucificado sobre la muerte y, con ello, el fracaso de la idea de un mesías de poder.
Según el relato, las mujeres no transmiten el encargo. El camino del mensaje de Jesús a través de los discípulos (seguidores procedentes del judaísmo) queda obstruido. Es decir, en la época en que Mc escribe, el grupo de discípulos y Pedro, en particular, aún no han salido de Jerusalén; siguen apegados a los ideales judíos. Por no cortar con el pasado, no viven plenamente el mensaje de Jesús ni pueden anunciar al pueblo judío el verdadero Mesías y su mensaje de vida para la humanidad entera.
Queda abierto, sin embargo, el camino de la Buena Noticia (1,14) gracias a los seguidores de Jesús que no profesan las categorías del judaísmo. En el relato de la pasión y muerte han estado representados por las figuras de la mujer del perfume (14,3), de Simón de Cirene (15,21), el centurión romano (15,39) y el numeroso grupo de mujeres que acompañaron a Jesús hasta Jerusalén (15,41b); pero, a partir de la llamada de Leví (2,14), designados de diversas formas y representados por varias figuras, han estado presentes a lo largo de todo el evangelio. A ellos pertenece el evangelista y su comunidad. Pero conocen el espíritu de otras comunidades que se llaman cristianas y que, para Mc, dejan mucho que desear en el seguimiento de Jesús.
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El final de Mc muestra que este evangelio se escribe en época muy temprana. El evangelista, aunque muy crítico respecto a los discípulos y a Pedro, sigue esperando de ellos que comprendan todas las implicaciones de la muerte y resurrección de Jesús, y recorran el camino del verdadero seguimiento. Espera que, finalmente, se cumpla el encargo de Jesús, silenciado por las mujeres (16,7-8), y los discípulos y Pedro se encuentren con el Crucificado-Resucitado. Mientras tanto, constata únicamente lo que sucede en la época en que él escribe. Los seguidores de Jesús que proceden del judaísmo siguen obsesionados con la restauración gloriosa de Israel y no han renunciado a sus ambiciones terrenas.
A lo largo del evangelio ha podido notarse el carácter polémico del escrito. En numerosas ocasiones se ha contrapuesto la incomprensión de los Doce / los discípulos a la apertura del otro grupo de seguidores. Son estos últimos los que captan el mensaje de Jesús y lo traducen a la práctica. También el inesperado final del evangelio permite deducir el propósito principal de Marcos al escribirlo: presentar la persona, mensaje y actividad de Jesús con tal claridad que permitan neutralizar y rectificar las opiniones y prácticas deformadas de aquellos, que considerándose discípulos suyos, de hecho, ignoran el universalismo, se aferran a la idea de un Dios de poder buscan el medro personal e identifican el ideal cristiano con los ideales nacionalistas del judaísmo. En definitiva, de todos los que distorsionan el verdadero rostro de Dios, manifestado en Jesús.
LA BIBLIA