jueves, 15 de agosto de 2024

APÉNDICES - MARCOS

El final abrupto de Mc y la omisión de toda aparición del Resucitado a sus discípulos dio pie, ya en el siglo II, a la adición de apéndices para unificarlo con los otros sinópticos. Se conocen por los menos dos, uno el final canónico (16,9-20) y otro  mucho más breve.

La traducción que la Nueva Biblia Española, de Luis Alonso Schökel y Juan Mateos (Cristiandad, Madrid 1990, 4ª reimpresión), ofrece del apéndice largo es la siguiente:

9Jesús resucitó en la madrugada del primer día de la semana y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. 10Ella fue a decírselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando, 11pero ellos, al oírle decir decir que estaba vivo y que lo había visto, se negaron a creer.

12Después se apareció por el camino, con aspecto diferente, a dos de ellos que iban a un cortijo. 13También éstos fueron a anunciárselo a los demás, pero tampoco a ellos les creyeron

14Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y su terquedad en no creer a los que lo habían visto resucitado.

15Y añadió:

- Id por el mundo entero pregonando la buena noticia a toda la humanidad. 16El que crea y se bautice, se salvará; el que se niegue a creer, se condenará. 17A los que crean, los acompañarán estas señales: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, 18cogerán las serpientes y, si beben algún veneno, no les hará daño: aplicarán las manos a los enfermos y quedarán sanos.

19Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. 20Ellos se fueron a pregonar el mensaje por todas partes y el Señor cooperaba confirmándolo con las señales que los acompañaban.

El Nuevo Testamento de J. Mateos y L. Alonso Schökel (Cristiandad, Madrid 1987) traduce así el apéndice corto:

Han anunciado en compendio todo lo que se prescribió a Pedro y sus compañeros. Después de esto, Jesús mismo envió por medio de ellos, de oriente a occidente, el sagrado e incorruptible pregón de la salvación definitiva. Amén.

LA BIBLIA

Mc 16,1-8

 

Mc 16,1

Epílogo: El nuevo día, Anuncio de la resurrección. Las mujeres (cf. 15,40) no la esperan; quieren sólo mostrar su cariño a Jesús embalsamando su cadáver (cf. 14,8). El primer día de la semana (lit. «el uno de la semana»), alusión a Gn 1,5: con la resurrección de Jesús comienza la creación definitiva (2). Como en 14,51s, el joven representa a Jesús mismo, ahora glorificado (color blanco, d. 9,3); sentado a la derecha (cf. 14,62): condición divina (5). Palabras del joven: ellas buscan al que habían tenido por Mesías davídico (Nazareno, cf. 1,24; 10,47), fracasado (crucificado); no hay fracaso, la vida ha vencido a la muerte (8,31; 9,31; 10,34). Encargo para los discípulos (seguidores procedentes del judaísmo), en particular para Pedro, que ha renegado de Jesús (14,30.72ss): abandonar Jerusalén y la expectación mesiánica judía, para comenzar la misión universal a partir de Galilea (14,28) (7). Las mujeres no transmiten el encargo. En la época en que Mc escribe, el grupo israelita de la comunidad aún no ha comprendido la universalidad de la misión (cf. 13,3s) (8). El mensaje se transmite, sin embargo, a través del otro grupo de seguidores (no israelitas), al que pertenece el evangelista.

Mc 16,8

 Salieron huyendo del sepulcro, del temblor y el espanto que les entró, y no dijeron nada a nadie, del miedo que tenían.

Cuando uno esperaba ver a las mujeres cumplir fielmente el encargo recibido del joven, se encuentra con un comportamiento muy diferente. La reacción de las mujeres es doble: salen huyendo del sepulcro y no dicen nada a nadie. Como doble es también la razón que se ofrece de cada uno de estos comportamientos: por un lado, el temblor y el espanto que les entró; por otro, el miedo que tenían. En cada caso, la explicación viene introducida en el texto griego por la conjunción gar ("porque").

Ante el encargo del joven, las mujeres huyen espantadas del sepulcro, donde han visto que la victoria del Mesías se ha realizado a través de la muerte y no mediante el poder y la dominación. No se sabe adónde van, lo único que les urge es alejarse del sepulcro (salieron huyendo). Se comportan igual que los discípulos ante el arresto de Jesús (14,50). Mientras veían en Jesús la víctima de la injusticia, iban a honrar su memoria y a reafirmarse en sus ideales. Cuando comprenden el modo como se ha realizado la salvación definitiva, sienten temblor y espanto. Ya no tiene sentido la restauración de Israel, que, para ellas, había sido hasta entonces la única salvación que concebían: se les cae por tierra todo el ideal de su vida. Ahora lo que ven por delante es el nuevo principio de una labor sin gloria humana. Iban a poner el punto final y ven que todo está por hacer, pero de otra manera; que hay que comprometerse hasta el fin como Jesús y estar dispuestos a entregar la vida como él.

Ante este panorama, experimentan una angustia semejante a la de Jesús en Getsemaní (14,33) y sucumben a ella. Su terror eclipsa el anuncio de la resurrección que acaban de oír y que no ha causado en ellas alegría alguna. En vez de reaccionar ante él con admiración o asombro (gr. ekstasis), como tras la resurrección de la hija de Jairo (5,42), lo hacen con temblor y espanto (gr. tromos kai ekstasis). Han ido al sepulcro con una amor (aromas) "razonable", pero no con la entrega de la persona, con el amor hasta el fin. Por el encargo del joven, han comprendido que se les pide romper con todos los ideales de triunfo terreno, en especial con las expectativas nacionalistas judías, y estar dispuestas a enfrentarse a los poderosos de este mundo, llevando el testimonio de Jesús a todos los pueblos y afrontando incluso el riesgo de perder la vida. Y esto les produce horror y miedo; no son capaces de aceptarlo.

Al principio de la perícopa (v. 2) notaba Mc que ya había salido el sol. La frase recogía la de 4,6, a propósito de la semilla que cae en terreno rocoso: "cuando salió el sol, se abrasó y, por no tener raíz, se secó" explicada en 4,16-17: "son los que cuando escuchan el mensaje en seguida lo acogen con alegría, pero no tienen raíces en ellos, son inconstantes; en consecuencia cuando surge un aprieto o persecución por el mensaje, en seguida fallan". El sol, que es fuente de vida, resulta funesto para los que no tienen una profunda adhesión a Jesús ni han hecho suyo su mensaje. Ante las dificultades que comporta el compromiso y la perspectiva de la persecución, fallan, no darán fruto. La experiencia de Jesús que han tenido en su vida y la de Jesús vivo después de muerto, queda estéril.

Aparece claramente que bajo la figura de las mujeres Mc está describiendo la actitud de los discípulos. No han superado el trauma de la entrega voluntaria de Jesús y siguen aferrados  a sus expectativas de gloria terrena.

El miedo de los discípulos (4,41; 6,50; 9,6.32; 10,32 [seguidores]) está siempre en relación con la realidad de Jesús y de su obra. El texto más cercano a este pasaje es el de 9,32: allí los discípulos no preguntaron a Jesús por miedo a comprender; aquí, cuando han comprendido, por miedo a la exigencia. No aceptan la copa que Jesús ha bebido.

Los tres presentes históricos que Mc inserta en la perícopa confirman esta visión. El primero, "van al sepulcro" (v. 2), actualiza la situación del grupo de discípulos: siguen en la oscuridad ("muy de madrugada"), aún no han captado la realidad de la resurrección ("ya ha salido el sol") y lo que ésta comporta. El segundo, "observan que la losa estaba corrida" (v. 4), reprocha a los discípulos su visión de la muerte de Jesús como el final de todo. El tercero, "les dice", en boca del joven (v. 6), les pone ante los ojos el triunfo del Crucificado sobre la muerte y, con ello, el fracaso de la idea de un mesías de poder.

Según el relato, las mujeres no transmiten el encargo. El camino del mensaje de Jesús a través de los discípulos (seguidores procedentes del judaísmo) queda obstruido. Es decir, en la época en que Mc escribe, el grupo de discípulos y Pedro, en particular, aún no han salido de Jerusalén; siguen apegados a los ideales judíos. Por no cortar con el pasado, no viven plenamente el mensaje de Jesús ni pueden anunciar al pueblo judío el verdadero Mesías y su mensaje de vida para la humanidad entera.

Queda abierto, sin embargo, el camino de la Buena Noticia (1,14) gracias a los seguidores de Jesús que no profesan las categorías del judaísmo. En el relato de la pasión y muerte han estado representados por las figuras de la mujer del perfume (14,3), de Simón de Cirene (15,21), el centurión romano (15,39) y el numeroso grupo de mujeres que acompañaron a Jesús hasta Jerusalén (15,41b); pero, a partir de la llamada de Leví (2,14), designados de diversas formas y representados por varias figuras, han estado presentes a lo largo de todo el evangelio. A ellos pertenece el evangelista y su comunidad. Pero conocen el espíritu de otras comunidades que se llaman cristianas y que, para Mc, dejan mucho que desear en el seguimiento de Jesús.

                                         * * * * *

El final de Mc muestra que este evangelio se escribe en época muy temprana. El evangelista, aunque muy crítico respecto a los discípulos y a Pedro, sigue esperando de ellos que comprendan todas las implicaciones de la muerte y resurrección de Jesús, y recorran el camino del verdadero seguimiento. Espera que, finalmente, se cumpla el encargo de Jesús, silenciado por las mujeres (16,7-8), y los discípulos y Pedro se encuentren con el Crucificado-Resucitado. Mientras tanto, constata únicamente lo que sucede en la época en que él escribe. Los seguidores de Jesús que proceden del judaísmo siguen obsesionados con la restauración gloriosa de Israel y no han renunciado a sus ambiciones terrenas.

A lo largo del evangelio ha podido notarse el carácter polémico del escrito. En numerosas ocasiones se ha contrapuesto la incomprensión de los Doce / los discípulos a la apertura del otro grupo de seguidores. Son estos últimos los que captan el mensaje de Jesús y lo traducen a la práctica. También el inesperado final del evangelio permite deducir el propósito principal de Marcos al escribirlo: presentar la persona, mensaje y actividad de Jesús con tal claridad que permitan neutralizar y rectificar las opiniones y prácticas deformadas de aquellos, que considerándose discípulos suyos, de hecho, ignoran el universalismo, se aferran a la idea de un Dios de poder buscan el medro personal e identifican el ideal cristiano con los ideales nacionalistas del judaísmo. En definitiva, de todos los que distorsionan el verdadero rostro de Dios, manifestado en Jesús.

LA BIBLIA

Mc 16,7

 Ea, marchaos, decid a sus discípulos y a Pedro: <<Va por delante de vosotros a Galilea allí lo veréis, como os había dicho>>.

El joven impide que las mujeres se demoren en el sepulcro y las despide con una orden (marchaos). Ya que han tenido la experiencia de que Jesús está vivo, tienen una misión que cumplir.

Les da un encargo para los discípulos y para Pedro. Lo que han experimentado en el sepulcro no pertenece al contenido que han de comunicar. De hecho, es incomunicable, por ser una experiencia personal. La fe en la resurrección no tiene su fundamento en un anuncio o una proclamación, sino en la experiencia del encuentro con Jesús resucitado.

Al enumerar los destinatarios del encargo, el joven menciona primero a los discípulos, designándolos como los propios de Jesús (sus discípulos); después a Pedro, como si no formara parte de ellos. De hecho, cuando el prendimiento de Jesús, todos los discípulos se mostraron cobardes, abandonándolo y huyendo (14,50), pero sólo Pedro acabó, más tarde, renegando por completo de Jesús y del grupo mismo (14,66-72). Su caso es excepcional, por eso se le nombra aparte. Las palabras del encargo, invitándolos a todos a reencontrarse con Jesús, restableciendo la relación con él, muestran el perdón por lo pasado y la necesidad particular que tiene Pedro de rectificar su postura. Ellos han abandonado a Jesús, y Pedro, además, renegado de él, pero él no los abandona ni reniega de ellos. Su amor no se desdice.

Una vez convencidas de que Jesús está vivo, las mujeres han de ir a decir a sus discípulos de parte de Jesús que vayan a Galilea, donde él les precederá (Va por delante de vosotros). Es la cita que les dio antes de llegar a Getsemaní (14,28), pero aquí añade una nueva precisión: allí lo veréis.

El empleo profético del futuro veréis (gr. opsesthe) se refiere siempre a la aparición de personajes o realidades pertenecientes a la esfera divina o procedentes de ella. De hecho es el que usó Jesús en su respuesta al sumo sacerdote: "Veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha de la Fuerza" (14,62). El verbo "ver" ha descrito también la experiencia del centurión ante la cruz (15,39: "Viendo") y la de las mujeres ante el joven (v. 5: "Vieron"). Para comprender correctamente la persona, el mensaje y la actividad de Jesús (cf. 4,12; 8,17-21), los discípulos tienen que llegar a la misma experiencia, y ésa sólo podrán tenerla en Galilea. Allí los espera Jesús para guiarlos de nuevo por el camino del seguimiento que, hasta ahora, no han sabido o querido recorrer con él.

Esto implica, en primer lugar, que deben abandonar Jerusalén y, con ella, los ideales del judaísmo, y, como han comprendido las mujeres, renunciar a un mesías de poder y a buscar la gloria de Israel como pueblo. Han de aceptar la muerte de Jesús y seguir sus pasos, su mismo itinerario, sabiendo que van camino de la vida definitiva.

Es decir, la muerte de Jesús no ha puesto fin a la misión, al contrario. En Galilea empezó Jesús su actividad, ahora les toca a ellos empezar la suya. Como a Jesús, también a ellos les espera la oposición de los poderosos, la persecución de los enemigos del mensaje cristiano y la posibilidad de sufrir la muerte. Pero ya tienen la garantía de que su tarea no será en vano: Jesús está vivo.

Galilea es, además, la frontera con los pueblos paganos. Su trabajo va a extenderse a ellos; deberán comenzar la misión universal a partir de Galilea, donde Jesús los llamó al seguimiento (1,16-21a). Han de retomar, desde el principio, el camino que no han sabido recorrer con Jesús. Él los espera para acompañarlos en la andadura y marcarles la ruta: es la promesa de su presencia en la misión futura.

Esto supone, para ellos, abrirse al universalismo. Han de ser pescadores de hombres (1,17), sin limitación alguna; aceptar y proclamar el amor de Dios que abraza por igual a todos los hombres y pueblos (4,11 Lect.: "el secreto del Reino de Dios"), y que ellos han de traducir en servicio y entrega (10,42-45). La salvación no se limita a Israel, se extiende a toda la humanidad, y esa tarea exige, por una parte, dedicación y entrega y, por otra, valor para soportar la oposición de un mundo injusto. Para ello tendrán la ayuda del Espíritu que Jesús les comunica.

La última frase del encargo: como os había dicho, garantiza el cumplimiento de lo anunciado por Jesús en 14,28, confiriendo a sus palabras un valor como el de la Escritura que allí se cita y subrayando la dependencia de los discípulos respecto a ellas.

LA BIBLIA

Mc 16,6

 Él les dijo: <<No os desconcertéis así. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado, no está aquí. Mirad el lugar donde lo pusieron.

Para sacarlas de su profundo asombro y su estupefacción el joven les dirige la palabra; quiere devolverles la serenidad (No os desconcertéis así), infundirles confianza, explicándoles lo ocurrido. En primer lugar, expresa en voz alta, de forma interrogativa, lo que ellas pretendían hacer: ¿Buscáis a Jesús el Nazareno?, pero omitiendo el propósito de ungirlo y refiriéndose a él como a una persona viva. Al usar en su pregunta el verbo "buscar", que en Mc implica siempre error o mala intención, orienta el sentido de la misma: su búsqueda era equivocada, porque pensaban encontrar el cadáver de Jesús. 

Para referirse a Jesús el joven no menciona ningún título cristológico; lo llama simplemente por su nombre, Jesús, y lo identifica por su procedencia, el Nazareno, subrayando fuertemente su origen humano.

El apelativo el Nazareno ha aparecido tres veces en el evangelio. La primera vez en boca del poseído de la sinagoga de Cafarnaún (1,24), que recordaba a Jesús su lugar de origen para tentarlo con un mesianismo de tipo político-nacionalista, acorde a la doctrina de los letrados (cf. 12,,35-37); la segunda, se encuentra entre lo que oye de la gente ("Al oír que era Jesús Nazareno") el ciego Bartimeo, figura de los discípulos (10,47), quien inmediatamente reacciona llamando a Jesús "Hijo de David"; la última, en boca de la criada que interpeló a Pedro en casa del sumo sacerdote (14,67), reprochándole ser partidario de un opositor al régimen. De hecho, el apelativo <<Nazareno>> sitúa el origen de Jesús en la región de los nacionalistas fanáticos y le atribuye ese espíritu.

El joven insinúa así que las mujeres buscaban a Jesús viendo en él la encarnación de su sueño frustrado de restauración de Israel. Querían honrarle ungiéndolo con aromas, reafirmándose en sus esperanzas mesiánicas, rendirle homenaje para reparar de algún modo la injusticia cometida con su muerte.

Pero el joven añade: el crucificado, del que ellas se mantuvieron a distancia (15,40: "observando de lejos"), el rechazado por Israel y cuya misión con ese pueblo ha acabado en el fracaso. Han de aceptar esta realidad de Jesús y, con ella, el fin de sus ideales de triunfo terreno, que se ha disipado con la cruz. Nazareno indica el lugar de procedencia de Jesús al comienzo de su actividad (1,9); crucificado, el modo en el que ha acabado su vida histórica.

Pero el participio perfecto pasivo estaurômenon (el crucificado) denota no sólo un acontecimiento del pasado, sino, además, un hecho permanente. En efecto, esa denominación señala a Jesús en el momento de su máximo acto de amor a la humanidad, y ese amor, manifestado en la cruz, perdura para siempre. El crucificado es el que está infundiendo el Espíritu sobre la humanidad (15,37) en toda época de la historia.

El joven mismo responde a la pregunta que acaba de hacer. Su afirmación es rotunda: ése que ha sido sentenciado a muerte por blasfemo por parte de las autoridades judías y condenado a la cruz como un rebelde por parte de Pilato, ése que consideráis una figura del pasado que ha fracasado por completo en su proyecto, ése ha resucitado. Las palabras del joven implican la inutilidad del homenaje que ellas han preparado. Pueden constatar que en el sepulcro no está Jesús (no está aquí), y esto significa que no permanece en la muerte, sino que está vivo.

Para confirmar la verdad de sus palabras, el joven añade: Mirad el lugar donde lo pusieron. Ese "lugar" (gr. topos) está en relación con el "lugar" (gr. topos) del Gólgota (15,22). En éste último sucedió lo visible, lo histórico: allí dieron muerte a Jesús. El "lugar" del sepulcro revela el otro plano de la realidad, el mundo nuevo que ha comenzado con la Resurrección. Jesús no está en el reino de la muerte, el lugar donde lo pusieron se encuentra vacío. Por eso es inútil buscarlo en este lugar de fracaso y frustración existencial. Para Jesús, el verdadero Mesías, no hay fracaso, la vida ha vencido a la muerte. Se cumplen así las predicciones de Jesús sobre la resurrección (8,31; 9,31; 10,34).

LA BIBLIA

miércoles, 14 de agosto de 2024

Mc 16,5

 Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, envuelto en una vestidura blanca, y se quedaron completamente desconcertadas.

Las mujeres no dudan; al ver el sepulcro abierto, entran en él; es el lugar de la muerte y es allí donde esperan encontrar el cuerpo sin vida de Jesús, pero será allí precisamente donde se les va a anunciar el triunfo de la vida sobre la muerte.

Nunca se dice que el sepulcro sea el de Jesús; el texto lo supone, pero no lo indica expresamente. Es el sepulcro genérico, el de todos; el símbolo de la muerte física del hombre. Al penetrar en él entran, sin saberlo, en contacto con el mundo nuevo; han pasado la frontera marcada por la muerte de Jesús, y están pisando el umbral de la nueva creación. Así como el sepulcro es el de todos, así la victoria de Jesús sobre la muerte es don de vida para todos.

El verbo "observar", usado en el versículo anterior (v. 4; cf. 14,40.47), que denotaba la incapacidad de las mujeres para comprender el sentido profundo de lo que contemplaban, se cambia ahora por el verbo "ver" (vieron, gr. eidon), que, como en el caso del centurión (15,39), denota una experiencia. Ahora las mujeres "ven", "descubren", "experimentan".

Dentro del sepulcro, en lugar de un cadáver, "ven" una figura humana, descrita por Mc con tres rasgos:

a) Es un joven, como el que huyó desnudo en Getsemaní (14,51); es decir, alguien en la flor de la edad, figura de la vida en su máximo esplendor.

b) Sentado a la derecha, un rasgo que espontáneamente trae a la memoria las palabras, referidas al Hijo del hombre, con las que Jesús manifestaba su condición divina ante el tribunal judío: "Veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha de la Fuerza" (14,62), alusión a Sal 110,1 en el que Dios se dirige al Mesías, diciéndole: <<Siéntate a mi derecha>> (cf. 12,36).

c) Envuelto en una vestidura blanca, el color de la gloria divina, que aluden tanto al "blanco deslumbrador" de la transfiguración (9,3) como, de nuevo, al joven que en Getsemaní dejó la sábana en que iba "envuelto", símbolo de su vida mortal, en manos de los que intentaban prenderlo (14,51s). El que huyó desnudo se encuentra ahora revestido de la vida inmortal, propia de Dios.

Estos rasgos hacen del joven figura de Jesús mismo en su estado glorioso, dando a entender que aquel que entregó su vida en la cruz sigue vivo y goza de la plena condición divina.

La escena se desarrolla con gran sobriedad. De hecho, ni el joven se da a conocer a las mujeres ni éstas manifiestan conocerlo a él. El encuentro se realiza sin la menor efusión, ni siquiera un saludo. El episodio del joven de Getsemaní (14,51-52) ofrecía por adelantado el desenlace de la pasión de Jesús. Aquí la misma presencia del joven ofrece, sin necesidad de palabras, la interpretación del sepulcro abierto: las mujeres, al entrar en él y "ver" al joven, tienen la experiencia de que Jesús está vivo y glorificado.

Es sorprendente, sin embargo, que, ante esta experiencia, la reacción de las mujeres no sea de alegría, sino únicamente de total desconcierto (se quedaron completamente desconcertadas). No expresan ningún otro sentimiento, ni de palabra ni de gesto. Cuando estaban convencidas de que todo había terminado para Jesús y para su obra, cuando iban a rendir al Mesías fracasado los últimos honores, sin renunciar por ello a sus ideales mesiánicos, de pronto se percatan de que estaban completamente equivocadas. Ellas, que han sido testigos de la muerte y sepultura de Jesús, pueden percibir ahora que aquella muerte no ha terminado con su vida.

Constatan así que la derrota de Jesús no ha sido tal, pero ven que su victoria nada tiene que ver con la restauración de Israel que ellas esperaban de él y con la que siguen soñando. Es la victoria definitiva sobre la muerte que corona el camino de entrega y de servicio de Jesús; del amor sobre el odio, de la libertad sobre la esclavitud, de la verdad sobre la mentira, de la misericordia y el perdón sobre la venganza y el rencor, del derecho del oprimido y de la justicia del débil sobre las pretensiones de los poderosos... Y esto las deja completamente desconcertadas.

LA BIBLIA

Mc 16,4

 Levantando la vista observaron que la losa estaba corrida (y era extraordinariamente grande).

Hasta entonces, ocupadas en la consideración de su impotencia, encerradas en sí mismas, no habían percibido la realidad. En cuanto amplían su horizonte (levantando la vista) se dan cuenta de que su problema no tenía fundamento. La losa está corrida. No hace falta señalar quién lo ha hecho. El mundo nuevo está ya presente.

Pero las mujeres no comprenden lo que esto significa. Por eso emplea de nuevo Mc el verbo "observar" (gr. theoreô), usado anteriormente para indicar la visión externa que tienen las mujeres de la muerte de Jesús en la cruz (15,40) y de su sepultura (15,47). Se quedan otra vez en la contemplación exterior (observaron), pero sin penetrar en el sentido de lo que ven.

En realidad, después de los reiterados anuncios de Jesús sobre su pasión, muerte y resurrección (8,31; 9,31; 10,33-34), el sepulcro debería haber estado siempre abierto para sus seguidores. La muerte no habría debido significar para ellos la cesación de la vida. Esto confirma que la forma como estas mujeres han seguido a Jesús no era la correcta (15,41a).

La losa está corrida, no hay separación entre la vida y la muerte. El sepulcro no es una prisión; la muerte no es un estado definitivo. No hay dos mundos, uno el de los vivos y otro el de los muertos; el abismo que entre ellos establecemos los seres humanos, no existe para Dios. La vida que él nos da, no se interrumpe con la muerte.

El sentido simbólico de la losa, junto con el de cerrar-abrir, correr-descorrer, está indicado por el nuevo dato de la magnitud de la misma (era extraordinariamente grande). Nada de esto se dijo en el momento de la sepultura de Jesús (15,46). José de Arimatea no tuvo dificultad en cerrar el sepulcro, porque es fácil pensar que la muerte vence a la vida; pero para las mujeres sería imposible abrirlo, pues ni siquiera les pasa por la cabeza que la vida pueda vencer a la muerte.

Extrañamente, no hay reacción de las mujeres ante la losa corrida. No se dan cuenta de su significado. Sólo piensan en que ahora les es posible llegar sin dificultad hasta el cuerpo de Jesús.

LA BIBLIA

APÉNDICES - MARCOS

El final abrupto de Mc y la omisión de toda aparición del Resucitado a sus discípulos dio pie, ya en el siglo II, a la adición de apéndices ...