1,1
- 1,1
- 1,2-5
- 1,6-8
- 1,9-13
- 1,14-15
- 1,16-21a
- 1,21b-28
- 1,29-31
- 1,32-34
- 1,35-38
- 1,39-45
- 2,1-13
- 2,14
- 2,15-17
- 2,18-22
- 2,23-26
- 2,27-28
- 3,1-7a
- 3,7b-12
- 3,13-19
- 3,20-21
- 3,22-30
- 3,31-35
- 4,1-9
- 4,10-25
- 4,26-32
- 4,33-34
- 4,35-5,1
- 5,2-10
- 5,11-17
- 5,18-20
- 5,21-24a
- 5,24b-34
- 5,35--6,1a
- 6,1b-6
- 6,7-13
- 6,14-16
- 6,17-20
- 6,21-29
- 6,30-33
- 6,34-46
- 6,47-53
- 6,54-56
- 7,1-13
- 7,14-15
- 7,17-23
- 7,24-31
- 7,32-37
- 8,1-9
- 8,10-22a
- 8,22b-26
- Mc 8,27-30
- 8,31-33
- 8,34-9,1
- 9,2-13
- 9,14-27
- 9,28-29
- 9,30-33a
- 9,33b-37
- 9,38-40
- 9,41-49
- 9,50
- 10,1-12
- 10,13-16
- 10,17-22
- 10,23-30
- 10,31
- 10,32-34
- 10,35-41
- 10,42-46a
- 10,46b-52
- 11,1-11
- 11,12-15a
- 11,15b-19
- 11,20-27a
- 11,27b-33
- 12,1-12
- 12,13-17
- 12,18-27
- 12,28-34
- 12,35-37
- 12,38-40
- 12,41-44
- 13,1-2
- 13,3-4
- 13,5-8
- 13,9-13
- 13,14-23
- 13,24-27
- 13,28-31
- 13,32-37
- 14,1-2
- 14,3-9
- 14,10-11
- 14,12-16
- 14,17-21
- 14,22-26
- 14,27-31
- 14,32-42
- 14,43-50
- 14,51-52
- 14,53-54
- 14,55-64
- 14,65
- 14,66-72
- 15,1
- 15,2-15
- 15,16-20
- 15,21
- 15,22-32
- 15,33
- 15,34-41
- 15,42-47
- 16,1-8
- Apéndices-Evangelio de Marcos.
martes, 28 de noviembre de 2023
Mc 3,31-35
Mc 3,35
<<Quienquiera que lleve a efecto el designio de Dios, ése es hermano mío y hermana y madre>>.
Jesús ensancha el horizonte. Lo que acaba de decir de los seguidores presentes lo extiende virtualmente a todo hombre, sin distinción de pueblos ni razas (<<Quienquiera que>>). Ser familia de Jesús, como lo son los que <<están en torno a él>>, queda ofrecido a todos.
La condición mencionada, <<llevar a efecto el designio de Dios>>, es un acto que toca realizar a cada individuo. Dios quiere ser Padre de todos los hombres comunicándoles su propia vida, el Espíritu, y esa vida se comunica por la adhesión a Jesús. El designio de Dios, expresión de su amor, es, por tanto, que los hombres, vinculándose a Jesús, participen de esa vida. El acto propio del hombre es la decisión de hacerlo (<<cumplir/llevar a efecto>>), como lo han hecho <<los que están sentados en torno a él>>, cuya cercanía a Jesús es figura de la adhesión incondicional (cf. 3,14 Lect.) Al tomar esa decisión, el hombre queda vinculado a Jesús y se siente objeto de su particular amor (<<hermano mío y hermana y madre>>). Por otra parte, la condición crea una exclusividad (<<ése>>): los que no la cumplen no pueden llamarse familiares de Jesús.
En la frase <<ése es hermano mío y hermana y madre>>, el único posesivo contrasta con la construcción de las frases anteriores, en las que aparecían dos posesivos: <<tu madre y tus hermanos>>. Desaparece, pues, la división en categorías; por parte de Jesús, cada seguidor tiene con él la misma relación. Existe con todos y cada uno un vínculo de solidaridad y afecto que compendia todos los que pueden existir dentro de la familia.
En el dicho de Jesús, la enumeración (<<hermano mío y hermana y madre>>) es más amplia que las anteriores (<<madre y hermanos>>), pero, sobre todo, cambia el orden, poniendo en primer término y haciendo resaltar la hermandad, vínculo que lo coloca en plano de igualdad con estos seguidores, como había sucedido con los discípulos al llamarlos <<los amigos del novio>> (2,19). Se incluyen todas las relaciones familiares que no implican dependencia, y se deja fuera la de <<padre>>, representante de la autoridad en la familia.
Así, Jesús, que es el centro del grupo (v. 32: <<sentados en torno a él>>; v. 34: <<en corro>>), no se atribuye superioridad ni ejerce dominio. Sus seguidores, unidos a él por un vínculo de adhesión y amor más fuerte que el de la sangre, no por eso pierden su libertad.
La mención de la <<hermana>>, que no aparecía entre los familiares que han ido a buscarlo, da a entender la igualdad de los sexos, mostrando su importancia en la familia y considerándola tan digna de cariño como el hermano.
La vinculación de Jesús a Israel como pueblo y su amor por él se fundaba en la calidad de pueblo elegido, y por eso existían antes de la llamada y de la convocación. De ahí que, en el caso de los Doce (3,13-19), el amor de Jesús y la correspondencia a él por parte de los Doce se expresen separadamente, como sucesivos en el tiempo: <<a los que él quería>> (3,13) expresa el amor antecedente de Jesús a Israel; <<para que estuvieran con él>> (3,14) muestra la respuesta de adhesión/amor que espera Jesús de los que ha convocado. En cambio, su vinculación al resto de la humanidad es consecuente a la decisión de los individuos, a partir de la cual se instaura la nueva relación de familia; de ahí que se describa con términos que indican reciprocidad simultánea: <<hermano, hermana, madre>> (3,35).
Esta perícopa, situada después de la constitución de los Doce o Israel mesiánico (3,13-19), presenta, pues, como tal, a un grupo de seguidores ya existente (2,15) y paralelo al de los Doce, el que procede de la humanidad no israelita. <<Los Doce>> es una denominación delimitante, pues el número simboliza a Israel. Este otro grupo, aunque está constituido, no tiene frontera (multitud): la posibilidad de pertenecer a la familia de Jesús queda abierta, para permitir la integración de todos los pueblos (<<Quienquiera que lleve a efecto>>).
El tríptico (3,20-21.22-30.31-35) presenta así en paralelo los dos grupos que constituyen la comunidad de Jesús: el primero, representado por <<los Doce>>, está en <<la casa>> (3,20), figura precisamente de su condición de Israel definitivo (<<la casa del nuevo Israel>>). El segundo, apiñado en torno a Jesús (3,31-35), tiene su identidad propia, pues puede hablarse de un <<fuera>>, pero no tiene <<casa>> que lo delimite: está abierto a toda la humanidad.
Mc 3,33-34
Él les replicó: <<¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?>> Y, paseando la mirada por los que estaban sentados en corro en torno a él, dijo: <<He aquí mi madre y mis hermanos>>.
La pregunta retórica que hace Jesús atrae la atención sobre la gravedad de la cuestión que está en juego y es señal de que va a plantear la índole del vínculo familiar de modo completamente distinto. La pregunta pone en cuestión que los que lo buscan sean familiares suyos, aunque se llamen tales. Va a definir lo que él entiende por su familia. En el original griego, los verbos <<replicar>> y <<decir>> están en presente (<<les replica>>, <<dice>>), mostrando que las palabras de Jesús son válidas para todo tiempo.
La introducción descriptiva al dicho de Jesús (<<paseando la mirada, etc.>>) crea expectación y realza su importancia. Es la segunda vez que Mc menciona una mirada de Jesús en torno: la primera fue en la sinagoga, sobre los fariseos, sin palabras pero con ira (3,5); ahora su mirada recorre a los que tienen alrededor, y el cariño que encierra va a quedar patente en las palabras que la acompañan.
A su familia natural contrapone Jesús estos seguidores suyos que lo rodean (<<He aquí mi madre y mis hermanos>>) y que están con él incondicional y establemente. Mc subraya esta disposición repitiendo la frase <<sentados en corro en torno a él>>. Los que <<se quedan fuera>> no son para Jesús madre y hermanos.
La familia debería tener objetivos comunes. El de Jesús es el de Dios mismo, ofrecer a toda la humanidad la liberación del pasado pecador y la plenitud de vida (2,1-13). Sus familiares lo rechazan y se encierran en el exclusivismo judío, en la línea de los letrados.
Jesús se encuentra ante una opción entre dos vínculos: el natural de la sangre (la familia, su gente) y el libre creado por la adhesión (los seguidores de fuera del judaísmo). No duda un momento: rompe con los familiares que rechazan su programa. Para Jesús, el vínculo creado por la adhesión es más fuerte y valedero que los de sangre. Lo que une estrechamente a los hombres es la comunidad de objetivos e ideales, más allá del parentesco natural.
Además, siendo el parentesco figura del origen judío de Jesús y del ambiente en que ha vivido, la opción que hace significa que no sólo ha roto con la institución judía, sino que se desvincula de sus raíces, cuyos representantes lo rechazan, y se vincula a la humanidad como tal. Jesús no se define ya como judío, sino como hombre.
La relación de Jesús con sus seguidores es de intimidad, amor, solidaridad. <<Madre>> denota afecto; <<hermanos>>, afecto e igualdad. En boca de Jesús, la declaración subraya el amor y la solidaridad con que él se considera ligado a los suyos.
El antiguo clan, basado en el parentesco de sangre, cede el paso a la nueva comunidad, basada en la adhesión libre a Jesús. Contra la expectación judía, el reino de Dios no tiene por base la familia ni la raza, sino la opción; no la herencia, sino la libertad.
Mc 3,32b
Le dijeron: <<Mira, tu madre y tus hermanos te buscan ahí afuera>>.
Algunos innominados transmiten a Jesús el recado de sus familiares. El verbo <<buscar>> tiene en Mc un matiz peyorativo (cf. 1,37); aquí, el propósito de impedir la actividad de Jesús.
Se repite la indicación <<fuera>>, que muestra el desprecio y el rechazo de los familiares por la gente que rodea a Jesús y la censura implícita del modo de proceder de éste. El vínculo de sangre queda frustrado por la postura ideológica de los parientes.
Mc 3,32a
Una multitud estaba sentada en torno a él.
Aparece el obstáculo que se interpone entre los familiares y Jesús: éste está rodeado de una multitud de gente sentada.
Es la segunda multitud que aparece en el tríptico. La primera, una multitud judía simpatizante de Jesús, se reunía en <<la casa>> del nuevo Israel, impidiendo a los Doce tomar su alimento (3,20). Esta multitud es diferente (<<una multitud>>, no, <<la/aquella multitud>>) y no está en <<la casa>>, mostrando que no pertenece a Israel. Tampoco <<se reúne>> está ya reunida en una actitud de estable y permanente cercanía a Jesús (<<sentada>>, <<en torno a él>>).
<<Estar sentados en torno a Jesús>> equivale a <<estar con él>>, primera intención de Jesús al constituir a los Doce (3,14). Lo que allí, respecto al Israel mesiánico, era un propósito, aquí, con este grupo, es realidad. Son, por tanto, seguidores de Jesús, pero distintos de <<los discípulos/los Doce>>.
Esta multitud corresponde, pues, al segundo grupo de seguidores que aparecía en la escena del banquete en <<la casa/hogar>> (2,15), a los <<muchos recaudadores y descreídos>> que compartieron la mesa con Jesús y sus discípulos; Mc insistía sobre su número y sobre el seguimiento (<<de hecho, eran muchos y lo seguían>>). Son ésos, los excluidos de Israel, virtualmente la humanidad fuera de Israel, los que ahora rodean a Jesús y los que, con su cercanía estable (<<sentados en torno>>), muestran su plena adhesión a él y a su mensaje.
La calidad de esta multitud es el obstáculo que encuentra la familia para acercarse a Jesús. Está rodeado de un círculo de <<impuros>>, y los familiares, como en otra ocasión los fariseos letrados (2,16), no pueden mezclarse ni tener contacto con tal clase de gente. Siguen la doctrina oficial y respetan la discriminación basada en la Ley. También ellos desaprueban que Jesús tenga contacto con <<los pecadores>>.
Queda así <<fuera>> la familia <<carnal>> de Jesús, la madre y los hermanos, que lo buscaban para llevárselo. Es decir, una vez constituido el Israel mesiánico, los círculos nacionalistas próximos al entorno familiar de Jesús rechazan su programa y pretenden neutralizar su iniciativa.
Por otra parte, <<los de fuera>> era el modo como los judíos designaban a los herejes y a los paganos. Ahora, respecto a Jesús, sus familiares <<se quedan fuera>>; al no aceptar al grupo que rodea a Jesús y mantener el principio de discriminación prueban que no conocen al verdadero Dios.
Los que rodean a Jesús son <<multitud>>: este dato señala el éxito del mensaje entre los que no proceden del judaísmo o están en ruptura con él. Referida al tiempo de Marcos, la escena muestra que es la existencia de numerosas comunidades cristianas de origen pagano la que impide que la novedad y el mensaje de Jesús queden secuestrados por el espíritu del judaísmo.
El número doce representa el pueblo elegido; la <<multitud>>, por el contrario, es un grupo numeroso, pero carece de rasgos distintivos que lo constituyan <<pueblo>>. De hecho, los que <<están en torno a él>> pueden proceder de cualquier pueblo y cultura; su identidad como grupo no es una herencia del pasado, se crea por su vinculación a Jesús.
Hay que notar que el verbo inicial de la narración (<<Llegó>>) se encuentra en griego en presente (<<Llega>>), recurso literario que saca el relato del tiempo de Jesús para llevarlo al del evangelista: se indica así que la situación descrita existe o, al menos, continúa cuando se escribe el evangelio; prosigue el deseo de anular el mensaje universalista de Jesús y no cesa la protesta por la admisión de paganos en las comunidades cristianas, actitud propia de los círculos judíos o judaizantes.
Mc 3,31
Llegó su madre con sus hermanos, y, quedándose fuera, lo mandaron llamar.
El verbo en singular (<<Llegó>>) destaca la figura de la madre. Ni ella ni los hermanos llevan nombre propio, lo mismo que antes la expresión <<los suyos>> (3,21). Este anonimato los hace aparecer más como figuras representativas que como personas físicas. <<Su madre>> representa el origen de Jesús, es decir, la comunidad humana donde se ha criado; <<sus hermanos>>, los miembros de esa comunidad. Esta familia está en relación con el apelativo <<Nazareno>>, aplicado a Jesús por el poseído de la sinagoga (1,24) para recordarle su procedencia de la región montañosa de Galilea, donde existía un nacionalismo exacerbado y una adhesión fanática a los ideales del judaísmo. Se muestra la hostilidad hacia Jesús en su propio ambiente (3,21). Son los que han convivido con él, pero no están de su parte.
La reacción de los familiares de Jesús estaba provocada por la constitución de los Doce, que había subrayado la ruptura de Jesús con la institución judía (3,21 Lect.). Por eso, en el centro del tríptico (3,22-30) denuncia Jesús a esta institución, representada por los letrados de Jerusalén (3,27). El enclave de la escena con los letrados entre las dos en que aparece la familia de Jesús indica que la oposición de ésta se debe a la sumisión de los familiares a los letrados y a su doctrina.
La llegada es el final del viaje prometido (3,21). Llegan, por tanto, con intención de apoderarse de Jesús, por considerarlo demente. Sin embargo, <<se quedan fuera>>. La mención de un <<fuera>> implica la de un <<dentro>>, pero no se nombra local alguno ni, en particular, <<la casa>>, como en 3,20. Jesús no está en <<la casa>> del nuevo Israel; está dentro de un ambiente al que sus familiares no pertenecen ni quieren pertenecer.
El hecho de <<quedarse/detenerse fuera>> interrumpe el movimiento de los familiares y aplaza la ejecución de su propósito sobre Jesús (3,21: <<echarle mano>>); implica que existe un obstáculo a su contacto directo con él. <<Quedándose fuera>>, sin acercarse a Jesús, lo mandan llamar por medio de unos intermediarios, mostrando arrogarse cierta autoridad sobre él.
Mc 3,22-30
Mc 3,22
Mc 3,27
Mc 3,28
Mc 3,29
Mc 3,30
- También las autoridades centrales quieren neutralizar el peligro que representa Jesús para la institución. Unos letrados (maestros de la ideología oficial), llegados de Jerusalén, lo difaman, acusándolo de magia (ser agente del jefe de los demonios); afirman, por tanto, que liberar de la sumisión a la doctrina oficial (expulsar demonios), como hace Jesús, es un mal, y que Jesús es un enemigo de Dios (agente del diablo) (22). Aunque eludían el encuentro, Jesús los convoca, mostrando así su autoridad sobre los enemigos del reino de Dios (23). Les demuestra lo absurdo de su acusación: Satanás (figura del poder y de la ambición de poder) no dará nunca verdadera libertad al hombre, sería destruirse a sí mismo (24-26). Al rebatirles la acusación, muestra Jesús que son ellos los que están de parte de Satanás (el poder) y contra la libertad del hombre. El fuerte (27), figura satánica de poder, representa la institución judía; su casa, el ámbito de su dominio; Jesús pretende sacar al pueblo (sus bienes) del dominio de la institución, anulando el influjo de ésta (atar/o), ejercido mediante la doctrina. Afirmación solemne y grave: todo puede ser perdonado (28) excepto el insulto al Espíritu Santo (29), la mala fe, mostrada aquí al atribuir al espíritu inmundo (30) la liberación que efectúa el Espíritu de Dios (los letrados conocían bien la historia de Israel, que tuvo principio con la liberación de Egipto, y los escritos proféticos, cf. Is 1,17; 58,6s; 61,1; J r 21,11 s; 22, 15s; Ez 34,2-4; Sal 72,4.12-14).
Mc 3,30
Es que iban diciendo: <<Tiene dentro un espíritu inmundo>>.
Mc identifica la actividad difamatoria de los letrados con el insulto al Espíritu Santo (<<Es que>>). Ellos, maestros de Israel, conocían perfectamente la historia del pueblo, que tuvo principio con la liberación de Egipto, y los escritos proféticos, en los que se clama por la liberación de la injusticia; pero, como ellos dominan al pueblo con el poder religioso, no toleran una actividad que pueda ponerlo en cuestión y, naturalmente, no quieren que los hombres se liberen de las categorías del poder y sean libres.
El eliminar en los individuos el fanatismo ideológico, Jesús está poniendo las bases del entendimiento entre los hombres, condición para una nueva sociedad. Pero los dirigentes religiosos, que inculcan la ideología, no quieren una sociedad nueva, en la que su papel dejaría de existir.
Mc repite el punto principal de la acusación porque según la opinión que se tenga de una persona se enjuiciará su actividad. Así, al descalificar a Jesús afirmando que está poseído, los letrados hacen sospechosa no solamente la liberación de los endemoniados, sino todo lo que ha hecho hasta el momento: la supresión de la discriminación legal (1,39-45), la proclamación de la universalidad del reino de Dios (2,1-3.14.15-17), la invalidación de las instituciones (2,18-22), la superación de la Ley (2,23-3,7a), el don al hombre de la libertad de acción (3,1-7a) y, en particular, la constitución del Israel mesiánico (3,13-19), que funda la alternativa al sistema de ellos.
Mc 3,29
<<pero quien insulte al Espíritu Santo no tiene perdón jamás; no, es reo de una ofensa definitiva>>.
Hay una sola ofensa que no tiene posibilidad de perdón: el insulto al Espíritu Santo, que Mc identifica inmediatamente con la afirmación de los letrados de que Jesús estaba poseído por un espíritu inmundo (v. 30). La oposición entre <<santo>> e <<inmundo>> es patente. El Espíritu Santo es el Espíritu de Dios, el que mueve a actuar por amor, como Dios mismo; el Espíritu inmundo es aborrecible para Dios, porque impulsa al odio y a actuar en contra del hombre. Quien se atreve a decir que el espíritu que mueve a Jesús es un espíritu inmundo insulta al Espíritu de Dios (1,10).
El insulto al Espíritu implica negar la evidencia de los hechos. No es un pecado ocasional provocado por una circunstancia pasajera, sino una actitud refleja y corrompida: la del que, conociendo la verdad, no quiere reconocerla. Es la definición de la mala fe.
La afirmación de los letrados se ha debido a la actividad de Jesús en favor de los hombres, uno de cuyos ejemplos ha sido la liberación de los endemoniados/fanáticos. Declarar que es contrario a Dios eliminar el fanatismo ideológico y el espíritu de odio y violencia es insultar al Espíritu Santo. Pero quienes oprimen a los demás utilizando para ello el nombre de Dios no tienen más remedio que negar el origen divino de la liberación que Jesús efectúa: sólo así podrán justificar la opresión que ejercen. Mientras se nieguen a reconocer la evidencia, ellos mismos se excluyen del perdón. La mala fe es una opción consciente y obstinada contra la verdad, que, por nacer de inconfesables intereses, no está dispuesta a rectificar; por eso es una <<ofensa definitiva>>, incancelable, porque hace ineficaz la misericordia divina.
La mención del perdón remite también a la predicación de Juan Bautista, que lo prometía a los que demostrasen públicamente su deseo de enmienda mediante el bautismo con agua (1,4). Los que actúan de mala fe no obtendrán nunca el perdón, porque su actitud excluye la enmienda, que es la condición indispensable.
La actitud de los letrados es peor que la obcecación de los fariseos de la sinagoga (3,5); aquéllos eran fariseos discípulos, que seguían ciegamente la doctrina que les enseñaban; éstos son los maestros, los que dictaminan sobre la doctrina y establecen la ortodoxia.
Mc 3,28
<<Os aseguro que todo se perdonará a los hombres, las ofensas y, en particular, los insultos, por muchos que sean;>>
Acabada su argumentación, termina Jesús con una declaración solemne (<<Os aseguro>>) que contiene una promesa consoladora y una amenazadora denuncia. En ella responde a la primera acusación de los letrados, <<tiene dentro a Belcebú>>.
La promesa (<<todo se perdonará>>) corresponde a lo que él ha practicado en su actividad anterior. Ha mostrado que no hay hombre irrecuperable, por pésimo que haya sido su pasado (2.14.15).
<<Ofensas>> difiere de <<pecados>> (1,4.5; 2,5) en que éstos designan las acciones injustas más bien en cuanto desvían y dañan al sujeto que las comete, mientras <<ofensas>> designa las mismas acciones desde el punto de vista de su efecto, es decir, del daño o perjuicio que causan a otro. Entre ellas se encuentran <<los insultos>> o <<calumnias>>.
La declaración de Jesús habla de los hombres en general, sin limitación de sujetos ni de clase o número de ofensas. El dicho de futuro (<<se perdonará>>), unido a la certeza (<<os aseguro>>), adquiere carácter profético: anuncia la extensión universal del perdón. El verbo <<perdonar>> remite al episodio del paralítico (2,5); es, por tanto, la adhesión a Jesús la que es capaz de borrar el pasado pecador de cualquier hombre.
miércoles, 22 de noviembre de 2023
Mc 3,27
<<Pero no, nadie puede meterse en la casa del fuerte y saquear sus bienes si primero no ata al fuerte; entonces podrá saquear su casa>>.
El <<Pero no>> inicial continúa y desarrolla la negación implícita en la pregunta inicial: <<¿Cómo puede [un] Satanás, etc.?>> El hecho de expulsar demonios muestra que Jesús no se comporta como agente de Satanás, sino como su enemigo. Ahora la expone la explicación lógica.
<<El fuerte>> designa indudablemente a Satanás, como lo muestra el paralelo entre <<expulsar demonios>> y <<saquear la casa del fuerte>>. Al mismo tiempo, la denominación <<el fuerte>> está relacionada con 2,17: <<los que son fuertes>>, que designaba a las clases dirigentes de Israel y, en aquel contexto, a los fariseos letrados (2,17 Lect.). <<La casa del fuerte>> es el ámbito donde éste ejerce su dominio y en el que se encuentran sus posesiones.
La actividad del que penetra en la casa del fuerte no consiste en destronarlo y tomar posesión de su casa, sino en saquear la casa, llevándose lo que contiene y dejándola vacía. Es lo que está haciendo Jesús con la institución judía, como ha aparecido en el episodio de la sinagoga de Cafarnaún (1,21b-28), pero sin crear una institución paralela (1,33 Lect.). <<La casa del fuerte>>, es, pues, una figura de la institución religiosa judía, gobernada desde Jerusalén por el círculo de poder del que forman parte estos letrados (v. 22: <<bajados de Jerusalén>>).
<<Atar al fuerte>> significa reducirlo a la impotencia, impidiéndole defender lo que tiene por suyo. <<El fuerte>> (Satanás) ejerce su influjo cuando el hombre hace suya una ideología de ambición, odio y violencia. Con su enseñanza y actividad, Jesús quita su base a esa ideología, y <<el fuerte>> queda inerme; tiene que ver que se llevan lo suyo sin poder retenerlo, porque los que tenía sujetos se desvinculan ellos mismos de su dominio.
Bajo estas imágenes se dibuja la estrategia de Jesús frente a la institución judía. Él no la combate directamente, sino que elimina su influjo y el de su doctrina sobre el pueblo; y no lo hace imponiendo su autoridad frente a la de la institución, sino mostrando que ésta y su doctrina son contrarias al designio de Dios; lleva así a los individuos a la convicción personal, con lo que el hombre queda libre y el sistema desarmado para actuar. Es capaz de hacer esto porque él mismo es inmune a la tentación del poder (1,14 Lect.).
Al explicar el significado de su actividad dirigiéndose a los letrados, Jesús denuncia que la institución de poder religioso representada por ellos es satánica, es decir, enemiga del hombre y de Dios; en consecuencia, afirma su pleno derecho a sacar al pueblo (<<sus bienes>>) de su dominio, eliminando el influjo que ejerce con su doctrina.
Los letrados acusan a Jesús de estar endemoniado porque invalida la institución judía. Jesús retuerce el argumento: la invalida porque es ella la que está endemoniada. La alarma y la resistencia de los letrados se ha mostrado en su actividad difamatoria contra Jesús; han llegado de Jerusalén precisamente para contrarrestar el creciente influjo de Jesús sobre el pueblo e impedir que la casa se les quede vacía.
Mc 3,24-26
<<Si un reino se divide internamente, ese reino no puede seguir en pie; y si una familia se divide internamente, no podrá esa familia seguir en pie. Entonces, si Satanás se ha levantado contra sí mismo y se ha dividido, no puede tenerse en pie, le ha llegado su fin>>.
Jesús apela a la experiencia común, al caso de una guerra civil que destroza un reino o de una discordia que deshace una familia. Los dos ejemplos son incontrovertibles. La división es causa de ruina a nivel social y a nivel familiar.
La conclusión (<<Entonces>>) muestra lo absurdo de la afirmación de los letrados: si un agente de Satanás (= el poder y la ambición de poder) libera a los hombres de la ideología del poder, Satanás mismo está provocando su propia ruina, pues al dar libertad al hombre, se está destruyendo a sí mismo.
Al rebatirles la acusación, muestra Jesús que son ellos, los que se oponen a su actividad liberadora, quienes están de parte de Satanás y contra la libertad del hombre.
Mc 3,23
Él los convocó y, usando analogías, les dijo: <<¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás?>>
Jesús conoce la campaña que se hace contra él y quiere atajarla. Como los letrados de Jerusalén no se han atrevido a enfrentarse con él y han adoptado la táctica de la difamación, Jesús <<los convoca>>, usando su autoridad, y los letrados atacan esa autoridad que intentaban desacreditar. Lo mismo que los <<espíritus inmundos>> no podían resistir a Jesús (1,27), tampoco los letrados. Mc insinúa un paralelo entre unos y otros, que va a ser explicitado en el texto.
Como antes en la sinagoga con los fariseos (3,4), Jesús no empieza con una invectiva contra sus adversarios, sino que les propone un razonamiento. Quiere mostrarles la contradicción que entrañan sus afirmaciones y la consecuencia contraria que se deduce de los hechos. Por primera vez aparece en el texto griego el término <<parábolas>>, cuyo significado es muy amplio y que, en este pasaje, equivale a <<analogías>> o <<comparaciones>>.
Jesús empieza su argumento por la segunda acusación, pues si ésta queda rebatida, la primera cae por su base. <<Satanás expulsa a Satanás>> equivale a <<expulsar a los demonios con el poder del jefe de los demonios>> (3,22). Los demonios se consideraban esbirros de Satanás, su jefe, agentes suyos. La forma misma de la pregunta de Jesús manifiesta lo absurdo de la acusación.
<<[El] Satanás>> o <<el Enemigo>>, con artículo, es en Mc figura del poder, que corrompe y tienta al hombre (1,13); [un] Satanás, sin artículo, como aparece en este texto, es un agente suyo y, como él, <<un enemigo>> del hombre y de Dios. La pregunta de Jesús presente, pues, dos agentes de Satanás; uno no podría combatir al otro, pues ambos dependen de un mismo jefe y propugnan los mismos intereses.
Teniendo en cuenta el sentido figurado de <<Satanás>>, el poder dominador, se entiende el sentido de la pregunta. Quien sea agente del poder o lleve en sí la ambición de poder nunca liberará a un hombre de la ideología de poder y violencia que lo posee y lo somete (el demonio o espíritu inmundo); desacreditar el poder y dar libertad significa echar abajo el poder mismo, ajeno o propio. A quien ambiciona el poder no le interesará liberar a los endemoniados ( = fanáticos del poder y la violencia), sino ganarlos para su causa.
En la sociedad judía que presente Mc, la ideología del poder se concreta en el exclusivismo nacionalista y violento de la doctrina enseñada por los letrados (1,23 Lect.). Éstos no toleran, por tanto, que Jesús separe a la gente de esta doctrina, ni siquiera a los fanáticos de ella (los endemoniados). Al tacharlo de endemoniado, identifican su propia causa con la de Dios.
Mc 3,22
Los letrados que habían bajado de Jerusalén iban diciendo: <<Tiene dentro a Belcebú>>. Y también: <<Expulsa los demonios con el poder del jefe de los demonios>>.
Hacía tiempo que las autoridades centrales debían de tener noticia de la actividad de Jesús, dado el número de gente que había acudido a él desde Jerusalén y Judea (3,7b-8); ahora, además, la noticia de que Jesús ha pretendido constituir un nuevo Israel ha alcanzado la capital. Ante esta nueva y radical actitud y la simpatía que despierta entre numerosos judíos (3,20), la reacción del centro es inmediata: unos maestros de la Ley procedentes de Jerusalén bajan a Galilea; se trata, sin duda, de una comisión oficial. Las autoridades centrales quieren neutralizar el peligro que representa Jesús para la institución.
No pretenden investigar ni dialogar con Jesús; su juicio sobre él está formado. Se proponen desacreditarlo y comienzan una campaña de difamación (<<iban diciendo>>).
Los parientes de Jesús, partidarios de la institución, habían dicho que estaba loco. Los letrados, en cambio, dan un juicio teológico: Jesús no es un loco irresponsable, sino un enemigo de Dios, un poseído por el demonio. No ofrecen pruebas de lo que dicen; simplemente intentan destruir la indiscutible autoridad de Jesús oponiéndole su propia autoridad de teólogos y maestros reconocidos de la Ley; y no ya provincianos, sino llegados de la capital misma, centro religioso de Israel y sede de sus instituciones. A la autoridad del Espíritu, presente en Jesús (1,22; 2,10), oponen su propia autoridad doctrinal, otorgada por la institución religiosa. Ellos son los representantes y custodios de la ortodoxia oficial.
Pretenden lograr un descrédito radical. Su primera afirmación es un ataque directo a la persona de Jesús. <<Tiene dentro a Belcebú>>, es decir, está poseído por un espíritu inmundo (cf. v. 30) que dirige sus actos; en consecuencia, es un impuro, aborrecible para Dios; su actividad está dirigida por las fuerzas del mal; es un enemigo de Dios, un heterodoxo o hereje, porque niega la validez de la doctrina y las instituciones tradicionales, que, según la teología oficial, tenían su origen en Dios mismo.
El uso del nombre de Belcebú en lugar de <<espíritu inmundo>> o <<Satanás>> puede indicar que la afirmación de los letrados expresa y fomenta la creencia popular en la posesión diabólica, mientras que, para Mc, <<Satanás>>, <<espíritu inmundo>> o <<demonio>> son términos de valor figurado (cf. 1,13.23.34).
La segunda afirmación de los letrados intenta prevenir la objeción que saltaba a la vista de cualquiera: ¿cómo puede ser agente de Belcebú uno que expulsa demonios (1,34; cf. 1,23-26), combatiendo su dominio? Los letrados afirman que esta actividad la realiza Jesús con poder del jefe de los demonios, es decir, de Satanás. En otras palabras: lo acusan de magia (hacer cosas extraordinarias con un poder diabólico), condenada con la muerte. Su intención coincide con la de los fariseos y herodianos de Galilea (3,6).
Los letrados no mencionan la constitución de los Doce, pero la atacan indirectamente al afirmar que Jesús está poseído; se refieren solamente a la expulsión de demonios, que daba pie a una evidente objeción contra ellos y en la que se manifestaba claramente la autoridad de Jesús, su poder de persuasión, con el que liberaba a los fanáticos de la ideología de violencia, que los poseía.
Mc 3,20-21
Mc 3,20 https://evangeliodemarcosporjuanmateos.blogspot.com/2023/11/mc-320.html
- Mc 3,21 https://evangeliodemarcosporjuanmateos.blogspot.com/2023/11/mc-321.html
- La constitución del Israel mesiánico, que sustituye e invalida al antiguo (1,15; 2,21s), es un desafío a las autoridades judías. La opinión popular se divide. Una multitud, evidentemente descontenta del sistema, se apiña «en casa» (gr. oikos, cf. 2,1; ahora la casa del Israel mesiánico). Los allegados de Jesús, en cambio, juzgan su acción una locura e intentan impedir su actividad.
Mc 3,21
al enterarse los suyos, se pusieron en camino para echarle mano, pues decían que había perdido el juicio.
La noticia del cisma consumado por Jesús frente a la institución judía llega a oídos de sus parientes, sin que el texto señale el lugar donde están ni precise quiénes eran. La expresión usada por Mc, <<los suyos>>, difiere de la empleada por los Doce, <<para que estuvieran con él>> (3,14), que designaba la plena adhesión; <<los suyos>>, por el contrario, han tenido con Jesús una proximidad meramente física.
Por parte de los familiares de Jesús, la reacción a la noticia es violenta. No aprueban lo que ha hecho y se ponen de camino para <<echarle mano>> y privarlo de la libertad de acción. No van, pues, a dialogar con Jesús; han tomado su decisión sin contar con él y están dispuestos a ejecutarla.
Estiman que la actividad de Jesús, que supone y fomenta la ruptura con los valores e instituciones del judaísmo, es inadmisible. Son, pues, personas adictas a la institución judía y a lo que ella representa. El término vago <<los suyos>> indica que no se trata sólo de familiares, sino de hermanos de raza, de círculos judíos incondicionales del sistema, que no pueden tolerar que Jesús pretenda invalidad el antiguo Israel.
El modo de proceder de Jesús les parece una locura (<<Ha perdido el juicio>>). De hecho, la reaparición pública de Jesús en compañía de los Doce y la reacción favorable de una considerable multitud se percibe como un reto a la institución judía. Jesús ha osado negar la validez de las instituciones tradicionales, y eso es tan inaudito e inaceptable que se califica como demencia. Ciertos grupos de algún modo cercanos a Jesús se sienten amenazados por el paso que ha dado y se defienden. Quieren neutralizarlo y, al mismo tiempo, justificar su propia postura aplicándole la etiqueta de loco. Esto muestra el escándalo producido por la conducta de Jesús en los círculos tradicionalistas.
La perícopa describe, pues, dos reacciones populares ante la iniciativa de Jesús: una, mayoritaria, de simpatía; otra, propia de ciertos círculos cercanos a Jesús, de rechazo total. Cada reacción implica una actitud inversa, de rechazo o de adhesión respectivamente, respecto a las instituciones religioso-políticas.
Mc 3,20
Fue a casa, y se reunió de nuevo tal multitud que no podían ni comer pan;
Se menciona una <<casa>> sin localización precisa y se alude (<<de nuevo>>) a la afluencia de gente a <<la casa>> de Cafarnaún (2,1.4), que era figura de <<la casa de Israel>> (2,1 lect.). Ahora, una vez constituido el nuevo Israel, representado por el grupo de <<los Doce>>, existe la nueva <<casa de Israel>>, por oposición a la antigua. No se menciona Cafarnaún, el escenario es Galilea, como en los últimos episodios de la sección anterior (2,23 Lect.). La precisión <<de nuevo>> indica que, como en Cafarnaún, también aquí la multitud es judía.
Se notará que Mc no emplea en esta ocasión el verbo <<congregarse>> (gr. synagomai), emparentado con <<sinagoga>> (1,33; 2,2), sino <<reunirse>> (gr. synerkhomai). Al principio, después de su actividad en la sinagoga (1,21b-28), los judíos de Cafarnaún habían visto en Jesús un reformista, líder de una institución paralela (1,33 Lect.; 2,2), pero, cuando Jesús les expuso el mensaje de la universalidad, lo habían aceptado (2,3-13). Ahora, después de la ruptura con la institución y de la constitución de los Doce, muchos judíos de Galilea (<<una multitud>>) comprenden que Jesús funda una realidad nueva, un nuevo Israel. Este desafío a la institución, en vez de alejarlos, los atrae; existe, pues, un gran descontento en el pueblo con el sistema religioso-político vigente. La multitud que acude a la casa muestra valentía, pues Jesús es ya un heterodoxo, muy mal visto por los letrados y fariseos que dominan la institución sinagogal (2,16.24; 3,6). Puede apreciarse que desee el primer episodio de la sinagoga (1,21b-28) se ha ido verificando en muchos una liberación progresiva del influjo de los círculos oficiales. Mucha gente desea libertad y espera encontrarla en esta nueva <<casa>>.
Ni Jesús ni los discípulos se oponen a la afluencia de la multitud; la <<casa>> del nuevo Israel no está cerrada, sino abierta a todos los israelitas (cf. 3,13: <<a los que él quería>>). El texto señala que mucha gente de Galilea simpatiza con la iniciativa de Jesús, pero no añade que lo sigan (cf. 2,15); de este modo, Mc matiza que esta adhesión multitudinaria es superficial y no se traduce en compromiso.
La expresión <<comer pan>>, equivalente de <<tomar alimento>>, se usaba como metáfora del estudio de la Ley, llamada <<alimento>> y <<pan>>. El propósito de Jesús al ir a la casa es, por tanto, que el Israel mesiánico que acaba de constituir penetre y asimile su mensaje, el significado de la convocación y el sentido universal de la misión; quiere comunicar con ellos para llevarlos a la plena adhesión (3,14: <<para que estuviesen con él>>), pero no puede por la presencia de la multitud.
El éxito popular impide al nuevo Israel (<<los Doce>>) profundizar en su adhesión a Jesús y en el sentido de la misión universal a que Jesús los destina.
domingo, 19 de noviembre de 2023
Mc 3,13-19
Mc 3,13 https://evangeliodemarcosporjuanmateos.blogspot.com/2023/11/mc-313.html
Mc 3,14-15
Mc 3,16-17https://evangeliodemarcosporjuanmateos.blogspot.com/2023/11/mc-316-17.html
Mc 3,18 https://evangeliodemarcosporjuanmateos.blogspot.com/2023/11/mc-318.html
- Puente entre la primera y la segunda sección: El monte, determinado, símbolo de la esfera divina en contacto con la humana (en oposición al monte Sión, lugar del templo). La escena cumple la profecía de JI 3,5 LXX, donde se anunciaba que Dios convocaría al resto de Israel para enviarlos como portadores de buenas noticias: Jesús ejerce de nuevo una función divina. A los que el quena, amor a Israel, representado por los israelitas que han respondido a su llamada. La respuesta (se acercaron a él) significa la adhesión a Jesús y, al mismo tiempo, el alejamiento de la institución judía, con la que Jesús ha roto (cf. 3,1-7a). (13) Constituyó a doce, creación del Israel mesiánico y escatológico [alusión a las doce tribus). Estar con Jesús, prestar adhesión incondicional a su persona y mensaje; enviar/os, misión universal: Israel al servicio de la humanidad. (14). De nuevo la conexión entre proclamación y expulsión de demonios (= ideologías contrarias al plan de Dios, cf. 1,39) (15). La lista de los Doce comienza por los antes llamados (1,16-21a): para formar parte del Israel mesiánico hay que haber optado por seguir a Jesús. La lista no incluye a Leví, porque éste, cuando fue llamado por Jesús y lo siguió (2,14), estaba excluido de Israel por su condición de «pecador/descreído» (2,15).Tres grupos en la lista: a) Los que reciben un sobrenombre: Simón Pedro/Piedra, indicando su, obstinación (8,32s; 9,5; 10,28; 14,27-31) que lo llevará hasta negar a Jesús (14,66-72). Truenos, por su espíritu autoritario (cf. 9,38), unido a Ia ambición de poder (cf. 10,35-37). b) El grupo encabezado por Andrés (separado de Simón Pedro, de quien ya no se le llama hermano); ninguno de ellos, excepto Andrés (cf .13,3), volverá a ser mencionado en el Evangelio por su nombre; representan a los israelitas, anónimos que han dado su adhesión a Jesús; el último del grupo, Simón (como el primero), es un fanático o zelota, en la misma línea de Simón Pedro, (cf. 1,29-31) (18). c) Judas Iscariote, el traidor, representa al pueblo judío (judas - Judea - judío), es decir, a la parte de Israel que pedirá la muerte de Jesús (15,11-15) (19). La constitución del Israel mesiánico consuma la ruptura de Jesús con el sistema judío; significa que el antiguo Israel ha dejado de ser pueblo escogido y destinatario de las promesas.
Mc 3,19
y a Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.
El tercero y último subgrupo de la lista está constituido por un solo individuo, Judas Iscariote. El nombre, Judas, es hebreo, y está en relación con <<Judea/judío>>. <<Iscariote>> significa, sin duda alguna, <<el hombre de la Aldea>>. Desde su primer mención lleva Judas la marca de su traición. Él será quien dé a las autoridades judías la ocasión de prender a Jesús para condenarlo a muerte (14,10s).
* * *
Los Doce son la figura del Israel mesiánico y definitivo. No son fundadores del nuevo pueblo, sino su expresión misma. El fundador es Jesús, que asume la función divina del <<Esposo>> (2,19). Las finalidades de la constitución del grupo, <<estar con Jesús>> y l<<ser enviados a proclamar>>, no son exclusivas del nuevo Israel, sino comunes a todos los seguidores de Jesús. Pero en esta perícopa señala Jesús al nuevo Israel cuál es su fundamento y cuál su misión en el mundo.
La lista muestra la heterogeneidad del grupo de los Doce, reflejando la diversidad existente en los israelitas que responden a Jesús, entre los cuales se encuentra incluso el traidor.
La constitución del Israel mesiánico consuma la ruptura de Jesús con el sistema judío; significa que el antiguo Israel ha perdido su elección y ha dejado de ser destinatario de las promesas. Pueden esperarse reacciones a esta iniciativa de Jesús.
Mc 3,18
a Andrés y Felipe, a Bartolomé y Mateo, a Tomás y Santiago de Alfeo, a Tadeo y Simón el Fanático
Después de los tres primeros de la lista, caracterizados por los sobrenombres, cataloga Mc el segundo subgrupo de los Doce. Andrés deja de estar asociado a Simón (1,16.29), no recibe sobrenombre y ya no se menciona que sean hermanos. Ha pasado a segundo término. Sin embargo, en los episodios anteriores ha quedado caracterizado como supeditado a su hermano Simón; el hecho de que ahora encabece el grupo de los ocho puede indicar que este grupo gira en la misma órbita.
El segundo subgrupo, que comienza con Andrés, termina con Simón el Fanático. De los ocho nombres, ninguno vuelve a aparecer en el relato evangélico a excepción de Andrés (13,3) y éste simplemente asociado a una pregunta de Pedro. Excepto Andrés, todos son desconocidos; ninguno de ellos, ni siquiera Andrés, pronuncia palabra ni tiene intervención alguna en el evangelio. Es el grupo de los que han respondido a la llamada de Jesús y van silenciosamente a su lado; sus reacciones son colectivas o secundan la postura de los más destacados. Actúan como un todo.
El hecho de que Mc inserte en el grupo de los Doce esta mayoría sin relieve alguno no puede ser casual. Indica que, más que los individuos, reducidos a unos nombres, lo importante es la convocación de Israel, representado por individuos cualesquiera, como figura de los israelitas anónimos que han dado su adhesión a Jesús. Esto muestra el carácter representativo del grupo de los Doce. Mc narra su constitución y enumera los nombres no porque atribuya especial importancia a cada uno de sus miembros, sino por el valor simbólico del número doce.
Solamente dos de los ocho están caracterizados: Santiago ostenta el patronímico <<de Alfeo>>, que lo diferencia de Santiago de Zebedeo y lo pone en relación de hermandad, al menos de raza, con Leví el recaudador (1,14). Santiago representa un israelita que era fiel a la institución, Leví a uno que había sido excluido por ella.
El segundo caracterizado es Simón el Fanático. <<Fanáticos>> o <<zelotas>> eran los que propugnaban una observancia estrictísima de la Ley (cf. 2 Mac 4,2) y, en la época de Jesús, también una reforma radical de la institución judía, en nombre de la misma Ley. Es la ideología cristalizada en el partido nacionalista llamado <<zelotas>>. La adhesión a Jesús confirma su ruptura con la institución.
El paralelo entre Simón Pedro y Simón el Fanático no estriba sólo en la identidad de nombre, sino también en una actitud similar. Entre los dos queda abarcado el grupo entero, con excepción del traidor. Puede esperarse, por tanto, reacciones reformistas y nacionalistas por parte del conjunto del grupo.
En la lista de los Doce hay varios nombres griegos: Andrés, Felipe, Simón y, probablemente, Tadeo; el resto son nombres semíticos. Esta variedad delata diferentes tendencias en el Israel de la época.
Mc 3,16-17
Así constituyó a los Doce: A Simón, y le puso de sobrenombre <<Pedro>>; a Santiago de Zebedeo y a Juan su hermano, y les puso de sobrenombre <<Boanerges>>, es decir, <<Truenos>>...
La segunda parte de la perícopa explicita la primera en cuanto a la composición del grupo. La lista de los Doce comienza por los primeros llamados (1,16-21a): Jesús forma el Israel mesiánico con los israelitas que lo habían seguido.
Leví, que siguió a Jesús como los primeros llamados (2,14), no está incluido en la lista, porque, cuando fue llamado por Jesús (2,14), estaba excluido de Israel por su condición de <<recaudador/descreído>>. Su llamada fue el paradigma de la de los pertenecientes al otro grupo de seguidores, los que estaban fuera del Israel institucional (2,15). Los Doce, por tanto, no representan en Mc a todos los seguidores de Jesús, sino solamente a aquellos que proceden del ámbito de la antigua alianza (discípulos).
Mc no presenta la lista de los Doce como una novedad absoluta: en el texto original, la conexión de las frases <<constituyó a los Doce: a Simón le puso, etc.>>, da por descontada la inclusión de Simón en la lista. Con esto Mc hace consciente al lector de que <<los Doce>> incluyen a todos los discípulos (seguidores procedentes del judaísmo) llamados hasta el momento.
De ellos, los cuatro primeros de la lista han sido explícitamente llamados (1,16-21a), y su llamada fue el paradigma de la de todos los israelitas. Hay otros, por tanto, que también han sido llamados, aunque no se haya explicitado. La lista de los Doce los representa a todos, cualquiera que fuese su número real; de ahí que la mayor parte de los nombres designen a desconocidos.
La lista comienza por tres discípulos que reciben un sobrenombre y que forman así un grupo aparte. Termina con Judas Iscariote, que, por ser el traidor, queda separado del resto. En medio se intercalan ocho nombres, empezando por el de Andrés.
Se distinguen así fácilmente tres subgrupos: el primero, formado por Simón, Santiago y Juan; el segundo, por ocho nombres, a partir del de Andrés; el tercero, por Judas Iscariote, el traidor.
Jesús no cambia el nombre de Simón, sino que le pone un sobrenombre o apodo, <<Pedro/Piedra>>, lo mismo que hace con los Zebedeos (<<le puso de sobrenombre Pedro>>, <<y les puso de sobrenombre Boanerges>>). De hecho, cuando Jesús se dirige a aquel por su nombre, no lo llama <<Pedro>> sino <<Simón>> (14,37: <<Simón, ¿duermes?>>). Si Jesús hubiese pretendido efectuar un cambio de nombre, habría sido el primero en utilizar <<Pedro>> en vez de <<Simón>>. El evangelista, en cambio, a partir de este pasaje emplea exclusivamente el sobrenombre <<Pedro>>, que en las comunidades cristianas hará prácticamente de nombre.
<<Truenos>> es un apodo descriptivo, y, por el paralelo, el apodo de Simón, <<Piedra>> (Pedro), ha de tener el mismo valor. El término griego <<petros>> no es nombre propio, sino común; significa <<piedra>> movible, cuyas dimensiones permiten cogerla y lanzarla. El sentido del sobrenombre puede deducirse de lo ocurrido anteriormente con Simón; a pesar del esfuerzo de Jesús por liberarlo de su ideología reformista violenta (1,30 Lect.), Simón no ha cambiado de actitud: se propuso que Jesús aceptase el liderazgo que deseaba la gente de Cafarnaún y arrastró tras de sí a sus compañeros de llamamiento (1,36), haciéndose cabecilla de un proyecto contrario al de Jesús. El sobrenombre alude, pues, a la dureza de la piedra, significando la obstinación de Simón.
La repetición del nombre de Santiago destaca su figura respecto a la de su hermano. El sobrenombre que Jesús aplica a Santiago y Juan, <<Truenos>> (lit. <<hijos del trueno>>), está en relación con lo descrito en su llamada (1,20). Aparecían allí como miembros de un círculo judío jerarquizado, con diferentes clases sociales, donde escollaba una figura de autoridad, el padre Zebedeo. <<Hijos del trueno>> está en paralelo con <<hijos de Zebedeo>>, implicando en ambos casos los que se comportan como <<su padre>>/como <<el trueno>>.
En el AT, <<el trueno>> es la voz de Yahvé, el fuerte, que habla con ira y espanta a los no israelitas. <<El trueno>> puede explicarse así como la voz autoritaria del que posee poder. El paralelo se establece entre la figura del padre (Zebedeo) y la voz autoritaria. Los hijos son los herederos y continuadores de esta manera de comportarse.
Los sobrenombres o apodos avisan al lector para que preste atención al modo de actuar de estos tres discípulos, cuyos antecedentes no les ayudan a comprender el mensaje universalista ni la misión del nuevo Israel. Son una clave de lectura para los episodios posteriores.
Mc 3,14-15
Entonces constituyó a doce, para que estuviesen con él y para enviarlos a predicar, con autoridad para expulsar a los demonios.
La convocación ha sido colectiva, <<a los que él quería>>, es decir, al conjunto de los israelitas que han respondido individualmente a su llamada. Con ellos, frente al Israel oficial, constituye el nuevo Israel (<<doce>>), heredero de las promesas. La constitución del primer pueblo se basaba en la elección de los patriarcas; en continuidad con la historia, Jesús no hace ahora una nueva elección, sino que, al constituir el Israel definitivo, confirma y renueva la elección antigua.
El número doce es el símbolo de Israel en su integridad (las doce tribus), pero la ausencia de artículo en este pasaje (<<doce>>, no <<los doce>>) muestra que Jesús no restituye <<las doce>> antiguas tribus ni pone a sus discípulos en paralelo con <<los doce>> patriarcas. Este nuevo <<doce>> designa al conjunto del Israel mesiánico, que no corresponde ya a la antigua alianza, sino a la alianza de Jesús (2,19s: <<el Esposo>>; cf. 14,26: <<ésta es la sangre de la alianza mía>>), en la que no se entra por mera pertenencia étnica, sino por la adhesión a él. Engloba a todos aquellos que, habiendo vivido dentro de la antigua alianza, han reconocido la llamada de Jesús y respondido a ella.
Al formarse el Israel definitivo deja de existir el antiguo, y todo judío que no entre a formar parte del nuevo deja de pertenecer al pueblo de la promesa. Por eso, Israel como pueblo no tiene en Mc ningún papel característico y, aparte del simbolismo del número, a los Doce no se asigna ninguna función particular en relación con el Israel histórico.
Esta iniciativa de Jesús es un tremendo desafío a la institución judía. Rechazado por los dirigentes, y fracasado así su intento de atraer a todo Israel, Jesús, con su convocatoria y con la constitución de <<doce>>, declara caducado el Israel antiguo y su papel histórico. Desecha definitivamente el odre viejo de las antiguas instituciones (2,22). Dios está con él, no con la institución judía.
La constitución del nuevo Israel tiene una doble finalidad: <<estar con Jesús>> y <<ser enviados a proclamar>>. La expresión <<estar con alguien>> ha aparecido ya dos veces en el evangelio: la primera vez designaba a los que seguían a Simón en busca de Jesús (1,36), es decir, a los que se identificaban con el propósito de Simón y se asociaban a su actividad; la segunda vez, a los que seguían a David en circunstancias difíciles (2,25), es decir, a los incondicionales de David. Lo que Jesús pretende al convocar a estos israelitas es que sean incondicionales suyos: el nuevo Israel ha de estar estrechamente unido a Jesús, el Hijo de Dios, para llevar a cabo su misión.
La expresión <<estar con>> se encuentra en Is 43,5, en boca de Dios que se dirige al pueblo: <<No temas, que estoy contigo>>. Esta cercanía de Dios al pueblo se traduce en obras de salvación (Is 43,2-4) y se debe al amor de Dios por él (Is 43,4: <<porque has sido de gran precio a mis ojos, has recibido gloria y yo te he amado>>). El <<estar>> de Dios con Israel se continúa en el <<estar>> del Esposo/Jesús con sus discípulos (2,19), significando la fidelidad de su amor hacia ellos, manifestada en la convocación (<<a los que él quería>>). Ahora quiere que sus discípulos respondan; ellos han dado el primer paso, se han acercado a él, pero la plena correspondencia a su amor es un objetivo que han de alcanzar (<<para que estuviesen con él>>), identificándose con su persona y mensaje. Su adhesión tiene que profundizarse.
La respuesta inicial indicada por <<se acercaron a él> (v. 13c) no es, pues, plena ni necesariamente definitiva. <<Estar con Jesús>> no es aún un objetivo alcanzado, y el primer paso no garantiza la continuidad.
<<Enviarlos a proclamar>> es el objetivo de la constitución del nuevo Israel. <<Estar con Jesús>>, ser incondicional suyo, es requisito indispensable para ello. El ámbito universal de la misión ha quedado señalado a partir del episodio del paralítico (2,1-13). Más tarde, la inmensa muchedumbre judía y pagana (3,7b-8) representaba <<los peces>> que <<los pecadores>> han de pescar. La proclamación ha de extenderse a todos los pueblos.
Es aquí donde Jesús señala al Israel mesiánico su tarea en el mundo. En el AT tenía Israel una misión confiada por Dios: estaba llamado a producir un fruto, el amor al prójimo; esto habría hecho de Israel una sociedad justa, haciendo resplandecer el verdadero Dios ante los paganos. Pero el plan de Dios había fracasado: como se ha hecho patente con el llamamiento de Juan Bautista, la sociedad judía era profundamente injusta.
Con Jesús cambia la misión de Israel. Si antes había sido centrípeta, como punto de atracción para los demás pueblos (cf. Is 2,1-5), ahora ha de ser centrífuga, poniéndose al servicio de la humanidad: ha de proclamar a todos los hombres la buena noticia del reinado de Dios, es decir, la vida para el hombre y la creación de la sociedad nueva, ya sin mediación del templo o de las antiguas instituciones (cf. 2,22).
Jesús no pone fronteras a la misión de los Doce; queda abierto el horizonte de los pueblos paganos. Tampoco asigna a los Doce función alguna dentro de la comunidad; el ámbito de su actividad se encuentra fuera de ella. Esto concuerda con el significado del grupo de los doce, que representa a todos los seguidores de Jesús que proceden del judaísmo; si engloba al grupo entero, la actividad ha de desplegarse al exterior.
Los dos objetivos son complementarios: Jesús espera del Israel mesiánico una adhesión y fidelidad a él y a su programa (v. 14: <<estar con él>>) que responda a su amor por ellos (v. 13: <<a los que él quería>>); desde esta adhesión incondicional, que pone fin a su exclusivismo, podrá Israel ejercitar la misión que Jesús le confía en beneficio de la humanidad entera.
La proclamación irá acompañada de una actividad liberadora, expresada como <<expulsar los demonios>>. Como ya se ha visto (1, 32-34), éstos representan ideologías de odio y violencia incompatibles con el mensaje de Jesús y que impiden aceptarlo. La <<autoridad>> para expulsarlos procede del Espíritu (1,22 Lect.); es decir, Jesús se propone comunicar Espíritu a los Doce para que ejerzan la misión, como se insinuaba en la llamada de Simón y Andrés (1,17 Lect.) y en la convocación desde <<el monte>> o esfera divina, en la que entran los que se acercan a Jesús. El Espíritu aparece como una fuerza que capacita para trabajar eficazmente en la misión. Pero la eficacia del Espíritu, y con ella la de la misión, dependen del <<estar con él>>, de la adhesión a Jesús y a su mensaje.
Los dos objetivos de la convocación de los Doce dejan claro el futuro que Jesús diseña para el nuevo Israel. Éste no ha de ser ya una sociedad cerrada ni ha de imponerse a los demás pueblos; será, por el contrario, su servidor, e irá eliminando la violencia fanática que enfrenta a los hombres dondequiera se encuentre. Será misión suya atraer hombres de todas las naciones al modo de vida propio del reino de Dios. Los ideales de grandeza y hegemonía que se alimentan de ciertos pasajes del AT y habían sido fomentados por el nacionalismo exclusivista quedan descartados definitivamente.
Sin embargo, los Doce aún <<no están con Jesús>>. Habrá que ver si entienden el alcance de la ruptura que exige la formación del nuevo Israel.
Terminada la lectura de 3,13-15 puede verse que existe un paralelo con Joel 3,5 LXX. La comparación de los dos pasajes ilumina el texto de Mc.
Dice así el texto profético: <<Porque en el monte Sión y en Jerusalén habrá supervivientes -como lo dijo el Señor- y mensajeros de buenas noticias, los que el Señor haya convocado.
A <<el monte Sión>> de Joel corresponde en Mc <<el monte>> al que sube Jesús; a <<mensajeros de buenas noticias>> corresponde <<predicar/proclamar [la buena noticia]>>; a <<los que el Señor haya convocado>>, <<convocó a los que él quería>>, según la transferencia que hace Mc de funciones divinas a Jesús. Además, Jl 3,5 se halla en el contexto del futuro don del Espíritu a todo hombre (Jl 3,1.2); en Mc 3,15, la <<autoridad>> que van a recibir los convocados deriva de la recepción del Espíritu.
La perícopa de Mc interpreta, pues, la profecía de Joel, en la que Dios prometía que en el ámbito de la institución judía (el monte Sión, lugar del templo, y Jerusalén) quedarían hombres que serían convocados por él para ser portadores de buenas noticias. Jesús convoca ahora a esos israelitas para que sean portadores del mensaje del Reino.
viernes, 17 de noviembre de 2023
Mc 3,13
Subió al monte, convocó a los que él quería y se acercaron a él.
Ante el rechazo del Israel oficial, que se ha propuesto eliminarlo (3,6), Jesús formaliza su ruptura con la institución judía consumando un cisma, es decir, convocando a Israel desde fuera de ella. Con esto, aunque rompe con la institución no abandona al pueblo: hace un llamamiento para que los israelitas que deseen el reino de Dios se unan a él abandonando las instituciones opresoras, que no aceptan la exigencia universalista de la era mesiánica ni permiten la emancipación del hombre. El reino de Dios se realizará fuera del antiguo Israel.
Tanto en la cultura religiosa judía como en las paganas circundantes la divinidad o divinidades tenían su morada o su lugar de actuación en un monte. En la Grecia clásica, el monte Olimpo era la morada de los dioses; entre los judíos, el monte Sión era el lugar del templo, habitación de Dios; la revelación de Moisés (Éx 19,3, etc.) y a éste con los ancianos (Éxd 24,9-11) tuvieron lugar en el monte Sinaí. <<El monte>> tiene, pues, un significado teológico: en los evangelios es el lugar simbólico de la presencia divina en relación con la historia humana.
En Mc 3,13, la subida de Jesús <<al monte>> (única vez en este evangelio) significa, por consiguiente, que Jesús se coloca en la esfera divina; la convocación se hace, pues, con la autoridad de Dios mismo, presente en Jesús. En el Sinaí, Moisés subió al monte y Dios le habló desde el monte. El hecho de subir al monte pone a Jesús en paralelo con Moisés; su actuación en el monte, en paralelo con Dios. La escena afirma la divinidad de Jesús, el Hombre-Dios.
Este monte se distingue del monte Sión, sobre el que estaba construido el templo de Jerusalén, baluarte del particularismo judío. Jesús está en Galilea, pero <<el monte>> al que sube no tiene en el texto localización geográfica, es decir, no se le vincula al territorio judío. Este monte no pertenece solamente a Israel, sino a la humanidad entera. El nuevo lugar de la presencia divina sustituye al antiguo; el contacto de Dios con la historia humana no se realiza ya desde el monte del templo, sino desde el lugar donde está Jesús.
El acto de <<convocar>> supone una autoridad en el que lo ejerce: en Jesús es la autoridad divina indicada por la localización en <<el monte>>, la misma autoridad del Espíritu que antes se ha manifestado en su enseñanza (1,22.27), en la creación del hombre nuevo escenificada en el episodio del paralítico (2,10 Lect.) y en su superioridad sobre la Ley (2,28).
Jesús convoca <<a los que él quería>>. Con estas palabras se expresa un amor de Jesús que viene desde siempre y cuyo destinatario es el pueblo de la antigua alianza. El motivo de la convocación es, por tanto, el amor de Jesús por ese pueblo, amor que se hace efectivo en los israelitas que lo han seguido (los discípulos). Los invita a reunirse con él en la esfera divina (el monte), pues es en ella donde se constituye el Israel definitivo.
Este amor de Jesús a sus seguidores israelitas había sido expresado en la figura del Novio/Esposo (2,19s), que, bajo la imagen nupcial, denotaba el vínculo de amor y fidelidad entre Jesús y el Israel que le da su adhesión. Al ser la figura del Esposo una transferencia a Jesús del papel de Dios en la antigua alianza, se implica que este amor continúa el de la primera elección.
En el original, el verbo se encuentra en presente histórico: <<convoca>>, indicando el permanente amor y la permanente invitación de Jesús a los que pertenecían al antiguo Israel. El Israel definitivo, representado por el grupo de los Doce, no está cerrado, espera la sucesiva incorporación de los que vayan reconociendo a Jesús, el fundador y centro de la nueva alianza.
La frase siguiente, <<y se acercaron a él>>, señala la respuesta de <<los que él quería>>, que es una opción por Jesús, pero incluyendo un elemento de separación o ruptura. Al acercarse a él, que está en <<el monte>>, también los convocados entran en la esfera divina. Al contrario que en la antigua alianza, donde sólo Moisés tuvo acceso a Dios (cf. Éx 19,21-25), en la nueva lo tiene todo el nuevo Israel.
Esta opción por Jesús no es igual a la realizada por las dos parejas de hermanos al ser llamados por él (1,16-21a), pues ha intervenido un hecho nuevo, la ruptura de Jesús con la institución judía. Optar ahora por Jesús incluye asociarse a su ruptura. Es condición para formar parte del Israel definitivo.
Dar este paso supone para los discípulos aceptar un riesgo: el nuevo Israel va a ser signo de la ruptura radical con las instituciones, que planean ya la muerte de Jesús (3,6). La misma amenaza va a cernirse sobre ellos que sobre el maestro.
En resumen: Ante la oposición a muerte de la sinagoga, Jesús decide romper públicamente con la institución judía; convoca a todos los israelitas que han hecho su opción por él haciéndose discípulos suyos, para formar con ellos el Israel mesiánico y definitivo. Esta decisión de Jesús significa un cisma respecto al Israel oficial. Su convocación implica que, para formar parte del nuevo Israel, los discípulos han de romper, como él lo ha hecho, con el Israel institucional del pasado. Su amor le impide abandonar al antiguo pueblo elegido: la constitución del nuevo Israel es su intento de salvarlo.
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