sábado, 27 de enero de 2024

Mc 6,17-20

 

Mc 6,17-18

Opinión de Herodes (14-17). La muerte de Juan, el predicador del cambio de vida, se debió a la denuncia del adulterio público de Herodes y Herodías, pero este adulterio sirve de trasfondo a la infidelidad a Dios de los dirigentes judíos, llamada «adulterio» por los profetas.

Mc 19-20

 Herodías, por su parte, se la tenía guardada a Juan y quería darle muerte, pero no podía, porque Herodes sentía temor de Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo tenía protegido. Cuando lo escuchaba quedaba muy indeciso, pero le gustaba escucharlo.

El rencor y la hostilidad de Herodías contra Juan no cejan. Mientras esté vivo será un peligro para ella; por eso quiere quitarle la vida; pero hay un obstáculo a su propósito, el temor que siente Herodes por Juan. La conciencia de Herodes no está tranquila. Para él, Juan es un hombre <<justo>>, es decir, que observa la Ley (cf. 2,17), y <<santo>>, un hombre consagrado por Dios, un profeta. Saber que Juan goza del favor de Dios y que es enviado suyo infunde temor a Herodes. Conociendo la hostilidad de Herodías, protege a Juan de sus maquinaciones. Bajo el influjo de Herodías ha impedido la actividad de Juan, pero no consiente en darle muerte, se detiene ante el temor de lo divino. Herodías no siente ese temor, ya ha provocado la detención.

La estima que siente por Juan no sólo lleva a Herodes a protegerlo de las insidias de Herodías; se siente atraído por él, habla familiarmente con él y escucha sus recomendaciones, que no pueden ser otras que las expresadas en su denuncia anterior: tiene que dejar a Herodías. Herodes queda irresoluto. Por una parte, el influjo de Herodías lo incita a dejar la situación como está, por otra, los argumentos de Juan lo convencen de que su matrimonio es inadmisible. El discurso de Juan no lo irrita, antes bien le agrada, pero no se decide a pasar a la acción.

La actitud de Juan, enviado divino (cf. 1,2), no es la de un fanático; no está movido por el rencor ni el odio al que lo ha encarcelado. Tampoco desprecia a Herodes, que vive y gobierna al modo pagano, ni se niega a conversar con él. Al contrario, muestra su interés por la persona del tetrarca,  intentando hacerle comprender para que rectifique. No le exige que deje sus costumbres paganas y practique la religión judía, sólo que renuncie a su unión incestuosa, abominable tanto para judíos como para paganos. Ejerce así un influjo sobre él, opuesto al de Herodías.

Contrapone Mc la figura de Juan, al que a descrito con los rasgos de Elías (cf. 1,6) a la del antiguo Elías, el reformador por la violencia, que se opuso frontalmente al rey Acab y a su esposa idólatra Jezabel, hasta provocar su destrucción (1/3 Re 19-21).

La situación es tremendamente peligrosa para Herodías, el peligro es continuo; cualquier día puede Herodes dejarse convencer por Juan y verse ella privada de la posición social de que disfruta; si Herodes hace caso a Juan, la que pierde es ella. Herodes reconocía la calidad de Juan y la respetaba. Herodías no la respeta, es el prototipo de la impiedad.

A los discípulos, que, como Juan, habían predicado la enmienda, Mc pretende mostrarles que el verdadero profetismo no se encierra en los límites del pueblo judío, no se ejerce con la intolerancia y el desprecio, sino intentando rescatar a todos los que yerran. Por otra parte, el enviado de Dios no puede ir animado de un espíritu de odio ni de revancha; su severidad tiene que estar inspirada por el amor.

LA BIBLIA

Mc 6,17-18

 Porque él, Herodes, había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, debido a Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con la que se había casado. Porque Juan le decía a Herodes: <<No te está permitido tener a la mujer de tu hermano.>>

Mc vuelve atrás en el tiempo para describir la prisión y la muerte de Juan Bautista. Enlaza así con 1,14: <<Cuando entregaron a Juan>>, donde no se explicaba el motivo ni el agente.

Herodes priva de la libertad a Juan, impidiéndole continuar su actividad. La mención de Juan va cargada de todo lo que se ha dicho de él en la sección introductoria del evangelio (1,2-8), en particular de su exhortación al cambio de vida y de la respuesta masiva de la población judía. La medida de Herodes no hace caso de la opinión del pueblo, que veía en Juan un enviado divino.

Sin embargo, aunque es Herodes quien da la orden de detención y encarcelamiento, hay otra persona que ha instigado esta medida, Herodías, mujer de su hermano Filipo, a quien Herodes había tomado por esposa.

Juan no es parcial con los poderosos y denuncia esta injusticia; cada uno tiene que enmendarse de su mala conducta. Hay que notar el contenido de la denuncia de Juan: No reprocha a Herodes su divorcio ni su poligamia, sino el haberse casado precisamente con la mujer de su hermano. La frase <<no te está permitido>> apela a la Ley, que prohíbe ese matrimonio y lo tacha de impuro. De hecho, en Lv 18,16 y 20,21 se condena como inmundo el tener relaciones con la propia cuñada, <<porque es carne de tu hermano>> (cf. Gn 2,24). Nótese la insistencia del evangelista, que no dice <<la mujer de otro>>, lo que constituiría un adulterio, sino en dos ocasiones (vv. 17-18), <<la mujer de tu hermano>>, que, según los textos del Levítico, es prácticamente un incesto.

El texto parece mostrar a Juan en diálogo con Herodes, acusándolo personalmente de su injusticia; pero esto puede equivaler a que la denuncia, hecha pública y repetidamente (<<le decía>>), llegase a oídos de Herodes.

La más sensible a esta denuncia es Herodías, la adúltera, que ha abandonado a su marido para unirse con Herodes. La denuncia de Juan desacredita ante el pueblo el poder político y podría crear una fuerte opinión popular contraria a Herodes, con dos consecuencias posibles: o provocar una revuelta, que podría ocasionar la intervención romana, o bien que Herodes, para evitar la protesta y congraciarse con el pueblo, despidiese a Herodías. Ambas posibilidades alarman a la adúltera, que quiera asegurarse su ventajoso matrimonio. Herodías teme por su posición y su poder, ligados al de Herodes. Juan es una amenaza para ella.

De hecho, la acusación de incesto, insufrible para el sentimiento popular judío, expresaba el sentir de muchos; podía enajenar a Herodes el respeto de la gente piadosa e incluso ponerla en contra de él.

LA BIBLIA

Mc 6,14-16

 

Mc 6,14

Las opiniones sobre Jesús lo asimilan a figuras de! pasado, sin comprender la novedad de su mensaje ni la calidad de su persona.

Mc 6,16

 Pero Herodes, al oírlo, decía: <<Aquel Juan a quien yo le corté la cabeza, ése ha resucitado>>.

Oída las tres opiniones, Herodes llega a una conclusión personal: elige, aunque con matices, la primera, la más desfavorable para él, pues denuncia su implicación en la muerte de Juan. Tenía conciencia de haberle quitado la vida injustamente.

El pronombre <<yo>> indica que Herodes se atribuye toda la responsabilidad de la muerte de Juan, pues habría podido impedirla. En boca de Herodes, la frase <<Juan ha resucitado>>, que no va especificada por <<de entre los muertos>> ni comentada por la alusión a las <<fuerzas>>, no expresa una opinión peyorativa de Jesús/Juan resucitado. Pero el hecho preocupa a Herodes, porque pone en entredicho su autoridad: no es señor absoluto de la vida de sus súbditos. Al decapitar a Juan, había pretendido acabar definitivamente con él: que Juan/Jesús haya resucitado es una acusación permanente de su injusticia y un fracaso de su poder.

LA BIBLIA

Mc 6,15

 Otros, en cambio, opinaban: <<Es Elías>>. Otros, por su parte, decían: <<Es un profeta como uno de los antiguos>>.

Las dos opiniones restantes muestran un concepto favorable de Jesús. Para unos, Jesús es Elías, es decir, el profeta que había de retornar (Eclo 48,10) antes del día del Señor <<grande y terrible>> (Mal 3,23), el que tenía que preceder al Mesías. Notan que el reinado de Dios está cerca, pero no llegan a identificar a Jesús con el Mesías, pues no responde a su idea de un Mesías que pretenda asumir el poder político y vencer a los enemigos de Israel. La misión de Elías había de ser la reconciliación entre hijos y padres, instaurar la paz en el pueblo y, lleno de celo por la Ley (Mal 3,22; 1 Mac 2,58), dar solución a todas las cuestiones controvertidas en la interpretación de la Escritura y el derecho. Este sector espera un cambio de época, pero no por obra de Jesús mismo, que no es más que un precursor.

También esta opinión puede encontrar apoyo en la actividad de los Doce, quienes, con su llamada a la enmienda, a la renovación del pueblo judío, han despertado la esperanza de la restauración de Israel. Los que así opinan ciertamente no conocen a Jesús, que ha violado la Ley (1,41), no comparte la teología oficial (2,5-6), se junta con gente de mala fama (2,15-17), no se atiene a la ascética tradicional (2,18-22) ni a la interpretación farisea de la Ley (2,23-3,7a), no respeta los lazos de sangre (3,31-35), no es violento ni nacionalista ni quiere escalar el poder. Ha sido Juan quien se ha presentado como precursor, anunciando al que llegaba <<detrás de él>>, pero no han captado su mensaje- La enmienda proclamada por Juan miraba al Mesías dador del Espíritu (1,8); éstos ven en la predicación de los Doce la promesa de un Mesías triunfador.

La tercera opinión sostiene que Jesús continúa la antigua tradición profética. Corresponde a la declaración hecha por Jesús en <<su tierra>> (6,4). Éstos reconocen que Jesús es un enviado de Dios y que su mensaje procede de él; a la manera de los profetas, denuncia la injusticia. En la predicación de los Doce, centrada en la enmienda, no ven el anuncio de un cambio de época, sino solamente una invitación al camino de conducta del pueblo, una ayuda a su fidelidad a Dios.

Las tres opiniones reflejan, pues, tres sectores dentro de la sociedad judía:

La primera corresponde a los adictos a la institución religiosa, que ha identificado a Jesús con un agente de Belcebú; su argumento para difamar a Jesús es la expulsión de demonios, es decir, la eliminación de los fanatismos y de la violencia que generaba el sistema judío.

La segunda opinión, consecuencia de la actividad de los Doce, es propis de los reformistas influidos por ella. Jesús es Elías, el profeta que había de volver para preparar la era mesiánica, <<poniéndolo todo en orden>> (9,12) por medio de la predicación de la enmienda y suscitando la esperanza de la restauración de Israel.

La tercera es la de los judíos fieles a la alianza, que ven en Jesús un profeta como los antiguos; su opinión se basa en la predicación de la enmienda hecha por los Doce, que exhortaba a renunciar a la injusticia.

Como se ve, las opiniones sobre Jesús lo asimilan a figuras del pasado, sin comprender la novedad de su mensaje ni la calidad de su persona. Ante la actividad de los Doce, cada grupo reacciona proyectando en Jesús sus propios temores o esperanzas. Los partidarios de la institución reaccionan con miedo, porque ya Juan había actuado frente a ella; por eso hacen de Jesús un agente de Satanás. Los descontentos, deseosos de un cambio radical, lo identifican con Elías, el precursor esperado. Los piadosos ven en él un profeta comparable a los antiguos. 

En todo caso, la actividad de los Doce ha bloqueado la labor de Jesús, borrando toda traza de universalismo de su mensaje. Según ellos, la misión de Jesús se circunscribe a Israel.

LA BIBLIA

Mc 6,14

 Como su fama se había extendido, llegó a oídos del rey Herodes que se decía: <<Juan, el que bautizaba, ha resucitado de entre los muertos y por eso las fuerzas actúan por su medio>>.

La extensión de la fama de Jesús se debe a la actividad de los Doce, quienes, con su actuación, han dado a conocer su persona y han caracterizado erróneamente su mensaje, como van a reflejarlo las opiniones que se dan sobre él. Los Doce se han presentado como enviados y mensajeros de Jesús y, en consecuencia, la actividad que realizan: predicación de la enmienda (cf. 1,4.15), expulsión de demonios y curación de los postrados (cf. 1,34.39; 6,5), se han considerado encargadas por él.

La fama de Jesús ha suscitado en el pueblo la pregunta sobre su identidad. Corren tres opiniones, de las que algunas reflejan el mensaje propuesto por los Doce y que llegan a oídos de Herodes.

Se menciona por primera vez a Herodes [Antipas]. El texto hace resaltar primero el título (<<rey>>), que es impropio, pues Herodes era de hecho tetrarca de Galilea y Perea, pero que hace de él la figura del máximo poder político; sólo después menciona el nombre de la persona (Herodes). Únicamente aquí asocia Mc título y nombre; en adelante utilizará solamente el nombre y, a partir de 6,22 solamente el título, pero éste, mencionado aquí en primer lugar, conforma siempre la personalidad de Herodes. Por otra parte, el título <<rey>> pone a Herodes como antagonista de Dios, el rey de Israel por excelencia, y del Mesías, por cuyo medio Dios había de reinar definitivamente. Herodes, de origen extranjero, no podía ser reconocido por los judíos como rey en Israel.

Herodes escucha las opiniones sobre Jesús. Éste era conocido de los herodianos (3,6), judíos partidarios del régimen de Herodes, y de los círculos religiosos de Jerusalén (3,22): ahora, a través de la gente, su fama alcanza a la máxima autoridad política de Galilea.

Se exponen a continuación tres opiniones populares sobre la identidad de Jesús. La primera que expresa el texto identifica a Jesús con Juan Bautista, indicando que una parte del pueblo ve una continuidad entre la obra del Bautista y la de Jesús. Esta impresión se debe a que los Doce, enviados por Jesús, han proclamado, como hizo Juan, la enmienda (6,12).

Sin embargo, la predicación de los discípulos estaba asociada con la expulsión de demonios (6,13), actividad ajena a Juan, pero que había servido para tachar a Jesús de ser agente de Satanás (3,22). Por eso, para este sector de opinión, Jesús, a quien identifican con el Bautista, no reproduce simplemente la figura de aquél, sino que ejerce ahora una actividad nefasta. Como resucitado, ha pasado por la muerte, ha tenido contacto con el mundo de ultratumba y ahora es instrumento de <<las fuerzas>> (el término peyorativo usado por las obras de Jesús en su patria [cf. 6,2], que las asimilaba a la magia). Se ha levantado de entre los muertos investido de poderes oscuros y es utilizado por esas fuerzas malignas.

Los que expresan esta opinión sobre Jesús comparten la expresada antes por los letrados, que Jesús es un agente de Belcebú (3,22), y la de la mayoría de la gente que Jesús ha encontrado en su patria (6,2). Muestra también el impacto causado por la figura de Juan y el temor de algunos a que su carrera no hubiese terminado.

En esta opinión se unen, por tanto, dos ideas: Jesús es Juan, porque sus discípulos, como Juan, predican la enmienda, pero al mismo tiempo es agente de fuerzas del mal porque sus discípulos también expulsan demonios (cf. 3,22: agente de Belcebú). Juan, pues, resucitado en Jesús, continúa su obra, pero apoyado por fueras demoníacas. Los que así opinan son gente que no había visto en Juan un enviado de Dios; por eso han adoptado el juicio de los letrados de la institución. Jesús/Juan pone en cuestión la institución religiosa y ellos son partidarios de ésta.

LA BIBLIA

miércoles, 24 de enero de 2024

Mc 6,7-13

 

Mc 6,7

Se realiza la misión anunciada en 3,14s. Los espíritus inmundos, el fanatismo de las ideologías (7). Los enviados no deberán confiar en el dinero, sino en la gente (8). La doble túnica era señal de riqueza (9). En caso de rechazo, el gesto que hacían los judíos al salir de tierra pagana, prueba de su alejamiento de Dios (10-11). La misión no refleja «el secreto del Reino» (4,11); predicar para obtener la enmienda era lo propio de Juan Bautista (1,4); para Jesús, la enmienda era solamente condición para el reinado de Dios (1,15).

Mc 6,12-13

 Ellos se fueron y se pusieron a predicar que se enmendaran; expulsaban muchos demonios y, además, ungían con aceite a muchos postrados y los curaban.

Recibidas las instrucciones, los Doce se ponen en marcha y comienzan a actuar por cuenta propia. No se precisa adónde van ni cuánto dura su labor, pero en todo caso la actividad que desarrollan no coincide en absoluto con la encargada por Jesús.

En primer lugar, <<predican>> exhortando a la enmienda; además, <<expulsan demonios>>; por último, <<curan>> con unturas de aceite. Ninguna  de las tres actividades había sido mencionada por Jesús; en su itinerario, los enviados no se atienden en nada a las instrucciones recibidas.

El arrepentimiento o enmienda, expresado con el símbolo del bautismo en el río, había sido el pregón del Bautista para Israel y obtenía el perdón de los pecados (1,4), en previsión del paso definitivo, el bautismo con Espíritu, que había de ser realizado por el que llegaba tras él (1,6). En Galilea, antes de revelar la universalidad del reino de Dios (2,1-13: episodio del paralítico), Jesús había hecho suya la exhortación a la enmienda como condición preparatoria o paso previo para el reinado de Dios (1,15). En cambio, cuando se ha referido a los paganos, la condición para el perdón no se ha propuesto en términos de arrepentimiento/enmienda, sino de fe en Jesús (2,5 Lect.).

Para su actividad, los Doce se inspiran en la proclama inicial de Jesús que anunciaba la proximidad del reinado de Dios (1,14-15) y, al predicar la enmienda, muestran que han circunscrito su labor a los judíos. Se deduce de esto que su interpretación del reinado de Dios no coincide con la de Jesús: éste, según lo había anunciado antes Juan Bautista (1,8: <<él os bautizará con Espíritu Santo>>), lo concibe como la renovación del hombre por la infusión del Espíritu, que va a ser ofrecida a la humanidad entera (2,1-13); los Doce, en cambio, que se mueven dentro de las categorías judías, identifican el reinado de Dios con la renovación de Israel y la restauración de la gloria nacional.

Las dos actividades que ejercen, la expulsión de los demonios y las curaciones, están en paralelo con las ejercidas por Jesús en Cafarnaún (1,32-34) y por toda Galilea (1,39), antes de proponer su programa universalista (2,1-13). Quieren resucitar en Israel el entusiasmo concitado en Cafarnaún por la actividad de Jesús (1,21b-34), sin tener en cuenta que él rechazó aquella popularidad (1,35-38). Para ellos, Jesús desaprovechó entonces la ocasión de constituirse en líder popular reformista (1,35-38 Lect.).

Es decir, siguen en su mentalidad exclusivista de siempre: a pesar de la insistencia de Jesús (cf. 2,1-13.14.15-17; 4,26-34) no comprenden o no aceptan que el amor de Dios quiere comunicar vida a todos los hombres sin distinción (4,11: <<el secreto del reinado de Dios>>). Aunque asumen, pues, la proclama de Jesús en Galilea (1,14-15), la deforman completamente.

<<Expulsaban muchos demonios>>. La existencia de muchos endemoniados supone una situación de opresión ideológica generalizada: la ideología del sistema religioso-político judío provoca la exaltación y el extremismo violento de muchos individuos. En este ambiente, la actuación de los enviados es eficaz.

Dado que, mediante la exhortación a la enmienda, anuncian la proximidad del reinado de Dios, interpretado como la liberación del pueblo y la restauración de la gloria de Israel, no es extraño su éxito con los violentos; muchos de ellos, ante este anuncio, deponen su actitud; se adhieren a los que proponen la reforma, de modo parecido a lo que sucedió con Jesús en Cafarnaún (1,33). Como en 1,34, la determinación <<muchos>> no es restrictiva, sino que subraya el gran número de los liberados e indica el éxito de la actividad de los Doce. Estos eliminan la exaltación fanática (<<demonios>>), pero dejando intacta su raíz, el espíritu nacionalista que domina la sociedad judía.

Tampoco la segunda actividad, la de curación, había sido encargada por Jesús, pero, como se ha dicho, los Doce siguen la pauta de la actuación de éste en Cafarnaún (1,34: <<curó a muchos>>). Pretenden suscitar un entusiasmo semejante al que entonces prendió en aquella ciudad. No han olvidado aquel episodio y quiere resucitar la circunstancia que granjeó tanta fama popular a Jesús. No han asimilado nada de su enseñanza y actividad posterior.

No curan, sin embargo, a <<los que se encontraban mal>>, como había hecho Jesús (1,34), es decir, no remedian las condiciones de opresión social que existen en la sociedad judía, sino a los <<postrados>>. El hecho de que Mc utilice aquí por segunda y última vez un término poco frecuente para designar a los enfermos indica que quiere señalar un sentido particular. Es el mismo usado en 6,5, lo que pone la actividad de curación de los Doce en paralelo o en contraste con la de Jesús en su patria.

Allí Jesús había curado a <<unos pocos postrados>>. El hecho de recibir de él la curación muestra que estos pocos no compartían la pésima opinión de sus conciudadanos sobre Jesús; lo consideraban un profeta, un enviado de Dios, no un agente de Satanás. Eran, por tanto, individuos que se veían impotentes ante una mayoría incondicional de la doctrina de los letrados. Esta situación es la que Mc describe como postración o falta de vigor: son víctimas de la opresión de la mayoría: débiles para oponerse, sin fuerzas para sobreponerse (6,5 Lect.).

Jesús <<los había curado>> de su situación de desánimo y abatimiento por el simple contacto con su persona (<<aplicándoles las manos>>, transmisión de fuerza), sin sacarlos de la institución, sin proponerles su alternativa ni poniendo por condición la fe (cf. 5,34: <<tu fe te ha salvado>>). No hay salvación o solución definitiva, solamente ánimo y fuerzas para ir adelante.

En la sociedad donde actúan los Doce, hay, al lado de los muchos fanáticos (<<demonios>>), muchos <<postrados>> o faltos de vigor, que se sienten sin fuerzas para oponerse a la ideología de la institución religiosa y han perdido la esperanza de liberación. Los enviados <<los curan>>, pero no por el contacto personal, <<aplicándoles las manos>>, sino con unturas de aceite.

<<Ungirse>> o <<ungirse con aceite>>, con sujeto de persona, tiene a menudo en el AT el sentido de <<perfumarse>> y señala el fin del luto o duelo por una desgracia (LXX 2 Sm 12,20; 14,2; Rut 3,3; Dn 10,3; cf. Miq 6,9b-16). En ningún texto de los LXX se asocia a la curación, siempre a la alegría.

El sentido de la untura con aceite está, pues, en relación con el de los <<postrados>>, los abatidos por la opresión ideológica del sistema judío. Como en el caso de Jesús, la curación de estos <<postrados>> o abatidos consiste en infundirles esperanza. Es decir, los Doce, con su llamada a la renovación de Israel, reavivan las expectativas de la restauración del pueblo judío, dando ánimos a los deprimidos y sacándolos de su postración. Con estas <<curaciones>> quieren los Doce suscitar la fe que Jesús pedía ante el anuncio de la cercanía del reinado de Dios: <<tened fe en esta buena noticia>> (1,15), aunque interpretando el reinado de Dios en un sentido inadmisible para Jesús.

Hay un enorme contraste entre el fracaso de Jesús y el éxito de los Doce. En la sinagoga de <<su tierra>> Jesús se presentó como profeta y fue rechazado por los fieles de la institución religiosa (6,1-6). En las instrucciones que dios a los Doce había previsto que también ellos encontrarían rechazo. Pero no lo experimentan en absoluto, lo que indica que no chocan con la mentalidad ambiente. Esto confirma que no han seguido las instrucciones de Jesús. Si hubieran alternado por igual con paganos y judíos, como era la intención de Jesús, ciertamente habrían encontrado una fuerte oposición en la sociedad judía.

LA BIBLIA

Mc 6,10-11

 Además les dijo: <<Dondequiera que os alojéis en una casa, quedaos en ella hasta que os vayáis de allí. Y si un lugar no os acoge, ni os hacen caso, al salir de allí, sacudíos el polvo de los pies como prueba contra ellos>>.

Cuando el judío viajaba se hospedaba siempre en casa de otros judíos. Lo que han de hacer los enviados se opone frontalmente a esa praxis: entrar en cualquier casa, aunque sea de paganos, despreciados y considerados impuros por los judíos; depender de ellos para la supervivencia; no observar los tabúes alimentarios propios del judaísmo; constatar que hay gente humana acogedora por encima de las ideologías o religiones. Jesús les había expuesto el mensaje completo, y no ha servido: con palabras, ha sido inútil. Intenta que sea el contacto con la realidad humana el que los convenza. Nueva prueba de su solicitud por ellos.

Respecto al contacto con la gente que van a encontrar, han de aceptar la hospitalidad que les ofrezcan, sin cambiar de alojamiento, para no desairar la buena voluntad ni afrentar la hospitalidad ofrecida. No tienen que informarse o investigar sobre quién los acoge. Deben aceptar simplemente a las personas y lo que les ofrecen, haciéndose iguales a todos, sin exigencias ni remilgos y sin mostrarse reacios a los usos del lugar. No les dice que curen a los enfermos ni que expulsen a los demonios o espíritus inmundos. La solidaridad que piden no debe basarse en el agradecimiento o en el reconocimiento de hechos extraordinarios, sino solamente en que son seres humanos sin recursos.

Los enviados, pues, han de dar un testimonio múltiple: de igualdad entre ellos y con todos; de desinterés, no queriendo acaparar alimento ni dinero; de dignidad, por no presentarse como mendigos; de pobreza, por la calidad de su vestido; de confianza en la solidaridad de todos; de sencillez y gratitud, aceptando cualesquiera condiciones de alojamiento que se les ofrezcan. Y, al depender de la buena voluntad de los demás, se elimina toda pretensión de superioridad.

La gente que los acoja estará acogiendo a extraños. Contrariamente a la xenofobia judía, hay en todas partes personas dispuestas a ayudar hasta a los más desprovistos. Esto ha de enseñar a los Doce a derribar las barreras que ha erigido la religión judía, cuando vean que otros no las establecen respecto a ellos. Los parámetros deben cambiar cuando experimenten que gentes extrañas se abren al que no tiene nada y de quien no esperan nada. La acogida de los pobres es la prueba del amor desinteresado.

Pero hay que contar con la posibilidad del rechazo, como le ha ocurrido a Jesús. Donde no los acepten a ellos o no les hagan caso, deben abandonar ese lugar. Puede haber gente que no se conmueva ante la necesidad ajena, e ideologías nacionalistas que no admitan la igualdad de todos los pueblos. Quienes rechazan la solidaridad y la hermandad carecen de humanidad y fomentan la injusticia.

Para quedarse en un lugar basta que una <<casa/familia>> los acoja; para marcharse hace falta que el rechazo provenga de toda la colectividad (<<un lugar>>). Es decir, deben aprovechar la mínima ocasión que se ofrezca para entablar contacto con la gente.

No han de imponer su presencia a nadie, pero tampoco perder tiempo; no harán proselitismo, respetarán la libertad, pero señalando la responsabilidad de las opciones humanas, que no son indiferentes. Van a mostrar un modo de actuar que invita a corregir todo lo que en cada ambiente se oponga a él. Sin embargo, no deben detenerse a polemizar con los que los rechacen; aunque, si les cierran las puertas, deben denunciar esa actitud.

<<Sacudirse el polvo>> de las sandalias era un gesto que hacían los judíos al volver de territorio pagano; con él se indicaba que no se quería contacto alguno con los que no conocían ni daban culto al verdadero Dios, considerados como impuros. El gesto de los enviados acusa a los habitantes del lugar que los rechaza de que por su culpa no hay diálogo posible. El mensaje de Jesús, que es el de Dios, incluye el deseo activo del bien de todos los hombres, de la solidaridad, de la paz: en una palabra, del amor. El alejamiento de Dios se debe al rechazo de este mensaje y es culpa del hombre (cf. 7,15).

El pasaje define así quiénes son los verdaderos paganos, es decir, quiénes no conocen o se oponen al verdadero Dios. Para Israel, eran los que no profesaban su religión; para Jesús, los que, sean o no judíos, se muestran inhumanos con el prójimo y se niegan a prestarle ayuda. El conocimiento del verdadero Dios no depende de las creencias, sino del modo de actuar: quien no refleja en su conducta el amor universal de Dios es un pagano, independientemente de sus creencias religiosas.

En estas instrucciones de Jesús expone Mc las condiciones que han de cumplirse en toda misión futura, poniendo de relieve los obstáculos que impiden la de los Doce o Israel mesiánico. Lo más importante, sin embargo, no es atenerse a la letra de las instrucciones, sino adoptar las actitudes que ellas reflejan: un enviado de Jesús no ha de presentarse con pretensiones de superioridad ni actuar con atisbo de codicia, sino con sencillez y desprendimiento; no deben discriminar a nadie, sino tratar a todos como iguales; han de inspirar confianza y, en principio, confiar en todos; antes de dar tiene que estar dispuesto a recibir. Tiene también que denunciar las actitudes y comportamientos inhumanos o insolidarios allí donde se produzcan.

Puede haber en el pasaje una crítica a la actitud de los judaizantes del tiempo de Marcos en su trato con los paganos.

LA BIBLIA

domingo, 21 de enero de 2024

Mc 6,8-9

 Les ordenó que no cogiesen nada para el camino, excepto sólo un bastón: ni pan, ni alforja, ni monedas en la faja; eso sí, calzados sandalias, pero no os pongáis dos túnicas.

En el proyecto de misión (3,14s), Jesús había sugerido a los Doce que el nuevo Israel había de ponerse al servicio de la humanidad entera. En vista de la resistencia que presentan, ahora quiere que conozcan a esa humanidad, deponiendo sus prejuicios, y que sean capaces de presentarse ante toda clase de gente sin pretensiones de superioridad. A la magnitud de la dificultad que ellos sienten, corresponde la situación-límite den la que va a ponerlos Jesús. De ahí el uso (única vez con los discípulos) del verbo <<ordenar>>, que no admite réplica, y la minuciosidad de las instrucciones.

Los envía sin provisiones de ningún tipo. El encargo de Jesús es contundente: para el camino no deben proveerse de nada. La subsistencia de los discípulos estará en función de la buena voluntad de la gente: han de tener, por tanto, un prejuicio favorable hacia la humanidad, darle un voto de confianza; es lo que puede llamarse fe en el ser humano. No van a ser autosuficientes, van a depender de los demás. Van a presentarse como iguales y solidarios (de dos en dos) y han de confiar en la solidaridad. Necesitan más de los otros que los otros de ellos; van a recibir antes que a dar. No podrían proclamar en el futuro un mensaje de igualdad y solidaridad sin antes haberlas practicado y experimentado.

El envío no requiere preparativos; basta ponerse en camino. No han de llevar <<pan>>, es decir, alimento; pero tampoco <<alforja>> para recibir limosnas, pues no se presentan como mendigos: no deben aceptar dádivas ni recibir provisiones para continuar el camino, sino mostrar absoluto desinterés. Deben hacer patente que no buscan su propia ventaja ni pretenden aprovecharse de nadie. No van a confiar sólo en algunos hombres, sino en todos.

Tampoco han de llevar dinero, ni siquiera monedas de bronce, la calderilla que llevarían los pobres. Al indicarles Jesús que vayan más desprovistos que los pobres mismos, muestra que no pretende en primer lugar que den un ejemplo de pobreza, sino que hagan visible la confianza en la gente. Ellos, que han sido educados en idas o principios de discriminación dentro de Israel y de superioridad respecto de los otros pueblos, tienen que transmitir el mensaje opuesto. Jesús no les encarga enseñar ninguna doctrina religiosa, solamente mostrar con su conducta un mensaje humano, el de la igualdad, fraternidad y solidaridad entre todos los hombres, por encima de las diferencias de cultura o religión, de ideologías, ritos y creencias.

Lo único que deben llevar es lo que sirve para caminar y lo que los define como itinerantes, no sedentarios: bastón y sandalias, usados para los viajes largos. No deben llevar puestas dos túnicas, como la gente rica. El vestido refleja la clase social a la que se pertenece y ellos han de estar al nivel de la gente modesta, no al de la clase pudiente.

Si el verbo <<enviar>> (gr. apostellô) implica que los enviados son representantes cualificados del que envía, se retrata en las instrucciones a los Doce cuál es la actitud de Jesús ante toda la humanidad, conforme al contenido del secreto del reinado de Dios: que Dios desea llevar a la plenitud de vida a todo ser humano sin distinción, que quiere ser Padre de la humanidad entera, que su amor suprime toda discriminación (4,11 Lect.).

Después de encargarles lo que tienen que hacer (v. 7) y cómo han de presentarse (vv. 8-9), Jesús va a mostrarles cuál ha de ser su reacción según la acogida que reciban (vv. 10-11).

LA BIBLIA

Mc 6,7

 Entonces convocó a los Doce y empezó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos.

En 3,13-15 Jesús había convocado a los discípulos para constituir el grupo de los Doce o Israel mesiánico. El objetivo de la constitución del grupo era doble: uno, de presente, que estuviesen con él, otro, de futuro, enviarlos a una misión, en principio universal, para proclamar el mensaje.

El primer objetivo no se ha cumplido. El sentido de <<estar con él>> no era la mera proximidad física a Jesús, sino la plena aceptación de su persona y su mensaje universalista (3,14 Lect.), expuesto tanto antes de la constitución del grupo, en su actividad en Cafarnaún (2,1-13 Lect.), como después de ella, en el discurso en parábolas (4,1-34). Sin embargo, los Doce, mencionados con ocasión de ese discurso (4,10), mostraron una profunda incomprensión respecto a las parábolas (4,10), hasta el punto de que Jesús tuvo que explicárselas en privado (4,34). Tampoco esa explicación surtió efecto, pues cuando debían afrontar la misión entre los paganos, seguían aferrados a la idea de la superioridad judía (4,35.5,1 Lect.); de ahí que Jesús apareciese solo, sin la compañía de los discípulos, en territorio pagano (5,4-20). Por último, aunque lo habían seguido a <<su tierra>> (6,1b), no se mencionan con Jesús cuando éste es rechazado en la sinagoga (6,3-4) ni cuando enseñaba por las aldeas de alrededor (6,6b).

De hecho, los Doce ( = los discípulos en cuanto constituyen el nuevo Israel) no entienden o no aceptan la universalidad del reinado de Dios; siguen aferrados a los principios e ideales del judaísmo, en primer lugar a la superioridad del pueblo judío y la restauración de la gloria de Israel. El nuevo Israel mesiánico, destinado a una misión universal poniéndose al servicio de la humanidad entera, no podrá realizarla si no cambia de actitud y no abandona esos ideales y prejuicios.

Ahora convoca Jesús al grupo antes formado, que ha sido testigo de su actividad y de su enseñanza. En 3,13, el verbo <<convocar>> expresaba la autoridad de Jesús y, por esa convocación, los discípulos se acercaron a él. En este pasaje, además de expresar la autoridad, insinúa que los Doce se encontraban distanciados de Jesús.

De hecho, Jesús es consciente de que los Doce no hacen suyo el mensaje del Reino, y, en esas condiciones, no puede enviarlos a la misión proyectada en 3,14s, pues toda labor de proclamación hecha por ellos falsearía ese mensaje.

De ahí las divergencias entre la perícopa de la constitución de los Doce y ésta del envío. Contrastan, en primer lugar, porque Jesús no les encarga <<proclamar>>, como sería esencial en la misión; no les da la <<autoridad para expulsar a los demonios>>, que debía acompañarla (3,14s); lo que les confiere para este envío es <<autoridad sobre los espíritus inmundos>>. El contraste entre las dos perícopas pone de manifiesto el fracaso de Jesús con los discípulos y su impotencia para llevar a cabo su programa, debido a la resistencia de ellos al mensaje universalista.

Jesús los envía <<de dos en dos>> (cf. 11,1; 14,13), como había llamado a las dos parejas de hermanos, significando precisamente la igualdad de todos ante el reinado de Dios (1,16 Lect. cf. Ez 47,13ss LXX). Este modo de enviarlos implica, pues, en primer lugar la afirmación de la igualdad y excluye la subordinación de uno a otro, además de ser testimonio de ayuda (Dt 19,15b; cf. Ecl 4,9) y solidaridad mutuas (1,16 Lect.). Por otra parte, era costumbre judía enviar a los mensajeros por parejas; el portavoz debía tener a su lado a un compañero, como confirmación de la autenticidad del mensaje; como en este envío no habrá mensaje verbal, será la identidad de conducta de los dos enviados la que quedará patente: darán testimonio común de que confían en la solidaridad humana. También se requerían la menos dos testigos para un juicio (Dt 19,15; cf. Nm 35,30; Dt 17,6): los que entren en contacto con los enviados van a juzgarse a sí mismos según la actitud que adopten con ellos; los enviados serán testigos de la opción que hagan (v. 11).

En la convocación de los Doce se hablaba de <<autoridad para expulsar los demonios>> (3,15); en este envío, de <<autoridad sobre los espíritus inmundos>>, que no implica su expulsión. Se concede, pues, a los Doce un dominio sobre ellos, pero no se dice que sean los que agitan a otras personas.

En efecto, bajo la figura del torbellino de viento en la tempestad (4,37 Lect.), el relato evangélico ha presentado a los discípulos como portadores de un mal espíritu, que consistía precisamente en el convencimiento de la superioridad judía que negaba la igualdad entre los pueblos e impedía con ello la misión entre los paganos. Para que tenga éxito el envío y se dejen transformar por la experiencia, han de reprimir en ellos mismos toda manifestación que proceda de ese mal espíritu. No habla el texto de expulsar los malos espíritus que existan en los demás: se deduce de esto que se trata de neutralizar los propios. Es decir, Jesús da a los discípulos la posibilidad de autocontrol (<<autoridad sobre los espíritus inmundos>>), para que no sean vencidos por la mentalidad del pasado y quede frustrada la finalidad del envío.

No hay que perder de vista que Jesús no les encarga predicar o proclamar, ni siquiera exhortar a los hombres al cambio de vida; le interesa más que los Doce aprendan de otras gentes que no que las instruyan; más el cambio en los suyos que en los otros. Tampoco va a decirles que curen enfermos o que expulsen demonios.

No les indica el tiempo que han de estar fuera ni adónde deben ir; no les señala objetivo, pero no menciona la sinagoga ni ningún rasgo cultural o religioso judío que pudiera ser restrictivo para el ámbito del viaje. Como colectivos humanos mencionará solamente <<el lugar>> y <<la casa/familia>>, que pueden encontrarse en cualquier país y en cualquier comunidad humana. El territorio adonde han de dirigirse no queda, por tanto, circunscrito al ámbito puramente judío, sino que es susceptible de extenderse a cualquier país y pueblo. Como la misión anunciada en 3,14-15, este envío, que pretende crear las condiciones para una posible misión, tiene un horizonte en principio universal, aunque no es necesario suponer que el evangelista piensa en un viaje a país extranjero, pues Galilea era un región de población mezclada, judía y pagana, donde el encargo de Jesús podía realizarse plenamente.

El único objetivo del envío es que se abran al trato con toda clase de gente. Como, respecto a los discípulos, tanto la enseñanza pública a las multitudes como la privada a ellos solos se han demostrado inútiles, Jesús intenta cambiar la mentalidad del Israel mesiánico (los Doce) a través de una fuerte y dura experiencia. Quiere que conozcan y aprendan a estimar a cualesquiera personas sin hacer diferencias, rompiendo con la discriminación y exclusivismo judíos.

De la doctrina oficial de Israel los Doce han aprendido a rechazar la igualdad con los no judíos y la idea de que los paganos, a menos que se conviertan al judaísmo, están condenados a la destrucción. Ahora, por el contacto humano, han de aprender la apertura de espíritu, la tolerancia, la pluralidad y la humanidad que podrán encontrar en otros lugares y culturas.

El uso del presente histórico (<<convoca>>) y la mención de un envío progresivo (<<empezó a enviarlos>>) puede significar que Marcos ve en ese envío como actual en su tiempo: estaría subrayando la necesidad de un contacto sin prejuicios con toda clase de gentes, que, para evitar encerrarse en sí mismo, el nuevo Israel debe seguir practicando.

LA BIBLIA

viernes, 19 de enero de 2024

Mc 6,1b-6

 

Mc 6,1b

Colofón de la segunda sección: No se nombra a Nazaret, porque su tierra/su patria es el pueblo judío (1b). La escena tipifica la actitud hacia Jesús de la mayoría del pueblo, identificado con la postura de los letrados (3,22). Nadie acude a Jesús a su llegada: rechazo. Primer contacto, el día de precepto, en que tienen que ir a la sinagoga. Están impresionados por su enseñanza, pero no reconocen que su autoridad sea la del Espíritu (cf. 1,22). No pronuncian su nombre, sólo pronombres despectivos para él y su actividad (éste, eso). Si su autoridad no es de Dios, no puede ser más que del demonio (cf. 3,22: agente de Belcebú); por eso dan sentido peyorativo a su saber (magia) y lo mismo a su actividad (no «hace» prodigios, le salen, como instrumento de otro). Hijo de María, indigno de llamarse hijo de un padre. Rechazo total (cf. 3,31ss: «madre y hermanos»), Jesús se presenta como profeta, es decir, como inspirado por el Espíritu de Dios, desmintiendo la acusación de magia (4). La falta de fe impide su actividad. En lugares periféricos sí escuchan su enseñanza (5-6).

Mc 6,6b

 Entonces fue recorriendo las aldeas de alrededor, enseñando.

Tras su fracaso con los incondicionales de la institución, Jesús no desiste de su actividad de enseñanza, pero elige un nuevo campo de acción: las aldeas de alrededor. El plural <<las aldeas>> indica en Mc comunidades judías que viven al margen de la institución religiosa, sentido confirmado por el adverbio <<alrededor>>: son los que se mantienen en la <<periferia>> del judaísmo oficial, los <<marginales>> y marginados por el sistema. Jesús, con su enseñanza, amplía su horizonte para darles posibilidad de opción; les muestra que el mensaje del Reino rectifica, por una parte, y hace culminar por otra la herencia que habían recibido.

No puede ser mayor el contraste entre la sinagoga de <<su tierra>> y <<las aldeas>>. En éstas Jesús no encuentra rechazo y puede enseñar sin encontrar prejuicios y oposición. No se habla de día de precepto ni de sinagogas, pues se trata de judíos no practicantes. Jesús no necesita actuar allí con fuerza (= expulsar demonios) ni curar gente <<postrada>>, lo que indica que no hay fanáticos del sistema ni minorías que sufran la opresión ideológica.

Se ha cerrado una puerta a Jesús y a su mensaje: la de la institución religiosa judía, que se impone y somete a sus adeptos; Jesús no volverá a entrar en una sinagoga. Dentro de Israel, la esperanza del Reino se abre fuera del ámbito de la religión oficial, en <<las aldeas>> alejadas de su ideología y de su praxis.

LA BIBLIA

Mc 6,6a

 Y estaba sorprendido de su falta de fe.

La reacción de Jesús no es de cólera, sino de sorpresa ante el rechazo. Es la primera vez que gente común manifiesta incredulidad, hasta ahora actitud propia de los dirigentes religiosos. Los oprimidos rechazan la libertad. No esperaba tal identificación del pueblo de la sinagoga con los dirigentes ni tal cerrazón al mensaje de Dios. En la escena no aparece ningún letrado o jefe espiritual, ni siquiera por alusión; los fieles de la sinagoga no necesitan su enseñanza o su apoyo, son uno con ellos. Por contraste con 1,22, ahora los que escuchan a Jesús representan ellos mismos al sistema.

La sorpresa de Jesús nace de que sus oyentes, después de haber conocido la salvación, la rechacen, de que renuncien a la libertad y vuelvan a la opresión, de que reaccionen tan negativamente ante una enseñanza que antes les había dado la experiencia del Espíritu en él.

Hay que notar la escasez de movimiento en esta perícopa. No se dice que Jesús entre en la sinagoga (cf. 1,21b; 3,1) o que salga de ella (cf. 1,29; 3,6-7a); tampoco el pueblo entra ni sale de la sinagoga: está en ella. La sinagoga aparece como un local cerrado, sin comunicación con el exterior: es el lugar de la incredulidad y del escándalo, impenetrable para el Espíritu de Dios. La Ley (v. 2: <<día de precepto>>) es alidada suya, obliga a estar en ella y a escuchar su doctrina. Las determinaciones locales <<aquí>> (v. 3) y <<allí>> (v. 5) parecen indicar este lugar fatídico, inexpugnable e inmóvil, que representa el anquilosamiento del sistema religioso que rechaza a Jesús.

La incredulidad se opone a la adhesión/fe, que obtiene la liberación del pecado (2,5), ha procurado la salvación de la mujer con flujos (5,34) y ha dado vida a la hija de Jairo (5,36). La falta de fe ha puesto de manifiesto la cobardía de los discípulos en el episodio de la tempestad (4,40).

El mensaje sembrado en las sinagogas de Galilea ha caído junto al camino, en tierra dura, y el diablo (el poder del sistema) lo ha arrebatado (4,15). Los adictos al sistema religioso no sienten necesidad de una enseñanza nueva (1,27), les basta con la de los letrados; no aceptan profetas portadores de nuevos mensajes divinos.

Este último episodio en una sinagoga muestra hasta su extremo los efectos en el hombre del sistema religioso judío, dominado por el legalismo fariseo. En episodios anteriores se han descrito esos efectos: el fanatismo violento (1,23), la supresión de toda libertad de acción, iniciativa y creatividad (3,1-7a: el hombre del brazo atrofiado) y la infantilización y dependencia que lleva al pueblo a la muerte (5,21-24a.35-6,1a: la hija de Jairo). Ahora se contemplan en su máxima expresión: los fieles de la sinagoga están tan acostumbrados a no pensar por sí mismos que son incapaces de afirmar con seguridad si algo es blanco o negro; no se fían de ellos mismos ni de su propia experiencia, tienen que esperar a que sus dirigentes den un juicio para atenerse a él, dispuestos además a cambiar de opinión si los dirigentes se lo imponen. La institución ha anulado su personalidad e impedido su desarrollo humano. Y ahora que el sistema ha decidido que el Espíritu de Dios que actúa en Jesús es un Espíritu inmundo, se asocian sin vacilar al insulto contra el Espíritu Santo.

LA BIBLIA

Mc 6,5

 No le fue posible de ningún modo actuar allí con fuerza; sólo curó a unos pocos postrados aplicándoles las manos.

El desprecio deja a Jesús desarmado. Antes ha podido liberar a muchos poseídos por espíritus inmundos o demonios (<<actuar con fuerza>>), expresiones simbólicas que, en territorio judío, significan la adhesión fanática a la doctrina oficial y a su ideología de odio y violencia. Ahora le resulta imposible: cuando los hombres se muestran hostiles a su persona y a su obra, Jesús nada puede. La negativa del hombre bloquea la eficacia del amor de Dios.

El término griego para <<postrados>> (arrôstos) designa un estado de falta de fuerza o vigor físico o psíquico, incluso de enfermedad grave (2 Sm 12,15; 1 Re 14,15). Nadie ayuda a Jesús en su labor; en esta ocasión no hay ni siquiera intermediarios que le lleven los dolientes (cf. 1,32).

Jesús cura <<a unos pocos>>, pero sin ofrecer una salvación definitiva (<<cura>>, cf. 1,34; 3,2.5; <<salva>>, cf. 5,23.34); vuelve a actuar como lo hizo en Cafarnaún antes de proponer su alternativa (1,34). No se dice que haya salido de la sinagoga; las curaciones se realizan, por tanto, en su ámbito, en sentido claramente figurado, significando que los que cura están ligados a la institución religiosa y oprimidos por ella; ésa es la razón de que no <<salve>>. El reducido número (<<unos pocos>>) contrasta con los <<muchos>> o <<la mayoría>> de los miembros de la sinagoga (v. 2). Este contraste y el hecho de que Jesús pueda curarlos insinúa que se trata de los que no comparten el fanatismo de los más, pero no tienen energía para oponerse a él y sufren la opresión ideológica o la marginación.

La curación se realiza mediante el contacto físico (cf. 5,23), sin tipo alguno de rito ni usando medicina alguna. Es la primera vez que Jesús aplica las manos (5,21, pero no se lleva a cabo; 6,5; 7,32 [la mano]; 8,23.25). La mayoría de la sinagoga decía que sus acciones extraordinarias sucedían <<a través de sus manos>>, como instrumento de otro (v. 2); Jesús, por el contrario, actúa por propia iniciativa, con gesto voluntario (<<aplicándoles las manos>>).

Es decir: Jesús no es un mago, sino un profeta; no actúa como instrumento de otro, sino usando su libertad. Sus manos, sospechosas para la gente de la sinagoga, comunican vida.

LA BIBLIA

miércoles, 17 de enero de 2024

Mc 6,4

 Jesús les dijo: <<No hay profeta despreciado excepto en su tierra, entre sus parientes y en su casa>>.

Por primera vez desde 5,36 reaparece el nombre de Jesús. Contrasta esta mención del nombre con la despersonalización que han hecho de él sus oyentes (<<éste, ése>>). Mc afirma la personalidad de Jesús, que no puede ser definida a partir de su oficio o relaciones de familia.

El texto expone una doble reacción de Jesús ante el rechazo de que ha sido objeto e, intercalada entre ambas, la consecuencia de éste: la primera reacción, dialéctica (v. 4), responde directamente a los dichos y actitud de sus oyentes; la consecuencia del rechazo (v. 5) es la escasa actividad que pudo desplegar <<en su tierra>>; la segunda reacción, psicológica (v. 6a), describe los sentimientos de Jesús ante la actitud de los judíos practicantes de <<su tierra>>.

En primer lugar, cita Jesús un proverbio, sin duda alguna conocido por sus oyentes, y que él modifica en parte. Por única vez en este evangelio se autodenomina <<profeta>>, en correspondencia con la <<autoridad>> divina que ha mostrado (cf. 1,22) y que ahora no ha sido reconocida. Responde así a las preguntas sobre el origen de su <<saber>> y de su actividad; él habla y actúa en nombre de Dios, que le ha encargado comunicar un mensaje suyo (cf. 1,14). Al usar el término <<profeta>> y no el de <<maestro>>, muestra que el contenido de su enseñanza no depende de saber humano, sino que procede de Dios mismo mediante una llamada personal y en vista de una misión concreta y singular. Deberían haber reconocido su <<autoridad>>, como al principio en Cafarnaún (1,22.27).

Como en anteriores ocasiones de la historia de Israel, el pueblo desprecia o deshonra al enviado de Dios. Se alude al caso de Jeremías (Jr 11,21: <<No profetices en nombre del Señor si no quieres morir a manos nuestras>>; 12,6 LXX: <<También tus hermanos y la casa de tu padre te han desechado>>; cf. 9,3) y a un dicho de Isaías sobre el Servidor de Yahvé (Is 53,3; <<despreciado y desestimado>>).

El desprecio que ha sufrido significa un rechazo general por parte de los judíos fieles a la institución religiosa, pues proviene de todos los círculos practicantes que existen en <<su tierra>>; Jesús los nombra, ampliando el proverbio, en orden inverso al seguido por sus oyentes en su última pregunta: empieza por el más general, su tierra/Galilea (<<aquí con nosotros>>), y va estrechando el ámbito, primero a sus parientes (<<hermanos, hermanas>>)  y, finalmente, a los más íntimo; su casa (<<María>>).

LA BIBLIA

Mc 6,3b

 Y se escandalizaban de él.

El escándalo es la conclusión de los argumentos que han ido acumulando antes: el origen del saber de Jesús y el inspirador de su actividad no es Dios; pero, por otra parte, no hay posible explicación humana de su personalidad actual.

Por eso, la actividad de Jesús provoca la indignación y la censura de los fieles a la religión e ideales judíos. Se ha presentado como un maestro en oposición a los maestros reconocidos por todos y ha reclutado un grupo de discípulos; es más, aunque ha sido desautorizado por los representantes de la autoridad suprema (3,22: <<los letrados bajados de Jerusalén>>), continúa su actividad sin resolver al seno de la tradición judía. Los escandaliza que Jesús se atreva a desafiar al centro de la institución religiosa, poniendo en cuestión sus doctrinas y sus sagrados ideales. Esto los lleva a concluir que, como afirmaban los letrados, es agente de Satanás, y que de éste proceden su saber y su actividad. El escándalo manifiesta que han llegado a disipar toda posible duda; condenan decididamente.

Si se compara globalmente esta escena con la de la sinagoga de Cafarnaún (1,21b-28), aparecen analogías y diferencias. Como ya se ha visto, la enseñanza de Jesús causa en ambas una fuerte impresión, pero la reacción es opuesta. En el primer caso se reconoció la autoridad de Jesús como profeta (el Espíritu), con el consiguiente descrédito de la enseñanza oficial (letrados) (1,22). Incluso el poseído, que interrumpió a Jesús y le reprochó su oposición a la institución judía, al ser interpelado por él, acabó renunciando a su fanática adhesión al sistema religioso.

En esta ocasión, en cambio, neutralizan el impacto de la enseñanza poniendo en duda el origen del saber y de la actividad de Jesús y recordando su condición social y la familia a la que pertenece. Los que hablan no son ya, pues, sencillamente judíos adictos al sistema religioso, como lo eran los de Cafarnaún; hay ahora en ellos un obstáculo especial que los hace insensibles al Espíritu de Dios. Su situación es peor que la del poseído de Cafarnaún (1,23); éste, aunque para oponerse, se había dirigido a Jesús y había llegado a liberarse. Ahora, nadie le dirige la palabra; hay una total  incomunicación. Hablan entre ellos mismos (vv. 2-3), no con él; no buscan aclarar su pretendida duda, lo que indica que ya tenían la respuesta.

En su primer encuentro con Jesús, los fieles de la sinagoga tuvieron la experiencia del Espíritu en él y, por eso, descalificaron a los letrados; más tarde, conocieron la alternativa propuesta por Jesús. Sin embargo, tras la campaña difamatoria llevada a cabo por los letrados de Jerusalén (3,22), aceptan la autoridad del centro del sistema y asumen plenamente su veredicto condenatorio, buscando incluso argumentos con que apoyarlo: es un falso profeta, un agente de Satanás. La intervención del centro ha sido decisiva: rechazan a Jesús, vuelven a someterse a los mismos que habían descalificado y niegan la verdad que han conocido antes; atacando el juicio dado por aquellos letrados, llaman espíritu inmundo al Espíritu Santo: como ellos, insultan o blasfeman contra el Espíritu, se asocial a la mala fe que no tiene perdón (3,29).

LA BIBLIA

martes, 16 de enero de 2024

Mc 6,3a

 ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago y José, de Judas y Simón? y ¿no están sus hermanas aquí con nosotros?

Continúa la búsqueda de argumentos para neutralizar la impresión causada por la enseñanza. A la extraordinaria actividad que Jesús ha venido desarrollando, los oyentes oponen en primer lugar su oficio anterior. El que ha actuado por toda Galilea como maestro y taumaturgo no es más que un vulgar carpintero.

El término (gr. téktôn, hebr. haras) incluye las funciones de artesano, carpintero, albañil, herrador. Se aplicaba especialmente al carpintero, que podía ejercer los otros oficios.

El pueblo sabe que Jesús no es un rabino ni ha asistido a escuela alguna que lo haya capacitado. No es un intelectual ni tiene estudios oficiales. Para ellos, la doctrina de Dios se estudia en las escuelas rabínicas; éste no ha pasado por ellas, es sólo un artesano, luego lo que dice no ofrece garantía.

En segundo lugar, la atención se pone en la familia, en un intento de definir por ella la identidad de Jesús. Antes lo han hecho por su oficio; ahora, por sus relaciones familiares.

Jesús es <<el hijo de María>>. Es muy extraño que se le identifique por la relación con su madre, no con su padre, como era la costumbre. Dado que en aquella cultura el apelativo <<hijo>> implicaba no sólo la generación, sino también la semejanza con el padre (<<el que sale a su padre>>), este modo de designar a Jesús parece indicar que lo consideraban indigno de llevar el nombre del padre, por no seguir su ejemplo ni imitar su conducta. Esto implica que ni el saber ni la actividad de Jesús se atienen a la tradición de su familia, análoga a la que han recibido los oyentes.

Además de la madre, se nombran cuatro <<hermanos>>; los nombres propios concretan la familia real de Jesús entre los allegados que fueron a echarle mano por considerarlo un demente (3,21.31ss). De los cuatro nombres, Santiago, José, Judas y Simón, dos tienen forma hebrea (Santiago y Judas); los otros dos, formas helenizadas (José y Simón). Los de los dos primeros, Santiago y José, vuelven a aparecer en Mc 15,40, como hijos de una María que no se identifica con la madre de Jesús; el de José, determinando a María su madre, se encuentra de nuevo en 15,47; paralelamente, el de Santiago en 16,1. Son sus parientes cercanos, y Jesús es uno como ellos. Sus <<hermanos>> tienen nombre, identidad; el nombre de Jesús, ni se pronuncia.

Conocen su oficio, a su madre y a sus parientes, conviven con sus hermanas. Se empeñan en definirlo por su entorno familiar y social; es uno como otro cualquiera, y, por eso, el papel que ha asumido y la actividad que ha realizado son para ellos humanamente inexplicables. Puesto que han excluido una llamada divina, no queda más alternativa que atribuirle un origen diabólico.

LA BIBLIA

Mc 6,2b

 La mayoría, al oírlo, decían impresionados: <<¿De dónde le vienen a éste esas cosas? ¿Qué clase de saber le han comunicado a éste, y qué fuerzas son ésas que le salen de las manos?>>

La enseñanza de Jesús impresiona al auditorio. Es la misma reacción que se produjo en la sinagoga de Cafarnaún (1,22: <<estaban impresionados de su enseñanza>>). Sin embargo, las conclusiones que ahora sacan difieren esencialmente. Los de Cafarnaún reconocieron la <<autoridad>> más que humana de Jesús (1,22: <<porque les enseñaba como quien tiene autoridad>>), que lo hacía equiparable a un profeta; la consecuencia de aquel reconocimiento fue el descrédito del modo de enseñar de los letrados (1,22: <<y no como los letrados>>).

Ahora, en cambio, aunque han quedado igualmente impresionados, no interpretan la superioridad de Jesús en términos de autoridad divina, sino que expresan la duda sobre su posible origen (<<¿De dónde le vienen a éste esas cosas?>>). Ahora bien: si esta superioridad más que humana no procede de Dios, no puede tener más que un origen, el demonio, y tal es el juicio implícito en la duda.

La pregunta inicial se concreta en otra donde se distinguen el saber y la actividad de Jesús, los dos terrenos en que se manifiesta su superioridad. En primer lugar se preguntan por la calidad de su saber: <<¿Qué clase de saber le han comunicado a éste?>> El término <<saber>> puede aplicarse tanto al plano intelectual (conocimiento y profundización de una doctrina) como al de la práctica (habilidad o maestría en la realización de cualquier actividad). En el texto se refiere ante todo a la enseñanza que tanta impresión ha causado. El tenor de la pregunta muestra que para ellos no se trata de un saber inspirado por Dios. Es un saber nuevo (<<¿Qué clase de saber ...?>>, cf. 1,27) y extraordinario comunicado a Jesús, no el que se enseña en las escuelas rabínicas, que Jesús no ha frecuentado, y que ellos conocen por la predicación de los letrados; su novedad hace sospechoso su origen.

En segundo lugar se refieren a la actividad; no niegan que Jesús realice acciones extraordinarias; lo que no está claro es cómo hay que calificarlas: <<¿y qué fuerzas son esas que le salen de las manos?>>. Para ellos, no son acciones que Jesús haga por su propio poder o autoridad; suceden como si otro actuara por su medio y él no fuera más que mero instrumento (lit.: <<que suceden a través de sus manos>>). Se refieren, sin duda, a la liberación de endemoniados (fanáticos del sistema religioso-político) (1,34), la misma que fue atacada por los letrados de Jerusalén (3,21).

La enseñanza de Jesús en <<su tierra>> no produce el efecto que produjo en Cafarnaún, sino el contrario. No origina desprestigio de los letrados como maestros de la institución judía; es Jesús quien queda desprestigiado.

Así, el primer modo como la gente de <<su tierra>> busca neutralizar el impacto que produce en ellos la enseñanza de Jesús es desacreditándola, poniendo en duda su origen y su ortodoxia. La opinión que Jesús les merece se refleja en el hecho de no pronunciar su nombre; lo designan siempre despectivamente con un pronombre: <<¿De dónde le vienen a éste esas cosas?>>.

Las preguntas son retóricas; ellos ya tienen formada su opinión. Tanto el tono despectivo como la duda que expresa insinúan que Jesús es instrumento de Belcebú, como afirmaron explícitamente los letrados de Jerusalén en su visita a Galilea (3,22). En su primer contacto con Jesús el pueblo de la sinagoga había tomado partido por él situándose críticamente ante el magisterio de los letrados (1,22); ahora en cambio, han hecho suyo el juicio de los letrados (3,22): si Jesús realiza obras extraordinarias, es por ser agente de Satanás.

LA BIBLIA

Mc 6,2a

 Cuando llegó el día de precepto y se puso a enseñar en la sinagoga.

La frase <<cuando llegó el día de precepto>>, que, en concreto, era un sábado, implica que Jesús había llegado a <<su tierra>> unos días antes. El texto no señala ninguna reacción de la gente a su llegada ni habla de actividad alguna de Jesús durante ese intervalo. Este silencio es significativo.

De hecho, desde que Jesús se dio a conocer en la sinagoga de Cafarnaún (1,21b-28), siempre, en cualquier lugar, han acudido a él multitudes o ha sido acogido por ellas (1,33.45; 2,13; 3,7b-8), aun después de su ruptura con la sinagoga (3,20; 4,1; 5,21). En cambio, en este caso Mc no señala interés alguno por Jesús por parte de de sus compatriotas. No hay acogida para él <<en su tierra>>, lo que indica un rechazo, prejuicio u hostilidad contra él.

El uso del término <<día de precepto>> en lugar de <<sábado>> subraya precisamente que el encuentro de Jesús con los fieles de la sinagoga se verifica sin que éstos puedan evitarlo, pues Jesús se presenta ante ellos el día en que, por la obligación del precepto, todos están forzosamente reunidos. Son gente sometida al sistema religioso.

No se dice que Jesús tome parte en la liturgia sinagogal. Se presenta directamente enseñando, como en Cafarnaún (1,22). Como entonces, Mc tampoco ahora explicita el contenido de la enseñanza, que sigue siendo el mensaje del reinado de Dios (cf. 4,1.26-32); va a poner de nuevo el énfasis en la impresión que hace en los oyentes.

Es la segunda vez que Jesús enseña en una sinagoga. La primera fue en Cafarnaún antes de proponer su alternativa (1,21b-28). En aquella ocasión, los oyentes, impresionados por su enseñanza, tomaron partido por él contra los letrados que impartían la enseñanza oficial. Esta vez la reacción va a ser muy diferente.

LA BIBLIA

APÉNDICES - MARCOS

El final abrupto de Mc y la omisión de toda aparición del Resucitado a sus discípulos dio pie, ya en el siglo II, a la adición de apéndices ...