Uno de los presentes tiró de machete e hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole el lóbulo de la oreja.
Mc no identifica explícitamente al que en este momento usa la fuerza, sólo indica que se trata de uno de los presentes. En realidad, el evangelista escatima en esta perícopa las identificaciones explícitas; es el contexto la que las va determinando. Así, en el v. 46, los que arrestan a Jesús son denominados "ellos", siendo el contexto anterior y la acción que ejecutan los que permiten identificarlos con el tropel de gente que acompaña a Judas (v. 43). Lo mismo ocurre, en el episodio final, con la frase "huyeron todos" (v. 50), que podría referirse a la turba a la que Jesús reprocha su actuación con él (vv. 48s); sólo la perícopa precedente (14,32-42), donde aparecen los discípulos, y la predicción de Jesús después de la cena del abandono de todos ellos (14,27) señala a éstos como los que huyen tras el prendimiento.
También aquí es el contexto, unido al uso que hace Mc de la partícula griega de, que aparece al comienzo del versículo, lo que permite identificar al agresor.
En primer lugar, el atacante pertenece (Uno de) a un grupo estático, los allí presentes, distinto de la turba, que forman el grupo dinámico que ha prendido a Jesús. Mientras la turba lleva a cabo el prendimiento, uno de los testigos del hecho reacciona con violencia ante él. Por lógica, este testigo no puede ser un miembro de ella, ni tampoco un espectador ocasional, porque los dirigentes han evitado la detención en público de Jesús, por miedo a un tumulto popular (14,1-2; cf. 11,18; 12,12). El agresor, pues, es uno de los que han acompañado a Jesús a Getsemaní (14,32) y que está con él en el momento de su arresto, es decir, uno de sus discípulos. Aunque éstos no se nombran explícitamente en toda la escena, están presentes en la misma, de lo contrario no tendría sentido la señal que Judas había convenido con la turba (v. 44) y su gesto de besar con insistencia a Jesús (v. 45), en caminados ambos a evitar que, al realizarse la detención, Jesús fuese confundido con alguno de sus acompañantes. Son ellos, además, los que al final de la escena abandonan a Jesús y salen huyendo (v. 50).
El uso de la partícula griega de al comienzo del versículo confirma esta conclusión. Dicha partícula se emplea en muchas ocasiones para ir separando a los personajes o grupos actuantes. En la perícopa aparece tres veces (vv. 44.46.47). Después del binomio Judas-multitud (v. 43), de separa primero a Judas como contradistinto de la multitud (v. 44: "[pero (de)] el traidor había convenido con ellos una señal"), luego a la multitud como contradistinta de Judas (v. 46: "[pero (de)] uno de los presentes") que identifica a un actante, separándolo, como lo ha hecho hasta ahora, como contradistinto tanto de Judas como de la multitud. Si perteneciera a esta última, Mc habría puesto "[pero (de)] uno de la multitud" (gr. heis de tis tou okhlou), o bien, "[pero (de)] uno de ella" (gr. heis de tis autôn), y no "[pero (de)] uno de los presentes" (gr. heis de tis autôn), y no "[pero (de)] uno de los presentes" (gr. heis de tis tôn parestêkotôn). Por otra parte, después de la detención, la turba está tranquila, ha conseguido su objetivo; no tiene sentido que nadie de ella intervenga. Así pues, los presentes designan un grupo, hasta ahora inactivo, distinto de la multitud que acaba de prender a Jesús y que no puede ser otro que el grupo de discípulos que han sido testigos del prendimiento. Uno de este grupo es el agresor.
A este individuo Mc no lo llama "discípulo", pues, a partir de la llegada a Getsemaní, donde ha usado el término por última vez (14,32), deja de emplearlo en todo el relato de la Pasión. De hecho, no puede llamarlo discípulo porque su acción se opone a la actitud y enseñanza de Jesús. Por eso lo describe como uno de los presentes, locución que indica cercanía, pero no adhesión auténtica a Jesús.
El personaje en cuestión reacciona inmediatamente después del prendimiento, luego su acción quiere ser una respuesta a ese hecho; intenta responder con la fuerza a la violencia que se está ejerciendo contra Jesús. Ahora bien, la actitud que lleva a este acto es la expresada por Pedro en 14,31: "Aunque tuviese que morir contigo, jamás renegaré de ti", asumida a continuación por el grupo de discípulos al completo ("Y todos decían lo mismo"). El atacante es, pues, un miembro de éste, que los representa a todos; la actitud común del grupo es lo que hace que el sujeto aparezca indeterminado (Uno de); podría ser "uno cualquiera" de ellos. Todos estarían dispuestos a morir con Jesús combatiendo al enemigo, pero no comprenden que Jesús se entregue voluntariamente sin oponer resistencia. La muerte sin resistencia y sin gloria no tiene sentido para ellos. Lucharían por derrocar a los dirigentes para instaurar el reinado de Jesús, pero dar la vida sin defenderla con uñas y con dientes lo consideran un gesto inútil. Como no han hecho caso de las exhortaciones de Jesús (14,34.38), no han vencido la tentación y no podrán, como él, dar testimonio del amor del Padre.
El anónimo personaje hiere con un machete al siervo del sumo sacerdote, cortándole el lóbulo de la oreja. En la frase tiró de machete, el artículo es posesivo (= "su machete", el que él llevaba), indicando el talante de violencia que reinaba en el grupo de discípulos, en correspondencia con su ideal del mesianismo davídico de Jesús. El atacante va a usar la misma arma (un machete) que los que han ido a prender a Jesús (v. 43). Se pone al nivel de la turba.
El siervo del sumo sacerdote, es un título honorífico. Destaca de la turba y denota un personaje cualificado que desempeña un cargo único y de primera fila; aparece, pues, como un delegado y representante del sumo sacerdote, la suprema autoridad política y religiosa de Israel, que encarnaba la institución. En los pueblos orientales, cualquier funcionario, aun de alto rango, era llamado <<siervo>> de su señor. Atacar al siervo equivale a atacar al sumo sacerdote.
El atacante hiere al representante del sumo sacerdote en el lóbulo de la oreja. Esta precisión de Mc tiene por trasfondo Éx 29,20 y Lv 8,23, donde se prescribe y ejecuta la consagración de Aarón, el sumo sacerdote, y de sus hijos. Para realizarla, se untaban con sangre del animal sacrificado varias partes del cuerpo del futuro sacerdote, entre ellas el lóbulo de la oreja derecha.
Así, cortar al siervo el lóbulo de la oreja equivale a despojar al sumo sacerdote de su consagración, es decir, a destituirlo. El agresor no se enfrenta con la turba, sino con la máxima autoridad de su pueblo. Se revela su postura: concebía a Jesús como un Mesías reformador de las instituciones, que había de destituir a los dirigentes empleando la fuerza. Por eso, con su acción, declara ilegítimo el sumo sacerdocio existente. Muestra el espíritu reformista violento que ha caracterizado siempre a los discípulos, en particular a Pedro (1,29-31). No han orado (14,38) y sucumben a la tentación.
Hay que notar dos hechos narrativamente incongruentes. En primer lugar, al siervo del sumo sacerdote se le nombra inesperadamente; nadie habría pensado que entre la turba anónima que acompaña a Judas se encontrase un personaje tan importante, que normalmente debería haber asumido las funciones de jefe. En segundo lugar, inexplicablemente no hay reacción al ataque ni por parte de Jesús ni por parte de la turba. Esta doble incongruencia narrativa lleva a concluir que tanto la figura del siervo como la agresión del discípulo son solo un artificio literario de Mc para explicitar la actitud del grupo que acompañaba a Jesús en el momento de la detención.
LA BIBLIA