miércoles, 28 de febrero de 2024

Mc 8,6

  Ordenó a la multitud que se echara en la tierra. Tomando los siete panes y pronunciando una acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran, y ellos los sirvieron a la multitud.

´Jesús empieza a dirigirse a la multitud, que le ha dado su adhesión (v. 2: <<llevan ya tres días a mi lado>>); quiere exponerle su mensaje mesiánico, cuya práctica les comunicará vida-Espíritu, y las características de la sociedad nueva. El mensaje no se expone aquí, como la primera vez (6,34), con la enseñanza, que Jesús reserva para los oyentes judíos, sino sólo mediante las acciones, que, en paralelo con las de aquella ocasión, explicitan su contenido.

En primer lugar les ordena que se echen en la tierra. El uso del verbo <<ordenar>> indica que hay que vencer una resistencia (cf. 6,8 Lect.), y el hecho de que en el texto se encuentra un presente histórico (<<ordena>>) sugiere que esa resistencia continúa en la época de Mc.

Comer recostados era en la época propio de los hombres libres: los oprimidos o esclavos no lo habrían hecho espontáneamente. Esta multitud de marginados, tanto excluidos de Israel como paganos, no está acostumbrada a la libertad; de ahí la orden de Jesús.

Con esto, y como en el caso de la multitud judía, lo primero que hace Jesús es dar a todos conciencia de que, en cuanto seres humanos, están llamados a ser libres. En este caso, da la orden directamente a la multitud, no a los discípulos, que no han aceptado siquiera la posibilidad de un éxodo liberador para los no integrados en Israel.

Se omite en este pasaje la mención de <<la hierba verde>> (6,39), que aludía al Sal 22/23,2, <<el Señor es mi pastor>>, propio de la tradición judía. La multitud, en cambio, debe echarse <<en la tierra>>, término que no se mencionaba en 6,39. <<La tierra>> designa, por una parte, la tierra de Israel o tierra prometida (cf. 4,1 Lect.) y, por otra, el mundo entero (cf. 2,10; 4,26.31). Dado que Mc coloca la escena fuera del territorio judío, señala con esto que la tierra prometida no es ya la de Israel, sino el mundo en su totalidad. Se anuncia la libertad para todos los hombres y pueblos, el alcance universal de la acción que va a realizar Jesús.

Mc no indica que la multitud se recostara, como lo hizo en el primer reparto (6,40 Lect.). Allí lo hacía notar porque aquella multitud no siguió la indicación de Jesús de recostarse <<en corros>> (6,39), y en este caso no ha precisado Jesús el modo como han de hacerlo. Con la multitud judía quería subrayar la igualdad; aquí no lo necesita, porque, a diferencia de aquélla, esta multitud de excluidos de Israel no depende de una tradición religiosa que establezca una jerarquía institucional.

Jesús toma los siete panes, todas la provisiones que tienen sus discípulos, no reserva nada para el grupo: como en la ocasión anterior, compartir todo lo que se tiene es figura del amor sin límite. El nuevo Israel ha de perder la propiedad de su pan para hacer partícipes también a los paganos (tratar a los <<perros>> como a <<hijos>>)m, en comunión de igualdad, sin diferencias.

No se menciona que Jesús levante la mirada al cielo (6,41), gesto que ponía a los panes en relación con Dios creador, dador de vida, según la tradición judía pero el hecho de <<dar gracias>> implica por sí mismo que el alimento/vida es don de lo alto. Mc cambia el término <<bendecir>> usado en 6,41, por el de <<dar gracias>>, término técnico para designar la celebración de la eucaristía en la comunidad helenística; insinúa con ello la admisión de los paganos a la eucaristía. Además, con su acción muestra Jesús a los paganos que lo propio de Dios es dar vida al hombre, corrigiendo muchas falsas ideas sobre la divinidad existentes en el paganismo.

Sin embargo, el acto central no es la acción de gracias (en participio), sino la doble acción con el pan: la fracción y la entrega a los discípulos. Emplea Mc el verbo simple <<partir>> (gr. eklasen), que aparecerá en el relato de la Cena (14,22), en lugar del compuesto <<partir en trozos>> (kateklasen) que se encontraba en 6,41. Insiste así en la admisión de los paganos a la eucaristía, ya insinuada por el uso del verbo <<dar gracias>>.

Mc hace hincapié sobre el servicio de los discípulos, que menciona tres veces (vv. 6 bis. 7), mientras que en el primer reparto sólo se mencionaba una vez (6,41). Explicita el servicio efectivo de los discípulos, al que éstos no ofrecen resistencia. Muestra así cuál es, en el proyecto mesiánico, la vocación del nuevo Israel, insinuada ya en la constitución de los Doce: ponerse al servicio de la humanidad entera (3,14-15 Lect.). Deben compartir la totalidad de su pan y al compartir hacer comunidad con los paganos. El pan es factor de vida; compartir y repartir pan-vida, que ellos reciben de Jesús, es amor de obra. La misión del grupo de discípulos es comunicar vida a todos los pueblos mediante el servicio, sin pretensiones de superioridad.

LA BIBLIA

Mc 8,4-5

 Le replicaron sus discípulos: <<¿De dónde a tantos va a poder nadie saciarlos de pan, aquí en descampado?>>. Él les preguntó: <<¿Cuántos panes tenéis?>>. Contestaron: <<Siete>>.

Los discípulos no tienen nada que proponer, pero antes de que Jesús les diga como en la ocasión anterior: <<Dadles vosotros de comer>> (cf. 6,37), ellos ponen una objeción: <<a tantos>> no se les puede saciar. Y, en contra de la experiencia que han tenido en el primer reparto de los panes, afirman que es lo mismo de imposible para Jesús que para ellos (<<nadie>>). También ahora piensan que habría que comprar pan para la multitud, pero en despoblado no hay aldeas ni caseríos donde pudiera adquirirse.

Como se ha dicho, los discípulos justifican su pasividad alegando que para la multitud no hay posibilidad de solución. Niegan que la experiencia anterior con la multitud judía sea aplicable a una multitud no integrada en Israel. En el plano de los principios esto implica que, según ellos, no puede haber éxodo ni sociedad nueva más que para los judíos. Los excluidos de Israel y, en particular, los paganos no tienen cabida en ese proyecto.

El primer reparto les había dado la clave para actuar, pero la descartan; ni se les ocurre compartir su pan con esta multitud ajena al pueblo elegido. Según el principio judío enunciado antes por Jesús (7,27), el pan que ellos tienen es <<el pan de los hijos>> y no está bien <<echárselo a los perros>>. No les ha penetrado la idea de la solidaridad universal. Sostienen que lo que se aplicó a los judíos no sirve para los demás hombres. Aunque ellos mismos usan un término que recuerda al éxodo ( ep´erêmias, <<en descampado>>), descartan que éste pueda realizarse.

Jesús ha dicho solamente que <<no tienen que comer>>; los discípulos, en cambio, para subrayar la dificultad y recordando el reparto anterior (6,42), hablan de que <<nadie puede saciar>> a esta multitud. Resuena de nuevo el dicho de Jesús en el episodio de la sirofenicia (7,27): para los discípulos, los paganos no están llamados a la plenitud (<<saciarse>>), como lo están <<los hijos>>).

En la primera travesía (4,35), mostraron que no habían aceptado el mensaje universalista de Jesús; en la segunda (6,48), el viento-mal espíritu les impidió acercarse a territorio pagano. Se ve ahora que la intervención de Jesús con el sordo, figura de los discípulos, representaba solamente el deseo de muchos; siguen sin entender. No comprenden el amor universal de Dios y, en consecuencia, son incapaces de manifestarlo.

A la pregunta de los discípulos (<<¿De dónde puede nadie sacar pan?>>) Jesús responde preguntándoles cuántos panes tienen. Ellos esta vez no dudan (cf. 6,38), lo saben, y no mencionan los peces. El número siete indica totalidad (6,38: cinco más dos) y está en relación con el conjunto de la humanidad (setenta naciones, según el cómputo judío); los discípulos que tienen los siete panes, están plenamente capacitados para la labor con todos los hombres. Si no lo hacen es porque se encierran en su particularismo nacionalista. 

LA BIBLIA

Mc 8,1-3

 En aquellos días, como había una enorme multitud y no tenían qué comer, convocó a los discípulos y les dijo: <<Me conmueve esta multitud, porque llevan ya tres días a mi lado y no tienen qué comer y si los despido en ayunas a su casa, desfallecerán en el camino. Además, algunos de ellos han venido de lejos>>.

Mc data el episodio <<en aquellos días>>. Esta expresión lo vincula con la estancia de Jesús en la orilla oriental del lago, en territorio predominantemente pagano (cf. 8,31), pero denota además en este evangelio el tiempo del cumplimiento de las promesas, la etapa final de la historia, que ha comenzado con la actividad de Juan Bautista.

Este episodio tiene muchos puntos en común con el del reparto de los panes y peces a la multitud judía (6,34-45), pero con notables diferencias de detalle, que serán señaladas a lo largo del comentario.

La multitud es <<enorme>> más numerosa que en el primer reparto (6,34), y el problema que centra la atención de Jesús es que esta gran multitud no tiene qué comer, es decir, no tiene sustento para su vida.

Jesús convoca a los discípulos, como había hecho el día de la constitución de los Doce (3,13) y, por segunda vez, para enviarlos (6,7: <<a los Doce>>. Recuerda así Mc ambos contextos, el anuncio de una misión sin fronteras (3,14s), con la que el nuevo Israel se pondría al servicio de la humanidad y un envío que debía haber alcanzado a los paganos, pero que los Doce restringieron al pueblo judío (6,7-13). Ahora, por primera vez, va a enfrentarlos directamente con una multitud que, como se verá, está compuesta de excluidos de Israel y de paganos, y que necesita ayuda. Como en 6,7, el hecho de <<convocar>> insinúa una lejanía de los discípulos respecto de Jesús, figura de la diferencia de proyecto existente entre ellos y él.

Jesús informa a los discípulos de su estado de ánimo y del problema que se plantea. Está <<conmovido>>, verbo que denota el amor tierno de Dios ante la necesidad o el dolor del hombre (1,41 Lect.). El sentimiento ante la situación de esta multitud es el mismo que experimentó Jesús ante la de la multitud judía (6,34), mostrando que el amor de Dios se extiende a todos los hombres (4,11: el secreto del reinado de Dios). El uso del presente histórico (<<les dice>>) sugiere la actualidad del problema para Marcos.

La precisión <<llevan tres días a mi lado>> establece una diferencia notable con el reparto anterior, en el cual el encuentro con Jesús y la distribución de los panes tuvieron lugar el mismo día. Además, aquella multitud no buscaba a Jesús sino al grupo, que incluía a los discípulos (6,33) en cambio, los hombres que forman ésta no se han relacionado con los discípulos; eso sí, llevan ya tiempo con Jesús y le han dado una plena adhesión personal (<<tres días>>, plenitud definitividad). Los <<tres días>> aluden sin duda al conocido texto de Os 6,2 LXX: <<a los dos días nos sanará; al tercer día nos levantaremos, viviremos en su presencia y lo conoceremos>>. Mc indica así que en este <<tercer día>> los individuos que componen la multitud van a recibir vida-Espíritu de Jesús.

La expresión <<estar a mi lado>> (gr. prosmenein) implica el apego o adhesión de la multitud a Jesús. Está así en paralelo con tres pasajes anteriores: 3,32 (<<una multitud sentada en torno a él>>), 4,10 (<<los que estaban en torno a él>>) y 5,24b: (<<lo seguía una gran multitud y lo apretujaban>>). En estos tres casos se trataba de los seguidores de Jesús no procedentes del judaísmo, es decir, excluidos de Israel. En este episodio de los panes el evangelista insiste en el término <<multitud>>, que aparece cuatro veces (vv. 1.2.6a.6b), subrayando la gran respuesta que encontraba el mensaje fuera del Israel institucional (cf. 2,15: <<eran muchos y lo seguían>>).

El motivo de la conmoción de Jesús es diferente del que Mc expuso en 6,34: en aquella ocasión, la multitud judía estaba desorientada, <<como ovejas sin pastor>> (6,34) y la reacción de Jesús fue ponerse a enseñarles. Ahora, en cambio, el motivo es que <<no tienen que comer>>. Mc juega, sin duda, con los dos sentidos del <<comer>>, que puede referirse tanto al alimento material como al del espíritu, según el modo de hablar judío (cf. 3,20: <<comer pan>>; 6,32: <<comer>>), pero atendiendo al sentido figurado del episodio, pone el acento en el segundo.

Jesús no afirma, sin embargo, que la multitud tenga hambre en aquel momento, sino que los individuos que la componen no tienen qué comer y que, para el camino, necesitan alimento. Hasta ahora, su alimento ha sido estar con Jesús, pero van a marcharse y necesitan provisiones; si no las llevan, no tendrán fuerza para caminar. Es decir, no podrán vivir en adelante sin el mensaje que sustente su vida y que sea para ellos la presencia permanente de Jesús. Mc pone así de relieve que la adhesión a Jesús tiene que ser completada con el conocimiento y la práctica de su mensaje; sin él, les faltará lo necesario para vivir (<<desfallecerán>>). La multitud se siente atraída por Jesús y presta adhesión a su persona, pero necesita asimilar el mensaje, el programa mesiánico, que aún no conoce.

Jesús descarta desde el primer momento despedir a la multitud, anticipándose a una posible propuesta de los discípulos en este sentido, como había hecho en el primer reparto (6,36).

La precisión <<algunos han venido de lejos>> muestra que en la multitud que recibe los panes hay también paganos; de hecho, la expresión <<de lejos>>, como el adjetivo <<lejano>>, recuerda los numerosos textos del AT donde se habla de naciones paganas, extrañas a la tradición de Israel. Teniendo en cuenta los pasajes citados anteriormente, que mencionaban a los seguidores de Jesús no procedentes del judaísmo, y al nuevo dato de los venidos <<de lejos>>, se ve que esta multitud engloba en principio a todos los que están fuera de Israel: a los excluidos del pueblo (recaudadores, pecadores/descreídos, cf. 2,15), considerados como paganos por los observantes, y a los paganos de origen. Los datos que ofrece Mc pueden reflejar la composición de su comunidad.

En este pasaje, por tanto, una enorme multitud de excluidos de Israel y de paganos se ha acercado a Jesús, pero los individuos que la integran, después del encuentro con Jesús, deberán volver <<a su casa>>, como antes el paralítico (2,11) y el geraseno (5,19), es decir, no han de integrarse en el nuevo Israel, ni es propósito de Jesús imbuir a estos hombres de la tradición judía.

Otros datos confirman que esta multitud está formada por individuos que no pertenecen al pueblo judío. En primer lugar, Jesús no usa para describir su situación la imagen del pastor (6,34), propia de la tradición de Israel. En segundo lugar, Jesús tampoco enseña, es decir, no expone el mensaje tomando pie del AT, ni se apoya en ninguna otra tradición religiosa; va a exponer el mensaje con los hechos. Nuevos indicios aparecerán a lo largo del comentario.

Sólo Jesús es consciente de la situación y reacciona a ella; por eso toma la iniciativa. Sus palabras han mostrado que Dios mira lo mismo por los que están fuera de Israel que por los judíos. Los discípulos aparecen completamente ajenos al problema: no se interesan por el movimiento hacia Jesús de los que no pertenecen al pueblo elegido. Jesús les ha expuesto la situación: hay excluidos de Israel y paganos vinculados a su persona, pero que todavía no tienen <<alimento>> que les dé vida. Espera de los discípulos, que han tenido la experiencia del reparto de los panes a la multitud judía, que ofrezcan por sí mismos la solución.

El hecho de que sea Jesús quien tenga que tomar la iniciativa indica la dificultad que tuvo la primera comunidad para abrirse a los no judíos.

LA BIBLIA

Mc 7,32-37

 

Mc 7,32

El episodio está en paralelo con el de 6,35-37, que mostraba la incomprensión de los discípulos antes del reparto de pan a la multitud judía. Son los discípulos o seguidores israelitas, no mencionados en la escena y que no habían entendido el dicho anterior de Jesús (7,18), quienes están representados por el sordo tartamudo (cf. Is 35,6 LXX, del éxodo de Babilonia, lo que pone a la escena en clave de liberación de una esclavitud, la de la ideología nacionalista de poder). No entienden el mensaje de Jesús por no haber aceptado la universalidad del Reino. La curación se hace separándose de la multitud (seguidores no israelitas, cf. 7,14) (33), como en 7,17ss la pregunta de los discípulos y la respuesta de Jesús. Suspiró, tristeza, pena (cf. 8,12, de los fariseos) (34). El plural los sordos, los mudos, en la frase final (37), que se refiere a la única curación anterior, muestra de nuevo que el sordo es una figura representativa.

Mc 7,36-37

 Les advirtió que no lo dijeran a nadie, pero, cuanto más se lo advertía, más y más lo pregonaban ellos. Extraordinariamente impresionados, decían: <<¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos>>.

A los que deseaban ver remediada la situación del sordo y que ven ahora cumplidos sus deseos Jesús les advierte que guarden silencio. Se refiere sin duda a aquellos innominados que se lo han llevado, interesados en que el nuevo Israel esté a la altura de su misión.

No es la primera vez que Jesús impone silencio respecto a una actuación suya. En el caso del leproso la orden de silencio se debió a que el individuo dudaba aún de que su marginación no fuera voluntad de Dios (1,44 Lect.); en el de la hija de Jairo (5,43; diesteilato), a que la chiquilla/pueblo no estaba todavía madura para afrontar las consecuencias de una adhesión pública a Jesús (5,43 Lect.). En el caso presente confirma los indicios que Mc ha ido poniendo anteriormente (presentes históricos, vv. 32bis.34) para indicar que el episodio expone un problema aún no resuelto, una necesidad de cambio que continúa en su época. De hecho, como aparecerá en episodios posteriores, los discípulos seguirán sin comprender.

Con la orden de silencio, pues, Jesús advierte con insistencia que el problema de la aceptación de su mensaje universalista sigue existiendo. Sin embargo, hay quienes con excesiva alegría están persuadidos de que ya ha sido solucionado.

La sensación que causa el resultado de la acción de Jesús es extraordinaria, aunque solamente en los circunstantes, no en el afectado. De hecho, sorprende que el antes sordo no muestre su agradecimiento, como había sucedido con otros personajes (cf. 1,45; 5,20.33). Nuevo indicio del sentido figurado del episodio, con el que el evangelista describe la situación negativa en que se encuentran los discípulos de su tiempo, apegados al judaísmo, y afirma que la solución está en Jesús.

La aclamación de los presentes: <<todo lo ha hecho bien>>, recuerda la acción de Dios en la creación (Gn 1,31; Eclo 39,16). A pesar del repetido aviso de Jesús (<<cuanto más se lo advertía>>), los que le han llevado al sordo proclaman con entusiasmo el cambio de actitud de los discípulos o Israel mesiánico. Obran con precipitación con el uso repetido del presente histórico (vv. 32 bis.34), ha mostrado Mc que desconfía de la apertura y avisa contra el optimismo. Sin embargo, la confianza en el poder de Jesús que manifiestan los circunstantes (<<hace oír a los sordos y hablar a los mudos>>), también en presente, abre una esperanza, expresada en Is 35,4-6, pasaje donde se encontraba la palabra <<tartamudo>> (v. 32), al que alude la acción de Jesús con el sordo-discípulos: <<Dios vendrá en persona y os salvará... los oídos del sordo se abrirán,... la lengua del mudo cantará>>. Jesús puede poner remedio a la situación, pero el relato insinúa al mismo tiempo la necesidad de la colaboración humana para que su acción sea eficaz.

Por otra parte, el uso del plural (<<a los sordos, a los mudos>>) en la exclamación admirativa final, cuando ha sido uno solo el beneficiario de la acción de Jesús, confirma que el sordo-tartamudo es un personaje representativo.

El relato refleja, sin duda, la experiencia de Mc: en diversas ocasiones se han suscitado fáciles entusiasmos sobre un cambio de postura de los judaizantes, que han sido pronto desmentidos por la práctica.

LA BIBLIA

Mc 7,35

 Inmediatamente se le abrió el oído, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente.

Mc utiliza ahora un término diferente para designar <<el oído>>m y que se presta al sentido figurado (<<el entendimiento>>). Aunque el verbo que indica el resultado de la acción de Jesús (<<se le abrió>>) es menos fuerte que el usado antes por él (<<ábrete del todo>>) expresa el cumplimiento de su orden.

Mc señala metafóricamente que <<se le soltó la traba de la lengua>> y que <<hablaba correctamente>>. Con ello quiere indicar que el antes tartamudo puede exponer ahora claramente el mensaje de Jesús.

El que era sordo es ahora capaz de escuchar y entender; se le abren los oídos, y se subraya el nuevo modo de hablar. Antes hablaba mal, lo que equivalía a no transmitir un mensaje auténtico. En el <<hablar correctamente>> (orthôs) (v. 35), resuena de nuevo el texto de Is 35,6 LXX: <<clara (tranê) será la lengua de los tartamudos>>.

LA BIBLIA

Mc 7,34

 Levantando la mirada al cielo dio un suspiro y le dijo: <<Effatá>> (esto es: <<Ábrete del todo>>).

Como en el anterior reparto de los panes, Jesús levanta la mirada al cielo (6,41). En aquel pasaje el gesto preparaba la bendición a Dios por el alimento; aquí, en cambio, precede a un suspiro, expresión de sentimiento. Puede equivaler a una petición a Dios o al propósito de asociarlo a su acción.

En todo caso, el gesto de Jesús subraya la importancia de la acción que va a cumplir: en 6,41 se trataba del programa mesiánico, del nuevo éxodo para Israel; aquí, prepara el éxodo liberador en favor de los paganos, que Jesús va a proponer (8,1-9) y al que los discípulos se resisten. Ante la cerrazón de éstos, hace falta la ayuda divina.

El suspiro, por su parte, expresa pena o tristeza por la prolongada obstinación de los discípulos, quienes continúan aferrados a los ideales del judaísmo, que impiden la liberación de toda la humanidad (éxodo mesiánico pleno).

La orden de Jesús va precedida de un presente histórico (lit. <<le dice>>), indicio de la actualidad del problema en la época del evangelista. Se expresa en arameo, Effata, indicando, como es usual en Mc, que el sentido figurado del episodio se refiere a Israel (cf. 5,41; 7,11; 10,46.51, etc.), en este caso, al nuevo Israel (los Doce/los discípulos). Mc sigue acumulando indicios que identifican al sordo con el grupo de seguidores israelitas.

La orden <<Ábrete del todo>> expresa el efecto deseado de la acción anterior. La orden va dirigida al oído, pero interpela al hombre entero; es éste el que tiene que abrirse, cambiando de actitud.

LA BIBLIA

Mc 7,33

 Lo tomó aparte, separándolo de la multitud, le metió los dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua.

Jesús no ha tomado la iniciativa respecto al sordo, pero está disponible para intervenir: cuando se lo presentan, actúa sin tardar.

La precisión <<aparte>>, que en los seis otros pasajes en que aparece está referida a los discípulos (4,34; 6,31.32; 9,2.28; 13,3), indica en esos seis casos que la falta de comprensión de todos o parte de ellos hace necesaria una explicación de Jesús (4,34 Lect.); al aplicarse al sordo confirma que éste retrata la situación de los discípulos.

Jesús separa al sordo/discípulo <<de la multitud>>, que aparece de improviso en el texto, sin que se haya hecho mención de ella al presentar al sordo-tartamudo. Como en 7,14, <<la multitud>> designa al grupo de seguidores que no proceden del judaísmo. Jesús no quiere involucrar a estos seguidores en las dificultades que atañen al grupo israelita y que dependen de su apego a los ideales nacionalistas judíos. La situación es paralela a la de 7,17, donde Jesús se separó de <<la multitud>> para entrar en <<la casa>> donde se encontraban los discípulos, que no habían entendido el dicho sobre lo que hace profano al hombre (7,14-15).

Jesús quiere eliminar las dos taras, la sordera y la tartamudez. Respecto a la primera, en vez de aplicar la mano al sordo, como le habían pedido, le mete los dedos en los oídos; respecto a la segunda, le toca la lengua con su saliva.

La acción de meter los dedos en los oídos, como si los perforara, significa que Jesús tiene que vencer una fuerte resistencia; quiere hacerse oír eliminando el obstáculo, haciendo llegar a la mente de los discípulos el mensaje del universalismo, para que adopten una nueva actitud respecto a los paganos.

En la cultura judía, la saliva, como la sangre, se consideraba <<aliento condensado>>. Aquí Jesús la aplica al individuo en la lengua con los dedos (<<le tocó la lengua>>); el contexto cultural judío hace ver que la fuerza que transmite Jesús con su saliva es su aliento/Espíritu. Tocar la lengua con la saliva, es decir, impregnarla del Espíritu, representa el deseo de Jesús de que sus discípulos proclamen el mensaje universalista sin ambages y con valentía. Jesús quiere liberarlos de las doctrinas que han enseñado (6,32) sobre la restauración de Israel; quiere que hagan suyo su mensaje y que hablen conforme a él.

LA BIBLIA

Mc 7,32

 Le llevaron un sordo tartamudo y le suplicaron que le aplicase la mano.

Jesús se encuentra en territorio pagano (7,31: la Decápolis), en la orilla oriental del mar de Galilea. Unos sujetos indeterminados <<le llevan>> un sordo tartamudo: nuevo caso de los anónimos colaboradores de Jesús que han aparecido ya en otras ocasiones (1,30.32; 6,54) y que materializan el servicio de <<los ángeles>> en el desierto (1,13 Lect.). Son individuos que sienten interés por el sordo y compasión por su estado; saben que la sordera le impide escuchar a Jesús; al mismo tiempo tienen confianza en éste y conocen su poder; están seguros de que puede remediar esa incapacidad. El verbo está en presente histórico (<<le llevan>>): Mc indica así la actualidad del hecho: está hablando de algo que sucede todavía en su tiempo.

Al contrario que otros personajes del evangelio (1,40: el leproso; 2,3: el paralítico; 5,2 el geraseno; 5,25: la mujer con flujos), el sordo no se acerca por sí mismo a Jesús ni le pide remedio a su invalidez. Esto indica que no es consciente de su estado o bien que no siente necesidad de cambio.

Hay otros, sin embargo, que abogan para que Jesús remedie la situación. El sordo, por sí mismo, nunca saldría de ella; si Jesús no interviene de modo especial, no hay solución.

La sordera, junto con la ceguera, se usa continuamente en los profetas como figura de la resistencia de Israel a escuchar lo que Dios le dice. Así, Is 6,9: <<Embota el corazón (la mente) de ese pueblo, endurece su oído, ciega sus ojos; que sus ojos no vean, que sus oídos no oigan>>; 42,18 (dirigido al pueblo): <<Sordos, escuchad y oíd; ciegos, mirad y ved>>; Jr 5,22-23: <<Escúchalo, pueblo necio y sin juicio, que tiene ojos y no ve, tiene oídos y no oye...; este pueblo es duro y rebelde>>; Ez 12,2: <<Hijo de Adán, vives en la casa rebelde: tienen ojos para ver, y no ven; tienen oídos para oír, y no oyen, pues son casa rebelde>>. Nunca en el AT se relata la curación de sordos o mudos. El sentido de estos términos es siempre figurado.

También en este evangelio, la primera vez que se aludió a la sordera y la ceguera (4,12: <<para que por más que miren no vean, por más que oigan no perciban>>) tenían un claro sentido figurado, que domina la interpretación de estas carencias en el resto del evangelio (cf. 8,18). El individuo sordo representa, por tanto, a uno que no entiende o no quiere entender; en cuanto tartamudo, a uno cuyo lenguaje es confuso o ininteligible.

Al no indicarse el nombre ni el lugar de origen del sordo-tartamudo, éste aparece como un personaje representativo. Por otra parte, el término <<tartamudo>> se encuentra solamente aquí en el NT y también una sola vez en el AT, en el contexto del éxodo de Babilonia (cf. Is 35,5s), unido como en el pasaje de Mc a los términos <<sordo>>, <<oídos>> y <<lengua>> (cf. Mc 7,35). Esta clara alusión de Mc al texto de Isaías muestra que el sordo-tartamudo es figura de Israel en cuanto necesitado de liberación (éxodo). Dado, sin embargo, que, desde la constitución de los Doce (3,13-19), el único Israel existente para Mc es el fundado por Jesús, formado por los seguidores suyos procedentes del judaísmo (los Doce/los discípulos), el sordo aparece como figura representativa de ese grupo, en cuanto éste presenta resistencia al mensaje de Jesús (cf. 8,17). Consecuencia de esta cerrazón mental es que los discípulos/los Doce no pueden exponer un mensaje inteligible (tartamudo), pues pretenden concordar el de Jesús con las categorías judías tradicionales.

La escena está, pues en relación con 7,17, lugar en el que Jesús reprochaba a los discípulos su falta de comprensión (<<¿Así que también vosotros sois incapaces de entender?>>, igual a la de la multitud que escuchó las parábolas (4,12 Lect.). Con la figura del sordo tartamudo, Mc subraya que la incomprensión continúa.

En las invectivas de los profetas contra el pueblo se usan las figurad de la ceguera y la sordera, pero no la de la mudez o la tartamudez; hay aquí un elemento añadido que empeora la situación y que se deriva de la resistencia al mensaje (sordera).

El verbo <<suplicar>> denota mayor insistencia que el simple <<pedir>> y señala el gran interés de los intermediarios por el sordo y la gravedad de su situación. De hecho, aun cuando Jesús ya ha echado abajo la distinción entre judíos y paganos (7,15), una parte de su comunidad, el grupo de los discípulos, está aún completamente cerrada a ese planteamiento. Es decir, sigue fracasando el objetivo de Jesús al constituir a los Doce: que el nuevo Israel asumiese como misión el servicio a la humanidad entera (3,14s Lect.). El nuevo uso del presente histórico (<<le suplican>>) confirma la vigencia del problema en tiempo de Mc.

Los intermediarios suplican a Jesús que <<le aplique la mano>> al sordo tartamudo, gesto que simboliza la transmisión de fuerza vital (cf. 5,28-30); piensan ellos que esto bastaría para eliminar el defecto. Sin embargo, en el evangelio se habla ordinariamente de la aplicación de <<las manos>> en plural (cf. 5,23; 6,5; 8,23, etc.). La petición de los innominados, que usa el singular (<<la mano>>), delata, por tanto, que consideran muy fácil para Jesús poner remedio a la sordera.

La escena tiene lugar en la orilla pagana del lago y revela la mentalidad judía de los discípulos, cerrados al mensaje universalista de Jesús e indiferentes a la suerte de los demás pueblos. No quieren oír ese mensaje (sordera); de ahí que lo que ellos comunican sea un mensaje deformado (tartamudez), que pretende hacer compatible la persona de Jesús con los ideales del nacionalismo judío.

El apego de los discípulos a las ideas del judaísmo, que les impide escuchar a Jesús (sordo) y deforma su mensaje (tartamudo), se funda en una creencia teológica que es la base del nacionalismo judío: que el designio de Dios pretende la gloria de Israel por encima de los demás pueblos. En consecuencia, los discípulos/los Doce no reconocen la misión divina de Jesús o, al menos, la subordinan a lo que piensan ser una revelación divina inamovible.

LA BIBLIA

Mc 7,24-31

 

Mc 7,24

La sociedad pagana, antes considerada desde el punto de vista de los esclavos (5,2-20), está ahora representada por la sirofenicia (clase dominante) y su hija (clase dominada), en paralelo con Jairo y su hija (sociedad judía institucional) (cf. 5,23 Y 7,25: hijita; 5,35 y 7,25.29: su/tu hija; 5,39ss y 7,30: la chiquilla); la clase dominada tiene un espíritu inmundo (25, cf. 5,2), está endemoniada (7,26.29.30, cf. 5,15), es decir, alienada por el fanatismo de una ideología que la lleva a la autodestrucción. La sociedad pagana legitimaba la esclavitud (5,2ss, geraseno), reconocía derechos a una parte de sus miembros y los negaba a los restantes (esclavos, en paralelo con los marginados en Israel). La mujer, en paralelo con Jairo, le pide la liberación de la hija, es decir, que los oprimidos dejen su actitud de violencia. Jesús no expulsa este demonio; replica a la mujer enunciando el principio discriminatorio que los judíos aplicaban a los paganos (27: perros), equivalente al que ella aplica dentro de su sociedad. Ella responde reconociendo el derecho de todos (28) y renunciando así a la discriminación social. Por este mismo hecho queda liberada la chiquilla (clase antes dominada) de su ideología violenta (el demonio), que tenía su origen en la violencia del sistema (cf. 5,12) (29-30). Al renunciar a la injusticia (1,15: «enmendaos») se abre para el paganismo la posibilidad del reinado de Dios (cf. 8,1ss).

Los casos de sordera o ceguera en el Evangelio (cf. 8,24b; 10,46b) escenifican la incomprensión expresada en 4,12 (“por más que vean no perciban y por más que escuchen no entiendan”).

Mc 7,31

 Dejó el territorio de Tiro y, pasando por Sidón, llegó de nuevo al mar de Galilea por mitad del territorio de la Decápolis.

Termina a labor en Tiro: ahora, a través de territorio pagano, llega Jesús a la Decápolis, a la orilla oriental del lago, predominantemente pagana, donde el geraseno ha proclamado el mensaje liberador (5,20).

<<Pasando por Sidón>>, por la costa, al norte de Tiro; la mención de Tiro trae casi inevitablemente a la memoria el nombre de Sidón (cf. Is 23; Jn 47,4; Jl 3,4-8; Zac 9,2). El itinerario que Mc describe es inverosímil, por el gran rodeo que obliga a hacer a Jesús hasta llegar al lago, pero sirve para indicar que la situación es la misma en toda Fenicia, de la que cita las dos capitales: también a Sidón se aplica la denuncia hecha en Tiro; por eso Jesús, aunque es conocido allí (3,8) no se detiene. Es más, la innecesaria mención de Sidón muestra que Mc no pretendía tratar de la situación particular en Tiro, sino mostrar que la injusticia allí vigente era propia de todo el mundo pagano.

Jesús llega de nuevo al mar de Galilea, vía de comunicación entre los territorios judío y pagano; pero no sale del territorio pagano, pasa <<por mitad>> de la Decápolis: toda la región, en la que el geraseno proclamó el mensaje de liberación (5,20), tiene acceso a Jesús.

           *         *        *

El diagnóstico que hace Jesús del mal que aqueja a la sociedad pagana es, pues, el siguiente:

Existe una desigualdad social extrema que divide a esa sociedad en dos estamentos: el de los privilegiados cultural y económicamente, que constituyen la clase dominante, y el de los desposeídos de todo derecho, la clase oprimida. En efecto, la desigualdad es tal que los privilegiados no reconocen siquiera los derechos elementales de los sometidos; éstos carecen de toda seguridad y libertad y, en consecuencia, se hace imposible su desarrollo humano. Es más, dado el prolongado sometimiento, es tan grande su falta de desarrollo personal, que son incapaces de tomar iniciativa alguna que los lleve a salir de su condición o, al menos, a mejorarla. Existe, en consecuencia una tensión social muy fuerte: los oprimidos manifiestan agriamente su enorme descontento, incluso su odio contra los opresores, aunque no logran más que autodestruirse.

Para Jesús, la responsable de la situación es la clase dominante. Si quiere ponerle remedio, sería necesario ante todo que estableciese un mínimo de igualdad reconociendo a los oprimidos el derecho a la vida ya los bienes indispensables para asegurarla. La agitación de los oprimidos se calmaría y, a partir de ahí, podría comenzar el desarrollo personal de esos seres humanos. Sin embargo, para Jesús eso no basta: los dirigentes deberían llegar a entender que los oprimidos son sus semejantes y que merecen un trato de igualdad plena, gozando de sus mismos derechos.

LA BIBLIA

Mc 7,30

 Al llegar a su casa encontró a la chiquilla tirada en la cama y que el demonio ya había salido.

La mujer llega <<a su casa>>, a su ámbito social, y se encuentra con que la situación ha cambiado. La antes endemoniada ha quedado libre del mal espíritu.

Mc llama a la niña <<chiquilla>>, como había llamado la mujer a los que se sientan a la mesa y tienen pleno derecho a comer (v. 28). Suscribe así el dicho anterior de Jesús, quien, dirigiéndose a la mujer, le habló de <<su hija>> (v. 29); en ambos casos se afirma que el oprimido no es un perro que come por condescendencia, sino que tiene pleno derecho a la vida, como la clase dirigente.

Al llegar a su casa, la mujer encuentra lo que Jesús le había dicho: <<el demonio ha salido de tu hija>>. Ha desaparecido el obstáculo, pero la chiquilla no tiene vitalidad; aparece <<tirada en la cama>>, sin fuerzas. El término <<cama>> (no <<catre>>), muestra que se trata de una casa acomodada y confirma la interpretación de la figura de la mujer como representante de la clase dirigente. Se ha solucionado el problema inmediato, pero faltan aún el desarrollo humano de los oprimidos (<<chiquilla>>) y su plenitud de vida, que podrán encontrar en Jesús.

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domingo, 18 de febrero de 2024

Mc 7,29

 Él le dijo: <<En vista de lo que has dicho, márchate: ya ha salido el demonio de tu hija>>.

La frase de Jesús: En vista de lo que has dicho>>, implica que ella en cierto modo ha rectificado. De hecho, la mujer ha salido en defensa de los <<perros/despreciados>>. Sus palabras, con las que ha reconocido su responsabilidad en lo que sucede, han cambiado la situación. El efecto ha sido inmediato. Una vez que ha aceptado lo mínimo, reconocer como un derecho la aspiración a la vida de los oprimidos, Jesús le dice que se marche, pues el problema para el que ella buscaba solución ha quedado resuelto: el demonio ha salido de su hija. Mientras la clase oprimida no tuviera asegurado el mínimo vital, el descontento y la agitación habrían continuado.

Jesús le dice sólo que se marche, sin añadir, como en el caso del geraseno, <<a tu casa, con los tuyos>> (tus iguales) (5,19). Sin embargo, recuerda a la mujer que, aunque su cambio de actitud haya procurado de momento una solución al problema acuciante, ésta no puede ser la definitiva: las distancias han de desaparecer del todo, pues los sometidos deben ser considerados <<hijos>> (<<tu hija>>), es decir, de la misma clase que los dirigentes y con derecho a compartir la mesa (la vida y los bienes) con ellos.

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Mc 7,28

 Reaccionó ella diciendo: <<Señor, también los perrillos debajo de la mesa comen de las migajas que dejan caer los chiquillos>>.

La mujer no se marcha al oír la frase despectiva: su necesidad es superior a su orgullo. <<Señor>> es título de respeto, no término teológico. La que representa a la clase dominante, reconoce la superioridad personal de Jesús, un judío, y lo considera más capaz que ella misma para remediar la situación. Reconoce también la superioridad de los judíos sobre los paganos expresada por Jesús en su dicho; admite que no es su igual. No pone en duda el principio de que hay superiores e inferiores.

La respuesta que da es brillante: amplía la metáfora utilizada por Jesús añadiendo el elemento <<migajas>> y subraya la cercanía de los perrillos, aunque también su inferioridad, colocándolos bajo la mesa. Las migajas caen a los perrillos, que así se alimentan al mismo tiempo que los hijos; no hay un antes y un después. La descripción de la mujer no presupone que los chiquillos se sacien: mientras ellos comen, comen también los animales. Invalida así el <<deja primero que sacien los hijos>> de Jesús. La frase de la mujer: <<también los perrillos comen>> no es una petición, sino una afirmación. Al dicho de Jesús opone un hecho de la vida real: <<los perrillos>> son de la casa y algo les llega.

Jesús ha hablado de <<hijos>> (tekna); ella habla de <<chiquillos>> (paidia). El cambio indica que la mujer ha comprendido el doble plano del dicho de Jesús: ella pertenece a la clase de los que están en la mesa, pero, no siendo judía, no se atreve a llamarse <<hija>>. Jesús ha propuesto el caso judíos-paganos (<<hijos-perrillos>>); ella capta la alusión y aplica el dicho al caso amos-siervos (<<chiquillos-perrillos).

Reivindica el derecho de los perrillos, aunque tan sólo en un mínimo. No hay que echarles los panes, comen lo que cae de la mesa, las migajas, parte ínfima del alimento que no se valora, pero con la que pueden vivir. A lo que ha dicho Jesús opone la mujer su reconocimiento del derecho elemental de los oprimidos a la vida.

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Mc 7,27

 Él le dijo: <<Deja que primero se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echárselos a los perrillos>>.

La respuesta de Jesús a la mujer sorprende por el aparente desprecio que implica. Aunque en el lenguaje rabínico puedan encontrarse expresiones referentes a la fidelidad fidelidad del perro, en general se considera a este animal <<la más insolente y despreciable de todas las criaturas>>. El diminutivo <<perrillo>> (gr. kynarion) se aplicaba a los perros domésticos, por oposición al perro vagabundo o callejero, pero era siempre peyorativo. El reproche de Jesús expresa el sentido de superioridad propio de los judíos y el desprecio que éstos sentían hacia los paganos.

Las palabras de Jesús, sin embargo, aunque establecen una posterioridad (<<primero>>), no cierran el horizonte; podría llegar un momento en que también <<los perrillos>> coman el pan. Como es sabido, <<el pan>> era una metáfora para designar la Torá o ley mosaica, cuya posesión era lo que, en la mentalidad judía, hacía superior a Israel frente a los paganos. Aquí, sin embargo, designa el mensaje y actividad de Jesús, con alusión al anterior episodio de los panes (6,37ss). La alusión se descubre no sólo por la mención del pan, sino también por uso del verbo <<saciarse>> (6,42). Bajo la figura del pan, Jesús habla, por tanto, de su mensaje y del éxodo liberador, expuesto en aquel episodio.

Jesús no invoca la voluntad divina para justificar su dicho lo hace con unas palabras que recuerdan el lenguaje de <<la buena sociedad>>: <<no está bien>>, es decir, eso que propones contradice lo que esa sociedad juzga conveniente o adecuado. El dicho es así irónico: <<no está bien>> para Jesús quebrantar el principio que los judíos practican, como no lo estaría que ella quebrantase el de la buena sociedad pagana: nada para los perros, todo para los privilegiados. Ella cree en el derecho ilimitado de <<los hijos>> (la élite) y en que no están obligados a compartir. Con ironía, Jesús le dice que no pretenda que otros hagan lo que, en su sociedad, no estaría bien visto.

El pan de que habla Jesús tiene una dignidad particular, es <<el pan de los hijos>>; los otros (<<los perrillos>>) son indignos de él; el verbo <<echar>> es despectivo. No se puede privar a los hijos de lo que es suyo o les corresponde a ellos por derecho. <<El pan de los hijos>> no sólo supone la prioridad de los hijos, sino al mismo tiempo la indignidad de los perros.

<<Los hijos>> y <<los perrillos>>, por los artículos, se presentan como dos grupos conocidos; nadie duda de su identidad; designan a los judíos y a los paganos respectivamente. Es como si Jesús dijera a la mujer pagana que espere a que su programa se realice totalmente en Israel.

Si Jesús hace uso de la ironía es para provocar una reacción; sus palabras son un desafío que pone a prueba a la mujer para ver cómo responde. Él ha usado antes el apelativo <<hijo>> con el paralítico, figura de los paganos (2,5); el dicho, pues, no refleja su pensamiento, pero habla como si hiciera suya la superioridad y el desprecio propio de los judíos. Que se sacien los hijos es lo prioritario (<<deja primero>>); mientras los hijos no digan basta, no hay lugar para los perros. Irónicamente, Jesús, con su dicho, se hace cómplice de la mujer, es decir aprueba tanto la praxis judía como la de los dirigentes paganos. De este modo quiere hacerle ver la monstruosidad de su conducta.

Hay así dos planos en la frase de Jesús: el obvio, que expresa el desprecio de los judíos por los paganos; el profundo, que señala el desprecio y la discriminación que practican los dirigentes paganos hacia la clase baja. Si los judíos, que se consideran privilegiados como pueblo, llaman perros a los paganos, ella, representante de la clase social privilegiada, trata a su vez como perros a los oprimidos que dependen de ella.

Las palabras de Jesús implican pues, que la superioridad  y exclusivismo con que los judíos se presentan ante los paganos y que tanto molestan a éstos tiene su paralelo en lo que hacen los paganos mismos dentro de su sociedad: ambos proceden como si hubiera dos especies de seres humanos, la de los privilegiados y la de los despreciables.

De hecho, en la praxis de la sociedad pagana, los privilegiados, <<los hijos>>, tienen derecho al pan en la medida que quieran, sin límite, hasta que no necesiten más. El dicho de Jesús no habla de <<comer>>, sino de <<saciarse>>, verbo que deja a un lado toda solidaridad, todo compartir. Ya se verá lo que se hace con  <<los perrillos>>, los que carecen de privilegios y no pueden reclamar derecho alguno. La frase de Jesús: <<deja que primero se sacien los hijos>> (cf 6,42), indicaría a la mujer que su petición es inoportuna, remitiendo la cuestión para el futuro.

Con su ironía, Jesús quiere hacer comprender a la mujer que es ella la responsable de la situación: el espíritu inmundo o demonio que posee a los oprimidos es consecuencia de la actitud de los dirigentes. Si éstos quieren que la situación cambie, tienen que rectificar, creando condiciones elementales de convivencia y aceptando para todos al menos un mínimo de igualdad, dignidad y derechos humanos.

Mc se vale, pues, de este artificio literario, el diálogo entre la sirofenicia y Jesús, para poner en evidencia el conflicto que envenena en la sociedad pagana, consecuencia de la injusticia estructural que existe en ella, y señalar quiénes son sus responsables. Es la brutal desigualdad que llega hasta negar a los oprimidos la calidad de persona, la que genera unas relaciones sociales dominadas por el odio, la agitación y la violencia.

En el mundo judío, Jesús ha detectado como la mayor injusticia la discriminación religiosa; en el mundo pagano, la discriminación social.

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sábado, 17 de febrero de 2024

Mc 7,26

 La mujer era una griega, sirofenicia de origen, y le rogaba que echase al demonio de su hija.

Mc presenta a la mujer con dos trazos: su clase social y su linaje. Pertenece al círculo de los <<griegos>> o <<helenos>> (de lengua y cultura extranjera), pero de origen es una indígena una fenicia de Siria. No lleva nombre, como es habitual en los personajes representativos.

La denominación <<griega>> o <<helena>>, indica desde luego que la mujer ha adoptado la refinada cultura griega, considerada superior a la suya original, la del país. Pero significa, al mismo tiempo, su pertenencia a una clase social privilegiada, a una élite ilustrada y poderosa, a la clase dominante en la sociedad de Tiro. La mujer representa, pues, a esa clase dirigente; la añadidura <<sirofenicia>> hace comprender al lector que no se trata de una judía helenista, sino de una pagana de la región.

El episodio está construido, por tanto, según un esquema compuesto por dos figuras: la de un adulto (aquí la madre) y la de una niña, esquema ya utilizado dos veces por Mc (5,21-6,1a: Jairo [padre]-hija; 6,21-29: Herodías [Madre]-hija) para caracterizar la relación de una clase dominante y una dominada.

Mientras que en el episodio del geraseno (5,2-20) aparecían en primer plano los esclavos o, más en general, los oprimidos y sólo por alusión la clase dominante, aquí esta clase (la mujer griega) se presenta en primer plano; en el trasfondo, la dominada u oprimida (la hijita), que, como en el caso del geraseno, está poseída por un espíritu destructor.

La mujer pide a Jesús que expulse <<el demonio>> de <<su hija>>. Cambia la denominación anterior de <<espíritu inmundo>> por la de <<demonio>>; este término designa una fuerza de odio (espíritu inmundo) que se manifiesta habitualmente al exterior por actos de fanatismo y violencia y que por eso es reconocible. La mujer tiene experiencia de esta conducta de <<su hija>> y por eso llama <<demonio>> al <<espíritu>>.

Hay, sin embargo, una diferencia entre el <<espíritu inmundo>> o <<demonio>> de esta figura infantil y el del geraseno, figura adulta (5,2-20). El endemoniado adulto se había rebelado contra la sociedad, sacudido su yugo y automarginado de ella, aunque eso lo llevase a su propia destrucción. La figura infantil, en cambio, aunque poseída por un espíritu similar, no se sacude el yugo que la oprime; su rebelión queda en gestos. Estar representados por una figura infantil señala precisamente la falta de iniciativa y de capacidad de los oprimidos para hacerse cargo de su propia vida. No se resignan a su situación, pero no dan pasos para salir de ella. La figura de la <<hija>> representa, por tanto, al pueblo oprimido o esclavizado que, por lo prolongado de su condición, ha perdido la capacidad de decisión: son gente sometida, pasiva ante un poder indiscutido, sin horizonte humano.

En el caso de Jairo, el pueblo, representado también por una figura infantil (<<la hija>>), mostraba una pasividad total debida a la carencia de desarrollo humano; perdida la capacidad de reacción, muere. En el caso de la sirofenicia, el pueblo (<<hija>>) está dominado por una desesperación y un espíritu de violencia inútil que lo llevan a un estado de muerte. Los oprimidos se lamentan y agitan, pero son incapaces de buscar solución. Al contrario que el geraseno, no sacuden las bases del sistema, pero crean una insoportable tensión y una continua dificultad.

La mujer no pide nada para sí, como si no necesitara cambiar; la que debe cambiar es la niña. Reconoce que, aunque la niña es dependiente, es también consanguínea (hija = del mismo pueblo); en principio, su igual. La diferencia entre la mujer y la hija está en el poder y el privilegio. El propósito de la mujer es influir en Jesús para que expulse de su hija el demonio que la posee, es decir, para que calme su espíritu rebelde. No da señal alguna de que se considere ella misma responsable de lo que sucede. La situación le resulta no sólo desfavorable, sino insostenible, pero no analiza la causa que provoca la presencia de ese espíritu, para poder eliminarla. Pide simplemente a Jesús que solucione el conflicto.

A diferencia de Jairo, la mujer no invita a Jesús a ir a su casa, es decir, a tomar contacto con la niña poseída. En cambio, se entabla un diálogo.

LA BIBLIA

Mc 7,25

 Una mujer que había oído hablar de él y cuya hijita tenía un espíritu inmundo, llegó en seguida y se echó a sus pies.

Para exponer el diagnóstico que hace Jesús, usa Mc un artificio literario: introduce la figura de una mujer que acude a Jesús; el diálogo entre los dos personajes hará ver la injusticia estructural que vicia la sociedad pagana.

Esta mujer, como antes la mujer con flujos (cf. 5,27), ha oído hablar de Jesús. De hecho, Jesús no era un desconocido para muchos habitantes de las comarcas de Tiro y Sidón, pues habían acudido a él en gran número después de su ruptura con la sinagoga (cf. 3,8), esperando que se erigiera en líder político. Éstos son testigos de que Jesús acoge lo mismo a paganos que a Judíos (cf. 3,7b-8), e decir, que no tiene en cuenta la distinción de pueblos, razas o religiones. Muchos otros, sin duda, como la mujer, lo conocían de oídas. Ella sabe así que no será rechazada.

Antes de que habla la mujer, el evangelista menciona lo que a ella le preocupa: <<su hijita>> tiene un espíritu inmundo. Como esta descripción pertenece al narrador, no a la mujer, el diminutivo <<hijita>> no tiene connotación de ternura, sino simplemente de minoría de edad. El personaje infantil aparece aquí, por tanto, como dependiente (su hijita), pasiva, a la que no se le reconoce responsabilidad. El problema de la mujer es que <<su hijita>> no se encuentra en paz, sino poseída de un espíritu de odio y violencia destructora (<<espíritu inmundo>>).

La mujer se echa a los pies de Jesús, mostrando su angustia e impotencia y la gravedad y urgencia de su necesidad. Con su gesto reconoce la superioridad de él. El texto está en paralelo con otros dos: con la reacción de los espíritus inmundos que acudieron a Jesús (3,11) y con la de Jairo (5,22): el primero sugiere que la mujer, como aquéllos, no comprende la misión de Jesús; el segundo, que su angustia es semejante a la del jefe de sinagoga; también ella está preocupada por la suerte de su <<hijita>>, pues el espíritu que posee a ésta la lleva a la destrucción.

LA BIBLIA

Mc 7,24b

 Se alojó en una casa y no quería que nadie se enterase, pero no pudo pasar inadvertido.

Alojarse en una casa, con una familia del lugar, sin especificar religión ni raza, era lo que había recomendado Jesús a los Doce cuando los envió (6,10). El contacto de Jesús con la sociedad pagana empieza entrando sin ruido en la vida ordinaria, no en un ambiente sacral ni oficial. Tampoco aquí explicita Mc que la casa donde se aloja Jesús fuera de paganos o de judíos; es decir, no hace distinción entre los seres humanos por razón étnica o religiosa. No estaba permitido a los judíos entrar en casa de paganos, para no contraer impureza; el texto, implícitamente, desecha este tabú.

Sin embargo, a continuación se afirma que Jesús quiere quedar oculto (<<no quería que nadie se enterase>>). Con este dato, a primera vista desconcertante, Mc introduce a Jesús de incógnito en la sociedad pagana como observador. De hecho, el objetivo primario de la perícopa es presentar el juicio que da Jesús de la situación de esa sociedad; por eso no toma ninguna iniciativa ni se describe acción alguna suya; sólo se registran sus palabras.

LA BIBLIA

Mc 7,24

 Se marchó desde allí al territorio de Tiro.

Jesús abandona el territorio judío, lugar de los letrados y fariseos. Como en el episodio del geraseno (5,2-20), no aparecen los discípulos; también está ausente aquí el otro grupo de seguidores, representado antes por <<la multitud>>.

Tiro, gran ciudad comercial, estaba situada en una isla próxima a la costa y tenía un pequeño territorio en el continente, cuya producción no bastaba para el suministro de la ciudad; existía, por eso, un gran comercio entre Tiro y Galilea, región confinante de la que dependía la ciudad para la adquisición de productos agrícolas. En la tradición judía, Tiro era el prototipo de una ciudad pagana y un enemigo al que se reprochaba su arrogancia.

Jesús va directamente al territorio de Tiro, aunque no entra en la ciudad, sino que se queda en el campo que a ella pertenece. Contra la costumbre judía de no pisar territorio pagano, Jesús entra en él, como había hecho en Gerasa (5,1). Mc describe, pues, un viaje de Jesús por propia iniciativa al territorio de Tiro, en consonancia con la índole universal de su mensaje.

LA BIBLIA

Mc 7,17-23

 

Mc 7,17

Los discípulos no comprenden un dicho que suprime la diferencia entre Israel y los paganos. Se separan de los otros seguidores y preguntan a Jesús en privado, interpretando el dicho como una parábola (4,11: las parábolas son para "los de fuera») (17). Jesús se lo reprocha: están a la altura de "los de fuera» (¿tampoco vosotros?, cf. 4,11s) (18). Les explica el dicho (cf. 4,34): es la conducta injusta con los demás y el egoísmo, manifestado por la ambición de dinero (codicia) o el desenfreno de las costumbres lo que mancha al hombre. La relación con Dios no depende de la observancia de normas o de gestos religiosos, sino de la relación con los hombres (18-23)

Mc 7,20-23

 Y añadió: <<Lo que sale del interior del hombre, eso hace profano al hombre; porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las malas ideas: libertinajes, robos, homicidios, adulterios, codicias, maldades, engaño, desenfreno, envidia, difamación, arrogancia, desatino. Todas esas cosas malas salen de dentro y hacen profano al hombre>>.

Jesús repite y explica el principio enunciado en 7,15b, constatando la posible actitud malvada del hombre y enumerando actos que de ella proceden. El corazón denota la interioridad, como lo indica el texto mismo (<<de dentro>>). Es la sede consciente de los comportamientos humanos: en él se sitúan las disposiciones permanentes (cf. 3,5; 6,52; 7,6) de donde dimanan los actos (2,6.8; 11,23). Nótese el uso del plural <<los hombres>>, que subraya el carácter universal del dicho. De hecho, ninguna de las conductas o vicios que va a mencionar Jesús está ligado a una cultura o religión determinada; lo mismo puede afectar a judíos que a paganos.

El texto subraya el aspecto de fuente propio del corazón: de él nacen las malas ideas o propósitos, los proyectos o intenciones contra el prójimo. La presencia del articulo: <<las malas ideas>>, le da el carácter de título general de los actos o vicios enumerados (sin artículos), para acentuar su origen interno (cf. Prov 6,18a LXX: <<un corazón que maquina malas ideas>>).

Mc enumera doce acciones o conductas que concretan las malas ideas o intenciones. Seis de ellas se expresan en plural, indicando acciones habituales, y seis en singular, señalando disposiciones viciosas. En el primer grupo, las cinco primeras conductas están comprendidas entre la búsqueda del placer (<<libertinajes>>) y de la riqueza (<<codicias>>), tener más a costa de otros; se intercalan tres (<<robos, homicidios, adulterios>>) que aluden a los tres primeros mandamientos generales de la segunda tabla del decálogo: <<no robar, no matar, no cometer adulterio>>. La mención de <<las maldades>> al fin de la primera parte del catálogo resume los diversos tipos de abominaciones.

La segunda parte, en singular, enumera disposiciones o vicios, que son la raíz del modo de actuar perverso: dolo, es decir, engaño, fraude o traición, desenfreno, envidia, difamación o calumnia, arrogancia u orgullo y, por último, el desatino o irracionalidad, que hace valorar erróneamente la realidad. Entre ellas las hay que afectan primariamente a la persona (<<desenfreno, envidia, arrogancia y orgullo>>) y otras que miran en primer lugar al daño que se hace al prójimo (<<engaño, difamación>>); podría decirse que el <<desatino>> final (irracionalidad) califica las cinco disposiciones anteriores.

Puede deducirse que si ha sido elegido este catálogo es porque Mc considera que en estas conductas o vicios se encuentran los mayores obstáculos que impiden al hombre secundar el designio de Dios sobre él. Conociendo la praxis y la enseñanza anterior de Jesús, debe concluirse que estas malas ideas son particularmente funestas por oponerse radicalmente al amor al prójimo y frustrar, por eso mismo, el desarrollo humano. Unas absorben la vida del hombre impidiéndole centrarla en el amor a todos y en su propio crecimiento como persona; otras vician al hombre por dentro y lo llevan a causar daño a los demás, oponiéndose así frontalmente al amor, única senda de vida.

La expresión siguiente: <<todas estas cosas malas>> como antes <<las malas ideas>>, resume la enumeración precedente (cf. Jr 4,14: <<Jerusalén, lava tu corazón de maldades, para salvarte>>). El final de la frase: <<salen de dentro y hacen profano al hombre>>, forma inclusión con el v. 20: <<Lo que sale de dentro, eso hace profano al hombre>>.

Es decir, según estos dichos de Jesús, las distinciones entre puro/impuro o profano/sacro no proceden de Dios; la impureza o profanidad nace de la mala relación con los demás hombres. Dios no ha creado esas distinciones, es el hombre el que las causa con su conducta. Lo que aleja de Dios es hacerse daño a uno mismo o hacerlo a otros.

Libera así Jesús de los preceptos esclavizantes de la antigua Ley, pone como criterio de la cercanía a Dios el amor al prójimo y derriba la barrera entre judíos y paganos, condición para la creación de una humanidad nueva y fraterna.

A lo largo del evangelio, Jesús va tirando abajo los tabúes de Levítico y Deuteronomio: los de la lepra, tocando al leproso (1,40); los de la muerte, tocando el cadáver de la niña (5,41); en este pasaje, los que concernían a la impureza de alimentos, objetos y personas (7,2.19). Para hacer posible la universalidad, se distancia de la cultura judía y de su práctica religiosa.

LA BIBLIA

viernes, 16 de febrero de 2024

Mc 7,18b-19

 <<¿No caéis en la cuenta de que nada de fuera que entre en el hombre puede hacer profano al hombre? Porque no entra en su corazón, sino en su vientre, y se echa en la letrina?>> (Con esto declaraba puros todos los alimentos.)

No han comprendido la razón del dicho de Jesús y él se la explica: el alimento, lo que entra de fuera, no afecta a las actitudes del hombre (el corazón), entra solamente en un proceso orgánico (vientre, letrina) que no pertenece al terreno moral.

Mc hace notar que Jesús rompe así los tabúes alimentarios. Todo lo que Dios creó es bueno y puede servir para el bien del hombre. El texto utiliza aquí el verbo <<declarar puro>>, por oposición a <<hacer profano>>. De hecho, un alimento es impuro cuando está explícitamente prohibido, y la prohibición lo coloca en la esfera de lo <<no sacro>> o <<profano>>; al comerlo, el hombre se portaría como un pagano, como si no perteneciese al pueblo consagrado.

LA BIBLIA

APÉNDICES - MARCOS

El final abrupto de Mc y la omisión de toda aparición del Resucitado a sus discípulos dio pie, ya en el siglo II, a la adición de apéndices ...