viernes, 31 de mayo de 2024

Mc 13,1

 Mientras se alejaba del templo, uno de sus discípulos le dijo: <<Maestro, ¡mira que sillares y qué edificios!>>

Jesús abandona definitivamente el templo, expresando su ruptura total con esa institución, que, como símbolo de la nación, concentraba en sí y representaba todas las instituciones de la nación judía, en primer lugar las religiosas, pero también las políticas. 

La salida de Jesús del templo recuerda su entrada en él el día en que de obra y de palabra hizo pública su valoración (11,15ss). Aquel día, tras exponer la función original del templo, casa donde debía habitar DIos (11,17: "mi casa") y el programa que Dios le señalaba, ser lugar de oración para todos los pueblos, punto de encuentro y de contacto de la humanidad entera con el Dios de Israel (cf. Is 56,7), la contrapuso Jesús a su función actual, ser "cueva de bandidos" (cf. Jr 7,11; Os 4,8s; 6,9; Miq 3,11), lugar desde donde éstos actúan y donde acumulan su botín, y el programa que realizan: comprar, vender, cambiar dinero, explotar a los pobres (palomas) (11,15 Lect.), reduciendo el templo a la condición de lugar profano (11,16). Los <<bandidos>>, es decir, los dirigentes, han despojado a Dios de su casa y han hecho fracasar su programa.

El antagonismo de Jesús a la institución judía se ha explicitado en la denuncia antes mencionada (11,17; cf. 11,14-20; 12,9). El hecho de que Jesús entre en el templo (11,15) y salga de él (13,1a) manifiesta que no pertenece a esa institución. Paralelamente la falta de mención de entrada y de correspondiente salida del templo en el caso de los discípulos, quienes, sin embargo, aparecen en él (12,43), indica su pertenencia y adhesión a ella. Cuando Jesús sale del templo, lo hace solo.

De hecho, el discípulo que lo interpela, exponente de los ideales de todos los demás, aunque lo llama Maestro, no tiene en cuenta su enseñanza anterior ni su ejemplo, ni tampoco pide enseñanza ahora; invita a Jesús a mirar hacia atrás, a contemplar lo que él está mirando.

La realidad llamada por el evangelista "el templo" es designada por el discípulo como un conjunto de construcciones, fijándose tanto en los materiales que han servido para edificar ("sillares") como en el resultado de la construcción ("edificios"). Considera el templo en cuanto es obra humana, no en cuanto tiene o no relación con Dios.

Cada aspecto va enfatizado por un "¡Qué!" ponderativo inicial que refleja los rasgos de tamaño, excelencia y admiración que en ellos ve o que siente el discípulo. La mangnificencia de los edificios manifiesta la grandeza de sus constructores. Son obra de hombres que en su construcción han demostrado su riqueza, poder y eficacia. Son la obra y el símbolo de Israel. El discípulo sigue viendo encarnada en el esplendor de los edificios la gloria de la nación judía, con cuyo ideal se identifica. La lección que Jesús acaba de darles con ocasión de la limosna de la viuda pobre (12,44), no ha sido escuchada.

Por la invitación que hace a Jesús (mira) se ve que el discípulo espera que éste comparta su actitud. Supone que la denuncia y condena del templo hechas por Jesús no significaban el rechazo del ideal nacionalista. Aparece aquí el espíritu reformista del discípulo y, con él, el del grupo. Descontentos con la situación en que se encuentra el pueblo y con la jerarquía que lo gobierna, esperan, sin embargo, que el cambio de situación, que ha de ser realizado por Jesús como Mesías, retenga el antiguo universo de valores: nacionalismo, poder y esplendor de Israel. Separa, por tanto, la denuncia del templo, como institución infiel a Dios, de su significado como símbolo de los ideales nacionalistas. Espera que Jesús comparta su entusiasmo.

Es patente la sordera del grupo de discípulos respecto a los dichos de Jesús que afectan al nacionalismo judío. En la parábola de los viñadores (12,1ss) había anunciado Jesús la ruina de Israel como nación y el traspaso de <<la viña / el reinado de Dios>> a otros, además de predecir su muerte (asesinato de <<el Hijo>>). Todo eso ha sido ignorado por ellos.

La introducción al dicho del discípulo (le dijo) está en el texto en presente histórico ("le dice"). Con ello advierte Mc que la actitud manifestada en aquella ocasión sigue reinando en el grupo en la época en que escribe el evangelio.

LA BIBLIA

Mc 12,41-44

 

Mc 12,41a

Perícopa final de la sección: Se contrapone al tríptico inicial (11,17: dinero, explotación del pueblo). La viuda, miembro débil de la sociedad (12,40), representa al Israel fiel (cf.  Jr 51,5), que, en medio de esa realidad corrompida, ama a Dios como absoluto (44: todo, todos, cf. 12,30). Jesús convoca a los discípulos, que no habían aceptado su exigencia de dejar la riqueza (10,23-26). No son los ricos de Israel quienes valen a los ojos de Dios, sino los que ponen su confianza en él y no en el dinero. Esta confianza equivale a la del discípulo (10,21: «tendrás en Dios tu tesoro»), La viuda, antítesis de los dirigentes, infieles a Dios por su amor al dinero (44).

Mc 12,44

 Porque todos han echado de lo que les sobra; ella, en cambio, de su penuria, ha echado todo lo que tenía, todos sus medios de vida.

Jesús basa su paradoja en un cambio de oposición: en vez de la existente entre "echar mucho" y "echar poco", que está en el plano de la cantidad, él establece otra entre "echar de lo que les sobra" y "echar de lo imprescindible", pasando así del plano material o económico al existencial o moral. No se trata de cuantificar quién ha dado monetariamente más, sino de valorar la calidad de lo que se ofrece. Todos echan de lo superfluo, de lo que no afecta sustancialmente a sus vidas; la viuda, en cambio, que apenas tiene nada (de su penuria), lo ofrece todo, no sólo su dinero, que es insignificante (dos monedillas), sino su vida misma (todos sus medios de vida). De este modo, los donativos al templo pasan a ser figura de la entrega de la persona a Dios.

Aparece así la diferencia entre los donativos de la multitud y el de la viuda. Dar de lo superfluo significa no entregar a Dios lo esencial, expresado antes en el mandamiento principal: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda mente y con todas tus fuerzas" (12,30.33). Dar lo imprescindible, como hace la viuda, indica lo contrario: esta mujer ofrece a Dios su propio vivir, es decir, su persona misma. Ella sí cumple el mandamiento. Se entrega enteramente a Dios y se pone en sus manos.

En otras palabras, para la multitud, Dios no es el valor fundamental, no es el centro de su existencia, puesto que le dan lo accesorio. En cambio, con su óbolo, la viuda hace de Dios el valor supremo, por encima de su propia persona, y, al poner su vida en manos de Dios, pues no tiene más medios de subsistencia que los que le ofrece, se entrega ella misma a él. La donación de todo lo que tiene es un riesgo, pero ella se fía de Dios. La insistencia de Jesús en la totalidad de la entrega de la mujer (todo lo que tenía, todos sus medios de vida), hace ver que ésta cumple plenamente el mandamiento antes citado (12,30.33). La viuda manifiesta el amor sin reservas a Dios, expresado figuradamente en el total desprendimiento de todo lo que posee.

La unicidad de la viuda se contrapone a los muchos ricos y a la multitud en general. Ella representa el verdadero Israel, fiel a Dios, antítesis de los dirigentes, infieles a Dios por su afán de poder y de dominio. Es figura del pueblo que realmente cree en Dios y se entrega a él. Hace su donativo al templo pensando que allí está Dios, aunque se engaña: allí sólo importa el dinero. Le han quitado a su Dios, porque el templo, que debía haber sido la casa del Señor, es una cueva de bandidos (11,17).

Por otra parte, la viuda es el exponente de hasta dónde llega la explotación a que el templo somete a los fieles. La institución religiosa no tiene escrúpulo en arrebatar a los más débiles incluso la vida.

Jesús no exhorta a los discípulos a seguir el ejemplo de la viuda: ésta es el prototipo del Israel fiel, no del seguidor de Jesús. Pero quiere que rectifiquen sus criterios, dándose cuenta de dónde está el Israel que vale a los ojos de Dios, y hasta dónde llega la maldad del sistema. La viuda, no el esplendor del templo ni la riqueza del tesoro, es la gloria de Israel.

No señala el evangelista ninguna reacción de los discípulos a las palabras de Jesús, dando a entender con ello que no las comprenden o no las aceptan.

LA BIBLIA

jueves, 30 de mayo de 2024

Mc 12,43

 Convocando a sus discípulos, les dijo: <<Os aseguro que esa viuda pobre ha echado más que ninguno de los que echan en el tesoro>>.

Jesús convoca a sus discípulos, que aparecen por primera vez en el templo. Mc no ha señalado su llegada a él, ni ha mencionado su presencia en los encuentros de Jesús con los dirigentes; más tarde, tampoco indicará su salida del templo. Son datos que apuntan a un sentido figurado de esta presencia inesperada, que no depende de que Jesús haya entrado en el templo, ni será seguida de una salida con él. Con estos datos, sugiere Mc que la presencia de los discípulos en el templo es "permanente"; es decir, el hecho de que "estén en el templo", sin que hayan entrado ni, después, salido de él, significa que "están con el templo" o a favor de él.

Se entiende así el sentido de la convocación de Jesús: los discípulos, por su adhesión al templo, están lejos de Jesús y éste los llama junto a sí para que se adhieran a él. Quiere hacerles ver, con el caso de la viuda, que lo verdaderamente valioso no es ese templo espléndido ni lo que se realiza en él, sino la actitud con la que uno se relaciona con Dios.

Jesús se dirige sólo a sus discípulos, no ya a la multitud. La fórmula Os aseguro subraya la importancia de lo que va a decirles, aunque la forma como Mc introduce las palabras de Jesús, con el uso en griego del aoristo (eipen, "dijo") en vez del presente histórico (legei, "dice"), hace ver que esta declaración les concierne sólo a ellos; el ejemplo de la viuda no tiene interés para la comunidad futura, alejada del ámbito del judaísmo y de sus instituciones.

Jesús les interpreta los hechos, comparando el comportamiento de la multitud, en la que se incluyen muchos ricos, con el de la viuda. Enuncia una paradoja (esa viuda ha echado más...): lo que monetariamente tiene menos valor, es lo más valioso; lo poco de la viuda vale más que todo lo de los otros.

La paradoja cambia el plano de lectura del dicho, descubriendo un nuevo sentido, que, frente a las apariencias, revela una realidad más profunda. Va a explicarlo a continuación.

LA BIBLIA

Mc 12,42

 Llegó una viuda pobre y echó dos leptos, esto es, un cuadrante.

A la gente y a los ricos se contrapone la figura de una mujer sin relieve social, caracterizada como un miembro débil e indefenso de la sociedad (viuda, cf. 12,40) y carente de recursos económicos (pobre). Esta mujer no ha ido mezclada con la multitud del templo, llega ahora para ofrecer su donativo. No ha escuchado, por tanto, la enseñanza de Jesús en el recinto sacro. Su oferta es insignificante (dos leptos); más que una contribución al sostenimiento del templo, manifiesta, como a continuación va aponer de relieve Jesús (vv. 43-44), su amor incondicional a Dios y su total confianza en él.

Para subrayar el poquísimo valor monetario del donativo de la viuda, el evangelista da una equivalencia aproximada del mismo en moneda romana (esto es, un cuadrante), que circulaba por todo el imperio.

LA BIBLIA

Mc 12,41b

 ... y observaba cómo la multitud echaba monedas en el tesoro; muchos ricos echaban en cantidad.

Sentado frente a la Sala del Tesoro, Jesús observa el comportamiento de la multitud y, dentro de ella, de muchos ricos.

La multitud, objeto de la atención de Jesús, está compuesta de aquellos que se han asombrado de su enseñanza de (11,18) y que por eso inspiraban temor a los jefes del templo (11,32; 12,12); son los que escuchaban con gusto la impugnación de Jesús a la doctrina de los letrados sobre el Mesías (12,37b). Ahora va a revelarse su disposición profunda.

La gente, aunque había quedado impresionada por la enseñanza de Jesús en la que denunciaba la explotación que se realiza en el templo (11,17-18), y a pesar de ser víctima de ella, sigue apoyándolo económicamente con sus donativos voluntarios (echaba monedas); cada uno echa lo que quiere. El halo religioso de que la institución se rodea tiene más fuerza que la denuncia de Jesús.

Un grupo numeroso, los ricos, contribuyen al templo con grandes sumas de dinero (echaban en cantidad); su generosidad pone de manifiesto que sostienen con gusto la institución religiosa que no les echa en cara su riqueza.

Es de notar que Jesús no se detiene a presenciar en el templo los sacrificios que en él se ofrecen a Dios, ni tampoco a contemplar cómo el pueblo reza; en cambio, sí observa cómo la gente echa dinero en el tesoro. El templo es, en lo esencial, un lucrativo negocio, que explota al pueblo con el tráfico de lo sagrado, y éste es el escándalo que pone de relieve Jesús.

LA BIBLIA

Mc 12,41a

 Se sentó enfrente de la Sala de Tesoro...

Una vez terminada la controversia con los dirigentes (11,27b-12.27), denunciada la incoherencia de la doctrina de los letrados sobre el Mesías (12,35-37) y la hipocresía de ciertos letrados (12,38-40), Jesús se sienta frente a la Sala del Tesoro, punto neurálgico del templo explotador.

La mención del tesoro pone en evidencia la dimensión económica del templo, con la que Jesús se había enfrentado expulsando a los mercadores y compradores (11,15) y denunciándolo como "una cueva de bandidos" (11,17). Por tanto, como en los otros dos casos en que aparece (11,2 y 13,3), la preposición enfrente de tiene sentido hostil, por lo que la posición que adopta Jesús (se sentó) lo presenta como antagonista permanente del tesoro, lugar que almacena el expolio hecho al pueblo por los dirigentes.

LA BIBLIA

domingo, 19 de mayo de 2024

Mc 12,38-40

 

Mc 12,38

Praxis de los letrados, su ambición de honor y dinero. Deseo de prestigio y preeminencia (38); quieren ser siempre primeros (39; cf. 9,35; 10,44). Utilizan la religión para explotar a los débiles (cf. 7,6) (40).

Mc 12,40b

 Esos tales recibirán una sentencia muy severa.

A toda esta exterioridad que encubre la injusticia anuncia Jesús un juicio muy severo, porque lo importante es el amor a Dios y al prójimo (cf. 12,33), no ostentar una piedad que acaba en hipocresía.

Su sentencia está en relación con lo dicho en la parábola anterior (12,1-12): no dan fruto para Dios e impiden que la viña lo dé. A esta infidelidad a Dios corresponderá la intervención del dueño de la viña (12,9), en particular contra la clase dirigente y la institución. Dios va a rechazar a éstos con especial severidad.

Por una parte, no hay que aceptar la enseñanza de individuos que se comportan así; por otra, su apariencia de virtud es falsa. Si es capaz de ver estos hechos, el pueblo no se dejará guiar por gente a la que Dios se enfrenta.

LA BIBLIA

Mc 12,40a

 ...esos que expolian los hogares de las viudas y simulan orar largamente.

Jesús ha descrito la vanidad de ciertos letrados y su deseo de preeminencia y reconocimiento público. Ahora pasa a una acusación directa, primero de codicia, luego de hipocresía.

En el ámbito privado, se aprovechan de la gente desamparada e indefensa, cuyo propósito eran las viudas (junto con los huérfanos). Probablemente aprovechaban sus conocimientos del derecho para explotarlas. No tienen hombre que las defienda. Los piadosos, los intachables, los que saben tanto, despojan de sus bienes a gente incapaz de defenderse. Viene a propósito el texto de Jr 7,5-7: "Si enmendáis vuestra conducta y vuestras acciones,... si no explotáis al emigrante, al huérfano y a la viuda... entonces habitaré con vosotros en este lugar".

Además, ostentan su piedad hacia Dios pronunciando en público largas oraciones. Es el último trazo del retrato. El primero ha sido en torno al "yo": la vanidad y el deseo de ser reconocidos como superiores (vv. 38-39); el segundo, respecto al prójimo: la injusticia que cometen con los débiles (v. 40a: las viudas); el último, respecto a Dios: simulan una estrecha unión con él.

Resumiendo lo anterior, se ve que Jesús, en su enseñanza, invita a la multitud a darse cuenta de lo que tienen ante los ojos. En la perícopa precedente había creado la duda sobre la validez de la doctrina de los letrados acerca del Mesías, esperando que la gente sacase su conclusión personal. Tampoco ahora propone teorías ni conclusiones propias, enuncia hechos comprobables. Invita a la objetividad, a examinar la conducta de ciertos letrados, que es notoria, y a enfrentarse con lo que ven y juzgarlo, haciendo su evaluación de los mismos. Es decir, que el pueblo, examinando los usos sociales admitidos, adquiera espíritu crítico y así se haga libre; que no se deje llevar de las apariencias ni acate autoridades impuestas, sino que estime las cosas y a las personas en su valor real.

La apariencia de virtud de ciertos letrados es falsa; en realidad está muy lejos de Dios (cf. 7,6s). Si el pueblo es capaz de ver los hechos, distinguirá entre la clase y los individuos que la componen; no se dejará guiar por maestros de la clase descrita. Jesús quiere liberar al pueblo de la trampa religiosa que lo mantiene esclavo.

LA BIBLIA

Mc 12,39

 ...de los primeros asientos en las sinagogas y de los primeros puestos en los banquetes...

Por su deseo de preeminencia y prestigio, quieren tener los primeros puestos, ponerse por delante de los demás, ocupar un lugar destacado tanto en los ámbitos religiosos (en las sinagogas) como en los civiles (en los banquetes). En la sinagoga había algunos asientos de honor, situados sobre un estrado, de espaldas al arca o armario donde se conservaban los rollos de la Ley y de cara a los asistentes. Era allí donde los letrados tomaban asiento, para que todo el pueblo pudiera verlos e identificarlos como maestros. En los banquetes había divanes donde se recostaban los invitados; los letrados pretendían ocupar los más cercanos a la presidencia.

Los primeros puestos o divanes manifestaban la ambición de ser "primeros". Es lo contrario de lo que debe suceder entre los seguidores de Jesús: "el que quiera entre vosotros ser primero, tiene que ser esclavo de todos" (10,44), conforme a la conducta de Jesús mismo: "porque tampoco el Hijo del hombre ha venido para ser servido, sino para servir" (10,45).

Subrayando su superioridad, los letrados crean desigualdad y afirman su poder sobre el pueblo. Invaden todos los terrenos, no sólo el ámbito de su magisterio, la sinagoga, sino también los lugares públicos (plazas/calles) y las reuniones de sociedad (banquetes).

Crean una mediación necesaria; hacen que el pueblo no pueda prescindir de ellos y, por tanto, nunca llegue a ser adulto, capaz de decidir por sí mismo. Lo reducen a la sumisión, expresada en la postura de reverencia.

LA BIBLIA

Mc 12,38

 Entre lo que enseñaba, dijo: ¡Cuidado con esos letrados que gustan de pasearse con largas vestiduras y de las reverencias en la calle...

Como parte de su enseñanza, Jesús previene al pueblo (¡Cuidado...!) contra ciertos letrados. Si en la perícopa anterior, con su pregunta inicial, Jesús siembra la duda (12,35:"¿Cómo dicen los letrados...?"), en ésta, con su advertencia inicial (¡Cuidado...!), pone en guardia a la gente. A continuación, ridiculiza y censura el comportamiento de algunos letrados, haciendo ver su realidad.

En primer lugar muestran una vanidad insaciable y un ansia desmedida de honores. Visten de manera especial (largas vestiduras), distintas de los demás, para señalar su calidad de maestros, y buscan las muestras de respeto (reverencias) de la gente en los lugares públicos (calle). Es decir, han hecho de la Ley que enseñan un medio para obtener el reconocimiento de los demás y situarse por encima de ellos. Cuando la gente les da muestras de profundo respeto, dan prestigio a su magisterio.

A la afirmación y reconocimiento de la superioridad corresponde la sumisión del pueblo. Se exalta a la persona mucho más que al contenido de lo que proponen: el prestigio de la función hará que se acepte sin crítica su doctrina. Toda su conducta esconde una ambición de dominio sobre el pueblo por medio del saber.

LA BIBLIA

sábado, 18 de mayo de 2024

Mc 12,35-37

 

Mc 12,35

Doctrina de los letrados sobre el Mesías. Desde la entrada en Jerusalén y la aclamación mesiánica de la multitud (11,9s), estaba pendiente la cuestión del mesianismo de Jesús. Ataca la doctrina de los letrados. El Mesías no es hijo/sucesor de David (cf. 10,47s), sino su Señor (cf. 11,3). Es decir, David no es modelo para el Mesías ni el reino de éste va a limitarse a Israel. Jesús rechaza el mesianismo davídico, el de un rey guerrero y victorioso, fomentado por la enseñanza oficial (letrados). La restauración del trono de David y la hegemonía de Israel sobre los demás pueblos no son más que una ilusión y son incompatibles con el designio universal de Dios (cf. 8,33: <<la idea de Dios>>; 3,14, Israel, al servicio de los demás pueblos).

Mc 12,37b

 La multitud, que era grande, lo escuchaba con gusto.

La descalificación que hace Jesús de la enseñanza de los letrados encuentra un eco favorable en la gran multitud que lo escucha. Desde el principio (1,22; cf. 11,18), la gente prefiere la doctrina de Jesús a la de los letrados. La frase lo escuchaba con gusto es, sin embargo, paralela a la que usó Mc con relación a Herodes (6,20). Éste escuchaba con gusto a Juan Bautista, pero acabó dándole muerte. También la multitud que ahora disfruta escuchando a Jesús acabará poniéndose al lado de sus enemigos para darle muerte (15,11-13). A la larga, el nacionalismo y la violencia tendrán más atractivo para ella que la propuesta de Jesús.

                    *   *   *   *   *

En esta perícopa pueden considerarse dos aspectos: el de la forma y el del fondo.

En cuanto a la forma, es de notar que Jesús, que ha respondido categóricamente a las preguntas de sus adversarios (12,17.24-27) y a la del letrado (12,29), ahora, hablando a la multitud, no expone la conclusión de su argumento de forma asertiva, como propia ("Por tanto, si David lo llama Señor, no puede ser hijo/sucesor suyo"); usa, en cambio, la forma interrogativa (¿De dónde sale...?). Es decir, no impone su autoridad al pueblo, sino que lo incita a pensar; son sus oyentes los que han de completar el razonamiento y sacar su conclusión; no deben cambiar de opinión por autoridad externa, ni siquiera por la de Jesús, sino por propio convencimiento, viendo la solidez de la argumentación que Jesús les propone.

Este modo de actuar de Jesús enlaza con el dicho de 3,27: "Nadie puede meterse en la casa del fuerte y saquear sus bienes si primero no ata al fuerte". "El fuerte" representa la institución judía; Jesús elimina su influjo y el de su doctrina sobre el pueblo, mostrando que son contrarios al designio de Dios. Lleva así a cada uno a la convicción personal, con lo que el individuo queda libre y puede abandonar espontáneamente el sistema ideológico del judaísmo; éste, que actúa imponiendo su autoridad, queda desarmado ("atar al fuerte", cf. 3,27 Lect.).

En cuanto al fondo, puede preguntarse por qué Jesús que, en ocasiones anteriores, ha debatido con los letrados sobre el origen de su autoridad (3,22-30) y sobre la pureza ritual (7,1-13), que ha impugnado su doctrina sobre la llegada de Elías como precursor del Mesías (9,11-13.14), elige ahora la cuestión del Mesías para desacreditar la doctrina que enseñan. Esta elección está en relación con la mención del reinado/reino de Dios que acaba de hacer (12,34) y a la que el letrado no ha respondido. Como expuso Jesús con ocasión del discurso en parábolas (4,11), el secreto del reinado de Dios es su universalidad, expresión del amor de Dios por la humanidad entera. Esta concepción de Dios, que desbanca todas las ideas religiosas anteriores, es la gran novedad que Jesús revela y el punto central de su mensaje. Ahora bien, lo más opuesto a esta concepción es la doctrina del Mesías nacionalista y xenófobo, que limita la salvación a Israel. Es la gran deformación de la realidad de Dios y permite el desprecio o el odio al resto del género humano, justificando la violencia y el dominio de los demás pueblos.

De hecho, con el Mesías "hijo de David", el reinado de Dios se traduciría en un reino visible, el de Israel, y sería universal sólo por conquista. Para Jesús, en cambio, el reinado de Dios engloba a toda la humanidad y su universalidad se realiza con la hermandad de todos los pueblos.

LA BIBLIA

Mc 12,37a

 David mismo lo llama "Señor"; entonces ¿de dónde sale que es hijo suyo?

Para referirse a lo dicho por David, usa Jesús el presente histórico: lo llama Señor. Actualiza así la voz de David para la multitud que lo escucha: la actitud de David respecto al Mesías no fue cosa del pasado, sigue teniendo vigencia para el judaísmo de la época.

Apoyándose en el texto del salmo, Jesús rebate la concepción mesiánica propugnada por los letrados (¿de dónde sale que es hijo suyo?). El argumento de Jesús es el siguiente: no puede ser hijo/sucesor de David ni un segundo David, aquel a quien David llama "mi Señor", pues, al llamarlo así, David, que es rey, se proclama vasallo de ese futuro rey, reconociéndole una categoría mayor que la suya. En consecuencia, el Mesías no puede tener por modelo a David; no será como él un rey guerrero y victorioso, ni tendrá por misión restaurar la gloria pasada de Israel.

El Mesías, sentado a la derecha de Dios, tiene su misma autoridad, y su realeza, al ser la propia de Dios, es trascendente y tiene una proyección universal: se ejerce sobre la humanidad entera y su sede no será Jerusalén (ámbito terrestre), sino el trono de Dios (ámbito celestial). Por tanto, el reinado del Mesías no será como el de los reyes de este mundo; no se ejercerá con el dominio y la imposición, sino con el despliegue de la potencia de vida y amor de Dios mismo. Por eso, la restauración de la monarquía davídica y la hegemonía de Israel sobre los demás pueblos, esperadas para la época mesiánica e incompatibles con la soberanía universal de Dios, no son, para Jesús más que vanas ilusiones.

Explícitamente, Jesús en este episodio no se proclama Mesías. Su pregunta es teórica, sin alusión alguna a su persona. No pretende, pues, en primer lugar, definir su propia identidad, sino, ante todo, impugnar las ideas de los letrados sobre el Mesías. Para ello establece una oposición entre el Mesías "hijo de David" y el  Mesías "Señor de David". Son dos concepciones mesiánicas completamente diferentes. El Mesías "hijo de David" tiene por padre y modelo suyo a David; el Mesías "Señor de David" posee la autoridad y la realeza de Dios mismo, y es, por consiguiente, el Hijo que tiene por Padre y modelo a Dios.

Aunque Jesús insiste solamente en la falsedad de la doctrina sobre el Mesías triunfante, concebido como un segundo David, al haberse él manifestado como Mesías (11,7: el borrico, cf. Zac 9,9) y al haber sido aclamado como tal por el pueblo (11,9-10), todo el pasaje puede también aplicarse a su persona. De este modo, además de rechazar el mesianismo davídico nacionalista, fomentado por la enseñanza oficial (letrados), la argumentación de Jesús deshace, implícitamente, todo equívoco en el pueblo sobre su propio mesianismo.

Como puede apreciarse, la cuestión central de la perícopa no es la de si el Mesías va a ser o no descendiente de David, sino cómo hay que concebirlo. Jesús no niega esa descendencia, pero sí, rotundamente, que David sea para el Mesías el modelo a seguir.

LA BIBLIA

Mc 12,36

 <<David mismo, movido por el Espíritu Santo, dice: "Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies">>.

Jesús va a refutar la doctrina de los letrados mediante un texto de la Escritura, con palabras atribuidas a David mismo. Cita el Sal 110,1, texto bien conocido, del que Jesús afirma que fue pronunciado bajo la inspiración del Espíritu, lo que equivale a decir que refleja el designio de Dios (8,33).

El texto del salmo habla de la entronización (siéntate) celeste de un personaje (mi Señor) hecha por Dios mismo (el Señor), quien le confiere la condición divina (a mi derecha). Su realeza es la misma de Dios, y éste se encarga de someterle sus enemigos (hasta que ponga tus enemigos bajo tus pies). Esta última frase está en relación con 12,9, donde se describía la intervención del dueño de la viña (Dios), que acabaría con los labradores asesinos (Israel y, en particular, sus dirigentes).

El texto citado, si se interpreta mesiánicamente, como hace Jesús, afirma que el Mesías (mi Señor), al estar sentado a la derecha de Dios (el Señor), tiene su misma autoridad y está investido de la realeza divina. Su función no será someter por la fuerza a sus adversarios, como hacen los poderosos de este mundo. Será Dios mismo el que con la potencia de su amor los derrotará.

LA BIBLIA

Mc 12,35

 Reaccionando Jesús, preguntó mientras enseñaba en el templo: <<¿Cómo dicen los letrados que el Mesías es hijo de David?>>

Después de las controversias y preguntas, Jesús reanuda su enseñanza. Como el día anterior (cf. 11,17), su enseñanza se dirige, dentro del templo, a la gente en general. No se ve la razón de que Mc repita que la enseñanza de Jesús tiene lugar en el templo, si no ha salido de allí (cf. 11,27b). Sin embargo, teniendo en cuenta el apelativo "Señor" que va a aplicarse al Mesías (vv. 36-37), puede haber aquí una alusión a Mal 3,1: "De pronto entrará en su templo el Señor que buscáis".

La frase inicial: Reaccionando Jesús, pone a esta perícopa en inmediata conexión con la anterior. De hecho, Mc afirma que la pregunta de Jesús es una reacción, y la mención en ella de los letrados lleva a pensar en el letrado que acaba de plantearle la cuestión sobre el mandamiento principal (12,28).

Antes Jesús había alabado la inteligente respuesta del aquel letrado (12,34a). Pero este hombre no reaccionó a las palabras de Jesús de que no estaba lejos del reinado de Dios (12,34b), que contenían una invitación implícita a darle la adhesión. Lo reconoció por Maestro (12,32), pero no por Mesías. Ahora Jesús, ante el pueblo, va a señalar el obstáculo que impide a los letrados ese reconocimiento: precisamente la idea que ellos tienen del Mesías. Y, como los letrados, por su función docente, gozan de tanta influencia en el pueblo, impiden la adhesión de éste a Jesús.

La cuestión del mesianismo de Jesús estaba pendiente desde la entrada en Jerusalén y la aclamación mesiánica de la multitud (11,9s). Ahora Jesús la aborda, y lo hace poniendo públicamente en duda la validez de la doctrina que los letrados enseñan al pueblo sobre el Mesías, al que llaman "hijo de David". 

En la pregunta de Jesús, la expresión "hijo de David" no lleva artículo (no dice: "el Hijo de David"), es decir, no la usa como título mesiánico, sino como denominación de origen; Jesús quiere sólo saber con qué fundamento enseñan los letrados que el Mesías tiene por padre a David. La formulación interrogativa (¿Cómo dicen los letrados...) suscita la duda sobre la legitimidad de esa enseñanza.

Aunque la expresión "hijo de David" no aparece en el AT, muchos de los textos que hablaban de la dinastía davídica se habían aplicado al Mesías (2 Sam 7,16 "Tu casa y tu reinado durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre"; Is 11,1: "Retoñará el tocón de Jesé, de su cepa brotará un vástago"; cf. Is 9,6; Ez 34,24; Sal 2,6; 89,29ss.36-38, etc.). Las promesas hechas a David sobre su descendencia incluían la sucesión en el trono: ser "hijo de David" implicaba también ser su sucesor o heredero.

Pero hay más. En las lenguas semíticas, "hijo de" no significa solamente ser descendiente de alguien, sino, sobre todo, tener por modelo al padre y comportarse como él, con sus mismos criterios y sus mismas líneas de conducta. El que no actúa así, aunque sea descendiente, no puede llamarse "hijo". De este modo, el apelativo "hijo de" tiene más carga de "semejante a" que de "engendrado por".

Sobre los textos citados y sobre este significado de "hijo" se basaba la doctrina de un Mesías concebido como un segundo David, como un rey guerrero y victorioso, que restauraría la gloria de Israel como nación, liberando con la fuerza al pueblo del dominio extranjero. Su venida estaría precedida por la de Elías, que había de poner todo en orden antes de la manifestación del Mesías (9,11-13 Lect.).

La gente había aclamado a Jesús a las puertas de Jerusalén, viendo en él a ese Mesías objeto de la expectación judía e identificando su llegada con la del "reinado de nuestro padre David" (11,9-10). Tal había sido también la invocación del ciego, figura de los discípulos, a la salida de Jericó (10,47: "Hijo de David, Jesús"; cf. 10,48 Lect.). Ésta fue además la idea mesiánica de Pedro, rechazada por Jesús como "la de los hombres", en contraposición a "la de Dios" (8,33 Lect.).

Jesús no niega que el Mesías sea descendiente de David; pero no es eso lo que cuenta; lo importante es si va a seguir el modelo de David. Esa es la doctrina que enseñan los letrados y que Jesús va a desautorizar.

LA BIBLIA

domingo, 12 de mayo de 2024

Mc 12,28-34

 

Mc 12,28

Un letrado fariseo. Busca solución a una discusión de escuela (28). Respuesta de Jesús: En el AT no había un sólo mandamiento principal, sino dos: el amor / fidelidad a Dios era inseparable del amor/lealtad al hombre. Dios era el valor absoluto (con todo tu corazón, etc.), el hombre, relativo (como a ti mismo). Tal era el llamamiento hecho a Israel en la antigua alianza (Escucha, Israel, cf. Dt 6,4s), que los dirigentes han traicionado con su explotación del pueblo (11,17) (29-31). El ideal de amor propio del Reino será propuesto en la institución de la eucaristía (14,22-25; cf. 10,45; 13,37). El letrado afirma la precedencia de estos dos mandamientos sobre los preceptos cultuales, que pretendían honrar solamente a Dios (32-33). Quien está por el bien del hombre no está lejos del Reino (cf. 1,15: enmienda). Invitación implícita de Jesús. El letrado no da su adhesión a Jesús. Teoría sin práctica (34).

Mc 12,34b

 Y ya nadie se atrevía a hacerle más preguntas.

Al ver el acierto y el rigor de las respuestas de Jesús, que ha puesto en su sitio a fariseos y herodianos (12,13-17), a los saduceos (12,18-27) y zanjando la difícil cuestión propuesta por el letrado, nadie se atrevía a hacerle más preguntas. El interrogatorio a que se ha visto sometido por unos y por otros ha terminado y Jesús ha salido airoso de la prueba.

Todos han sido invitados a la enmienda, pero nadie reacciona ni se compromete a cambiar de vida. No atreverse a preguntar significa que temen a las respuestas que Jesús pueda darles; perciben en ellas un peligro: los desmontaría de sus posiciones, exigiéndoles a todos la renuncia a la injusticia y, a los dirigentes, a la explotación del pueblo.

                                                    * * * * *

En esta perícopa, Jesús no está definiendo lo que tiene que ser el cristiano, sino lo que habría debido ser el judío. En el AT el absoluto era Dios, un absoluto externo al hombre, al que éste debía darse por entero; un Dios al que el hombre puede ofrecer y, de hecho, debe entregar su persona. Por otra parte, el ideal de amor al prójimo que el AT propone: "amarlo como a uno mismo", establece el carácter relativo de ese amor, que no lleva a la entrega personal: no hay que darse a los otros como uno se da a Dios (con todo el corazón, etc.); la limitación humana (como a ti mismo) se proyecta en el amor a los demás.

Con Jesús el planteamiento cambia: no es el hombre quien tiene que darse a Dios, es ante todo Dios quien se da al hombre, comunicándole su propia vida, el Espíritu, y haciéndolo hijo suyo (1,11: "Tú eres mi Hijo"). En correspondencia con ese amor de Dios, el ser humano debe entregarse a los demás como Dios se ha entregado a uno mismo. Es decir, el hombre, a semejanza de Dios, ha de darse a los otros con un amor sin medida y sin condiciones, dispuesto a arrostrar, si fuera preciso, la muerte misma, como lo hará Jesús (10,45).

LA BIBLIA

Mc 12,34a

 Viendo Jesús que había respondido inteligentemente, le dijo: <<No estás lejos del reinado de Dios>>.

Jesús aprecia la respuesta del letrado. La frase: viendo que había respondido inteligentemente, está en paralelo con la que el letrado pronunció sobre Jesús en v. 28 (viendo lo bien que les había respondido). Jesús ve en él un hombre que sabe reconocer la verdad. Quiere darle la oportunidad de dar el paso definitivo.

El reinado de Dios está cerca (1,15) y, en palabras de Jesús, su interlocutor no está lejos de él. Poner al hombre como valor supremo después de Dios y comprender que son indisociables la relación  con Dios y la relación con el hombre, como ha hecho el letrado, acorta esa distancia. Con sus palabras (no está lejos), Jesús le abre el horizonte del reinado de Dios, que deja atrás toda la antigua época (1,15: "ha terminado el plazo"). Hasta ahora, este hombre ha comprendido en el terreno teórico; la mención del reinado lo invita implícitamente a dar un paso más.

El texto, sin embargo, no indica ninguna reacción del letrado. Lo lógico sería preguntar a Jesús cómo podría superar la distancia que lo separa del reinado de Dios. Lo mismo que su primera aprobación de la respuesta de Jesús a los saduceos lo llevó a acercarse a él y preguntarle (v. 28), así su segunda aprobación de las palabras de Jesús (v. 32: ¡Muy bien, Maestro!) habría debido disponerlo a prestar atención a su anuncio. Pero no lo hace; se conforma con encontrar la solución a la cuestión de escuela. No aspira a ese reinado que le anuncia Jesús; permanece dentro de su tradición, sin deseo de novedad.

El letrado reconoce a Jesús como experto a quien consultar en un problema teórico, pero no como guía a quien seguir. Sin embargo, con la mención del reinado de Dios, Jesús le está indicando que la revelación que conoce por la Escritura no es algo absoluto, sino relativo; que necesita dar un paso más. El tiempo de la antigua alianza (1,15; 11,13) era de preparación y ya ha terminado. Pero el letrado no lo comprende o no lo acepta; considera lo transitorio  como definitivo.

Por eso Jesús ha estimado solamente la inteligencia de su respuesta. Comprender dónde está lo esencial es ya una ventaja y abre la posibilidad de opción. Con la mención del reinado de Dios, Jesús le ha dado la ocasión de hacerla. En este caso, tendría que romper con el grupo al que pertenece, el de los que quieren matar a Jesús por la denuncia que ha hecho (11,17-18).

Resumiendo: En medio del templo, Jesús ha repetido en otros términos su primera proclamación en Galilea: "Se ha cumplido el plazo, está cerca el reinado de Dios. Enmendaos y tened fe en esta buena noticia" (1,15). La exhortación a la enmienda la ha hecho con el llamamiento a Israel (¡Escucha, Israel!, etc.), que ha pronunciado como suyo y que atañe de manera particular a los dirigentes, cuyo comportamiento ha puesto al descubierto con la parábola de los viñadores (12,1-9). Al mismo tiempo, anuncia el reinado de Dios, dejando entrever su inminencia.

El cuanto al letrado, que pertenece a la élite de la intelectualidad judía, el tenor de sus palabras hace ver que no ha aplicado a su persona la llamada a la enmienda; luego, con su falta de reacción, muestra que tampoco tiene fe en el anuncio del reinado de Dios. Es un teólogo especulativo, que no traduce en su vida las conclusiones a las que lo lleva su ciencia.

LA BIBLIA

Mc 12,32-33

 El letrado le dijo: <<¡Muy bien, Maestro! Es verdad lo que has dicho, que es uno solo y que  no hay otro fuera de él; y que el amarlo con todo el corazón y con todo el entendimiento y con toda la fuerza y el amar al prójimo como a sí mismo está por encima de todos los holocaustos y sacrificios>>.

El letrado se había acercado a Jesús al ver la pertinencia de su respuesta a los saduceos (v. 28: bien) y vuelve a expresar su aprobación por la respuesta que Jesús le ha dado a él (v. 32: Muy bien). Este hombre, docto en la Escritura (vv. 28.32: letrado), sabe leerla y comprenderla, y reconoce que las palabras de Jesús son el compendio de la antigua revelación. Ahora, viendo que ha confirmado su propia opinión, lo llama Maestro. Desde el punto de vista doctrinal, se pone decididamente al lado de Jesús.

En su respuesta, el letrado corrobora lo dicho por Jesús (Es verdad lo que has dicho) y reitera sus palabras, aunque omitiendo la introducción: Escucha, Israel, y no mencionando a Dios, por respeto hacia él. No pretende exhortar a Israel, quiere sólo reafirmar y glosar lo dicho por Jesús. De hecho, añade a la declaración de que Dios es uno (que es uno solo) la frase no hay otro fuera de él, uniendo Dt 6,4 y Dt 4,35, y subrayando fuertemente la unicidad de Dios; es la formulación negativa de la hecha por Jesús: es el único Señor (v. 29). Como en Dt 6,5, usa una división tripartita (corazón... entendimiento... fuerza), pero, en lugar de alma y mente, como ha dicho Jesús, dice sólo entendimiento; pone así el acento sobre el conocimiento, no sobre la vida (alma).

Hay que notar, sin embargo, otra diferencia entre la formulación del mandamiento primero que hace Jesús y la que expresa el letrado. La de Jesús, siguiendo a Dt 6,5, está personalizada (nuestro Dios... tu corazón... tu alma... tu inteligencia... tu fuerza); la del letrado, no. Usa un fórmula infinitiva impersonal (el amarlo), en lugar de personal (amarás). De hecho, no responde como afectado por el ¡Escucha, Israel! de Jesús, no se siente interpelado por él. No dice: "nuestro Dios", "nuestro corazón, etc.", que sería la respuesta personal de un israelita; suprime los posesivos. Lo mismo hace con el segundo mandamiento: en lugar de "como a nosotros mismos", lo pone en tercera persona (como a sí mismo). La pregunta que dirigió a Jesús (v. 28) era, pues, teórica, de escuela, no vital.

La relativización hecha antes genéricamente por Jesús: Mayor que éstos no hay ningún otro mandamiento, el letrado la refiere, concretándola, a los holocaustos y sacrificios. Estos ritos, que pretendían asegurar la relación del israelita con Dios, quedan subordinados al amor a Dios y al prójimo, que son los que verdaderamente unen con él.

Deprecia así la praxis ritualista de la religión en favor de su componente interior, el amor a Dios, y de la relación con el prójimo. Pone la religión personal y espontánea por encima de los ritos estereotipados. El culto religioso según la Ley pierde importancia. El letrado invierte así la escala de valores existente, según la cual el objeto primordial de la vida del hombre era dar culto a Dios; como Jesús, se alinea con los profetas en detrimento de los sacerdotes. En sus palabras de reconocimiento de que el amor a Dios y al prójimo supera todo acto de culto (está por encima de todos los holocaustos y sacrificios) resuenan una serie de textos del AT, de inspiración profética.

En el templo, donde están Jesús y el letrado, se pretende dar culto a Dios mientras se oprime y explota al pueblo; se ignora el amor al prójimo y, con ello, se falsea el amor a Dios.

LA BIBLIA

Mc 12,31b

 Mayor que éstos no hay ningún otro mandamiento.

Con esta declaración final relativiza Jesús todos los demás mandamientos y preceptos, que aparecen como secundarios, accesorios, dispensables. Son los dos que ha mencionado los que deben regular la vida del israelita; ninguna otra práctica es esencial. Jesús echa así abajo la pretensión de muchas piedades religiosas, entre ellas la farisea, que se imaginaban honrar a Dios mientras se olvidaban del hombre.

LA BIBLIA

Mc 12,31a

 El segundo es éste: <<Amarás a tu prójimo como a ti mismo>>.

La respuesta de Jesús rebasa la pregunta del letrado: el mandamiento primero de todos no es uno sólo, va unido a un segundo del que no se puede disociar; en la antigua alianza el amor-fidelidad a Dios era inseparable del amor-lealtad al prójimo. Para ser verdadero, el amor a Dios tenía que traducirse en amor al hombre. La relación con Dios, expresada en el primer mandamiento, ha de reflejarse en el comportamiento con los seres humanos; tiene esa consecuencia necesaria.

Para enunciar el segundo mandamiento, Jesús cita el texto de Lv 19,18: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, que no estaba incluido en el Shemá. En este texto del Levítico, el prójimo se refiere a los compatriotas, aunque en Lv 19,34 se extiende a los inmigrantes extranjeros; es posible que en épocas posteriores no se entendiese el mandamiento en sentido tan restringido.

Tal como lo formula el Levítico, el paradigma del amor al prójimo era el amor a sí mismo; es decir, cada uno encuentra en sí la norma de la propia conducta con los demás. Los bienes que desea para sí mismo debe desearlos para los otros; lo que él procura evitar para sí debe procurar evitarlo para los demás. Sin embargo, la expresión como a ti mismo fue ordinariamente entendida en el judaísmo en sentido de abstención, es decir, no hacer al prójimo lo que uno no querría que le hiciesen a él. Dios era el valor absoluto ( con todo tu corazón, etc.); el hombre, relativo (como a ti mismo). El segundo mandamiento tendía a crear condiciones de convivencia humana; su práctica habría sido la preparación para la plenitud del reino mesiánico.

Por esta unión de los dos mandamientos queda patente que el amor a Dios no lleva de por sí a la expresión religiosa, sino al comportamiento ético. De los contenidos del AT, Jesús corrobora la línea profética, dejando de lado la cultual o sacerdotal (cf. 1 Sam 15,22; Is 1,11; Os 6,6; Sal 51,20-21; 40,7; Prov 21,3; 16,7, etc.).

LA BIBLIA

Mc 12,29-30

 Respondió Jesús: <<El primero es: <<¡Escucha, Israel!: El Señor nuestro Dios es el único Señor; amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con toda tu fuerza>>.

Jesús comienza su respuesta citando el llamamiento de Dt 6,4-5 (¡Escucha, Israel!, etc.). Así empezaba el Shemá, profesión de fe que los judíos piadosos recitaban dos veces al día, mañana y tarde.

Las palabras introductorias: ¡Escucha, Israel!, no eran, sin embargo, necesarias para responder a la pregunta del letrado. Se ve que Jesús no solamente va a enunciar el mandamiento, sino que va a proclamarlo, haciendo suya la exhortación de Moisés al pueblo. Pero no nombra a Moisés ni cita explícitamente la Escritura; él mismo hace el llamamiento a todo Israel, invitándolo implícitamente a la enmienda (cf. 1,15).

En el Shemá, el precepto del amor no tenía el suficiente relieve, pues estaba ahogado en otras prescripciones y advertencias. De hecho, además de las dos bendiciones iniciales y la bendición final, comprendía Dt 6,4-9 (precepto de amar a Dios), Dt 11,13-21 (principio de la retribución, premio y castigo) y Nm 15,38-41 (precepto de llevar borlas en el manto).

Jesús, en cambio, destaca el mandamiento que resume la actitud exigida por Dios respecto a él en la antigua alianza. Está interpretando el sentido profundo de la Ley. Recuerda a Israel que su único Señor es Dios, no los dirigentes que explotan al pueblo (11,17), ni el César que los somete (12,16).

Consecuencia y exigencia de la unicidad de Dios como Señor es el amor total del hombre a él, amor que significa entrega y fidelidad. Interiormente, el israelita ha de estar orientado hacia Dios con toda su realidad: el corazón, que denota la inteligencia y los sentimientos; el alma, es decir, la vida, la existencia individual y concreta; la mente, la facultad para comprender o la manera de pensar; y la fuerza, la capacidad de actuar, poniéndola toda al servicio del plan de Dios. Como se ve, entre los tres miembros que figuran en Dt 6,4-5 ("corazón", "alma", "fuerza"), Jesús intercala otro, mente, que explicita y subraya una de las denotaciones de corazón. Es posible que con ello quiera recordar a Israel su contumacia (cf. 10,5), es decir, la oposición de sus ideas a las de Dios y la terquedad en mantenerlas, para exhortarlo a rectificar. La enumeración, sin embargo, es ante todo una manera retórica de expresar que el hombre entero se debe a Dios.

Con su proclamación, Jesús pide a Israel que rompa con todos los otros señores, los que él ha denunciado antes. El mandamiento es tan exclusivo que no admite simultáneamente otras vinculaciones. El amor a Dios expresa el reconocimiento de su señorío y lo hace realidad; centra al hombre en Dios y lo identifica con su voluntad. Los intereses de Dios se hacen intereses del hombre.

"Dios" es denominación absoluta; "Señor", relativa. La relación del israelita con ese Señor es la de obediencia (Éxd 24,7; Dt 11,13-15.26-28; 30,15-18; Jos 24,24), pero no basada en la imposición ni en el temor, sino en una relación personal y profunda con él (amor), que ha de traducirse en una conducta acorde con su voluntad.

LA BIBLIA

sábado, 11 de mayo de 2024

Mc 12,28

 Se le acercó un letrado que los había oído discutir; viendo lo bien que les había respondido, le preguntó: <<¿Qué mandamiento es el primero de todos?>>

Siguen presentes los interlocutores de Jesús en las dos controversias anteriores (12,13-17.18-27). Hasta ahora se han presentado grupos (fariseos, herodianos y saduceos); ahora lo hace un individuo, un letrado u escriba, especialista en la interpretación de la Ley, que, según el esquema de Mc, es fariseo (cf. 2,16) y forma parte del círculo de los adversarios de Jesús (11,27b).

El letrado se adelante y se dirige a Jesús (Se le acercó). Es un canonista insatisfecho con la doctrina dominante. No pretende comprometer a Jesús, pero, viendo la maestría con que éste interprete la Escritura, quiere saber lo que opina sobre una cuestión difícil (le preguntó...). La forma como Mc introduce el episodio: acercamiento del personaje a Jesús y pregunta a éste (gr. proselthôn... epêrôtêsen auton), en paralelo con 10,2 (los fariseos se acercan y le preguntan: gr. proselthontes... epêrôltôn auton) y 12,18 (los saduceos se acercan a él y le preguntan: gr. erkhontai... pros auton...epêrôton auton), indica que, como en aquellas ocasiones, la cuestión planteada ahora abora un problema debatido entre las diferentes escuelas teológicas del judaísmo de la época.

Para dirigirse a Jesús, el letrado no usa ninguna fórmula de cortesía; al contrario que los grupos anteriores (12,14.19), no abre su pregunta llamándolo <<Maestro>>. Este hecho y su posterior aprobación entusiasta de la respuesta de Jesús (v. 32), indican que tiene ya formada su opinión sobre el tema de su pregunta y quiere ver si la de Jesús coincide con la suya. Jesús ha estado brillante en su controversia con los saduceos, como el mismo letrado lo reconoce (viendo lo bien que les había respondido). Si lo llamara <<Maestro>> al principio, tendría que aceptar o, al menos, respetar la opinión de Jesús, aunque fuera contraria a la que él mantiene. Por eso se reserva el designarlo así; le dará o no el título de <<Maestro>> una vez oída su respuesta.

La objetividad de este hombre en su juicio sobre la actuación de Jesús con los saduceos, que ha corregido al mismo tiempo la idea de los fariseos sobre la resurrección, es la que le permite acercarse a él. Sabe ver los hechos como son; no tiene lealtades que estorben su visión de la realidad.

El fondo de su pregunta es éste; según la tradición de Israel, ¿qué es lo más importante para Dios?, ¿cuál es la expresión suprema de su voluntad y, por lo tanto, lo primario en el comportamiento del hombre?.

La cuestión era debatida en las escuelas. Los rabinos contaban en la Ley 613 mandamientos. Prevalecía la opinión de que el precepto del sábado tenía él solo tanto peso como todos los demás mandamientos de la Ley juntos. La pregunta del letrado se plantea de modo teórico; pretende que Jesús, tan acertado en sus respuestas, tome posición en este debate.

LA BIBLIA

miércoles, 8 de mayo de 2024

Mc 12,18-27

 

Mc 12,18

Centro de la sección: El materialismo, pecado saduceo (cf. 10,1-12, el pecado fariseo), es decir, de la aristocracia civil (senadores) y religiosa (sumos sacerdotes) (8,31; 11,27). Rechazaban la tradición oral propugnada por los fariseos (7,5.8.l3), y no veían en la Escritura la noción de una vida después de la muerte; su horizonte era esta vida, y en ella procuraban mantener su posición de poder y de privilegio (18). Los fariseos concebían la futura resurrección como una continuación de la vida mortal; los saduceos, con su ejemplo, quieren ridiculizar la doctrina farisea (19-23). Respuesta de Jesús: Los dirigentes del templo y de la nación ignoran la Escritura y no conocen a Dios, el dador de vida (fuerza, cf. 5,30) (24). Contra la doctrina farisea, distingue Jesús la condición del hombre en esta vida y después de la muerte: entonces la vida no se transmite por generación humana, se recibe directamente de Dios (los ángeles = «los hijos de Dios»). Habla además de la resurrección en presente, no en futuro como los fariseos (25). Prueba la vida después de la muerte por medio de la Escritura: los patriarcas, ya resucitados; el Dios fiel no deja que perezcan los que él ha amado (26s).

Mc 12,26-27

 Y acerca de que los muertos resurgen, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: <<Yo soy el Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob>>? No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados.

Segunda cuestión, relacionada con la primera. Jesús va a mostrarles ahora que tampoco conocen la Escritura. Resulta llamativo el cambio de terminología: en esta ocasión Jesús no habla de "resucitar de entre los muertos" (v. 25; cf. v. 23), sino de "los muertos que resurgen [a la vida] o se levantan [de la muerte]. Ante la posibilidad de que su declaración anterior (v. 25) fuera interpretada por sus interlocutores como referida únicamente al caso expuesto por ellos (es decir, a la resurrección de los siete hermanos y de la mujer que va casándose con cada uno de ellos a medida que mueren), esta vez, para evitar cualquier equívoco sobre el alcance de sus palabras, habla del resurgir a la vida de los muertos en general. Si, antes, con "de entre los muertos" indicaba el estado o situación del que se sale con la resurrección, ahora, señala que son los muertos mismos los que, por la acción de Dios, emergen de ese estado (resurgen). 

Para probar que los muertos resurgen, es decir, que tienen vida después de la muerte, apela Jesús al libro de Moisés, esto es, al Pentateuco, la Escritura por excelencia para los saduceos y que ellos han utilizado para intentar demostrar lo absurdo de la creencia en la resurrección (vv. 19-23). Del libro de Moisés cita Jesús una declaración de Dios mismo, que avala su argumentación: "Yo soy el Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob" (Éx 3,6.15s).

En el contexto de Éx 3,6, Dios se presenta como el Dios de los patriarcas, anteriores a la Ley; el Dios de la promesa y la bendición. Pero, al hacerlo como garantía de la obra de liberación que va a emprender con el pueblo esclavizado en Egipto, implica que él fue el protector y salvador de los patriarcas. Ahora bien, si éstos, al morir, hubieran desaparecido para siempre, la liberación del pueblo, como la vida de los patriarcas, no tendría porvenir, estaría destinada al fracaso. En cambio, "si ser el Dios de los patriarcas significa asegurarles salvación y protección, esto implica que la muerte no ha tenido sobre ellos la última palabra, y que los proyectos de Dios pueden cumplirse con éxito. Ese Dios de los patriarcas no es, por tanto, un Dios de muertos, sino de vivos, y su aparición a Moisés muestra su fidelidad a la promesa.

El razonamiento de Jesús es claro: identifica el "resurgir" de los muertos (en presente: resurgen, aplicable a todos) con la vida que Abrahán, Isaac y Jacob tienen con Dios. Supone que, cuando Dios habló a Moisés, los patriarcas seguían vivos, e identifica esa vida con la resurrección (resurgen). Para Jesús, resucitar equivale a no interrumpir la vida; no anuncia una resurrección corporal ulterior.

La resurrección no es, pues, la vuelta al cuerpo físico, que, en el caso de los patriarcas, estaba sepultado en la cueva de Macpelá (Gn 49,29-32; 50,13), sino la permanencia de la vida más allá de la muerte, en la esfera de Dios. En las dos afirmaciones de Jesús (vv. 25 y 26-27) se muestra que la resurrección es inmediata. Es decir, el Dios fiel no deja que perezcan los que él ha amado. El Dios de Jesús es el Dios de la vida, porque su fuerza es fuerza de vida.

Jesús termina su respuesta retomando su afirmación anterior sobre el error de los saduceos (v. 24: estáis equivocados) y llevándola hasta el extremo (Estáis muy equivocados). De hecho, el Dios en que creen los saduceos no existe. Ahora bien, siendo ellos los jefes del templo, éste se ha convertido en el lugar donde se da culto a un Dios inexistente. El templo es una mentira, porque venera a un Dios ficticio. La jerarquía del templo carece de la vida de Dios; está "muerta" y transmite muerte.

Mc no señala reacción alguna de los saduceos ante la respuesta de Jesús. Evidentemente la argumentación de Jesús no les ha hecho cambiar lo más mínimo sus ideas.

Hay que tener en cuenta que los términos empleados en este pasaje para designar el triunfo de la vida sobre la muerte: "resurrección" (gr. anastasis), "resucitar" (gr. anistêmi), "resurgir / levantarse" (gr. egeirô), son metafóricos y, como tales, equívocos. Describen el cambio de postura corporal. La postura del muerto es yacente, horizontal, y para indicar la vuelta a la vida se usa la metáfora de "resurgir", "levantarse", "resucitar", que implica la vuelta a la postura vertical propia del que está vivo. Pero no hay que ver en estos términos la descripción de un fenómeno real, solamente la afirmación de que hay vida después de la muerte. El aspecto positivo de esta metáfora está en que, con ella, se afirma la identidad del sujeto en una y otra vida. Sus aspectos negativos son que, por una parte, parece indicar que la muerte implica una interrupción de la vida y, por otra, que la condición del resucitado es la misma que antes de morir ("resucitar" = "revivir").

         *           *           *

Puede establecerse una comparación entre el episodio en que se define el pecado fariseo (10,5: la contumacia) y éste en que se define el de los saduceos (12,18: el materialismo).

En el caso de los fariseos, Jesús se remite a la primera creación (10,6s) para invalidar una prescripción de Moisés para esta vida. En el caso de los saduceos, hace alusión a una nueva creación (12,25: como ángeles) para deshacer un error sobre las consecuencias que puede tener en la otra vida una prescripción de Moisés. Los saduceos han presentado el matrimonio como medio para tener hijos. En ese sentido está excluido de la vida futura.

Por el primer caso, se ve que la norma para la relación entre hombre y mujer es el proyecto creador; por el segundo, que las prescripciones de la Ley tienen validez sólo para esta vida. Dios es el principio de todo, de la primera y de la segunda creación. Moisés tuvo un papel transitorio, que no puede oponerse al designio de Dios (10,9).

Mc usa el tema matrimonial para ambos casos, y en los dos se establece la perfecta igualdad entre el hombre y la mujer. En esta vida, porque su unión hace de ambos "un solo ser" (10,8). En la futura, porque uno y otra son "como ángeles".

Puede preguntarse si el ideal de unión por amor entre hombre y mujer, propuesto por Jesús para esta vida, tendrá continuidad en la otra. Aunque Jesús no aborda esta cuestión, es legítimo suponer que la unión íntima que se realiza aquí en la tierra entre dos seres humanos, se realizará con todos en la vida futura. No mediante la unión sexual, sino mediante la perfecta comunión que produce el amor sin límite.

LA BIBLIA

APÉNDICES - MARCOS

El final abrupto de Mc y la omisión de toda aparición del Resucitado a sus discípulos dio pie, ya en el siglo II, a la adición de apéndices ...